El coloquio de los perros

La presencia de los canes en una serie de libros y películas.

Quien tiene un perro, nunca está del todo solo. Sus miradas, sus hocicos, sus patitas y sus ladridos más o menos estridentes son una compañía permanente. Son vínculos constantes y precisos: ellos nos dan su afecto y confianza y los retribuimos con cuidados, amor y atención. En este momento no hay canes en mi casa, pero sí tuve en otras etapas de mi vida y me emociono cuando me acuerdo de ellos o los veo en fotos. Es que se genera un lazo que trasciende el tiempo. Ya le dediqué un hilo a los animales en general en 2021, y a los gatos en particular en 2022, así que me sentía en deuda con los perros. Estuve leyendo libros y mirando varias cosas y armé este recorrido por su presencia en la cultura contemporánea. 

#UNO. Orgullo canino

Las fotos que acompañan esta entrega son de Germán Ruiz, un fotógrafo y artista argentino que ahora vive en Berlín. Pertenecen a su serie El Campito, de 2012, que fue expuesta en la fotogalería del C.C. Rojas, en el marco de una muestra llamada Pulsión, curada por Alberto Goldenstein. El Campito es el nombre de un refugio de perros en la zona sur del Gran Buenos Aires (uno de los más grandes de Argentina), donde viven cientos de perros, muchos de los cuales están magullados o tienen alguna discapacidad (en el país no está permitida la eutanasia en animales). A contramano de las fotos publicitarias que generan estereotipos perrunos felices con sus pelos brillosos y sus alimentos balanceados de marca, acá la fotografía profundiza en la belleza canina no hegemónica. Esto dice Germán sobre las tomas: “Al momento de hacer las fotos, montando un estudio improvisado al aire libre, pedí ayuda a las personas que paseaban a los perros por el día. La interacción con los perros que no responden a un humano me hizo cuestionar si Caserito (mi perro, fotografiado varias veces) miraba a la cámara porque yo era su dueño, y quizás la respuesta es sí. En los retratos de esta serie, los perros también miran a la cámara, no con una sonrisa en este caso, pero sí con orgullo”. Perros reales con sus achaques y sus ojos tan expresivos.

#DOS. Los galgos de Sara Gallardo

Publicada originalmente en 1968, acaba de reeditarse en una bella edición de Fiordo Los galgos, los galgos, la novela más emblemática de Sara Gallardo, protagonizada por Julián, un joven que hereda una estancia en la provincia de Buenos Aires en la que construye una casa y planta árboles junto a su novia Lisa y sus perros Corsario y Chispa. Es una especie de novela de iniciación y de amor, que se vuelve muy existencialista, y que lleva al protagonista a descubrir varios destinos posibles entre el campo, París y Buenos Aires, de los cuales ninguno lo termina convenciendo del todo. Pero a los fines de esta entrega perruna, lo que me interesa destacar es la frescura y sensibilidad con la que Gallardo habla de los galgos y del romance sutil que hay entre ellos. Les dejo un fragmento hermoso sobre la hembra.

Chispa creció. Nunca fue alta ni melancólica como su madre, sino esbelta y fuerte, con dos curvas de elegancia exquisita, y el vientre como una S horizontal. Corsario era opaco pero ella relucía. Lo mejor era sin embargo su cabeza de corza, los ojos ribeteados de negro, las orejas sedosas que se alzaban a cada momento plegándole la frente y volvían a caer a los lados. Con una especie de sonrisa y la lengua afuera solía jadear echada en la galería, la cabeza alta, atenta o distraída, y dos o tres pliegues aparecían en las comisuras de su boca negra. Saltaba como un gamo, mejor que un gamo porque además era flexible como un látigo, y de pronto se ponía a correr, a cazar mariposas. Corsario la observaba un momento desde la casa y por fin se lanzaba él también a correr, no por la carrera ni por las mariposas sino por ella, que irrumpía del pastizal loca de alegría, como una trucha de oro. ¿Cómo no iba a estar enamorado Corsario? Hasta a mí me enamoraba.

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#TRES. Troika, de Isabel Zapata

Por estos días está en Buenos Aires la escritora mexicana Isabel Zapata, invitada a una residencia de escritura del Museo Malba. Y su llegada coincide con el lanzamiento de su último libro, Troika, editado por Rosa Iceberg. Esta novela cuenta la historia de Andrea, una niña pequeña que vive con su madre y su hermano en una casa burguesa de la ciudad de México en los noventa, y se centra en la relación de ella con su perra Pérez Troika, y con Francisca, la mujer que las cuida. En la primera de sus dos partes, una Andrea adulta rememora su infancia y revisa el vínculo de confianza y afecto que tuvo con ellas hasta la muerte de la perra, y en la segunda la narración se concentra en lo que le sucede a Francisca, que carga con un pasado triste y fuerte. Me gusta de la novela que nos genera desconcierto: lo que parece ser un relato de afecto y crecimiento, empieza a enroscarse en misterios de distinto tipo que acá no adelantaremos. La autora parece saber que no hay una sola versión de la historia (ni siquiera de la historia personal), y que los recuerdos más profundos que tenemos de nuestros animales no son las anécdotas excepcionales ni los instantes fugaces capturados en las fotos sino la suma de momentos sencillos de compañía y juego, de caricias simples y conversaciones imaginarias. Troika monta y desmonta complicidades entre mujeres y animales, y expresa de manera muy precisa cómo los perros en la infancia pueden ser claves para que le encontremos sentido a toda la crueldad del mundo. También es una reflexión muy sensible sobre cómo se tramitan los duelos y cómo se lidia con los fantasmas en una cultura como la mexicana, que sabe honrar a sus muertos. Acá hay un texto muy bello que complementa la lectura, en el que Isabel comparte detalles de su proceso creativo. Y si quieren escucharla en vivo, el 27 de junio estará dando una charla llamada “La historia secreta de mi biblioteca”.

#CUATRO: Ladrarle al perro, de Margarita Roncarolo

Este no es esencialmente un libro sobre perros, pero es la edición póstuma de los poemas de quien fuera mi profesora de taller (y de tantísima otra gente): Margarita Roncarolo. Quien haya tocado el timbre de la casa de Marga en Chacarita alguna vez, recordará que al fondo del pasillo lleno de plantas, aparecían siempre sus perros antes que ella. Eran varios, en general medianos, y eran quienes reconocían y aprobaban cada una de las visitas, un filtro hecho de hocicos y saltitos por el que había que pasar para ingresar a esa casa tan extravagante y cálida. Ahora se publican entonces los poemas de Ladrarle al perro que quedaron encerrados en su computadora cuando ella murió en 2020. Una forma de demostrar que su obra insiste, que los ladridos retumban. Les dejo un fragmento de uno que se llama “Formas del desamparo”:

Festejar de una sola vez / el Día de la Madre, del Padre y del Perro. 
Festejarlo ladrando / amparado tras la puerta / enraizado en la tierra
que se está pisando / ojos cara y cabeza perfectamente atornillados
/ para soportar el vendaval.
Cuidar que el vendaval no te afloje los tornillos
no dejar de ladrar
aguardar el canto de los gallos en el alba
robar un par de ojos si es necesario
o pedirlos prestados por un rato (enseguida te los devuelvo)
contemplar a los gallos magníficos / que circulan en libertad.
Alimentarse de uno mismo / sin madre / ni padre / ni perro que le ladre.

#CINCO. Muere el perro o muere el dueño

Cualquiera que haya tenido un perro y ese perro haya muerto, pasó por un duelo dolorosísimo. Es una ausencia demasiado potente para tramitarla rápido, porque muchas veces tuvimos una relación más íntima con ese animal que con varios integrantes de nuestra familia. El filósofo francés Jean Grenier vio morir a su perro Taïaut y a partir de ese hecho escribió un pequeño libro muy sutil llamado simplemente Sobre la muerte de un perro, en el que en textos fragmentarios aborda distintos aspectos del duelo y del espacio vacío que dejan cuando se van. Una especie de elegía sobre el compañerismo entre los humanos y los perros, y una meditación sobre lo que implica también ayudar a que dejen de sufrir. 

Hay una novela de la escritora neoyorquina Sigrid Nunez que trata de lo inverso: la protagonista pierde de manera inesperada a su amigo y mentor, también escritor, y por esas cosas raras de la vida tiene que hacerse cargo de su perro, un gran danés muy incómodo y un poco maniático. Encima, en su edificio no se aceptan animales. Entonces lo que se arma es un relato bastante inclasificable en el que el duelo se procesa ante esa presencia perruna, que por momentos es un poco su amigo encarnado, y que también está sintiendo la irremediable ausencia de su dueño. El resultado es El amigo, una obra muy inteligente que ganó el National Book Award en 2019. Aquí pueden leer las primeras páginas.

#SEIS. Filmar perros 

Antes de despedirme podría ocuparme de mencionar películas de ficción sobre los perros y sus amos (como la sutilmente triste Wendy & Lucy de Kelly Reichardt), o bien hablar de perros actores (como el genial Messi, coprotagonista de Anatomía de una caída), o incluso de un festival dedicado exclusivamente a los perritos (el Festival de Canes, que fue declarado de Interés Cultural por la Legislatura). Pero decidí escribirle a Juan Renau y preguntarle si podía compartirnos sus cortometrajes documentales para esta entrega. Es que Juan es realizador audiovisual y en sus proyectos artísticos se ocupa esencialmente de los perros. Sabe muchísimo sobre el tema: tiene una curiosidad abrumadora, y un ojo muy cálido a la hora de filmar animales y las intrincadas o amorosas relaciones que las personas establecemos con ellos. Por suerte, accedió a compartir tres de sus proyectos en Vimeo para que los lectores de #ElHiloConductor puedan disfrutarlos. Se los recomiendo mucho. ¡Gracias, Juan!  

  • El cielo de los animales (2017). Este corto de 15 minutos captura con mucha agudeza lo que sucede en una competencia de peluquería canina en la que los perros se dejan hacer peinados rarísimos y tinturas de colores. Las dueñas los preparan y los exhiben como si fueran trofeos, explicando qué concepto quisieron aplicar en cada caso. Hay tomas de salones de belleza caninos, y de caniches con pelos vaporosos y mullidos. Se puede ver acá
  • Lionel (2018) En este caso, Renau sigue a Lionel Falcon, un fotógrafo cincuentón especializado en fotografía canina mientras se desplaza por la ciudad de Buenos Aires. Se concentra en las estrategias que pone en juego a la hora de armar un set y hacerles sesiones de fotos a parejas de perritos peinados y lookeados de razas pequeñas como los yorkshire terrier. ¿Qué criterios artísticos y publicitarios se ponen en juego a la hora de retratar mascotas? ¿Y cómo son las personas que se dedican a eso? Pueden ver el corto acá
  • Especies de compañía (2023) En poco más de 20 minutos, Juan se encarga de lo que sucede cuando un animal llega al consultorio del veterinario con algún achaque en su cuerpo que no puede expresar con palabras. En vez de enfocar las caras de sus amos o de los médicos, la cámara se ocupa con mucha ternura de registrar las miradas de perros, gatos, conejos y hasta un loro que llegan con desconcierto a esas citas inesperadas. El contrapunto está dado por la dedicación de los estudiantes y residentes de veterinaria: jovencitos que se están formando en la profesión y que tienen que aprender a auscultar canes y rendir exámenes. Las tareas de cuidado de los humanos sobre los animales cobran toda la relevancia que merecen con ternura y expresividad. Especies de compañía ganó merecidamente el Premio al Mejor Cortometraje en el último Festival de Mar del Plata. Se puede ver acá

Es licenciada en Letras por la UBA y trabaja hace muchos años en la industria editorial. Fue editora en las revistas El Interpretador y Los Inrockuptibles. Forma parte del equipo de Caja Negra, una editorial psicoactiva y heterogénea. Tiene un ciclo de entrevistas con escritores y escritoras en el Malba. Si los libros fueran comestibles, podría alimentar a miles de personas con los que acumula en su biblioteca. Lo que más le gusta es viajar.