Pitu Salvatierra: «El mundo tiene que reconocer que perdió esta batalla»

El dirigente barrial hace una radiografía del negocio de venta de drogas en barrios populares y de la experiencia que tuvo en prisión. “Hay que invertir en darles alguna salida a los adictos”, sugiere.

A Alejandro David Salvatierra le dicen «Pitu» desde siempre porque de chico era bajito y menudo como un pitufo. «Ya viví cien años», es el título del libro sobre su vida, aunque apenas cumplió 42. Le gusta definirse como dirigente villero, y el centenario al que refiere esa biografía tiene que ver con la intensidad de su historia. Para resumirla contribuye saber que pasó por la delincuencia, la cárcel, adicciones, pobreza, y que hoy, mientras vive con su familia en el Barrio 15, más conocido como Ciudad Oculta en Lugano, territorio porteño, coordina el Instituto Villero de Formación, que reúne cooperativas barriales, escuelas para adultos y un comedor para 600 personas. Además, es columnista en la radio Futurock y militante kirchnerista. 

En diálogo con Cenital, Salvatierra dice que “hay que invertir en buscar salidas para los adictos”, describe lo que ve del narcotráfico en barrios populares y cuenta lo que le tocó vivir en prisión. Desde su experiencia, sostiene que «el mundo tiene que reconocer que perdió esa batalla», pero también asegura que “si las fuerzas de seguridad se pusieran duras, el mundo narco no existiría».

¿Desde cuándo ves venta de droga en barrios populares?

Existió siempre. Lo complicado es que el que vende droga en el barrio termina siendo el último eslabón de una cadena de comercialización y es el que menos gana de todo ese circuito comercial. En muchos casos, son mujeres que tienen al marido en cana y los chicos en casa. O mujeres solas. Y no dejan de ser tus vecinos. Anoche pensaba para esta nota que yo debo haber conocido en mi vida unas 70 personas que vendían droga. He tenido familiares inclusive, no directos pero políticos, que se dedicaban a eso. Son parte de nuestra comunidad. No es que nosotros lo miramos todo el tiempo de reojo: convivimos. Los saludamos y a muchos los conozco de muy chico. Sus padres hacían eso y ahora lo hacen ellos. 

¿Y cada vez son más los que venden?

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Sí, claramente pasa eso. Hubo un cambio de visión del vecino cuando irrumpió el paco. No es lo mismo la venta de cocaína, de marihuana, que eran las drogas tradicionales en los barrios populares, que la venta del paco, que genera otras condiciones y ya los vecinos empiezan a mirar de mala cara por las consecuencias que trae sobre nuestros jóvenes. Hijos nuestros, hermanos, que terminan en ojotas o descalzos en un pasillo con temperaturas bajo cero, envueltos en una. Eso arranca en el 2001 en Zavaleta o por esa zona. Después se empieza a desparramar por todos lados y, ya en 2003, tenía presencia en todos los barrios. Como dura poco el efecto, todo el tiempo necesitás una nueva dosis y entrás en un circuito. Lo digo desde el lado de haberlo vivido. Es un circuito muy complejo, donde no sos dueño de tu voluntad, de tu cuerpo, mucho peor que la cocaína. Es una droga muy dañina. Eso cambió un poco la relación entre el vecino común y el que vende droga en el barrio. Incluso aquel que vende marihuana y cocaína no es mirado tan mal como el que vende paco. El problema es que lo que más se ofrece es el paco, que es una droga que tienen por menos plata. 

¿Eso lo ves en todos los barrios por igual?

Tenés distintas situaciones en los barrios populares de la Ciudad de Buenos Aires y en el conurbano. Por ejemplo, si vamos a la caracterización de los barrios populares de la Ciudad, tenés algunos donde está instalado el narcotráfico con una estructura muy fuerte, como en la 1.11.14 (Barrio Padre Ricciardelli, en el Bajo Flores), la 21-24 (Barracas) y en un segundo escalón por ahí la Zavaleta, ahí al costadito. Tenés una estructura narco bastante organizada que sabemos que mueve cantidades de droga. Han encontrado muchos narcos dentro de estos barrios, pero no pasa así en todos los demás. Lo que sí hay en los demás es esta lógica de una persona que vende para subsistir. Después se volvió más perverso porque agarraron pibes adictos, les daban quince papeles de paco y les decían que diez eran para vender, entonces pasaban a formar parte de los vendedores solamente para sostener su adicción. En ese camino, se llevaban puestos a todos sus amigos porque les vendían así. Y la presión de la policía, que siempre está. Todo eso se puede trasladar a algunos barrios del conurbano. 

¿Se parece lo que ves a lo que ocurre en Rosario?

Yo no veo que la Ciudad y el conurbano se parezcan a Rosario. Quizás por lo que sucede dentro de las cárceles. Todavía la pirámide estructural dentro de la cárceles del Área Metropolitana de Buenos Aires ubica en la cúspide al chorro, el ladrón, pero al narco lo ponen en la base, apenas un escalón arriba del violador. El transa, a menos que sea un narco con mucha guita que pague su pabellón, tiene mucha desaprobación. Es un parásito que vive de los demás. Para la cultura delincuencial, termina siendo uno al que no le da la nafta o los huevos para salir a chorear y arreglársela, y vende droga dentro del barrio. Entonces, a diferencia de otros países de Latinoamérica, los narcos no pueden tener el control de las cárceles y eso impide la cartelización. En el mundo, es un negocio que genera un circuito económico que te da dividendos cuando estás en la calle pero, cuando te toca perder, también hay una estructura que te cuida, te protege. Acá es muy difícil sostener esa estructura. En Rosario sí pasó que tienen el control de las cárceles. Alcanza con ver los diarios, que cuentan que se pudrió todo cuando le quisieron sacar el teléfono en prisión a uno de los líderes de Los Monos. Ahí ya hay una cartelización que no sé cuánto tardará en llegar al resto del país.

¿Por qué creés que en Rosario ocurrió?

Ahí, claramente, hay una cuestión portuaria. El puerto es fundamental para el traslado. En mi experiencia y lo que veo del mundo medio turbio, tampoco es gran negocio vender droga en la Argentina. El negocio más rentable es fabricarla o traerla a la Argentina para llevarla a Europa, que es lo que hacen los grandes narcotraficantes. Ahí es donde sacan los grandes dividendos. Rosario se presta a eso por la salida del puerto y creo que en Rosario encontraron una connivencia con la fuerza de seguridad. Y tienen una estructura para lavar dinero porque, si no tenés dónde lavar la guita, es imposible, Ahí entran los granos, las cerealeras, entran todos. El narcotráfico contamina todo enseguida. Son todos parte de un mismo negocio. El Gran Rosario termina siendo una mano de obra muy rentable para el narcotráfico pero no sé cómo se gestó. 

¿Hubo una expansión del universo narco en los últimos años?

Lo que pasa es que hay varias combinaciones de cosas que vienen pasando en el último tiempo: la tecnología, en materia de seguridad, avanzó muchísimo. Yo perdí mi libertad en 2001 pero antes choreaba un auto y lo podía tener dos meses. Hoy me robo un auto y en alguno de los cinturones de la Ciudad de Buenos Aires me chupan la patente y me agarran. Hay cámaras en un montón de lugares, entonces robar se hace más complejo, más peligroso. Ahí algunos empiezan a buscar otras alternativas. 

¿Cambian los delitos para juntar plata?

Empieza a cambiar porque el sistema penitenciario no da muchas herramientas para que alguien resocialice, entonces a veces salen peor. Ahora está un poco más tranquilo pero hace poco salían de estar en cana y apretaban dentro de los barrios para averiguar quién era el puntero y le pedían una coima para dejarlo hacer. Después, agarraban al repartidor de gaseosa y le pedían una coima para dejarlo repartir. Lo mismo al que da internet. O sea, empezó a mudarse la violencia hacia adentro de los barrios, porque los tipos empezaron a buscar alternativas a cargarse una pistola en la cintura y salir a robar porque los agarraban. Y ahí aparece la venta de drogas también como una opción y lo que nosotros decimos que son los rochos transas. Hay quienes hace diez años eran chorros orgullosos y ahora terminan vendiendo drogas porque es la alternativa que menos peligro significa en lo inmediato. Eso, sumado a una situación de emergencia social y económica, donde la guita no alcanza y no hay empleo.

¿Y qué pasa con la violencia dentro de los barrios?

Hay lógicas territoriales de acomodamiento contínuo. Es muy dinámico porque hay disputas territoriales. Hace seis meses hubo un gran tiroteo en la 1.11.14 donde murieron dos personas. Encontraron varias armas. Y el motivo de ese quilombo era la disputa por la venta de drogas en cuatro o cinco esquinas, entonces sí, va generándose eso del reacomodamiento contínuo dentro de los barrios, donde muchas veces la paga alguien que no tiene nada que ver.

Hay barrios donde se está poniendo muy violento muy seguido. 

Sí, hay algunos barrios que se ponen. Son épocas, también. Ponele, ahora mi barrio está tranquilo, hace unos meses. Coincide con que muchos están en cana. Hay momentos donde nosotros decimos que se recalienta el barrio y se empiezan a cagar a tiros por cualquier boludez. Sale uno y afecta a un sector del barrio por territorialidad. 

¿Hacés diferencias entre las distintas fuerzas de seguridad que trabajan en barrios populares?

Sí. No es lo mismo la Gendarmería que la policía. Cuando recién irrumpieron la Prefectura y la Gendarmería en los barrios populares, hubo un cambio muy rotundo. Lo que pasa es que, con el tiempo, en algunos lugares empezó a haber vínculo entre la Gendarmería y la estructura narco de adentro del barrio. Lamentablemente, es así. Empieza la connivencia con la fuerza de seguridad. Convengamos que no existiría la venta de drogas si la fuerza de seguridad se pone dura. Ya sabe dónde venden. Yo creo que siempre la intención de la fuerza de seguridad es regular ese mercado, no es desaparecerlo, porque me parece que están incapacitadas. Si Estados Unidos no puede hacerlo con toda la estructura que tiene, con todo los recursos que tiene, mucho menos Argentina. No parece una pelea pareja. A lo que apuntan es a regular, que sea lo más tranquilo posible. Tiene muchos mecanismos la fuerza de seguridad para disciplinar la venta de droga dentro de los barrios pero hay una connivencia que existió, existe y me parece que va a existir siempre.

¿Debería este tema estar más en agenda o se nos va a venir encima?

Yo creo que, evidentemente, la estrategia para combatir el narcotráfico ha fallado a nivel mundial. No ha dado grandes resultados. Si yo tuviera que tomar decisiones, apuntaría más al consumidor e invertiría muchísimos más recursos en la problemática de las personas con adicciones. Retomando la lógica de que sin clientes no hay trata, sin clientes tampoco hay narcotráfico. Siempre se persiguió al narcotráfico y al consumidor, desde la ley, desde la justicia. Se invirtió recursos en eso y nunca se invirtió en darles alguna salida a los adictos y que, en todo caso, te quede el consumidor no problemático, porque no todos tenemos la misma relación con las drogas. Yo soy un tipo que no puede tener relación con las drogas, no tengo control. Pero he estado con tipos que tienen pleno control, que se divierten, la pasan bien y se termina ahí y no pasa nada. Ese no es un problema para él ni para nadie. Yo sí soy un problema para mí y para los que me rodean. Quizás, invirtiendo la misma cantidad de guita que invertimos para perseguir a través de la policía y de la justicia, les damos una oportunidad de recuperación a los adictos problemáticos.

Pero para eso debería terminarse el negocio clandestino.

Bueno, hay que ir hacia el blanqueo de este negocio. Hay países que te permiten hasta testear lo que vas a consumir. Es un gran avance porque nuestros pibes se meten cualquier porquería y eso también influye en la relación con las drogas. La calidad de la droga en Argentina es bastante baja porque se manda mucho de lo bueno a Europa. Destruir el narcotráfico es sacarles el negocio. Hacer un circuito comercial en donde consumir sea una decisión propia y en las mejores condiciones posibles, no en la clandestinidad. Seguramente, vamos a evitar muchas muertes por sobredosis o problemas colaterales de salud. El mundo tiene que reconocer que perdió esta batalla, que la lógica que dictaba Estados Unidos en cuanto a combatir la droga fracasó claramente, no ha dado resultado. Lo único que ha hecho es que el negocio del narcotráfico cada año crezca más y que cada vez tenga más poder económico, minando y penetrando los Estados a través de la corrupción, la fuerza de seguridad. Hay que parar la pelota y cambiar la estrategia.

¿Qué ejemplos cercanos encontrás de gente que cambió su vida y se metió en el negocio narco?

Hay uno en el barrio que vendía churros con dulce de leche y hace como un año me sorprendió porque me dijeron que vende droga. Y conozco al tipo hace muchos años. Estoy seguro de que habrá sido una re contradicción ese paso dentro de su cabeza. No habrá sido algo grato ni sencillo. Estoy seguro de que algo lo empujó, algo desesperante. Estamos hablando de gente que está buscando resolver la diaria. No vende drogas pensando comprarse una casa en Nordelta, vende drogas pensando en llegar a fin de mes.

Me siento periodista desde antes de terminar la escuela, cuando colaboraba en programas de Rock & Pop y Supernova. Trabajo en Información General; salud y educación son mis temas preferidos. Hice tele de chica y madrugué siete años para el aire de Metro. Hoy soy conductora de Ahora Dicen en Futurock. Trato de no ser tan porteñocéntrica.