Guerra en Ucrania: ¿cambia la escala del conflicto?

Zelenski comienza a pensar en un "plan B" para lidiar con una eventual retirada de la ayuda estadounidense. Los dichos de Putin y los acuerdos que busca el ucraniano.

—Ucrania retrocedió en el campo de batalla frente a Rusia, en parte por las demoras de los legisladores republicanos para aprobar en el Congreso de EE. UU. la ayuda a Kiev. ¿Lo preocupa una victoria de Donald Trump en las presidenciales de noviembre?

—No podés preocuparte por algo en lo que no tenés influencia. Si empiezo a preocuparme por Trump hoy, solo voy a quemar mis nervios.

—Pero EE. UU. es el principal aportante para Ucrania, ¿cómo podrían reemplazarla si decidiera cortarla como proponen algunos republicanos?

—Aun cuando tengas un plan B, guardatelo. Porque si le contás a todo el mundo el plan B, vas a terminar en el plan B.

El fragmento es parte del diálogo que mantuvimos un grupo de periodistas latinoamericanos con el canciller ucraniano, Dmitro Kuleba, poco más de una semana atrás en Kiev, donde el diplomático le restó importancia a una potencial victoria del republicano estadounidense. Pero lo cierto es que, en su ministerio de Relaciones Exteriores, otros funcionarios sí se permitieron decir en off que están preocupados por ese escenario. 

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El canciller Dmitro Kuleba, en Kiev.

No hay “plan B”

El fantasma futuro se despierta cuando resuenan los dichos de Trump, que en 2023 aseguró: “Si soy presidente, resolveré esa guerra en un día, en 24 horas”. En esa ocasión, agregó que forzaría a las partes a “hacer un trato”, algo que Ucrania repudió. En otro momento, el expresidente republicano llegó a decir que daría vía libre a Rusia para atacar países que no aporten sus correspondientes cuotas a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Y cabe recordar que Ucrania ni siquiera es parte de esa alianza militar. 

Esto haría pensar en que Ucrania, aun sin decirlo, tiene un “plan B” para lidiar con una eventual retirada o disminución de la ayuda estadounidense. Pero Kuleba, que se mostró descontracturado en una sala de la Cancillería desde donde se veía a pocos metros el río Dnipro, lo negó: “No hay reemplazo para el volumen de ayuda proveniente de EE. UU. No hay ningún escenario en el que asumamos que no seremos capaces de asegurar este objetivo de una forma u otra. Así que hay que entender los riesgos relacionados no solo con las elecciones en EE. UU, sino también con las elecciones al Parlamento Europeo y muchas otras cosas”. 

Además, aseguró que Trump “no es nuevo” para los ucranianos y que han “pasado algún tiempo juntos”. “Ya lo conocemos. Creo que el elemento más importante cuando se trata de Trump es que él acepta un hecho muy simple y es que no puede oponerse a China sin oponerse a Rusia. Rusia ya está en manos de China. Si quiere mantener el mundo estable, Rusia no puede ganar esta guerra. Ucrania debe ganarla. Y este es, creo, el punto crucial sobre el que el equipo del expresidente Trump tiene que ponerse de acuerdo”. A la vez, destacó que, si el republicano de la línea MAGA hubiese querido voltear la ayuda a Ucrania en el Congreso, le bastaba poner un comentario en las redes sociales, pero no lo hizo. 

Más allá de los temores futuros, también hay un fantasma presente. Kiev toma nota de que debajo de la actual narrativa de sus aliados occidentales, que prometen ayuda incondicional, hay un camino errante. Las dudas no se presentan sólo al mirar las elecciones de noviembre sino también ante los titubeos actuales: EE. UU. demoró, por cuestiones de política interna, su ayuda a Ucrania y recién ahora, a más de dos años de la guerra y luego de la presión europea, habilita a usar sus armas en territorio ruso. Además, se trata de un permiso con límites. Pueden usarlas únicamente para defender la asediada Jarkiv. Y así fue también la puja por los tanques, luego por los aviones caza, por las capacitaciones para pilotearlos y por los misiles de largo alcance. 

En el intercambio con Kuleba, le pregunté qué sentían respecto al apoyo incondicional de EE. UU. a Israel para su ofensiva en Gaza, en momentos en que Ucrania retrocedía en su línea de frente –retirada de la localidad de Avdiivka en febrero y un golpe en la ciudad de Jarkiv, la segunda en importancia después de la capital–. El canciller, que llegó de camisa y corbata sin saco y habló en inglés durante más de una hora que duró la entrevista, reconoció que “durante muchas décadas, la relación entre los EE. UU. e Israel fue el sueño de cualquier país fuera de la OTAN”, pero que desde la invasión rusa del 24 de febrero de 2022 a su país, Ucrania no puede quejarse.

“EE. UU. sigue siendo el mayor contribuyente de ayuda militar y económica a Ucrania. Así que, en cierto sentido, no podemos quejarnos porque intervino el primer día. Después podemos discutir por qué no lo hicieron antes y muchas otras cosas”, dijo Kuleba. 

La opción parece ser minimizar el camino zigzagueante y las demoras y aferrarse a la promesa occidental de que se seguirán involucrando. “Ucrania tiene que ganar la guerra”, dijo el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, el mes pasado durante su visita a Kiev. Por su parte, Biden dijo que “Putin no se va a detener en Ucrania” y que toda Europa se verá amenazada, pero que no dejaría que eso ocurriera. Fueron sus palabras durante la visita a Francia por el 80 aniversario del “Día D”, donde agregó: “Estados Unidos se mantiene firme con Ucrania. No nos iremos, lo repito, no nos iremos”. Pero la historia reciente demuestra que a eso EE. UU. no lo pueden garantizar. 

¿Hasta dónde nos acompañarán nuestros aliados?, podría ser una pregunta válida en la cabeza del presidente Volodímir Zelenski. Los europeos, aun cuando puedan tener presiones internas para escapar a una estrategia belicista, plantean que tienen mayores incentivos para involucrarse porque ven un riesgo existencial en el avance ruso. “Dos años después del inicio de la guerra, y con la perspectiva de una victoria rusa reavivada, la mayoría de los líderes europeos reconocen que sostener al asediado país es mucho menos costoso que hacer frente a las secuelas de una victoria de Putin”, dijo el catedrático Lawrence D. Freedman. Pero como te conté en este primer #MundoPropio, EE. UU. no es Europa. En el fondo, los ucranianos advierten que para Washington esta guerra no es existencial. Eso pone límites a sus compromisos o al menos habla de que tiene objetivos diferentes. Kiev sueña con ganar la guerra y expulsar a Rusia de los territorios ocupados desde 2014 en adelante. En cambio, no queda claro que para Estados Unidos ese escenario sea posible.

Algunas voces norteamericanas no son tan optimistas como Blinken o Biden. Según el exembajador de EE. UU. ante la OTAN, Ivo Daalder, después de dos años de conflicto, Rusia está más cerca que nunca de la victoria. «La negativa del Congreso a actuar sobre las solicitudes que el presidente hizo por primera vez en julio… y no ocurrió nada hasta mediados de abril» fue un duro golpe para las defensas de Ucrania, dijo Daalder. «Y ahora solo hace falta tiempo para llevar cosas al frente y cruzar la frontera y a las unidades en las cantidades necesarias para que esto suceda», agregó.

Vladímir Putin toma nota

La dieta relativamente estricta de las potencias occidentales a Ucrania parece sugerir prudencia para evitar una escalada. Pero permitirle a Kiev el uso de armas de la OTAN en territorio ruso, aun cuando exigen que sea limitado a objetivos militares, es la entrada a una camino que no se sabe a dónde conduce.

La respuesta del presidente ruso, Vladimir Putin, fue doble; por un lado, descomprimió al descartar que hoy se esté en un escenario en el que deba apelar a armas nucleares,  aunque no lo descartó. “La doctrina nuclear de Rusia es un instrumento vivo, se le pueden hacer cambios”, dijo el mandatario durante una cumbre económica celebrada el miércoles en San Petersburgo. 

Por otro lado, pintó un escenario de escalada y se reservó el derecho a enviar armas a países que quieran atacar a las potencias occidentales. «Si creen que es posible suministrar tales armas en una zona de combate para lanzar ataques contra nuestro territorio y crearnos problemas, ¿por qué no tenemos derecho a suministrar armas del mismo tipo a algunas regiones del mundo donde puedan utilizarse para lanzar ataques contra sus instalaciones sensibles?», se preguntó Putin. A su vez, un portavoz de la Cancillería rusa dijo el viernes que con los HIMARS (lanzadores de cohetes) estadounidenses que maneja Kiev habían «asesinado» a una mujer y un niño en la región de Belgorod, en el sur de Rusia, siendo esa la primera vez que Moscú vincula a Washington con las muertes de civiles rusos.

Días antes, Putin ya había cuestionado a los aliados ucranianos sobre si quieren un “conflicto global”, cuando deciden enviar armas a Ucrania o cuando ofrecen ayuda de la inteligencia espacial y de especialistas calificados necesaria para usarla contra territorio ruso. Incluso algunos funcionarios del país bicontinental advirtieron a EE. UU. que Rusia “responderá de forma asimétrica y sensible».

El debate en torno a qué paso de la OTAN significaría su implicación total sigue. Mientras, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, le deja menos dudas al Kremlin acerca de lo evidente de ese de involucramiento. El ejecutivo galo anunció a la cadena televisiva TF1, que enviará instructores franceses  –militares– para entrenar soldados ucranianos y anunció la cesión de un número indeterminado de aviones de combate Mirage 2000-5 “que permitirán a Ucrania proteger su suelo y su espacio aéreo”. Aunque los pilotos ucranios recién terminarían de capacitarte a fin de año. “Formar soldados ucranios sobre el terreno, ¿es una escalada? No”, dijo Macron, pero esa interpretación no necesariamente es compartida por el resto de los aliados de Ucrania, y mucho menos por Moscú.

«Macron demuestra su apoyo absoluto al régimen de Kiev y declara estar dispuesto a la participación directa de Francia en el conflicto militar», dijo el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, y agregó: «Consideramos que estas declaraciones son muy, muy provocativas, inflaman las tensiones en el continente y no conducen a nada positivo». Estos intercambios se producen mientras Rusia mueve fichas en el Caribe, donde Cuba confirmó que recibirá buques para ejercicios militares conjuntos entre las dos exnaciones soviéticas, y otras fichas en África, donde el canciller ruso, Sergei Lavrov, prometió más colaboración militar.

¿Y la diplomacia? Bien, gracias

Los ucranianos lanzaron una estrategia para apuntalar la pata diplomática luego de un significativo retraso de la ayuda estadounidense. Zelenski recorre países aliados y no tanto intentando sentar a la mesa de su “Conferencia para la Paz” –que se celebrará el 15 y 16 de junio en Suiza– a la mayor cantidad de representantes para cerrar filas en torno a su propuesta para terminar la guerra. Pero parece ser una iniciativa que nace muerta, ya que pretende excluir a Rusia, algo que naciones de peso como China y Brasil rechazan.

Acá también Zelenski huele que lo dejan bastante solo. Biden no va a asistir a la cumbre en Ginebra con la excusa de compromisos internos. El estadounidense quiso compensar el faltazo mandando a su VP Kamala Harris y programando dos encuentros con el ucraniano; uno en  Francia y otro en la cumbre del G7 que se celebra del jueves al sábado en Italia.

Si bien los ucranianos se muestran entusiasmados con el encuentro en Suiza, saben que habrá otras ausencias claves como la de China, que desde hace más de un año impulsa su propia propuesta de paz, y la de Brasil, que se plegó a la hoja de ruta de Beijing y enviará un político de su tercera o cuarta fila.  “¿Acaso para Brasil es más cercana Rusia que Ucrania? Brasil tiene que estar de nuestro lado y poner un ultimátum al agresor”, dijo muy vehementemente Zelenski en esta entrevista que le hicimos un grupo de periodistas latinoamericanos días atrás en Kiev. 

En esa ocasión, donde quedó claro el interés del presidente ucraniano en ampliar su zona de influencia hasta América Latina, Zelenski también nos dijo que el presidente argentino, Javier Milei, le había confirmado su presencia. Sin embargo, luego se confirmó que su principal aliado latinoamericano, a quien visitó en su asunción en Buenos Aires y hasta prometió acuerdos militares, había declinado

El primer ministro ucraniano, Denys Shmyhal, con quien también dialogamos, nos explicó acá que convocaron a más de 160 países y que confirmaron asistencia al menos 80 de ellos, pero que solo en una potencial instancia futura pretenden cursar la invitación a Putin. El funcionario, que ejerce como una suerte de Jefe de Gabinete de Zelenski, nos recibió en una monumental sala de conferencias del edificio soviético donde se encuentran sus oficinas y que como gran parte de los predios de gobierno, están llenos de bolsas de arenas en las puertas y escaleras, además de redes verde militar que cubren las puertas de ingreso. “En este primer encuentro el objetivo es elaborar una propuesta para presentar frente al agresor (sic)”, dijo y agregó que  recién en un segundo encuentro pretenden “invitar a la Federación Rusa”. Acuerdo de paz sin una de las partes suena a soliloquio. 

Lo cierto es que tanto en la vía de la diplomacia, como en el plano militar –único camino que apunta a profundizarse–, Ucrania no parece lograr compromisos sólidos de parte de sus aliados.

Es periodista especializada en política internacional. Trabaja en la agencia Télam y colabora en medios como el diario italiano Il Manifesto, la revista Nueva Sociedad y El Destape. Hizo coberturas en Brasil, Chile, Colombia y España. Como freelance viajó a otra región que la apasiona: Medio Oriente, donde conoció Israel, Palestina y Egipto.