Por decreto: por qué Javier Milei quiere la reestructuración del mercado laboral argentino

El DNU pretende disminuir el costo laboral, pero las causas de fondo de la informalidad y de la falta de empleo formal no son consideradas ni solucionadas.

Hola, ¿cómo estás? Siguen las semanas movidas. Correr detrás de la coyuntura se hace bastante complicado porque nos leemos quincenalmente, así que tomemos este rato para frenar un poco y pensar parte de los planteos del nuevo gobierno. En este caso, vamos a charlar sobre la informalidad laboral. 

Las necesidades son de nosotros, las urgencias son ajenas  

La cruzada del flamante presidente por flexibilizar parte de la normativa laboral se apoya en que, desde 2011, los puestos de trabajo registrados en el sector privado rondan los seis millones de empleos. Más allá del número fino –hoy se encuentra por encima de los 6.5 millones–, este planteo esconde varias cosas. 

En primer lugar, al hablar sólo del empleo privado pareciera que los otros 3.5 millones de trabajadores del sector público no existieran, ni valiesen lo mismo. De esta manera, se configura una idea en la que el personal de la educación, de la salud, de las fuerzas armadas y de seguridad, y los trabajadores estatales –nacionales, provinciales y municipales– son menos que los empleados del sector privado. Probablemente estemos de acuerdo que en algunas de esas áreas -por ejemplo, la educación, la salud y la seguridad- hacen falta muchos más trabajadores que los actuales, de forma tal de garantizar un mejor acceso a estos servicios. Pero, esto es algo para otro día. En segundo lugar, equipara la situación de todos los sectores económicos ante las leyes laborales: si el diagnóstico es común para todas las actividades, las soluciones deberían ser las mismas. Pero, acá hay una trampa (lo vamos a ver en breve). Por último, se enfoca en las medidas que regulan el empleo asalariado, dejando de lado una parte clave de la economía: los cuentapropistas. 

Dicho esto, es cierto que la falta de generación de nuevos puestos de trabajo registrados en el sector privado es un problema que hay que atacar. Pero, ¿qué dice el decreto? Plantea el aumento del período de prueba, la definición de cuáles son los elementos salariales perceptibles para el cálculo de las indemnizaciones, la posibilidad de que los empleados de microempresas (menos de 5 trabajadores) sean tratados como colaboradores –por lo cual, las cargas sociales no correrían por cuenta del empleador–.

Al mismo tiempo, el decreto reduce el poder de negociación de los sindicatos al plantear la imposibilidad de realizar paros totales en algunos sectores muy importantes, como la educación, los bancos, el transporte, la industria alimentaria y los sectores exportadores. Además, sostiene la posibilidad de afectar el criterio de ultraactividad de los convenios colectivos de trabajo, es decir que una vez que terminen no se extiendan indefinidamente hasta lograr un nuevo acuerdo.

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La idea subyacente en estas medidas es la necesidad de disminuir el costo laboral como un motor para generar puestos de trabajo. Las reformas afectan de manera distinta a ese famoso costo. Por un lado, disminuye directamente en el caso de las empresas de menos de cinco personas si no se tienen que hacer cargo de los aportes patronales. Por otro lado, al verse disminuido el poder de las acciones sindicales es más sencillo negociar salarios a la baja. Por último, también disminuirá de forma indirecta por el menor costo de despedir un trabajador, habilitando el período de prueba más extenso o fijando los componentes indemnizatorios y evitando de esta manera la judicialización de los despidos. 

Todo esto tiene implícito el hecho de que si el costo de contratar una persona es menor, se van a poder contratar más por el mismo monto. Sin embargo, hay un problema en este planteo. ¿Por qué contratarías más gente si no cambia el nivel de producción? Por lo general, estas medidas tienen poco efecto en la generación de empleo. 

Ahora bien, ¿por qué es importante el empleo registrado? No, no es por las vacaciones pagas y el aguinaldo. Obviamente garantizar el acceso a los derechos es algo clave, pero no pasa por ahí la cuestión porque esos arreglos se pueden dar en el marco de la informalidad. Nuestro sistema jubilatorio y de salud se basa en la solidaridad, es decir todos los trabajadores registrados realizan aportes que financian al conjunto. En el caso de la salud, la solidaridad queda medio desdibujada, se parece más a un sálvese quien pueda, donde algunas obras sociales tienen más fondos que otras, se pueden derivar aportes al sistema privado, las prestaciones se pisan entre los actores del sistema de salud y otros líos más (más abajo hay una muy buena nota sobre el tema).

Esto, en la práctica tiene un problema. Si la cantidad de trabajadores registrados cae –en términos absolutos o relativos a los que cobran jubilaciones y/o el sistema de salud– resulta más difícil garantizar la sostenibilidad del sistema. A mayor cantidad de jubilados por trabajador registrado, las jubilaciones van a ser menores o se va a necesitar una mayor cantidad de impuestos generales destinados a su pago. Al mismo tiempo, mientras menos trabajadores registrados haya, mayor va a ser la presión sobre el sistema público de salud.

Estos dos temas merecen un análisis separado, pero no sé si hacen al área temática de este newsletter, así que quizás nunca lo tratemos. Mientras tanto, te dejo esta nota de Oscar Cetrángolo y Ariela Goldschmit sobre el sistema de salud. Y te recuerdo que el año pasado, Fundar y Cenital sacaron este dossier especial sobre el tema.

Se hace difícil siendo obrero hacerse cargo del pan 

En Argentina no falta trabajo, el problema en todo caso es la forma en la que ocurre. Entonces, cuando hablamos de generar más puestos de trabajo registrados en el sector privado, en gran parte de lo que estamos hablando es de pasar a los trabajadores que se encuentran en la informalidad a la formalidad. O bien generar nuevos puestos que surjan en la formalidad y que de a poco vayan desplazando a los informales. Así que, veamos un poco de qué se trata este fenómeno. 

Primero lo primero. ¿Qué es la informalidad? La definición más difundida –y la que usamos acá– es el trabajo en relación de dependencia que no tiene aportes patronales ni aporta a la seguridad social. Esto no quita que los trabajadores puedan tener acceso al aguinaldo, vacaciones y licencias, pero ellas ocurren en el marco de un arreglo entre partes y no se encuentran garantizadas por la ley. Además, en caso de terminar los vínculos laborales no habría ninguna obligación por parte de los empleadores para con los trabajadores. Es decir, se trata de una forma de trabajo precaria y más barata que la formal. 

En la actualidad poco más del 36% de los trabajadores asalariados no está registrado, valor que se mantiene dentro de todo estable desde el 2011, pero no siempre fue así. Hacia principios de siglo, la informalidad laboral afectaba a poco menos de la mitad de los trabajadores asalariados. Con los años su incidencia fue cayendo hasta alcanzar los valores estables en los que nos encontramos hoy. Dos factores pueden servirnos para explicar este descenso y posterior estancamiento. En primer lugar, las instituciones laborales que durante los años ‘90 estuvieron relegadas a un segundo plano tuvieron una fuerte recomposición en sus tareas con el cambio de modelo de acumulación. Hace unos años, un investigador sobre el mercado de trabajo me comentaba que durante un largo período del gobierno de Carlos Menem, en la Ciudad de Buenos Aires había menos de 5 trabajadores del Ministerio de Trabajo encargados de controlar el cumplimiento de las normas laborales. Es decir, la institución fiscalizadora existía, pero se encontraba totalmente vaciada. A eso se le combinó una avance flexibilizador sobre las normas laborales y la destrucción de puestos de trabajo por el quiebre de empresas, pero de esto vamos a hablar en profundidad otro día. 

En segundo lugar, la caída de la informalidad se vio acompañada por un fuerte crecimiento tanto económico como en la cantidad de puestos de trabajo en el sector privado. De esta forma, se combinó un mayor incentivo a la registración laboral y un escenario económico favorable a la creación de trabajo, redundando en una caída de la tasa de informalidad. Pero esto también explica parte del estancamiento en su descenso. Desde 2011 que la economía crece de forma errática –o no crece–, haciendo más difícil generar mejores puestos de trabajo o mejorando los existentes. De vuelta, el problema es la falta de crecimiento, no necesariamente la normativa laboral. 

Gráfico. Tasa de informalidad y puestos de trabajo registrados en el sector privado. 2003-2022

Fuente: elaboración propia en base a CEPED-data y OEDE 

Pero dejando de lado los números tan agregados, como tantas otras cosas, la informalidad no es homogénea. En algunas ramas de actividad, como el empleo doméstico, la construcción, el gastronómico y el comercio, la tasa de informalidad es bastante más alta que el promedio de la economía (36,6%). Por el contrario, los servicios sociales, de salud, los financieros y profesionales, la administración pública, las fuerzas de seguridad y de defensa y la enseñanza tienen tasas de informalidad más bajas. Esta heterogeneidad se replica también al interior de la industria manufacturera, mientras que algunos sectores están asociados a una mayor productividad y a una alta tasa de registro laboral -como la farmacéutica-, en otras ocurre lo contrario. Pero, no vamos a seguir desagregando porque no terminamos más. 

Gráfico. Tasa de informalidad por rama de actividad. 2022

Fuente: elaboración propia en base a EPH-INDEC 

El último aspecto del que vamos a hablar hoy es el tamaño de la empresa. Por lo general, la literatura especializada en este tema señala una relación muy estrecha entre el nivel de productividad de las firmas, su tamaño y la registración de los empleados. Esto también se vincula con el punto anterior, las ramas de mayor informalidad suelen ser las que están asociadas a establecimientos laborales más pequeños (no pienses en las grandes cadenas porque ahí no pasa tanto). 

Si te fijás en el gráfico de abajo, la proporción de trabajadores que se encuentran en la informalidad en microempresas –menos de cinco trabajadores– es mucho mayor al siguiente grupo –las pequeñas– y más aún que los siguientes dos. ¿Por qué ocurre esto? No, no son más malvados los patrones de las micro y pequeñas que los de las grandes. Lo que pasa es que suelen ser emprendimientos con un menor capital, donde las inversiones son más costosas y a las que la volatilidad macroeconómica les suele pegar de lleno.  

Sacando ese último aspecto, más vinculado a la realidad argentina, la asociación entre tamaño, productividad e informalidad aparece en la mayor parte de los países de América Latina. Es decir, no se trata solo de nuestras leyes laborales –que pueden tener efectos nocivos que habrá que repensar–, sino de una generalidad de nuestra región y de otras poco desarrolladas. Estas dificultades sumadas a que la formalidad efectivamente es más costosa que la informalidad explican en gran medida las tasas de informalidad en este segmento de empresas. La pregunta que habría que hacerse es si lo mejor es flexibilizar las normas o generar mejores incentivos y condiciones de producción.

Gráfico. Tasa de informalidad según la cantidad de trabajadores de la empresa. 2022

Fuente: elaboración propia en base a EPH-INDEC 

Si lo que estuvimos charlando te interesó, te recomiendo mucho que leas esta entrevista que le hizo Juan Manuel Ottaviano a Roxana Maurizio, una de las mejoras docentes que tuve en mi vida e investigadora en temas del mercado de trabajo, donde analiza este tema de la productividad que te mencionaba. Además, te sugiero que si te gusta el tema leas todo el dossier ¿Trabajando duro o durando en el trabajo?, que hizo Cenital junto a Fundar hace muy poquito, porque está muy bueno. 

Cartón Network

Ya lo dije más arriba, pero vale la pena repetirlo. En Argentina no falta trabajo, faltan empleos de calidad. En este marco de estancamiento del empleo asalariado, lo que sí creció mucho fue el cuentapropismo informal y el trabajo cooperativo. ¿Quiénes? Los que hacen changas, venden en mercados informales, se asocian en cooperativas en rubros no profesionales, sostienen los comedores populares, realizan tareas de cuidado, entre tantas otras actividades. Me refiero con todo a lo que comúnmente llamamos economía popular

Como es un tema gigante y complejo, vamos a abordarlo en otro momento, pero al menos lo podemos introducir. Uno de los aspectos que Lucas Terranova, me comentaba la entrega pasada sobre desindustrialización, pero lo que no mencioné es que los profundos cambios en el mercado laboral durante los ‘70 y ‘90 fortalecieron aún más la incidencia de la marginalidad laboral en nuestra estructura social. Si previo al proceso de desindustrialización, el pleno empleo se explicaba en gran parte por el trabajo asalariado –en gran medida industrial–, en la actualidad, la existencia de una situación similar al pleno empleo se debe por la concurrencia cada vez mayor a estrategias por cuenta propia y comunitarias para resolver las necesidades monetarias. 

Según el Observatorio de Coyuntura Económica y Políticas Públicas (OCEPP), la economía popular empleaba hacia fines de 2022 aproximadamente a cuatro millones de trabajadores. Esto representa el 21% de la población ocupada en ese año, algo que muestra la relevancia del sector. Como no hay una categoría muy precisa de economía popular –y tampoco es fácil de instrumentar con las encuestas actuales–, el número de trabajadores puede variar según los criterios utilizados.

Como vamos a volver sobre esto otro día no quiero profundizar mucho. Solo decir que esta porción de la población no está afectada directamente por los cambios en la normativa laboral y en la Ley de Contrato de Trabajo del DNU, ya que son trabajadores que no se encuentran en relación de dependencia. Para interrumpir el crecimiento de este segmento precario es necesario volver a crecer, algo que no está para nada garantizado con la flexibilización, básicamente porque vas a seguir produciendo y vendiendo lo mismo, en el mejor de los casos. 

Bonus track

Se hizo un poco extensa la entrega de hoy, mi forma de despedir el año. Espero no haber sido muy deprimente -creo que no-, pero es clave analizar este tipo de situaciones para repensar el futuro que se nos viene. Por eso, te propongo que, en la medida de tus posibilidades, te suscribas a los Mejores amigos de Cenital, así podemos seguir haciendo más y mejores análisis (no siempre van a ser tragos amargos). Mis recomendaciones: 

  • Te dejo dos hilos de Twitter sobre el DNU y sus efectos productivos. Uno más general y otro sobre turismo;
  • Esta nota sobre el agro y los cambios del decreto;
  • Una excelente entrevista de Nadia Luna a Fernando Peirano, expresidente de la Agencia de Ciencia, Tecnología e Innovación, sobre el sistema científico-tecnológico en la última gestión.

Te recomiendo esta película de ciencia ficción/suspenso: Oxígeno 

Abrazo grande y ¡felices fiestas! 

Nico

Escribe sobre temas de sectores y desarrollo productivo y trata, todo lo posible, de cruzarlo con datos. Le importa que estos sectores impulsen el bienestar social. Estudió economía en la UBA, se especializó en políticas sociales en UNTREF y arrancó una maestría en desarrollo económico en UNSAM. Es docente e investiga sobre Política Productiva en Fundar.