Murió OJ Simpson: una historia americana

La vida de una mega estrella deportiva, que brilló en el cine y televisión. El juicio por el femicidio de su pareja que lo dejó impune. Una trama de fama, violencia y mucho rating.

Las denuncias previas de abuso y violencia de Nicole Brown contra OJ Simpson fueron 62. Nueve de ellas incluyeron llamados de emergencia a la policía. “¡Me va a matar!”, decía en una de ellas Nicole. La policía la encontró llorando, golpeada y semidesnuda entre los arbustos. Sucedió en el Año Nuevo de 1989. En otro incidente, OJ la mantuvo durante horas encerrada en una bodega. En otro golpeó su auto con una maza. En otra, la golpeó por permitir que el hijo de ambos fuera besado por un homosexual. “Tengo miedo, voy a cargar nafta y él está allí, voy a comprarme zapatos y él está allí”, dijo Nicole a su madre apenas unos meses antes de que la mataran. El 7 de junio de 1994, divorciada desde hacía ya dos años, Nicole llamó a un refugio para víctimas de violencia doméstica. Quería saber cómo hacer para que OJ no pudiera seguir encontrándola. Cinco días después fue asesinada. Tenía 35 años.

OJ Simpson y Nicole Brown.

El que murió el jueves pasado, a los 76 años de edad, por un cáncer, fue OJ Simpson. Sus últimos años los pasó jugando golf con amigos, firmando autógrafos y en sus días finales, ya enfermo terminal, “rodeado de hijos y nietos”. Nicole había muerto treinta años antes. Siete puñaladas en el cuello y la cabeza. Un corte de seis pulgadas que casi la decapita. Y un juicio histórico, que declaró “inocente” a su ex marido, uno de los deportistas más célebres de Estados Unidos.

El caso OJ Simpson es una historia de impunidad hacia el ídolo, pero también de racismo. De justicia para ricos y pobres. Corrupción policial. Circo mediático. Sexismo. Los excesos de la fama. Y, ante todo, de violencia contra la mujer. OJ Simpson fue ídolo de fútbol americano, pero nuestro propio fútbol (de pelota redonda y con el pie) reflotó estos últimos tiempos nuevos casos de abusos, desde la condena reciente al entrenador Jorge Martínez, inicialmente protegido por Boca Juniors, hasta la denuncia contra jugadores de Vélez y, acaso el más dramático, el de Oscar Junior Benítez, condenado por violencia contra la familia de su ex pareja, que terminó suicidándose.

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Es un drama que tiene más resonancia cuando toca a figuras deportivas por el ruido mediático, pero que, sabemos, excede al deporte. Allí están las estadísticas. Y más aún en Estados Unidos, donde el 5 de noviembre próximo podría ser elegido otra vez como presidente Donald Trump, ya condenado por diversos delitos sexuales.

“El juicio del siglo”

Uno de los momentos más notables del llamado “Juicio del Siglo” (nueve meses, 126 testigos, 1.105 pruebas, 45.000 páginas de transcripciones y 150 millones de personas ante la TV), sucedió cuando el juez Lance Ito consideró “rumores” los testimonios de que Nicole le dijo a personas cercanas, días antes del asesinato, que tenía miedo de que OJ la matara. El juez dijo que Nicole no podía ser interrogada al respecto porque ya estaba muerta. Desechó esa prueba.

La policía, que antes había estado siempre atenta para cubrir al ídolo, encontró sangre en el coche y en la casa de OJ y un guante de golf ensangrentado que coincidía con el que fue encontrado cerca del cadáver de Nicole. Coincidencias no solo de sangre, sino también de huellas de zapatos, mechones de cabellos, fibras de camisas, hilos de alfombras y demás elementos. Más la lista interminable de violencia previa. Primeros golpes a poco de iniciarse la relación. El ídolo se disculpó y regaló a la víctima un Porsche y promesa de casamiento. ¿Por qué ella no se fue antes? Hay mucho texto que ilustra sobre la complejidad del abuso. Y testimonios de que hasta amigos de Nicole le decían que no lo dejara. Que estaba con OJ. El campeón.

OJ Simpson, una leyenda deportiva.

¿Y por qué OJ fue absuelto pese a tanta prueba? Por la carta racial. Curioso, cuando fue ídolo deportivo OJ jamás la puso en juego. En los ’60, con Muhammad Alí condenado a prisión y los atletas John Carlos y Tommie Smith protestando con su puño negro levantado en los Juegos Olímpicos de México 68, OJ, ya promesa de gran ídolo, tapa de revistas, no hizo un solo pronunciamiento sobre el racismo. Todo lo contrario. Buscó siempre agradar al establishment blanco. “Para nosotros, era incoloro”, dice en uno de los tantos documentales un publicitario de Chevrolet, una de las compañías que lo contrataron como “el negro ideal”.

El propio OJ contó una vez que en un casamiento una mujer cerca suyo le decía a una amiga: “Mirá, ahí está OJ Simpson y algunos niggers”. El ya había dejado de ser pobre (infancia dura en las calles de San Francisco). Había dejado de ser negro. Todo por su notable velocidad, que le dio títulos, récords, dinero y Salón de la Fama en el football americano, impensable para un niño que creció afectado por raquitismo y obligado a usar aparatos ortopédicos de acero en sus piernas delgadas. Dice un ex amigo de OJ en otro documental: “Un día jugábamos tenis en la mansión de unos blancos. ¿Qué hacemos acá con esta gente? ¿No te das cuenta que solo te invitan porque sos OJ?”. Y OJ le respondió: “Es que soy OJ”. “Está perdido –pensó entonces el amigo-, perdió su identidad”.

La carta racial

A la hora del juicio, la carta racial sí fue clave. Dos años antes, había estallado en Los Angeles el caso Rodney King, histórico en el maltrato e impunidad policial contra la comunidad negra. Cuatro policías blancos pegándole con sus palos y aplicándole descargas eléctricas a un negro absolutamente indefenso en el piso, gritándole con furia. Cincuenta y seis golpes captados en un video célebre, más otros previos que no fueron filmados. Y los cuatro policías, absueltos. Los Angeles vivió cinco días de protestas infernales. 63 muertos, más de 3.000 heridos, entre 7.000 y 12.000 detenidos, 3.100 negocios destrozados y saqueados, más de 7.000 incendios, el barrio coreano totalmente destruido y pérdidas económicas por más de mil millones de dólares. Y OJ Simpson era un ídolo de esa comunidad.

Todos estuvieron pendientes cuando, en pleno Mundial de USA 94, OJ escapó del arresto policial en un Ford Bronco blanco, con un amigo al volante en una autopista de California, y él con un arma apuntando a su cabeza, amenazando con suicidarse, perseguido por una flota de patrullas, helicópteros, periodistas y gente que lo saludaba, y 95 millones de personas frente a la TV.

La histórica persecución en su Ford Bronco blanco.

Resignado al juicio, OJ contrató un Dream Team de abogados, liderado por la estrella Johnnie Cochran, junto con F. Lee Bailey, Robert Shapiro, Alan Dershowitz y su amigo Robert Kardashian. Encontraron cintas que mostraron que el oficial que arrestó a OJ, Mark Fuhrman, repitió la palabra “nigger” una y otra vez. A partir de allí, el relato de los abogados sobre los antecedentes de la policía de Los Angeles hizo el resto. El ADN se había recolectado y almacenado de manera inadecuada.

Y Fuhrman, un testigo clave (paradójicamente el único condenado en el caso), admitió que entró en la casa de los Simpson y encontró el guante y otras pruebas cruciales, sin una orden de registro. Todo ya bajo sospecha. ¿Había colocado Fuhrman el segundo guante? La fiscalía insistió para que OJ tuviera que probarse los guantes en el juicio. “Si no le queda bien, deben absolverlo”, desafió el abogado Cochran. Los guantes, efectivamente, parecían pequeños (años más tarde, un amigo de OJ contó que el astro había dejado de consumir sus medicamentos para la artritis para que sus manos se hincharan).

Los doce jurados, diez de ellos negros, absolvieron a OJ. Cuentan que hasta Bill Clinton, entonces presidente, dejó un momento su actividad para escuchar el fallo, que fue celebrado por buena parte de la comunidad negra. “Una revancha ante tanta injusticia”. El jurado deliberó solo tres horas. “Nada en nuestra cultura -escribió al día siguiente del juicio Tony Korneisher en el Washington Post- perdona tan fácilmente como el deporte, no importa qué hayas hecho”.

“Confesiones de un asesino”

OJ sí pasó nueve años preso. Sucedió en 2007 por un asalto a mano armada en Las Vegas, supuestamente para recuperar recuerdos deportivos. La propiedad privada valió más que la de Nicole. Fue condenado hasta 33 años preso. Cumplió la pena mínima de nueve y quedó libre en 2017. Volvió a Florida, donde una ley protege vivienda e ingresos de pensión para satisfacer sentencias judiciales. Sucedió que en 1997, fue condenado en causa civil a pagar 33,5 millones de dólares a las familias de Nicole y de Ronald Goldman, un joven de 25 años que estaba en la casa de ella y también fue asesinado a cuchillazos. OJ pensó recaudar dinero con el libro “If I Did It” (Si lo hice). El libro terminó apropiado por la familia Goldman, que lo publicó en 2007 con el título “If I Did It: Confessions of the Killer” (Si lo hice: confesiones de un asesino, con el “Si” pequeño y “Lo hice” en grandes letras rojas).

OJ participó de la comedia La Pistola Desnuda.

OJ recuperó la custodia de sus hijos, se mudó primero al sur de Miami y luego a Las Vegas, vivió de pensiones deportivas y actorales, firmó autógrafos en sus apariciones públicas en restaurantes y shopping, jugó golf con amigos, fue multado una vez por exceso de velocidad en una lancha y otra por piratear TV por cable. Su caso sobrevivió en especiales de TV, películas, más de treinta libros, “The People v. OJ Simpson”, en la antología “American Crime Story” de FX (Cuba Gooding hace de OJ) y “OJ: Made in America”, de ESPN (Oscar de 2016). La infancia dura en el proyecto de viviendas de Potrero Hill, el béisbol como salvación, un primer matrimonio con un hijo fallecido en una piscina, por qué OJ (porque odiaba su nombre Orenthal), sus títulos, el salario de 800.000 dólares anuales, la publicidad de Hertz corriendo en un aeropuerto, Hollywood (trabajó en varias películas, la más famosa “La Pistola Desnuda”). Y Nicole. El abuso. “Queremos entender esta historia -escribió Dave Zirin tras la muerte de OJ-, porque intuimos que es entender nuestro país de hoy: dividido, amargado y en peligro”. Su artículo se llama “OJ: El algoritmo de Estados Unidos”.

Otras lecturas:

«Fútbol chacarero vs. Fútbol SAD: historias mínimas«. Por Ezequiel Fernández Moores.

«Xabi Alonso, el DT que espera para ganar en Alemania«. Por Roberto Parrottino.

Es periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribió columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajó en radios, TV, escribió libros, recibió algunos premios y cubró nueve Mundiales. Pero su mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobró siempre por informar.