El enojo con la democracia en América Latina

La encuesta de Latinobarómetro muestra que sigue abajo el apoyo a la democracia en la región. Encima, Vargas Llosa no ayudó con sus declaraciones. Mientras tanto, en Italia la socialdemocracia gana a nivel local, lo cual no es una sorpresa. Pero sí lo es que se empieza a acomodar el sistema. Chusmerío político de Barbados y Filipinas.

Hola, ¿cómo estás?

Con Juano armamos una coalición sin darnos cuenta. El lunes pasado te escribió sobre el último informe de Latinobarómetro y el apoyo a la democracia en la región. Tomé la posta y me metí de lleno en la evolución de los indicadores desde 1995 hasta la fecha. Importante: no es la primera vez que pasa. Ya ocurrió a partir del año 2000. No menos importante: está volviendo a pasar.

Así que el primer tema es una reflexión con datos desde la declaración de Mario Vargas Llosa sobre los errores del electorado latinoamericano, un paper de un especialista en política latinoamericana y los datos de Latinobarómetro. Después, saltamos a Italia con el resultado final post ballotage de las elecciones a alcaldes, y qué nos dice eso sobre la competencia política allá. Y te recomiendo que llegues hasta el final porque hay chusmerío político del bueno. Aprendé, De Brito.

Mario Vargas Llosa, Kenneth Roberts y Latinobarómetro en un almuerzo

Yo te prometo que esta entrada, plato y postre van a tener sentido. No sé si gusto, eso te lo debo. El finde pasado me crucé con esta declaración de Mario Vargas Llosa sobre la democracia latinoamericana y su funcionamiento electoral. Tomate unos minutos y escuchalo. El hilo conductor de su razonamiento sería algo así: no importa si las elecciones en nuestras democracias tienen el grado de libertad aceptable para que todos los competidores estén en igualdad de condiciones, y los ciudadanos y las ciudadanas, para votarlos. Lo que verdaderamente importa es votar una opción específica, la que él mismo considera que no genera los problemas a los que nos estamos enfrentando en la actualidad sino una alternativa que no genere el mal de haber votado mal. Para evitar que eso ocurra hay que votar bien. Sí, a mí también me sorprendió. Bajo estas premisas, el juego democrático solo sería libre si una alternativa específica ubicada en un lugar del espacio político ganara y la otra en el otro lugar perdiera. Que gane la que sabe hacer las cosas bien y que pierda la que seguramente hará las cosas mal. El Premio Nobel de Literatura 2010 y derrotado candidato presidencial en Perú en 1990 tiene un DeLorean y no lo sabemos.

Eso no me suena a mucha libertad de competencia que digamos, más bien me suena a una predilección específica por determinadas propuestas programáticas encarnadas por un tipo específico de liderazgo y espacio político. Justamente la democracia en su dimensión electoral es la absoluta igualdad de condiciones para que distintos espacios puedan dirimir sus propuestas políticas que surgen de sus propios programas partidarios frente a un electorado que privilegia alguna de ellas. Si la valoración del gobierno de turno es positiva, entonces aumentan las chances de que el oficialismo se sostenga en el gobierno. En cambio, si la valoración del gobierno de turno es negativa, la oposición gana pista. Eso es democracia: continuidad cuando así se lo desea, alternancia cuando así se lo exige. Y aunque no comulgue mucho con las declaraciones de Vargas Llosa, me llevó al plato principal con un texto con el que me reencontré esta semana a raíz de una clase de posgrado sobre política y economía que preparé para la Universidad Torcuato Di Tella. Ahí Kenneth Roberts, especialista en política latinoamericana de Cornell University, desarrolla la idea de coyuntura crítica para explicar el giro político en América Latina luego de las reformas económicas del Consenso de Washington. En el nutrido intercambio con los y las estudiantes del curso abordamos el impacto que tuvieron los procesos de reforma sobre la representación política en América Latina, haciendo foco en Sudamérica. Las reformas liberales de comienzos de la década del ’90 impactaron en el vínculo programático entre partidos políticos y electorado, afectando gravemente a aquellos actores que impulsaron el giro a la derecha cuando sus propuestas electorales habían planteado una defensa de la matriz Estado-céntrica propia del modelo ISI (Industrialización por Sustitución de Importaciones). Aquellos partidos populistas, laboristas o de izquierda que aplicaron estas medidas vieron mermar su caudal electoral y sus propias bases viraron hacia nuevos actores, generando profundos cambios en la competencia política años después. En cambio, cuando las reformas las impulsaron los partidos de derecha (los que, teóricamente, debían hacerlo), los sistemas se establecieron y consolidaron cuando una izquierda fuerte canalizó la oposición a las privatizaciones, la apertura y la desregulación económica. De esta manera, el Consenso de Washington se convirtió en una coyuntura crítica para la representación política en tanto el camino que tomaron los actores con posterioridad a la aplicación de estas medidas impactó en mayor, poca o ninguna medida en los vínculos representativos de distintos países de la región.

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Vos pensá si, tal vez, no estamos frente a una de estas coyunturas con una pandemia que expuso, potenció y acrecentó la crisis económica y social que viene afectando a la región desde hace algunos años. Por eso con el postre me puse a ver los números de la encuesta regional de Latinobarómetro publicados con su último informe del relevamiento realizado en 2020. Me preocupó un poco Juano cuando levantó que la democracia está en sus valores más bajos históricos y no repunta. Tiene razón.

Fuente: elaboración propia en base a Latinobarómetro. Incluye los 10 países sudamericanos en los años en que se realizó el informe. El título es la pregunta realizada en la encuesta. El punto más grueso representa el promedio regional. La línea de tendencia punteada negra es lineal en base al promedio y la punteada azul es el promedio de dos observaciones (dos encuestas en dos años inmediatos).

La caída en el apoyo a la democracia se viene dando desde 2016 en adelante, primero con una leve merma entre 2015 y 2016, después con una fuerte disminución de 12 puntos en 2018. 2020 parece confirmar esta tendencia y estabilizarla ahí abajo. Hubo un pequeño repunte en 2017, pero sin consolidarse. Esta tendencia decreciente fue impulsada por Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Colombia, Paraguay y Perú. En los 7 países los niveles de polarización política vienen siendo altos en los últimos años. En todos ellos, salvo en Argentina, hubo marchas, movilizaciones y fuertes enfrentamientos entre gobiernos y actores opositores a causa de distintos factores económicos, sobre todo, pero también políticos y sociales. En 4 de ellos hubo alternancia en el poder, como pasó en Argentina, Brasil, Ecuador y Perú (Colombia tiene elecciones en 2022 y parece que se suma al club). En 2 de ellos el sistema partidario y los vínculos representativos se descajetaron: en Brasil ganó Jair Bolsonaro, en Perú está tratando de hacer pie Pedro Castillo. En uno de ellos se produjo uno de los pocos golpes de Estado que vio la región post transición en la década del ’80: Bolivia. Solo se estarían salvando Chile y Uruguay, el primero sorpresivamente en un proceso de cambio profundo de su sistema político (lo cual es bueno) y el segundo que siempre pica en punta en esta tabla de posiciones (lo cual también es muy bueno).

Pero esto no es nuevo. Si volvés a ver el gráfico con la línea de tendencia azul, vas a ver que ya hubo una oleada a la baja con posterioridad al 2000, período que justo coincide con el agotamiento del modelo liberalizador impulsado por la agenda del Consenso de Washington y que terminó propinando el giro a la izquierda latinoamericana. Este proceso político marcó a fuego la región, consolidando opciones progresistas con distinta intensidad política y discursiva, pero que fueron consecuencia de una demanda ciudadana de cambio e innovación. En algunos casos, los nuevos actores surgieron por la crisis de los tradicionales. Ecuador, Bolivia y Venezuela tuvieron a Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa, respectivamente. Argentina a un peronismo reconvertido en el Frente Para La Victoria renegando del menemismo reformador noventista. Uruguay dio su primera victoria en la historia al Frente Amplio. Chile fue el único que tuvo continuidad con la topadora de la Concertación, mientras que Paraguay entró más tarde con Fernando Lugo (que tampoco duró mucho). De esta manera, la baja valoración a la democracia puede tener una relación directa con los actores partidarios vigentes al momento de responder la pregunta de la encuesta. Enojados con sus partidos, los latinoamericanos se enojan también con su democracia.

Esto abre dos caminos posibles de acá a futuro para América Latina. Por un lado, podemos tener alternancia en el poder, como pide abiertamente un Vargas Llosa sin eufemismos. Hay datos que nos hacen pensar que es posible. Puede ser hacia la izquierda donde gobierne la derecha y viceversa en el escenario contrario. Esto mantiene la pregunta abierta sobre una posible segunda oleada rosa en la región a 20 años de la primera.

Por otro lado, puede haber cambios profundos en los vínculos representativos, con la aparición de nuevos actores partidarios y la desaparición de otros más viejos. Si, como dice Roberts, la coyuntura crítica de los ’90 fue el Consenso de Washington y tuvo su impacto 10 años después sobre la competencia política, la pandemia de Covid-19 tal vez sea una nueva. Sus efectos, sin embargo, pueden verse antes de que transcurra una década. Sí me parece importante en todo este debate la imperiosa necesidad de que se reconstruyan las dañadas raíces de los partidos en la sociedad latinoamericana. Lo que menos quiere un dirigente político es que sus ciudadanos y ciudadanas dejen de creer en su trabajo. O, peor aun, que les dé lo mismo.

Fuente: elaboración propia en base a Latinobarómetro. Incluye los 10 países sudamericanos en los años en que se realizó el informe. El título es la pregunta realizada en la encuesta. El punto más grueso representa el promedio regional. La línea de tendencia punteada negra es lineal en base al promedio y la punteada azul es el promedio de dos observaciones (dos encuestas en dos años inmediatos).

Y el gráfico anterior es testigo de ese desapego. En paralelo a la caída del apoyo a la democracia se generó un aumento del fenómeno inverso que indica que a los latinoamericanos (consultados) les da lo mismo cualquier tipo de régimen político. La apatía en torno a participar, involucrarse y, sobre todo, votar, crece a medida que aumenta la crítica a cómo funciona esa democracia. Si la ingeniería institucional no resuelve la diaria, la nafta de su motor se acaba lentamente. Este es tal vez el dato llamativo de estas tendencias que se vienen dando últimamente. ¿Creo que esto puede derivar en una crisis de legitimidad de la democracia en la región y en un posterior quiebre? No, no me preocupa eso. Sí creo que puede impactar negativamente sobre los actores partidarios actuales. Se deja de creer en el sistema porque se cuestiona a sus gestores. Como Vargas Llosa, que sin darse cuenta planteó una coyuntura crítica de Roberts, que los datos de Latinobarómetro parecieran confirmar. Así cierra el almuerzo.

Una pintoresca especial: Italia tuvo sus municipales

Italia celebró elecciones locales en 1.293 de los 7.903 municipios que integran el país. De esa gran torta eleccionaria, 20 son capitales regionales con más de 15.000 habitantes, donde se aplica el siguiente sistema electoral: cada uno de los italianos y las italianas habilitados/as para votar tiene dos opciones: votar de manera directa por las distintas candidaturas que se postulan para ser alcalde, o bien votar por las listas de los partidos políticos que apoyan a alguna de ellas. Aplican un sistema de doble vuelta. La primera se celebró el 3 y 4 de octubre, mientras que la segunda el 17 y 18 pasados. Si en una determinada ciudad ninguna candidatura saca más del 50% de los votos, pasan al ballotage las dos primeras. Ahora, si alguien lo logra, automáticamente le asignan el 60% de las bancas del Concejo Deliberante. No vaya a ser cosa que le toque gobernar en minoría, claro. Esta regla no aplica en aquellos casos donde ninguna candidatura supera la mayoría absoluta en primera vuelta ni cuando la coalición de partidos que lo apoyan no suman más del 40% de los votos. Me gusta esta norma, banco.

Ganadores y perdedores: la izquierda los primeros, la derecha los segundos. El Partido Democrático (PD) se quedó con 10 de las 20 principales ciudades del país, incluyendo Roma y Turín, pero también Bologna. En 6 de esas 10 revalidó el mandato conseguido en las elecciones de 2016. Milán, por su parte, fue para el Partido Verde, Latina para Italia en Común (desprendimiento en 2018 de izquierda del Movimiento 5 Estrellas -M5E-), Consenza para el Partido Socialista Italiano (un rearmado con los restos de los viejos PSI y PSDI), y Nápoles e Isernia cada una para un independiente progresista. De esta manera, las conquistas para la centro-izquierda fueron en 15 sobre 20 de las principales ciudades. Las 5 restantes fueron una para el berlusconista Forza Italia, que sobrevive en Trieste, otra para la Lega Nord en Novara, Benevento quedó para el pequeño UDEUR democratacristiano y las dos restantes para independientes de derecha.

Esto no es tanto una novedad sino más bien una estabilidad para la socialdemocracia italiana. En las elecciones de 2016 también había logrado 10 victorias locales con su coalición de centro-izquierda. Similares escenarios vivió en las de 2011 y 2006. De modo que a los herederos de Pietro Nenni, Bettino Craxi y Romano Prodi no les va tan mal cuando hay que definir quién cobra tasas municipales, alumbra, barre y limpia. Lo que sí resulta una novedad de estas elecciones es cómo se estaría acomodando el sistema partidario italiano después de los cimbronazos constantes que viene recibiendo en las últimas décadas. 

El último fue en las elecciones nacionales de marzo de 2018, donde el M5E y la Lega Nord asestaron un duro golpe al PD y a Forza Italia, tradicionales competidores a izquierda y derecha del espectro político italiano. Esta sorpresa derivó en un gobierno de coalición formado el 1 de junio de 2018 entre los dos vencedores antiestablishment, pero que duró apenas más de un año. Matteo Salvini, líder de la Lega, impulsó una moción de censura en agosto de 2019 a causa de ciertas diferencias internas en la gestión de gobierno, pero que tenían como trasfondo la intención de convocar a elecciones anticipadas para fortalecer su posición interna y convertirse en primer ministro. El tiro le salió por la culata porque Giuseppe Conte, líder del gobierno pero no de su partido M5E en ese entonces, presentó la renuncia al presidente de la República, Sergio Mattarella. Lo convencieron de que repensara un poco la calentura y salió el PD a apoyarlo, lo cual derivó en un segundo gobierno bajo su figura. Salvini se quedó masticando bronca y el segundo gabinete duró hasta febrero de 2021. Ahí tomó la posta Mario Draghi luego del hartazgo de Conte de que lo dejaran en banda hasta los amigos que recién había hecho, como Matteo Renzi, quien rompió el PD armando Italia Viva y le dio el golpe de gracia. El actual gobierno es el tercero que se arma y está integrado por independientes, el M5E, la Lega (que volvió), Forza Italia, el PD, Italia Viva y otros partidos menores. Una linda mezcla.

¿Por qué digo que se está acomodando si hasta formar gobierno es un despelote con salsa carbonara? Porque luego del cimbronazo que implicó aceptar a los nuevos partidos en el barrio, las encuestas parecen empezar a acomodar un poco a los contendientes. Abajo tenés la evolución de la media de encuestas que armó @ElElectoral.

Fuente: @ElElectoral

La Lega parece que detuvo su caída después de sus recurrentes traiciones gubernamentales. El PD, que supo estar primero hasta 2016, también se estabilizó. Y a ellos se suma en la pelea por la punta Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia -FdI-), que viene pisteando como un campeón desde la extrema derecha. Entre ellos hay, hoy, triple empate en torno al 20%. Así desde hace algunos meses. Un poco más relegado quedó el M5E, y todos los demás por debajo del 8% de intención de voto.

¿Qué se estaría cocinando en Italia? Dos partidos de derecha que reemplazan a la vieja Forza Italia de Berlusconi, como son la Lega, fundado en los ’90 e histórico aliado del señor del Milán F.C., y FdI, nuevo desde 2012 pero con un incendiario discurso de derecha. Del otro lado, el siempre vigente y nunca muerto PD junto al M5E, quien supo cuestionarlo todo y ahora estaría aprendiendo que el juego de la política tiene sus mañas. No veo imposible una coordinación estratégica entre ambos a raíz de las elecciones locales que te comentaba antes por dos datos: el primero es que las tres principales ciudades que defendía el M5E, Turín, Roma y Carbonia, las perdió a manos del PD. El segundo es que en todos los distritos donde compitieron por separado dividieron el voto de izquierda, menos en Nápoles, donde fueron juntos y se la afanaron a otro partido de izquierda, Democrazia e Autonomía de Luigi de Magistris. Coalicionando se aprende y se gobierna.

Italia viene estable, dijo nunca nadie. Pero al final pasó.

Recuelectorales

  • Si te quedaste con hambre, María Victoria Murillo, Virginia Oliveros y Milan Vaishnav encontraron una explicación económica más no ideológica al giro a la izquierda en la región. Fue la inflación, no la troskeada. También lo discutimos el martes pasado en UTDT y lo podes leer acá.
  • Si de Italia te enamora como a mí su despelote partidario, el podcast Epidemia Ultra sacó un capítulo especial dedicado a la Lega Nord, FdI y sus líderes, Matteo Salvini y Giorgia Meloni. Escuchá especialmente la parte donde ella da su discurso y se define políticamente #Miedo. Lo escuchás completo acá.
  • En este artículo consideran que la Generación Z, a pesar de ser más liberal en cuestiones sociales, no estaría con muchas ganas de quitar su apoyo al Partido Republicano de EE.UU. a pesar de lo que comúnmente se cree. Para Polémica en el Bar.

Notielectorales

  • Esta historia electoral sobre Filipinas me tentó más que la novela Wampitaicardi. Todo empezó cuando a fines de agosto vi en un tuit que el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, anunciaba que se iba a presentar como candidato a vicepresidente por su Partido Democrático Filipino-Poder Popular (PDP-Laban) y que el primero del binomio iba a ser Christopher “Bong” Go. Sí, no solo pasa en Argentina. El tal Rodrigo habló de “hacer un sacrificio frente al clamor del pueblo”. La historia me llamó la atención porque indicaban que Go era el asistente personal de Duterte. Entonces pensé “esto no puede ser cierto”. Indagando un poco con otro poco de periodismo de datos, parece ser que el Señor Go es más bien el principal asesor y confidente político del actual presidente. Pero la historia no termina ahí porque involucra internas, desencuentros y a un boxeador: Manny Pacquiao. Sí, Manny es también senador en Filipinas. Tiene una facción que enfrenta a Duterte cada vez que puede y, al ver esto, se lanzó a por todo. Quiso poner un nuevo presidente del partido, pero lo rajaron al poco tiempo. Quiso convocar a una asamblea interna para elegir autoridades, pero se la pincharon. Finalmente, el ágil boxeador se presentará por el Movimiento Progresista para la Devolución de Iniciativas (PROMDI), lo que motivó que lo rajen del partido. En el medio de todo eso, Duterte que, según dicen las malas lenguas, quería la nominación para protegerse de una posible sentencia de la Corte Penal Internacional por delitos contra la humanidad en el combate a las drogas, decidió dejar la política y retirarse de todo. Con Pacquiao fuera del ring, Go vio alinearse los planetas hasta que apareció la hija del presidente y alcaldesa de Davao, Sara Duterte. Pero todo parece indicar que va a seguir haciendo desear a los filipinos oficialistas porque aún no confirmó el salto a las grandes ligas nacionales. Todo esto tiene su componente de sistema electoral. En Filipinas se elige al presidente separado del vicepresidente. Mientras que el primero solo tiene un mandato permitido sin reelección, el segundo puede quedarse dos. Ambos duran 6 años en el cargo y se eligen por mayoría simple de votos. Zonzo, el Duterte. It’s a developing story.
  • Barbados dejará de ser parte del Reino Unido y obtendrá su autonomía el 30 de noviembre cuando sea proclamada la república. Isabel II ya no va a poder ir a veranear a sus islas como soberana, sino que va a tener que usar su pasaporte si Sandra Mason, futura primera presidenta de la isla, la autoriza. Ah, sí, un poroto más para los presidencialismos americanos y uno menos para los parlamentarismos que estorban. El Parlamento de Barbados ya aprobó todo con un amplio consenso y solo un ausente.

Recordá que, por ser parte de este prestigioso club electoral, podés estar al día con el Google Calendar Electoral (acá desde tu compu y acá desde tu celu) y/o con una lista de Twitter que nutre a La Gente Vota. 

Un abrazo electoral, cuidate y nos vemos en dos semanas,

Facu

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Politólogo, consultor e investigador independiente. Hoy lo encuentran dando clases en UBA y UTDT. Le encantan las elecciones y le sacan menos canas verdes que Racing. Un hobby que tiene es aprender la historia de los partidos políticos. Cree que la política marida muy bien con un tinto.