Parasite: el milagro del río Han visto desde abajo

La multipremiada película muestra la fragmentación social en la capital de Corea del Sur.

Parasite, la película surcoreana multipremiada en la última edición de los Óscar, describe con una dosis alta de humor negro una Seúl socialmente fragmentada, reflejada sobre todo en los lugares donde vive cada una de las familias protagonistas. Para muchos críticos, la película de Bong Joon-ho describe los sótanos del milagro del río Han -como se llamó al desarrollo económico acelerado coreano- a través de la desigualdad que se plasma en el territorio.

Es que los semisótanos –banijhas– en los que vive la familia Kim reflejan una realidad que viven miles de familias en Seúl, cuya preocupación constante es el agua. En 2010, cuando se dio un récord de inundaciones en la ciudad, de los 12.500 hogares afectados alrededor de 9.000 eran banijhas. Esos departamentos, que habían sido pensados en un inicio como búnkers ante un posible bombardeo por parte de Corea del Norte, fueron habilitados para vivienda familiar por una modificación del código urbano ante el elevado déficit habitacional que atravesaba la ciudad. En 2010, ese tipo de departamentos representaba alrededor del 10% del stock total de vivienda de la ciudad pero también explicaban casi el 80% de los hogares afectados por inundaciones.

El que aprovechó para hacer un muy acabado análisis urbano a partir de Parasite fue Mauricio Corbalan, que describió en Twitter algunos conflictos urbanos históricos que atravesó la ciudad de Seúl, donde estuvo trabajando durante 2010.

Su recorrido histórico arranca en los años ’50, luego del enfrentamiento bélico entre las dos Coreas y el bombardeo de la ONU a Seúl, que había sido ocupada por fuerzas militares norcoreanas. «Seúl era un gigantesco campamento de tela, madera y ruinas», relata Corbalan. Pero en la década siguiente comienza la reconstrucción de la ciudad, aunque con el proceso de industrialización acelerada que atravesaba Corea del Sur hubo grandes migraciones internas que dieron lugar a un alto déficit habitacional. Una gran parte de los nuevos habitantes de Seúl se asentaron sobre los antiguos canales de drenaje diseñados seis siglos antes.

La industrialización de Corea del Sur se dio bajo una dictadura que duró casi 20 años (1960-1979) y estuvo acompañada por un proceso vertiginoso de producción de vivienda que estaba a cargo y en función de los mismos conglomerados de empresas típicos de la industrialización, un modelo coreano llamado chaebol que supo parir empresas como Samsung, LG o Hyundai.

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«Una industrialización acelerada donde los obreros eran ‘guerreros industriales’ de un frente de batalla, que eran las exportaciones, tenía su expresión espacial en ciudades planificadas bajo el patrón Apatu, que no difería tanto de las del norte», describe el urbanista. Los Apatus sobreviven hasta hoy en Seúl. Son departamentos que están dentro de edificios de mínimo 20 pisos, y tan extensos que hay quienes dicen que las personas a veces se olvidan que están dentro de un edificio. Una especie de fantasía lecorbusiana pero a muchos kilómetros de Francia.

Los juegos olímpicos de Seúl en 1988 tenían la intención de mostrar una Corea desarrollada y plenamente democrática. Pero como suele suceder con este tipo de mega-eventos deportivos, los juegos estuvieron acompañados por un proceso de desplazamientos violentos de asentamientos precarios para, por un lado, dar lugar a nuevas construcciones y, por otro, ocultar las tensiones detrás del milagro del río Han.

Según Corbalan, entre 1986 y 1987 fueron desplazadas de sus hogares 720 mil personas. Una década antes, Buenos Aires había transitado un camino similar durante el Plan de Erradicación de Villas que la última dictadura cívico-militar empezó en 1977 en vistas a la copa del mundo de 1978. Para 1980, se calcula que casi 200 mil personas habían sido expulsadas de la ciudad.

Pero hacia finales de la década del ’90 en Corea del Sur la caída de un puente y el incendio de un shopping se convierten en el epicentro de la crisis asiática y la tecnocracia coreana se ve desprestigiada. En 2002 eso cambia cuando Lee Myung-Bak es elegido alcalde de Seúl y hace algo que se considera una de las grandes transformaciones urbanas. Además, comienza un proceso de regeneración urbana que buscaba reemplazar casas bajas en barrios degradados por edificios modernos, algo que probablemente nutrió aún más a los semisótanos de la familia Kim.

El ex CEO de Hyundai, que después se convirtió en presidente del país, decidió retirar una gigantesca autopista que se había construido en la década del sesenta encima del río Cheonggyecheon, donde antes de la guerra los habitantes de Seúl se bañaban pero que con los años se había transformado en una cloaca a cielo abierto. Hoy en lugar de la autopista hay un paseo en que se puede disfrutar de un arroyo y de vegetación nativa. Nadie necesita de las autopistas porque Seúl posee la red de subtes más amplia del mundo en términos de kilómetros.

Un dato: la primera línea se inauguró en 1974, 61 años después del inicio de operaciones del subte de Buenos Aires.

La ciudad del futuro

El personaje del señor Park en Parasite es un ejecutivo de una empresa tecnológica grande, posiblemente del sector de los videojuegos. En una nota para Infotechnology, el periodista y urbanista Federico Poore explica cómo fue el proceso por el cual la ciudad de las familias Kim y Park se convirtió en una potencia tecnológica.

Poore -quien además trabajó varios años en el Centro Cultural de la embajada de Corea del Sur en Argentina- describe la Digital Media City, probable lugar de trabajo del padre de la familia Park, una especie de ciudad tecnológica construida sobre un antiguo vertedero de desechos. Para él este lugar es «mucho más que un polo tecnológico».

«La ciudad del futuro» fue construida sobre un terreno de 570 mil metros cuadrados y se puede llegar a ella desde el centro histórico de Seúl en menos de cuarenta minutos en subte. Y ese es uno de los motivos que para Federico distingue a este proyecto del modelo Sillicon Valley, del que te hablé la semana pasada, pensada más como sedes corporativas a las cuales hay que trasladarse en auto. Bajo la nueva concepción de ciudad tecnológica que empezó a poner en práctica Seúl se combinan las siempre bienvenidas exenciones impositivas con un diseño urbano que apunta más a la mixtura de usos y a la calidad de vida de quienes trabajan en las empresas que se radican allí.

Pero este nuevo modelo contrasta con una vieja costumbre coreana que empieza a ser un problema por la elevada concentración económica que experimenta el país: la de los chaebols. Para Federico, «la sinergia existente en este distrito le sirvió mucho más a Samsung, LG y varios poderosos canales de televisión que a las PyMEs» desarrolladoras de tecnología a las que el proyecto apuntaba fuertemente en sus inicios.

Escribe sobre temas urbanos. Vivienda, transporte, infraestructura y espacio público son los ejes principales de su trabajo. Estudió Sociología en la UBA y cursó maestrías en Sociología Económica (UNSAM) y en Ciudades (The New School, Nueva York). Bostero de Román, en sus ratos libres juega a la pelota con amigos. Siempre tiene ganas de hacer un asado.