Marcelo Saín: “El mercado narco más importante es de clases medias y altas”

El especialista y exministro de Seguridad de Santa Fe marca las diferencias en los distintos territorios y asegura que la Argentina está lejos de los países de la región más envueltos en el narcotráfico.

Sentencia Marcelo Saín: “El problema no es el crimen, es el Estado. Para mí el rol del Estado en esta violencia es fundamental”. Además de seguir de cerca desde hace muchos años los delitos vinculados al universo narco, es magíster en Ciencias Sociales y profesor en la Universidad de Quilmes. Un poco desde ahí y otro poco como asesor nacional y ex funcionario bonaerense y santafesino -con salidas alborotadas de algunos de esos puestos y acusaciones cruzadas-, es capaz de describir con sumo detalle el circuito de diversas drogas y la mente de quienes las trafican. “El mercado narco más importante es de alta gama”, asegura, apenas comenzada la entrevista con Cenital.

Se interesa en especial por el rol del Estado en el combate de esos crímenes y, a partir de ese interés, Saín fue, entre otras tareas, director de la Unidad de Información Financiera (UIF, entre 2001 y 2005), viceministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires (2002–2003), interventor de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA, entre 2005 y 2009), diputado bonaerense (2011–2015), director ejecutivo de la Escuela Nacional de Inteligencia de la AFI (2015) y ministro de Seguridad de la provincia de Santa Fe (2019–2021). Hoy es asesor en el Ministerio de Seguridad nacional y habla desde su experiencia: “En la Argentina, las policías controlan el territorio cada vez con menos eficacia”.

¿Cuál es para usted el problema principal en materia de narcotráfico?

Para eso hay que mirar el crimen, no al narcotráfico. El crimen y las formas de criminalidad más compleja, que pueden ser para la compraventa, provisión y elaboración de sustancias prohibidas o cualquier otra cosa. Reducir el fenómeno del narcotráfico a las sustancias es minimizar el problema. Hace unos días entraron a una financiera y detuvieron a siete financistas, siguiendo la plata de la falopa en Rosario. Eso es lo que les duele. Mientras el tema sea la matanza de pobres en la periferia por disputas de control de territorios o de compraventa de drogas, lo que se ve es la cara plebeya y es lo que las clases integradas pretenden y la usina política y mediática ratifican.

¿Qué otros aspectos habría que considerar?

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Aspectos que son clave, que rompen. Uno, que el mercado más importante es de alta gama. Es un mercado de clase media y clases altas integradas, mayoritariamente recreativo. Los búnkeres y los deliveries de distribución funcionan a full entre jueves y domingos. Lunes, martes y miércoles, paran. Ahí se empieza a trabajar en el abastecimiento, la preparación de la venta. Los jueces que ordenan entrar a un búnker un lunes están entongados o son muy pelotudos. Otro aspecto que rompe la mirada plebeya del negocio es que esos barrios, en general, siguen siendo pobres, pese a que allí hay un movimiento de dinero enorme, millonario, pero no hay una inversión. El dinero se va para otro lado.

¿Por qué es cada vez más violento el accionar?

En la Argentina, las policías ordenan los territorios cada vez con menos eficacia. Esta transformación del narcotráfico es común en todos lados pero en Rosario se combina con un elemento fundamental, que es que el Estado perdió todo tipo de control a nivel de la policía de la calle. Es la peor institución policial, muy fragmentada, con muchas internas.

En el país, ¿se podría expandir el narcotráfico sin la complicidad o la vista gorda de la policía?

No. Dejame ser sociólogo, no un exfuncionario. Lo que hemos visto es que se expandió al amparo del Estado, pero eso tiene que ver con nuestra configuración criminal, con nuestra historia. Esto fue así a través de una suerte de doble pacto. Los mercados de drogas en Argentina se configuraron fuertemente desde fines de los años 90 en adelante. Coincide con la instalación de la inseguridad como un problema de preocupación política. Eso no existía diez años antes. No había una sensación de inseguridad como la que hizo que los gobiernos tuvieran que hacer algo al respecto. La primera reacción de los gobiernos fue decir que el problema lo debía manejar la burocracia experta en este tema: la policía. Darle todo el poder a la policía es la fórmula natural que surgió de ese momento, a fines de los años 90. Esto que funcionó para todos los temas de inseguridad también funcionó cuando se instaló el fenómeno del narcotráfico y de los mercados ilegales. Ya no se trataba de prostitución o juego clandestino, sino de un mercado muy importante y ya tenía esas destrezas de pacto con el mundo criminal, de ordenamiento a través de una criminalidad pacífica, sin escandalización, sin quilombos serios. La policía empezó a gerenciar eso y lo empezó a gerenciar muy bien, con una gran diferencia, que era el grado de rentabilidad que implicaba respecto de las cajas tradicionales: era enorme.

Pero después llega la violencia más fuerte.

Bueno, pero la violencia hay que explicarla de una manera determinada. No es inevitable la violencia, no es que una cosa viene de la mano de la otra. Hay mercados de drogas muy grandes que no son violentos. Tenés mercados de drogas que en un momento son muy violentos y en otro momento no son violentos. Todo el tiempo va y viene. Hay que estudiar en cada uno de los casos qué es lo que ocurre para que en algún lugar se instale la violencia. Para los actores del mercado de droga de altísima rentabilidad, no es negocio la violencia. La violencia visibiliza, escandaliza, obliga a tomar parte a los poderes públicos o a los organismos internacionales. Estoy hablando de las economías de gran escala de la droga: México, Colombia. La tendencia casi natural, la estructuración del mercado, es que no haya violencia. Vincular violencia con crimen organizado es un error histórico, como también es un error histórico de las derechas vincular esto con los vacíos de Estado. Justamente donde vos tenés Estados protectivos de organizaciones criminales, Estados que gerencien, regulen, legal e ilegalmente, de manera eficaz los mercados ilegales, tenés paz. No tenés quilombo. Ahora estoy sacando un libro sobre la violencia narco en Rosario y mi explicación está en la ruptura de la regulación estatal a través de una fragmentación del Estado a nivel Ministerio Público de la Acusación. Y, por otro lado, la fragmentación del mundo criminal en una guerra fratricida tremenda entre estas dos grandes organizaciones y la fragmentación interna de cada una de éstas en pequeños grupos. El problema no es el crimen, es el Estado. Para mí el rol del Estado en esa violencia es fundamental.

¿Los Estados intervienen mal, torpemente?

Hay de todo. Cuando hablamos de dinero narco, en muchos casos no hay mediación. Es inmediato el vínculo entre narcos y grandes financieras históricas. Son todas operadoras de la bolsa de comercio de Rosario, son grandes constructoras. No estamos hablando de una estructura financiera que se armó para el narcotráfico, sino que existen hace 40 años estos operadores financieros. No tienen problema en tomar dinero narco y ahí también está el dinero de la política.

¿Por qué en algunos lugares se da la violencia y en otros no?

Hay lugares donde ha habido ruptura de los acuerdos entre policías y narcos. Por ejemplo, el caso Candela (N. de la R.: homicidio de Candela Sol Rodríguez Labrador, una niña de 11 años que fue secuestrada y luego asesinada en 2011, cerca de su casa en Hurlingham, provincia de Buenos Aires), que fue un momento de ruptura, de desestabilización del acuerdo. Un narco creyó que había caído por la delación de la mamá de la nena, se calentó, secuestró a la nena y, cuando se dio cuenta del quilombo, la mató, cuando en realidad lo que quería era que le devolvieran una plata y cobrarse la delación. Eso se produjo fuera de San Martín pero el epicentro del quilombo narco del caso Candela fue San Martín. Se vio todo el negocio en su conjunto y la reacción del Gobierno fue proteger a la policía. De hecho, no cayó nadie seriamente. Hubo una ruptura pero a los seis meses estaba todo repuesto porque tenés una policía que, aun en crisis, tiene una capacidad de manejo de la institución y de la calle. Eso es lo que vos tenés que medir: las instituciones policiales que tienen capacidad para, desde la cúpula, manejar la organización, establecer reglas de juego y manejar la calle. Ésas son las que tienen homogeneidad institucional para restituir el orden. La capacidad de los Estados para ir regulando esos negocios tiene mucho que ver con la capacidad de la policía para manejar negocios.

¿Entonces sí hay una violencia intrínseca de esas disputas territoriales y ahí es donde aparece o no el Estado?

Tiene que haber un actor por encima de esto que ordene a los otros actores: “Vos de la avenida Rivadavia para allá y vos, de acá para acá, y el primero que se pasa es boleta o terminan todos presos”. Eso es el Estado regulador. En Europa, el Estado es quien ordena también. Pero no está asociado al mundo criminal.

¿O sea que en Rosario no pudieron regularlo?

No, se quebró la regulación estatal. No hay un Estado como autoridad superior que establezca la regla de juego ahí. En la ciudad de Santa Fe la policía sí maneja el negocio, no así en Rosario. Son fenómenos muy puntuales.

Eso que se ve en Rosario y en algunas otras zonas del país ¿podría trasladarse a toda la Argentina?

Hay que medir en cada uno de los casos la evolución de los dos grandes actores: Estado y mundo criminal. Si vos tenés un Mameluco Villalba (N. de la R.: Miguel Villalba, hoy preso y condenado a 27 años de prisión), con capacidad de gerenciamiento del territorio, ya tenés un componente muy importante para que no haya violencia. Si, además, tenés un Estado policial con manejo del territorio y no fragmentado, también. Ahora, si estos dos empiezan a diluirse, vas a tener violencia porque la disputa no es comercial ni es una disputa en tribunales: es una disputa ilegal. Para ellos es una violencia constructiva porque es el único lugar donde la violencia los hace crecer y los consolida. La capacidad de control del territorio tiene mucho que ver con la capacidad de organización de la propia policía. Estas son las dos variables que vos tenés que medir siempre.

¿Es decir que el mercado del narcotráfico no va a dejar de existir y hay que regularlo?

Va a haber mercado de droga, va a haber narcotráfico. Lo primero que tiene que hacer el Estado es diagnosticar bien este problema y entender que el Estado es parte del problema. Porque si vos tenés un Estado que no entiende, y en su lógica de gestión de la política alimenta a este conjunto de criminalidades complejas, entonces no vas a resolver el asunto. En segundo lugar, tenés que, definitivamente, tener un profundo proceso de reforma policial y armar una buena estructura de investigación y de inteligencia a nivel federal. Europa ha trabajado esto con una inversión enorme en las reformas y modernización de los sistemas de investigación compleja. Eso es caro. ¿Qué hacen los europeos? “Ya sabemos que no queremos que haya violencia, no queremos que controlen poblaciones, no queremos que controlen poder judicial, policía, gobiernos, ni circuitos financieros”. Sobre eso actúan.

Me siento periodista desde antes de terminar la escuela, cuando colaboraba en programas de Rock & Pop y Supernova. Trabajo en Información General; salud y educación son mis temas preferidos. Hice tele de chica y madrugué siete años para el aire de Metro. Hoy soy conductora de Ahora Dicen en Futurock. Trato de no ser tan porteñocéntrica.