Venezuela: la unidad opositora es la llave para evitar un estallido

Las elecciones de julio no serán democráticas, pero igual representan una ansiada oportunidad de cambio para un pueblo azotado por crisis y represión.

Venezuela avanza a las corridas hacia unas elecciones presidenciales, las del 28 de julio, plagadas de irregularidades. Sin embargo, representan una exigua pero importante oportunidad de avanzar hacia la democratización de un país estancado en la represión política desde hace años.

Nadie considera que son elecciones libres. El gobierno controla los tres poderes del Estado y reprime a la oposición política, la sociedad civil y los medios independientes. Sin embargo, aun en condiciones subóptimas (por así decirlo), la debilidad extrema del gobierno de Nicolás Maduro -según una encuesta, el 80% de los votantes quiere cambio- abre una ranura para que el oficialismo sea derrotado.

Algunos encuestadores dicen que se puede dar, pero solo con una oposición unificada. Esto no será nada fácil ante un gobierno empecinado en fomentar la fragmentación en un campo político donde tradicionalmente domina la división. En ese marco, los venezolanos se muestran ansiosos por participar en los comicios a pesar de los atropellos.

La pulseada por los candidatos

Maduro busca un tercer mandato en el poder. El oficialismo apuesta a ganar las elecciones con el clásico “divide y reinarás”, a punto tal que en este momento no se sabe con claridad ni siquiera quién sería el candidato opositor de unidad. Las autoridades electorales excluyeron de la competencia a las opciones consensuadas y permitieron una docena de candidatos con poco reconocimiento nacional, incluyendo representantes de diferentes partidos que forman parte de la coalición opositora Plataforma Unitaria Democrática (PUD).

La atención está puesta sobre María Corina Machado, una férrea antichavista de derecha que ganó por goleada en la primaria de la PUD del año pasado. Machado está inhabilitada para ejercer un cargo electoral, pero se considera que su popularidad puede darle la victoria al candidato que ella apoye. Algunas encuestas le daban por encima de 65% intención de voto en febrero. “Los que apoyan a María Corina Machado le dicen que busque otra persona que esté habilitada y que pueda participar”, según contó Jesús Seguías, director de Datincorp, en un foro de Atlantic Council esta semana.

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La pregunta es si Machado puede mantener la unidad de la oposición ante las jugadas de Maduro para fragmentarla. Un ejemplo fue lo que ocurrió con la inscripción de candidatos, que venció en la medianoche del 25 de marzo. Ese día, las autoridades electorales no permitieron que la PUD registrase a su candidata, Corina Yoris, una académica de 80 años que había sido elegida unos días antes como reemplazo (o testaferro) de Machado.

Minutos antes del cierre, el partido Un Nuevo Tiempo, que integra la PUD, registró como candidato a Manuel Rosales, gobernador opositor del estado de Zulia, que goza de un perfil moderado hacia el chavismo y cierta llegada al Palacio de Miraflores. Tiene 71 años y en 2006 fue candidato presidencial contra Hugo Chávez. Se exilió cuando el gobierno lo acusó de corrupción. Volvió en el 2014 y fue detenido en El Helicoide -prisión notoria donde los servicios de inteligencia torturan presos políticos-. Posteriormente logró vencer a la oposición en Zulia y luego fue reelecto.

Machado y aliados acusaron a Rosales de traición a la unidad opositora. El motivo: anotarse cuando Yoris fue bloqueada. El candidato, sin embargo, asegura ser pragmático y cedería su espacio: “Busquen un candidato que pase las trabas y los obstáculos que pone el Gobierno y yo le entrego la candidatura”.

Para que todo esto tenga sentido hace falta conocer un aspecto clave del sistema electoral venezolano: los partidos tienen hasta el 20 de abril para reemplazar a los candidatos registrados con otros y que aparezcan en la boleta electrónica con foto. Posteriormente, se puede seguir reemplazando candidatos hasta 10 días antes de las elecciones, pero ya sin representación en la boleta, lo cual reduce mucho sus probabilidades de obtener votos.

Pero hubo otro giro sorpresivo. A horas del cierre trascendió que había un candidato misterioso, el número 13, que estaba negociando con la PUD. Resultó ser Edmundo González Urrutia, un diplomático de carrera, con larga trayectoria pero poco reconocimiento entre la población. La apuesta chavista en este caso parecería ser la de una oposición dividida entre candidatos con poco apoyo propio.

Ahora hay dos factores críticos: la unidad de la oposición ante las candidaturas –deben decidir a quién apoyar y a la vez negociar posibles reemplazos- y que ese eventual candidato pueda sortear otros obstáculos que seguramente pondría el gobierno.

Mientras tanto, la estrategia de la oposición es forzar la mano del gobierno. El bloqueo a Yoris -sobre quien no pesaba ningún impedimento legal sino que fue rechazada por el sistema informático del CNE- suscitó críticas inesperadas. Los gobiernos izquierdistas de Brasil y Colombia, que hasta ahora apostaron a negociaciones diplomáticas con Maduro, expresaron su preocupación por la calidad democrática de las elecciones. Sus presidentes, Lula da Silva y Gustavo Petro, cuestionaron la decisión de forma muy crítica.

La presión internacional puede ser muy importante. Un ejemplo es el caso de Guatemala del año pasado, donde el apoyo de la OEA, EEUU, España y la Unión Europea fue determinante para permitir que el reformista Bernardo Arévalo asumiera después de haber ganado sorpresivamente las elecciones. Pero también puede ser contraproducente, como ocurrió con el apoyo de EEUU a facciones específicas de la oposición venezolana.

La historia

La crisis en Venezuela empujó a unos 7,7 millones de personas a irse de su país. Muchos se fueron caminando a Colombia, generando el mayor éxodo mundial después de Siria y cambiando el mapa poblacional de todo América Latina, donde reside la mayoría de los venezolanos que se fueron.

La oposición, por su parte, perdió credibilidad ante reiterados intentos fallidos de disputarle el poder a Maduro: abstención en las elecciones irregulares en el 2018, cuando Maduro “ganó” su segundo mandato; la declaración del gobierno paralelo de Juan Guaidó que fue reconocido por la comunidad internacional pero nunca pudo ejercer poder fáctico; y un fallido intento de levantamiento militar contra el gobierno. La voluntad de cambio popular quedó subsumida por la crisis económica y la represión política.

Desde el 2021, las negociaciones entre algunos partidos opositores y el gobierno -mediadas por Noruega y México, entre otros- han intentado trazar una hoja de ruta para la democratización. La oposición busca elecciones legítimas y la salida del chavismo, mientras que el gobierno busca legitimidad internacional y que se levanten las sanciones que han contribuido a la destrucción económica del país. El año pasado hubo un avance importante: se firmaron los Acuerdos de Barbados, en los que el gobierno se comprometió a llamar a elecciones en la segunda mitad del 2024, liberar presos políticos y revisar la inhabilitación de dirigentes (como Machado). A cambio, el gobierno de Maduro obtuvo de Estados Unidos importantes concesiones en materia de sanciones que mantenían en jaque a la industria petrolera. Maduro cumplió con algunas de las pautas, pero no aceptó revertir la inhabilitación de Machado. Además, en lo que va de este año, aumentó muchísimo la represión a voces críticas. Si esto es indicio de su fiabilidad, ¿qué espera la oposición que pase al participar de las elecciones?

Ganar en elecciones irregulares

El caso de las primarias opositoras, que ganó Machado en octubre del año pasado, ayuda a entender cómo podría ser una victoria en el contexto autoritario, dice Tamara Taraciuk Broner, argentina-venezolana experta en derechos humanos y actual directora del Programa Peter D. Bell sobre Estado de Derecho en el Diálogo Interamericano.

Las primarias que ganó Machado en octubre del año pasado se organizaron a pulmón por parte de la coalición opositora y, a pesar de numerosas trabas oficiales y falta de recursos y logística, participaron aproximadamente 2,4 millones de votantes en Venezuela y el exterior, según los organizadores. Las colas en las mesas de votación en Venezuela, a pesar del riesgo político de participar, dieron la pauta del deseo de cambio.

“Estas elecciones no son el fin de una negociación, sino que pueden ser el comienzo de una negociación” si es que la fecha electoral genera una movilización masiva, más relevante aún si hay observación electoral, argumenta Taraciuk. “Si vos tenés muchísima gente que sale a votar, tenés un hecho político que, independientemente del resultado -en el que pienso que es muy difícil que se las den por ganadas a la oposición, inclusive si las ganan-, te genera un hecho político que es disparador de una conversación distinta. Creo que la gran mayoría de la oposición entiende que es una oportunidad. Y hoy están moviendo las fichas dentro de lo que es la PUD, para ver cuál es la mejor manera de lograr eso”.

El día después

El foco en las elecciones y el potencial de cambio que representan no debe distraer del objetivo más amplio de la democratización, marca Taraciuk. “Creo que es un error pensar exclusivamente en las elecciones. O sea, no va a haber en Venezuela una transición democrática si las elecciones no vienen acompañadas de una clara negociación política sobre cómo es el día después para los que hoy están en el poder o para algunos de ellos”. Señala como clave las negociaciones que se pueden dar hasta la votación y las que se pueden encarar hasta el inicio del nuevo mandato, en enero 2025.

Concretamente, algunos analistas señalan que se debe construir una rampa de salida para Maduro y su círculo aliado -una protección contra procesos legales, quizás un exilio-. De esto dependerá su voluntad de ceder ante la presión popular.

“En el transcurso de todo este año se tiene que dar esa negociación sobre qué es lo que se les puede ofrecer a los que están en el poder, o a algunos de los que están en el poder, para que den un paso al costado. Y esa negociación no termina el 28 de julio. Creo que hay que poner a las elecciones en ese marco. Ahí sí tenés oportunidades para democratizar Venezuela”.

Otras lecturas:

Martín Gurri, ex asesor de la CIA: “La izquierda se volvió reaccionaria. Quiere volver al siglo XX”. Por Juan Elman.

Periodista especializada en América Latina. Editora del Latin America Daily Briefing.