56 países lloran una reina: qué es la Common

¿Qué es la Commonwealth of Nations? El nacimiento de un espacio que amortiguó la caída del Imperio Británico. La organización y cómo funciona. Carlos III hereda algo más que un sillón. El legado que cuidó Isabel II.

Esta es una historia que no va a aparecer mucho en la prensa no británica. La historia de una institución, de una Mancomunidad de países. De un agrupamiento de Estados alejados geográficamente entre sí, pero que se reúnen bajo un símbolo, uno particular. Y que acaba de perder a su cabeza. Es la historia de la Commonwealth of Nations, la Common. Porque el fallecimiento de Elizabeth II no solo es lágrimas en Reino Unido, sino en 56 países.

Esta organización de países nació con un objetivo particular y fue consecuencia de un proceso histórico que modificó el eje de poder del tablero mundial. Organización poco conocida por estos lados, logró mantener a las colonias del decreciente Imperio Británico dentro del plato, logrando integrarlas en términos económicos (aunque poco), sociales, institucionales y, sobre todo, políticos. Hoy, la Common es tan importante para la Corona Británica como cualquier cuestión simbólica que los representa. Tal es así que Liz Truss, en su primer día de trabajo, tuvo que llamar por teléfono a media centena de personas para decirles “London Bridge is down. Ni siquiera pudo abrir el e-mail. Yo pensé en esto.

¿Qué es la Commonwealth y de dónde viene?

Es una asociación política que integran un total de 56 países, 15 de los cuales reconocen a la Corona Británica como jefe/a de Estado (Commonwealth realms), 5 que tienen sus propias realezas y 36 que se autoproclamaron repúblicas. La última de ellas, Barbados. Todas estas que se alejaron de la familia real y decidieron poner sus propios titulares de la Nación, igualmente, tomaron la decisión de mantenerse dentro del espacio de coordinación. Esto me lleva a pensar que pertenecer a la Commonwealth tiene tanto valor simbólico como estratégico en términos políticos y diplomáticos.

Esta organización viene desde 1887, cuando se empezaron a juntar los primeros ministros británicos con sus pares de las colonias con cierto grado de autogobierno -pero que todavía controlaba el Imperio Británico-. Así se organizó la Primera Conferencia Imperial en 1911, que no tuvo mucho de democrática o republicana como te podés imaginar. Estas conferencias se desarrollaron hasta 1937 y siempre en Londres, la silla del imperio, salvo las de 1894 y 1932 que tuvieron lugar en Ottawa (Canadá). Este paso a paso de reuniones muy pacatas fue sentando las bases para pasar de un esquema donde Londres dominaba por encima de todos, a uno más igualitario. 

El primero en usar el nombre de “British Commonwealth of Nations” fue Jan Smuts, gobernante militar de Sudáfrica, en 1917, término que repitió en la Conferencia de Paz de París de 1919 que puso fin a la I Guerra Mundial. El Imperio la utilizó por primera vez de manera formal en el Tratado Anglo-Británico de 1921 que puso fin a la Guerra de Independencia de Irlanda. A mano corrigieron el escrito. Fue una jodita y quedó. Posta.

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Las palabritas comenzaron a resonar en la cabeza de varios líderes y llegó a su institucionalización en 1926, en la Conferencia Imperial donde todos los Estados firmaron la Declaración de Balfour. El principio fundamental que adoptaron fue que todos los integrantes de la Mancomunidad eran iguales entre sí, sin que nadie pudiera entrometerse en sus asuntos internos o externos, jurando lealtad a la Corona Británica y sintiéndose libres de pertenecer al espacio. La declaración se consolidó con la sanción del Estatuto de Westminster de 1931 que se aplicó directamente sin necesidad de ratificación posterior a todos sus miembros, salvo Australia, Nueva Zelanda y Newfoundland (hoy, provincia de Canadá). De esta manera, Reino Unido construyó con rosca una forma de mantener cerca a sus (futuras ex) colonias, ansiosas de autonomía e independencia, y con movimientos internos en esa línea. La movida fue astuta. Después de la Segunda Guerra Mundial, colonias de África y Asia avanzaron en un proceso de independización de sus metrópolis. Muchas de ellas violentas. Londres, en cambio, ya había asentado instituciones para quedarse cerca. Amortiguó las armas con diplomacia.

Esto, claro, no era nuevo en el manual político de los británicos. La monarquía isleña es un caso de estudio por la forma en que, en términos politológicos, pasó de ser absoluta a constitucional. Cuando a algunos reyes les cortaron la cabeza, las casas reales de Reino Unido transicionaron a una forma más dialogada de ejercer el poder con otras instituciones. A partir de la sanción de la Bill of Rights en 1869 (que definió los límites del poder del Parlamento) y de la Act of Settlement en 1701 (que garantizó el derecho sucesorio a la corona) quedó marcada a fuerza de puño y pluma la división de poderes para tiempos modernos y consensuales. La realeza reina y un gobierno decide en su nombre. La Common es, entonces, un paso más para no alejar a los propios y protegerse a sí mismos.

La forma institucional de la Commonwealth

Fue con la Declaración de Londres de 1949 que se estableció que el o la titular de la Corona Británica sea la cabeza de la Mancomunidad. Algo esperable, sin dudas. El cargo de Head of the Commonwealth fue ejercido solamente por dos personas en la historia: Jorge VI (2 años y 248 días) y por su hija, Elizabeth II (70 años y 214 días). Ahora le tocará a Carlos III.

Pero no va a estar solo. La Commowealth viene con burocracia. Algo compacto, con dos ravioles nomás. Una es la Commonwealth Heads of Government Meeting, que es la reunión bastante periódica que junta a primeros ministros y presidentes de los 56 países miembros. Es heredera de las Conferencias Imperiales de antaño y, hasta la fecha, se han realizado 26 en total desde 1971. La próxima toca en Samoa. Con mucha pompa y diplomacia, se juntan para discutir cuestiones de integración económica, política y social, al mismo tiempo que Londres utiliza el espacio para sumar apoyo internacional para eventuales posicionamientos estratégicos. No han sido pocos los casos en los cuales la convocatoria a la reunión ha servido para escapar de conflictos internos en el propio Reino Unido, buscando apoyo internacional para sostener a la Corona Británica. Ha sido un compromiso sostenido, sobre todo por Elizabeth II, de continuar el legado de su padre, el iniciador de este proceso. Esto te puede sonar mucho a Netflix, pero es así.

El otro órgano relativamente estable es el Secretariado de la Commonwealth, establecido en 1965. Se encarga de facilitar la cooperación, el intercambio y la concordancia entre los Estados miembros, además de hacer operativas las decisiones que se toman en la Meeting. Juegan en la política internacional: el titular es el encargado de representar a la Mancomunidad en la Asamblea General de las Naciones Unidas como observadores. Amantes de la rosca, creadores de la diplomacia de caballeros. A este Secretariado lo lidera un secretario general, que es electo por las cabezas de los Estados miembros en las reuniones que organizan y no dura más de 2 mandatos de 4 años desde el año 2000. Desde su creación, solo hubo 6 titulares del cargo de múltiples países (Canadá, Guyana, Nigeria, Nueva Zelanda e India). Hoy ocupa el cargo Patricia Scotland, sentada en la silla desde 2016, y con doble nacionalidad dominiquesa (de la isla caribeña Dominica) y británica. Es la primera nacional de las islas en ocupar el cargo y será la primera Secretaria General. Los 5 anteriores, todos hombres y con altos cargos ejecutivos previos en sus respectivos países y en la diplomacia internacional. Las oficinas del Secretariado están, claro, en Londres. Linda oficina

La membresía al club

Los criterios para entrar han ido cambiando en el tiempo. Pensá que pasamos de criterios netamente coloniales donde la pertenencia era formar parte del Imperio Británico, a un mundo donde crecieron los Estados independientes con la posibilidad de autogobernarse. La Mancomunidad no estuvo exenta de estas modificaciones y tuvo la astucia para adaptarse a la coyuntura. A la larga, el objetivo siempre fue hacer banda. Actualmente para ser miembro se deben aceptar los principios y valores establecidos en la Harare Commonwealth Declaration, adoptada en 1991. A eso se suma el requisito de ser Estados soberanos, reconocer a la Corona Británica como la cabeza del espacio, aceptar el inglés como idioma oficial de la Mancomunidad y respetar el deseo de la población respecto a su pertenencia. A eso se suma tener un vínculo constitucional directo con un miembro activo. Este último punto fue matizado, por no decir obviado, en los últimos años, con la entrada de Mozambique, la reaceptación de Sudáfrica después del Apartheid, Ruanda, Togo y Gabón. Básicamente, estar adentro garpa. Como si todos hubieran querido la foto con la reina.

Para ir cerrando, quiero ahondar sobre el punto respecto de la aceptación de la población sobre pertenecer o no. Porque el vox populi mediático se centró en las pocas cualidades políticas del heredero Carlos III y en las posibilidades de que venga una oleada de independencias de la Corona. La más emblemática sería, por ejemplo, la de Australia. La historia reciente tiene datos que alimentan esta hipótesis. 

Todo empezó a subir de temperatura en 1991 cuando Paul Keating, líder del Partido Laborista de Australia, asumió como Primer Ministro. En su plataforma electoral había propuesto abiertamente la posibilidad de conformar una república para arrancar el Siglo XXI libres e independientes de la alejada realeza. No tuvo suerte de lograrlo en su mandato, pero generó las condiciones para celebrar en 1999 un referéndum por la independencia del país. El 6 de noviembre se preguntó a los australianos y australianas sobre dos enmiendas a la Constitución. Primero, si querían reemplazar a la reina y su gobernador designado por un presidente electo de manera indirecta por 2/3 del parlamento. Segundo, si querían insertar un preámbulo. En la primera se impuso el no por casi el 55% de los votos y en la segunda lo mismo pero por el 60%. Cachetazo para los republicanos. 

Este plebiscito tuvo lugar bajo el gobierno de John Howard de la coalición liberal-nacional, monárquicos declarados. La duda sobre lo que pueda pasar de acá en adelante tiene que ver con las recientes elecciones federales australianas, donde el laborismo volvió al poder de la mano de Anthony Albanese. El nuevo primer ministro militó por el independentismo en 1999 y lo ha marcado como agenda al asumir el gobierno recientemente. Carlos III, otro que va a tener un first day complejo.

¿Esto significa que la Common puede correr riesgo? ¿Jorge y Elizabeth viajaron de gusto? No estoy muy seguro. La Mancomunidad se ha ampliado desde los 8 iniciales que firmaron la Declaración de Londres a los 56 que la integran hoy. Rosca y contención británica. A medida que los países se independizaron y obtuvieron autonomía se fueron quedando cerca para aprovechar la integración política. De hecho, solamente dos países se retiraron del espacio: Irlanda en 1949 y Zimbabwe en el 2003.

Pertenecer importa. La Common no tuvo el incentivo suficiente para adoptar una política económica común y compartida que compitiera con otros procesos de integración regional, como las uniones arancelarias y comerciales en todos los continentes donde hay representantes de este espacio. Cercanía mata Mancomunidad. Sin embargo, el proceso de integración política rindió frutos. El Imperio se cayó, pero encontró la institución para amortiguarlo. El temor de Jorge se volvió sueño, lo consumó Elizabeth y lo continuará Carlos. Hoy muchos países lloran una reina, no uno solo.

Facu

Politólogo, consultor e investigador independiente. Hoy me encuentran dando clases en UBA y UTDT. Me encantan las elecciones y me sacan menos canas verdes que Racing. Un hobby que tengo es aprenderme la historia de los partidos políticos. Creo que la política marida muy bien con un tinto.