Tejer la trama

Un recorrido por las tradiciones culturales asociadas al bordado, la costura y el tejido en obras y libros.

Hola, ¿qué tal? Espero que estés lo mejor posible. Yo bien, pero bastante empachada por esta semana llenísima de noticias. Quedé abrumada por la cantidad de información y rosca a procesar sumada a los tuits con sus reacciones, los memes, el clima social en la calle. Lo bueno es que en Cenital hubo una cobertura muy completa del resultado electoral desde el enfoque de cada newsletter, reunido en este dossier que se lanzó hoy. Y seguirá siendo así hasta el ballotage y después. Así que si no lo hiciste todavía, es clave que te sumes a nuestro grupo de Mejores Amigos y colabores para que sigamos haciendo el periodismo que nos gusta, más analítico y argumentado.

Mi newsletter es quizás el único que se aleja un poco de la coyuntura. Solamente un poco, para tomar aire y refrescarnos las ideas. Hoy vamos a hablar de un tema que no tiene nada que ver con Sergio Massa ni Javier Milei. Ni con los pactos o acuerdos que se rompen y las lealtades pisoteadas. Vamos a hablar de algo más minucioso y paciente, que requiere un trabajo manual. Nos dedicaremos a la costura, el bordado y el tejido como disciplinas artesanales y también artísticas. De lo que implica hacer una trama, aprender un patrón y repetirlo. Y revisaremos sus representaciones culturales y el tráfico de metáforas entre el tejido y la escritura.

Mi bisabuela Magdalena nació en un pueblito de pescadores de La Coruña llamado Camariñas, que se hizo famoso por la producción de un tipo de encaje a bolillos hecho a mano. Sobre un dibujo previo, los hilos se intercalan armando tramas y figuras delicadas y sorprendentes que se llaman justamente encajes de Camariñas. Mi abuela Beatriz, su hija, tejía a dos agujas a la perfección. Lucí sus pulóveres durante años. Por mi parte, lamento no tener paciencia ni destreza manual para conectar sus tradiciones con las mías. De la herencia de ellas me quedo con la admiración por semejante tarea. Así que dedicado a Magdalena y Beatriz es que sale este Hilo. Empecemos.

UNO. Los bordados de Feliciano Centurión

Para ilustrar, me decidí por Feliciano Centurión, un artista paraguayo que hizo su carrera entre Asunción y Buenos Aires, y que murió a los 34 en 1996 por complicaciones con su VIH. Descendiente de una familia de bordadoras, Centurión se trasladó a la Argentina a mediados de la década de 1970. En su obra trabaja con tejidos, frazadas y telas y expresa sobre esos textiles su historia personal. Para él “la frazada es un objeto cotidiano, rápidamente aceptado. Calor. Abrigo, protección. Soporte afectivo sensorial”. Por eso las usó como soportes de dibujos y tejidos acolchados. Inspirado en técnicas de tejido guaraní, pero con una estética queer, en sus obras bien coloridas llenas de ribetes dejó mensajes que siguen resonando. Es que estas telas y algunos objetos pequeños que intervenía se fueron transformando en una suerte de diario íntimo a partir de la incorporación de frases o breves poemas que hablan del amor, el deseo y la enfermedad. Me parece muy conmovedor ese gesto de bordar palabras para el futuro, porque adquieren nuevos sentidos cuando se las piensa como legado. Sabiendo o no que iba a morir, Centurión eligió decirnos cosas de la vida antes de irse de ella. Por suerte su obra sigue vibrando en distintas bienales y museos nacionales e internacionales, más actual que nunca.

DOS. El punto de costura, la obra de Cynthia Edul

Este Hilo se me terminó de armar en la cabeza cuando fui a ver la nueva obra de la escritora y dramaturga Cynthia Edul, que les recomiendo mucho. El punto de costura (con funciones en el Galpón de Guevara) es una indagación teatral sobre el universo textil a partir de las anécdotas de la vida familiar de ella, descendiente de inmigrantes sirios dueños de un local de blanquería y uniformes en el barrio de San Cristóbal. Más que una obra de teatro tradicional, lo de Cynthia es una conferencia performática finísima en la que va desplegando varios registros: el personal, el social, el político, el literario, el que tiene que ver con el mundo del trabajo y las crisis cíclicas de la Argentina. A través de imágenes y lecturas, va contando en escena la historia de su padre y su negocio (y de lo que implica hacerse cargo de su legado cuando él ya no está para sostenerlo), mientras nos envuelve en las caracterizaciones del tejido y la importancia del hilado y el algodón para la humanidad. Acompañada con sutileza por Guillermina Etkin en piano, Edul nos propone una experiencia interesante que se construye con el público a partir del entramado de referencias culturales y afectivas. Entre los varios textos que lee en escena, reproduzco este de Sylvia Molloy incluido en su hermoso libro Varia imaginación, porque capta perfecto la sintonía entre el léxico familiar de la costura y sus repercusiones emotivas, como sucede también en la obra.

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Plumetí, broderie, tafeta, falla, gro, sarga, piqué, paño lenci, casimir, fil a fil, brin, organza, organdí, voile, moletón, moleskin, piel de tiburón, cretona, bombasí, tobralco, terciopelo, soutache, cloqué, guipure, lanilla, raso, gasa, algodón mercerizado, bramante, linón, entredós, seda cruda, seda artificial, surah, poplin dos y dos, dril, loneta, batista, nansú, jersey, reps, lustrina, ñandutí.

La Exposición. La San Miguel de Elías Romero. La Saida. Los turcos de la calle Cabildo. Los saldos. Canesú, rangland, manga japonesa, canotier, talle princesa, traje trotteur, pollera plissée, pollera tableada, pollera plato, pollera tubo, un tablón, una bocamanga, un pespunte, un añadido, una pinza, una presilla, un hilván, las hombreras, ribetear, enhebrar, una pestaña, vainilla, punto yerba, un festón. La sisa, la hechura.

Recuerdo estas palabras de mi infancia, en tardes en que hacía los deberes y escuchaba hablar a mi madre y a mi tía que cosían en el cuarto contiguo. Reproduzco este desorden costurero en su memoria.

TRES. Punto de cruz de Jazmina Barrera

Pasando a los libros, no puedo dejar de mencionar la reciente novela de la escritora mexicana Jazmina Barrera llamada Punto de cruz. Jazmina aprendió a bordar de pequeña de la mano de su abuela y de una profesora de la primaria y esta tradición milenaria –transmitida mayormente entre mujeres– la sigue acompañando de manera intermitente. Primero escribió un ensayo sobre el bordado y los femicidios, y después lo convirtió en puntapié para esta trama que se basa en la amistad de tres adolescentes (Mila, Dalia y Citlati) y en cómo va cambiando su relación a través del tiempo cuando vuelven a juntarse muchos años después luego de la muerte de una de ellas. Con delicadeza y naturalidad, la prosa de Barrera nos acerca al bordado como actividad creativa y también terapéutica, que reúne a las mujeres desde siempre, generando una conversación y un espacio compartido. La amistad y el bordado son acá formas de resistencia y comunión ante los diversos tipos de violencia. Me interesa esta reflexión que Barrera desarrolló en una entrevista con Vogue España

“El bordado es una herramienta que se dice que se le adjudicó a las mujeres porque en las sociedades agrícolas solían ser las que se quedaban en casa a cuidar a los niños, y los hombres salían a cazar, a sembrar… Eso no era necesariamente algo menospreciado. Yo creo que quizás fue en el siglo XIX, en particular en la época victoriana, cuando surgió todo este discurso alrededor de la idea de ‘lo femenino’, de que las mujeres tienen que quedarse en casa, algo de lo que habla Silvia Federici en el libro Calibán y la bruja, de cómo se le asignó a las mujeres este lugar doméstico, se les prohibió participar en otras labores de trabajo… Y entonces, la costura, el bordado, se relacionó con esta idea de lo femenino, y se decidió que era una labor menor, una artesanía, un hobby meramente decorativo y que no iba más allá. En México hay un montón de comunidades indígenas que bordan, y ese bordado tiene otras connotaciones, mucha más importancia en la comunidad, pero en la sociedad occidental se decidió que era una labor menor. Me parece inevitable relacionar el movimiento feminista con este movimiento de reivindicación del bordado, que le devuelve toda su complejidad e importancia”.

CUATRO. Casi nada que ponerte de Lucía Lijtmaer

Otro libro reciente que aborda el universo textil es Casi nada que ponerte, de la escritora argentina-española Lucía Lijtmaer, publicado primero en 2016 y ahora editado por Anagrama. Se trata de una crónica híbrida que cuenta la historia de Jorge y Simón, una pareja gay muy refinada que monta un negocio de alta costura en la Argentina de los setenta. Ellos venían de pueblos remotos y terminaron como modistos codeándose con el jetset, viajando por Europa y sofisticando todo lo que tocaban (por momentos, parecen personajes de Puig). Hasta que el esplendor termina. Toda su historia está ensamblada a partir de entrevistas con ellos, con sus familias y las personas que los trataron, y marca el contrapunto con el relato de vida de la propia autora, hija de exiliados de Santa Fe, criada en Barcelona. O sea que narrar la vida de esta pareja con técnicas asociadas al nuevo periodismo es también una especie de excusa para ir rearmando su propia identidad entre voces que apuntan hacia los dos lados del océano Atlántico. Lucía es muy inteligente, divertida y fresca, y en esta novela lo deja bien en claro. Si les interesa, acá pueden leer el comienzo del libro, y acá escuchar una entrevista a la autora, que vino a Buenos Aires al último Filba, a cargo de Hinde Pomeraniec en su programa Vidas prestadas.

CINCO. Enseñar y compartir la tradición textil

Antes de terminar, un paréntesis dedicado a la infancia. Es que me parece clave que las personas más pequeñas aprendan y respeten las técnicas milenarias asociadas a la producción artesanal y textil. Si consideran lo mismo y tienen niños o niñas cerca, les recomiendo visitar un espacio que se inauguró hace un mes en el partido de San Martín llamado Estación Infancia (a cinco minutos de General Paz y avenida San Martín). Inspirado en el genial Tríptico de la Infancia de Rosario, este lugar invita a experimentar y jugar entre grandes y chicos en visitas gratuitas de dos horas de duración. Estuve la semana pasada y me divertí muchísimo. Todo el primer piso es justamente un recorrido por distintas estaciones armadas para que cada visitante tenga la experiencia de probar cómo es bordar, tejer, coser, estampar telas con sus propias manos con todos los materiales a disposición. En una parte se pueden tejer bufandas a dos agujas sentados en sillones, en otro se pueden bordar consignas, en otro coser y decorar almohadones y muñecos. Y es hermoso ver cuán concentrados están los chicos tratando de hilvanar con alfileres o colocando puntillas. Si la Estación Infancia les queda lejos, pueden probar consiguiendo también Héctor, el hombre extraordinariamente fuerte, de la escritora e ilustradora francesa Magali Le Huche: un libro con una intriga al interior de un circo que involucra el tejido como parte de su trama.

Ahora sí, me despido hasta dentro de quince días. Me quedaron un montón de cosas afuera! Será para otra oportunidad.

Gracias por leer. Y por favor cuidate mucho.

Malena

Es licenciada en Letras por la UBA y trabaja hace muchos años en la industria editorial. Fue editora en las revistas El Interpretador y Los Inrockuptibles. Forma parte del equipo de Caja Negra, una editorial psicoactiva y heterogénea. Tiene un ciclo de entrevistas con escritores y escritoras en el Malba. Si los libros fueran comestibles, podría alimentar a miles de personas con los que acumula en su biblioteca. Lo que más le gusta es viajar.