Fantasmas y espectros que están ahí en los libros

La tradición es vasta y pagana. La literatura siempre invocó a estas presencias que se alejan de lo humano. Seis recomendaciones de obras de ficción, ensayo y algo más.

Hay un tema inquietante si los hay, que conjuga luz y oscuridad. Vamos a hablar de espectros y fantasmas, de esas presencias/ausencias que se acercan y se alejan de lo humano para decirnos algo sobre nuestra condición. La palabra “fantasma” viene de “phantasia” (fantasía) y los relatos sobre ellos invocan distintas creencias, en su mayoría paganas. Hay diferencias entre fantasmas o espectros (que suelen ser muertos que reaparecen bajo una forma humana, claro) y aparecidos (que pueden tomar la forma de animales o de otros elementos como el fuego o el viento), así que acá nos vamos a centrar en los primeros. 

Sé que es un tema de tradición vastísima, por lo que opté por recomendar libros y obras no tan lejanas en el tiempo que los abordan desde la ficción o el ensayo. También decidí repetir imágenes de la artista surrealista española-mexicana Remedios Varo (1908-1963) para ilustrar, porque son increíbles y en algún punto este newsletter puede funcionar como el reverso del que escribí sobre esoterismo, también con cuadros suyos. 

UNO. Las obsesiones de Enríquez

No estoy siendo nada original hablando de Mariana Enríquez y su particular acercamiento literario a los espectros y fantasmas. En sus cuentos y novelas estas presencias sobrenaturales se llevan toda la atención y son quienes muchas veces determinan las motivaciones del resto de los personajes. Ella ya demostró con su novela Nuestra parte de noche que el fantasma es una metáfora y que podemos valernos de su figura para hablar de temas escabrosos de nuestra historia como país, por ejemplo, cruzando el relato de terror con lo político. Me gusta esto que dijo en una entrevista en la revista mexicana Confabulario. 

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El fantasma, cada vez que aparece, cuenta lo mismo, vuelve y no puede desprenderse de ese trauma que es una especie de cicatriz. El fantasma es una metáfora muy poderosa de la memoria, de la historia y de la injusticia, y además es popular, entretiene y da miedo. Todos conocemos una historia de fantasmas.

Me gusta la perspectiva bien popular del fantasma que nos permite pensar lo sobrenatural como una narración que nos atraviesa culturalmente. Como algunos sabrán, Mariana acaba de publicar un nuevo libro de cuentos llamado Un lugar soleado para gente sombría, y yo recién empiezo a leerlo. Ya el primer cuento te sumerge en un espacio reconocible de Buenos Aires y te cuenta la historia de una señora que no quiere dejar su barrio y mudarse porque allí está muy presente el fantasma de su propia madre. Dice este personaje: “Los fantasmas, aprendí, se fastidian. No sé qué piensan, si es que piensan, porque más bien repiten, y las repeticiones parecen actos reflejos sin pensamiento, pero sí que hablan y sí que opinan y sí que tienen arranques de malhumor. Mi madre anda por la casa, a veces siente mi presencia, a veces no. Y de vez en cuando parece que le vuelve la furia. (…) Entonces grita. A veces son gritos de pura rabia. Yo tengo varias formas de tranquilizarla que no tiene sentido enumerar aquí”. Inquietante, ¿no? Voy a seguir leyendo el libro y espero comentarlo en alguna próxima entrega.

DOS. La madre espectral

Y hablando de madres fantasmagóricas, me interesa comentar ahora la última novela de Marina Yuszczuk, Para que sepan que vinimos (Blatt & Ríos). La premisa es simple y de a poco se va enroscando: Fernanda viaja a Nueva York con su pareja y su hija pequeña para intentar dejar atrás el duelo por la muerte de su madre. Pero muchas veces los fantasmas más cercanos nos siguen adonde sea que vayamos. Con una atmósfera muy lograda, por momentos angustiosa, la oscuridad se presenta en este libro por el lado de la asfixia de la maternidad y de los problemas de una pareja que no se termina de entender. Es difícil compartir el duelo con otros o conectar con situaciones supuestamente felices como un viaje cuando hay una ausencia que no termina de apagarse, una madre que no termina de irse. El final es bastante impactante –bueno, toda la novela tiene imágenes fuertes ahora que lo pienso–. Entrevisté a Marina en el Malba cuando salió Para que sepan que vinimos y tuvimos una interesante conversación sobre la novela y el resto de su obra que les dejo por acá. Y se me ocurrió convocarla especialmente para esta entrega pidiéndole que recomiende alguna obra que le interese sobre el tema. Acá abajo está su recomendación.

TRES. Colaboración especial / Lo fantasmal por Marina Yuszczuk

Las anécdotas con respecto a cómo surgen los libros suelen ser poca cosa, y esta no es la excepción: parece que Edward Gorey hizo su libro El ala oeste (publicado por primera vez en 1963) porque un crítico que también era artista había dicho de sus libros anteriores que los dibujos eran brillantes pero los textos dejaban que desear. La respuesta de Gorey –quizás sea un exceso llamarla “respuesta”; en todo caso le dedicó el libro– fue esta obra que consiste solo de dibujos en tinta, treinta, para ser precisos, uno detrás del otro, y ninguna palabra. Ni una. No necesariamente esa ausencia de texto equivale al silencio, es verdad, pero El ala oeste es un libro silencioso y también, entre tantas otras cosas, se podría decir que es un ensayo sobre cómo crear el silencio dentro de una obra de arte.

El lugar es una mansión eduardiana; los protagonistas, quién sabe. Lo que los dibujos de Gorey recortan en El ala oeste son siempre fragmentos, rincones, partes de una habitación, encuadres parciales que nunca dejan ver todo y que, por eso mismo, siempre crean un afuera. En esas habitaciones extrañamente vacías aparecen algunos objetos –algunos más explícitos, como una momia, otros, imposibles de identificar–, algunos personajes, y a veces, menos que eso: una grieta en el piso, una sombra sobre la pared, un colgajo en el empapelado. El efecto por momentos es de una opresión infinita, y también de silencio, como dije, y de misterio; hay uno o dos fantasmas rondando El ala oeste, pero lo mejor que logra Gorey es retratar –o construir– lo fantasmal, esa sensación de que alguien acaba de estar en una habitación ahora vacía, esa huella imposible que no se sabe bien adónde está, pero que basta para cargarlo todo de presencias inquietantes, que es otra manera de decir que El ala oeste dibuja lo invisible.

¡Gracias, Marina!

CUATRO. Tipos de fantasmas posibles

Llamada simplemente Fantasmas y compilada, prologada y anotada por el inquieto escritor argentino residente en Francia Eduardo Berti, esta exhaustiva antología reúne relatos más o menos breves de un montón de tradiciones y es ideal para tener un panorama general de cómo fue cambiando su concepción en la literatura. De los fantasmas de la antigüedad de Plinio el Joven a Chesterton, pasando por Saki, Henry James, Defoe, Sade, Poe, Dickens, Émile Zola, Conan Doyle, Edith Wharton, Lafcadio Hearn y Horacio Quiroga, entre otros, este libro abre el espectro de las apariciones sobrenaturales a un montón de escenas, épocas y escenarios posibles. Hay buenos, malos, vengativos, tristes, poderosos. Lo que nos muestra es en algún punto cómo el fantasma como concepto interpela continuamente a las personas y, como motivo literario, nos recuerda que la cosa más concreta –y a la vez más incierta– es sin dudas la muerte.

CINCO. Los fantasmas de Mark Fisher

Pasemos al ensayo. Entre la escritura de los blogs y la academia, entre la crítica cultural y el periodismo, Mark Fisher (1968-2017) consolidó una obra muy original y reflexiva que introduce una serie de conceptos claves –el más célebre es el de realismo capitalista–. Uno de mis libros preferidos de su producción es Los fantasmas de mi vida (de 2013) en el que se reúnen diversos escritos sobre depresión y futuros perdidos (con prólogo de Pablo Schanton). Ahí él desarrolla una de sus ideas recurrentes, que es la de hauntología. Un término que toma de Derrida por el cual todo lo que existe es posible por una serie de ausencias que lo preceden, lo rodean y le permiten tener consistencia e inteligibilidad. Él lo explica en extenso y da varios ejemplos, pero de lo que se trata es de una especie de duelo fallido que involucra lo que nunca pudo ser: “Se trata de negarse a dejar ir al fantasma o de la negación del fantasma a abandonarnos. El espectro no nos permitirá acomodarnos en las mediocres satisfacciones que podemos cosechar en un mundo gobernado por el realismo capitalista”, dice ahí. Y sirve para pensar lo que él llama “modernismo popular” y para reactivar la memoria histórica en función de un futuro colectivo y politizado. (Un dato: el traductor del libro, Fernando Bruno, armó una playlist con las canciones mencionadas y analizadas por Fisher en este libro. Hay temas de Japan, The Stooges, Grace Jones, Tricky, James Blake y Drake, entre otros.)

SEIS. Últimos fantasmas

Antes de terminar, vamos con cuatro recomendaciones bien espectrales.

  • A Ghost Story: muy lejos de las convenciones del terror o del suspenso, esta película de David Lowery de 2017 cuenta la historia de un fantasma con un conflicto existencial y romántico. Un chico muere repentinamente en un accidente y, en vez de ir al más allá, vuelve a la casa que compartía con su novia y queda ahí varado para siempre. Se convierte en un fantasma de los clásicos: vaporoso, con sábana blanca y ojos caídos con agujeros. Lo psicológico y lo místico quieren mezclarse, pero lo que más se pone en evidencia es la fragilidad masculina a la hora de afrontar algunos sentimientos o descifrar los significados profundos de la muerte y la ausencia. (Estuvo en Netflix y la sacaron: la encuentran en los pasillos en internet).
  • La dificultad del fantasma: la genial Leila Guerriero estuvo realizando una residencia invitada por Finestres en la casa en la que Truman Capote terminó A sangre fría en la Costa Brava y escribió este texto sobre lo que pudo averiguar estando allí. Se puede leer online o bajar en PDF de aquí (tiene 35 páginas). 
  • Lo que hay antes de que haya algo: un cuento ¿infantil? de Liniers sobre el terror nocturno a lo indiferenciado, a esas criaturas que aparecen al borde de la cama y que nadie más puede ver excepto nosotras. Acá lo leen y muestran entero.
  • El campeón de los fantasmas: este fue el título más que sugerente de una de las últimas muestras del artista y escritor argentino Fabio Kacero curada por Francisco Garamona en la galería Ruth Benzacar. En la sala más grande de la galería armó una puesta bien minimalista: en las paredes se sucedían cuadros pequeños y blancos, todos del mismo tamaño, en los que él imitaba las firmas de 182 artistas (de Yves Klein a Federico Manuel Peralta Ramos). Esos garabatos únicos que cifran una identidad y que pueden falsificarse tienen varias lecturas en el mundo del arte. Pero más que interpretarlo yo en clave espectral, les dejo esta crítica de Graciela Speranza en la revista Otra Parte, porque ella recorrió la exposición y comentó, como siempre, cosas muy inteligentes.

Es licenciada en Letras por la UBA y trabaja hace muchos años en la industria editorial. Fue editora en las revistas El Interpretador y Los Inrockuptibles. Forma parte del equipo de Caja Negra, una editorial psicoactiva y heterogénea. Tiene un ciclo de entrevistas con escritores y escritoras en el Malba. Si los libros fueran comestibles, podría alimentar a miles de personas con los que acumula en su biblioteca. Lo que más le gusta es viajar.