¿Y los hinchas visitantes?

A diez años de la prohibición de estar con otros "diferentes" en una cancha. ¿Volverán algún día? ¿Fue una buena decisión?

Javier Gerez cayó con la entrada en la mano, apretándosela contra la herida. La tarde del lunes 10 de junio de 2013 jugaban Estudiantes y Lanús en el estadio Ciudad de La Plata. En medio de la represión, Gerez -38 años, una mujer, un hijo- recibió balas de goma a quemarropa que le provocaron un agujero de cuatro centímetros en el tórax. “Dijeron que era un barrabrava –le recordó Argentina, su madre, al periodista Alejandro Wall-. Él trabajaba, era socio, pero no tenía que ver con la barra”. Gerez fue el último hincha visitante asesinado en una cancha del fútbol argentino, porque el castigo fue para los hinchas: la prohibición de los visitantes en los partidos de Primera División cumplirá en 2023 ya una década. Desde entonces hasta hoy, según el relevamiento histórico de la organización Salvemos al Fútbol, hubo 70 muertos. El fútbol argentino, en concreto, se acostumbró a convivir con la muerte. Pero la policía, garante de la seguridad, aparece como un actor protagónico que mata, en CABA, en provincia de Buenos Aires y en cualquier territorio. Aunque los culpables son los hinchas visitantes.

Domingo, 20:23. Jero, hincha de Boca, pregunta en el grupo de WhatsApp “El fútbol de los martes”: “¿Por qué hay visitantes en Talleres-Central?”. Desde que comenzó la Liga 2023, Talleres y Belgrano, cada vez que juegan de local en el Kempes, le suelen abrir una popular a los hinchas visitantes. Ya fueron a Córdoba los de River, Boca, San Lorenzo e Independiente. Y no fueron hinchas “neutrales”, ese eufemismo que oculta la realidad. Este domingo se jugará el primer superclásico en el Monumental ampliado a 80.000 espectadores. Y, sin embargo, no habrá hinchas de Boca con los de River. Existe una generación de hinchas en Argentina que nunca vio a su equipo de visitante, imposibilitada de ser y estar con otros -aparentemente diferentes- en un mismo espacio, la cancha.

“Los estudiosos hablan de sociedades cada vez más polarizadas, cada uno en nuestro mundo y rodeado de los nuestros, copiando al fútbol: ‘Sin visitantes’. Siempre suele haber un sector más poderoso. Y guardianes-barras bravas que defienden el territorio conquistado”, escribió Ezequiel Fernández Moores, con la pregunta latente de fondo, que excede al fútbol: “¿Por qué odiamos?”. El 1 de abril, exportamos la expulsión: se jugó el primer clásico de Uruguay sin hinchas visitantes en la historia. Los de Peñarol no le dieron su espacio a los de Nacional en el estadio Campeón del Siglo. Paradoja: la palabra “hincha” nace a partir de Miguel Prudencio Reyes, el utilero de Nacional que inflaba (“hinchaba”) las pelotas. Y alentaba.

¿Qué pierde el fútbol argentino sin hinchas visitantes? Hace poco se lo pregunté a Jorge Broun, arquero de Rosario Central, 36 años. Fatura debutó en Primera en 2006, siete años antes de la prohibición. “En mis comienzos tuve la suerte de jugar con las dos hinchadas. Está muy bueno, cuando vas de visitante, sentir que tenés una tribuna que te va alentar, que se va a sentir, que va a festejar un gol con vos. Ahora, que no hay visitantes, tiene eso de decir: ‘Somos nosotros contra todos, no hay nadie más acá que quiera que ganemos’. Pero no hay nada más lindo que poder jugar con las dos hinchadas. Está bueno para el hincha: para nosotros, de Central, es el viaje a Buenos Aires, la ruta, la gente movilizada en autos y colectivos, en las estaciones de servicio, los asados en la autopista. Lo hice y es hermoso; íbamos cantando, con familia y amigos, más allá de ir a ver el partido. Se perdió eso social, esa salida de fin de semana, ese día hablando de fútbol en la previa y la alegría o la tristeza en la vuelta. Es lo más triste socialmente. Desde adentro, son los cantitos, las chicanas entre las hinchadas”.

Marcelo Peredo, hincha de Racing, lector de Prepárense…, me escribió un mail después de que en una entrega reciente plantease por qué ya ni discutimos la vuelta de los visitantes. Marcelo tiene 42 años y hace 25 que va a ver a su equipo. Creció, dice, “con los visitantes enfrente, tomándome bondis y trenes para ir a cualquier cancha, conociendo barrios y ciudades del país que jamás hubiera pisado si no fuese porque jugaba Racing”. Pero marca una divergencia: el aumento de público en los estadios sin la hinchada visitante. “Hoy Racing mete, de mínima, 30.000 personas todos los partidos, aunque juegue un jueves a las siete de la tarde. Es verdad que es otro Racing comparado al de décadas pasadas, pero está pasando en todos los clubes. Cuando era chico fui a ver partidos con River donde había 2.000 personas en toda la cancha”.

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El año pasado, en la semifinal Racing-Boca de la Copa de la Liga en la cancha de Lanús, Marcelo, nos cuenta, revivió viejas sensaciones. “Fue hermoso. Hoy la ‘experiencia’ (palabra muy de moda) de ir a la cancha cambió por completo. El viaje hacia el estadio es súper tranquilo, cuando antes tenías que esconder la camiseta o cuidarte por qué calle agarrar. Las zonas aledañas al estadio están repletas de bares, parrillas y cervecerías para la previa. ¿Cómo haríamos ahora para meter 15.000 hinchas de Racing en el Monumental? ¿Y las dos bandejas en la Bombonera? Me emociono de sólo recordarlo, pero es difícil. No sé si lo prefiero, pero hay que analizar muchas cuestiones antes de gritar: ‘¡Que vuelvan los visitantes!’”.

Pablo Alabarces, docente universitario, hincha de Vélez, estudioso de la cultura popular y el fútbol, jamás vivió a más de cinco cuadras de alguna estación del tren Sarmiento. Las líneas ferroviarias fueron constitutivas en la fundación y la expansión de los clubes argentinos. Alabarces fue definido como un especialista en “la violencia en el fútbol”. “River y Boca tienen la política de estadio lleno y no tienen manera de hacerles lugar a los visitantes, cosa que es legítima y no hay vuelta que darle. Pero para muchos, poder vender entradas visitantes contra los equipos grandes es la diferencia económica, aunque también hay que poner los costos de abrir el estadio, de la seguridad”, señala Alabarces. “Es cultural: me resulta impensable el fútbol sin visitantes, en el sentido de que va contra nuestras tradiciones y estilos hinchísticos, partiendo desde el principio de que hay que bajar un poco el nivel de enfrentamiento y agonismo, como lo mal que se organizan los flujos de locales y visitantes y esto de que los visitantes se quedaban media hora después según el capricho del comisario -explica-. Y ética: si una sociedad que se presume democrática no puede garantizar que personas cuya única diferencia sea el color de la camiseta puedan compartir el mismo espacio, hemos renunciado a esa posibilidad. El problema es que los Estados renunciaron, desde el municipal hasta el nacional. Es intolerable, es una renuncia política muy jodida”.

En Argentina, eso sí, hay hinchas visitantes en los partidos por la Copa Libertadores y Sudamericana, como obliga la Conmebol (a no ser, claro, que se enfrenten clubes argentinos). Y hay hinchadas de los dos equipos en la Copa Argentina, pero en estadios sí neutrales. La expulsión de los visitantes no deja de ser otra privatización en un fútbol que amenaza con ser de los pocos que acumulan la riqueza.

El año pasado, otra represión policial en La Plata asesinó a César “Lolo” Regueiro antes de Gimnasia-Boca en el Bosque. A los días, en todas las canchas, se escuchó: “¡El que no salta es un botón!”. Sergio Berni era el secretario de Seguridad de la Nación en 2013, cuando la Bonaerense mató a Gerez. Y es ahora el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires. “Acá en Argentina es muy típico pensar que la delincuencia es el barrabrava, el lumpen, cuando en realidad la delincuencia es lo dirigencial, no en términos futbolísticos, sino de poderes económicos, grupos hegemónicos”, dijo alguna vez el actor Diego Capusotto en una entrevista con El Equipo. En su ciclo Peter Capusotto y sus videos había un segmento, “La música en el fútbol”, en el que un hincha reversionaba letras rockeras con palabras de cancha (“micro”, “piedras”, “estación”, “yuta”, “correr”). Un hincha, local, se la cantaba a otro, visitante. Duelo y convivencia.

Pizza post cancha (tres porciones al paso)

  • Juegan River y Boca en el Monumental, y este poema de Héctor Negro, leído por Alejandro Apo, siempre me estremeció en cada previa de cualquier superclásico. “El Riachuelo y El Plata/ Podrán mezclar sus aguas allí cerca,/ pero River y Boca no se mezclan/ Boca-River, un relámpago largo de impaciencias/ Cien barrios, cien ciudades bien alertas,/ no hay neutrales, no hay sordos y no hay siesta”.
  • Brasil, la selección pentacampeona del mundo, todavía no tiene un entrenador confirmado después de la salida de Tite post Catar 2022. Hay dos candidatos: el italiano Carlo Ancelotti, hoy en el Real Madrid, y Fernando Diniz, el de Fluminense, el equipo sensación. Acá, Ancelotti habla de qué es el “fracaso” en el deporte. Y acá, Diniz habla del sufrimiento en los orígenes y en el camino de los futbolistas. Muy capos.
  • El amigo Agustín Colombo escribió un perfilazo de Claudio “Chiqui” Tapia, presidente de la AFA y mucho más, en Anfibia

¿Por qué leemos más allá de un tuit, una “nota” SEO o un texto “escrito” por el ChatGPT? Leí -justo- una vez: “Estamos informados de todo, pero no nos enteramos de nada”. Leemos para enterarnos, para comprender, para, al final, ser humanos.

Nos leemos en dos semanas, y la seguimos.

Ah, una cosa más. Antes de terminar quiero felicitar a Ignacio Russo, Agustín Rubiolo y Marcos Guillén, que se ganaron ejemplares de “La fiesta más grande del mundo”, la publicación de la Editorial Marea que recopila crónicas de la tercera estrella. Los libros ya están en viaje hacia sus hogares. Aprovecho también la ocasión para agradecerles a todos por el apoyo a Cenital. El aporte de los lectores es la fuente de ingresos más importante del medio y nos permite seguir haciendo nuestro trabajo. Por eso tratamos de gestionar obsequios de este tipo en agradecimiento. Si todavía no sos parte de la comunidad, este puede ser un buen momento.

Salú y abrazos,

Roberto Parrottino (Beto)

Es periodista especializado en deportes -si eso existiese- desde 2008. Lo supo antes de frustrarse como futbolista. Trabajó en diarios, revistas y webs, colaboró en libros y participó en documentales y series. Debutó en la redacción de El Gráfico y aún aprende como docente de periodismo. Pero, ante todo, escribe. No hay día en la vida en que no diga -aunque sea para adentro- la palabra “fútbol”.