La escuela es un edificio

La vuelta a las escuelas es inminente y sus consecuencias inciertas. Te invito a bucear en datos, historia y reflexiones sobre la trama que conforman la infraestructura escolar, la movilidad, el espacio público y la pedagogía en medio de una pandemia que no todavía no está en retirada.

Hola, ¿cómo estás? Espero que estés transitando la segunda semana de febrero de la mejor manera posible. La mía mejoró por el espectáculo de medio tiempo del Super Bowl del domingo pasado. No por mi gusto por The Weeknd, artista que te recomiendo fervientemente que escuches, sino por la cantidad de memes que se generaron a raíz de su costo-efectiva producción.

Mi favorito, acorde con la temática de este newsletter, fue el siguiente

A propósito del Super Bowl -o Supertazón, como le gusta decir a Homero- me pareció curioso un dato: pudieron concurrir apenas 25 mil personas sobre una capacidad de más de 65 mil del estadio, pero 7 mil estaban reservadas para el personal de salud ya vacunado. ¿Una idea para aplicar en la vuelta a los estadios argentinos? Quién sabe.  

En fin, vamos a lo nuestro.

De la casa a la escuela y de la escuela a casa

La vuelta a clases presenciales ya es un hecho. Si bien en varias provincias esto ya había sucedido en algún momento de 2020, en los principales aglomerados urbanos la presencialidad casi no existió, con consecuencias especialmente ruinosas para las familias de menores recursos que tienen mayores limitaciones para acceder a este derecho básico de manera virtual. 

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Sin embargo, la forma en que se va a volver al aula de forma segura no está del todo clara. Lo que es muy claro es este meme que le robé (con permiso) de la edición de ayer de Que la ciencia te acompañe a nuestra Directora de Memes, Agostina Milelo.

No es materia de análisis de este correo la dimensión pedagógica ni epidemiológica del debate sobre el regreso a las aulas, claro. Pero como te mencioné varias veces, pensar una ciudad requiere al menos tener en cuenta como mínimo cuatro dimensiones: vivienda, espacio público, movilidad e infraestructura. Al menos las dos últimas -y veremos que también la tercera- son determinantes para pensar la vuelta a la escuela. 

En los países del hemisferio norte el debate por la vuelta a la presencialidad empezó cerca de septiembre de 2020, el equivalente a marzo aquí en el sur. En ese momento me crucé con este artículo. Nueva York se preparaba para volver a las aulas y el gobierno local había autorizado a 800 escuelas a enseñar al aire libre durante el período escolar de otoño: en patios dentro de las escuelas, pero también en parques y calles adyacentes cerradas al tránsito. 

El espacio público aparecía una vez más desde la llegada del Covid-19 como una opción segura donde encontrarse. En este caso para aprender. Lo que también aparecía en escena era la desigualdad. Mientras el gobierno de la ciudad de Nueva York aprobaba los protocolos, sobre todo en los barrios con mayor incidencia del virus, no otorgaba nuevos fondos para comprar gazebos, pizarras móviles y otros insumos necesarios para mudar el aula al exterior. Así, las escuelas de familias adineradas tuvieron más posibilidades de innovar que las escuelas públicas de barrios más pobres.

¿Se están pensando este tipo de soluciones en las escuelas argentinas de los principales aglomerados urbanos? ¿Qué efectividad pueden tener este tipo de acciones y cuán viables son? ¿Cómo podemos pensar la escuela desde lo urbano y desde la ocupación de los espacios?

Algunas de estas preguntas se las hice a Iván Matovich, que es Licenciado en Ciencias de la Educación y Magíster en Estudios Políticos de la Educación por la University College London (UCL). 

“Lo primero que hay que tener en cuenta cuando hablamos de la intersección entre estas dos dimensiones es que el dispositivo escolar se adapta de manera muy diferente a contextos rurales y urbanos. El segundo punto tiene que ver con los niveles de toma de decisiones y el territorio. Hoy atravesamos un momento en el que las decisiones tienen que ser mucho más territoriales y locales -por ejemplo, tomando en cuenta el nivel de contagios de cada lugar- pero la mayoría de las decisiones se toman a nivel provincial o nacional. Un tercer punto es el transporte: Argentina no tiene un sistema tan extendido de transporte escolar público entonces por lo general se hace uso del transporte público regular y eso hace que la vuelta a la presencialidad no se pueda coordinar tan fácilmente”, analiza Iván. 

En el tercer punto me quiero detener. El documento que circuló el gobierno porteño para la vuelta a la presencialidad instaba a la comunidad educativa a llegar al establecimiento preferentemente a pie o en bicicleta. Acá entra algo de lo que te hablé muchas veces: la ciudad de los 15 minutos, o enunciado de forma menos marketinera, los beneficios de una ciudad densa y con mixtura de usos donde se logra que los servicios esenciales estén cerca de los hogares. 

En este mapa que armó el equipo de Factor Data de la UNSAM podemos ver que, al menos para la escuela primaria y los jardines (no sucede lo mismo para secundarias y jardines maternales), los hogares en la mayor parte de la superficie del AMBA se encuentran a menos de 30 minutos a pie de los establecimientos. 

Pero este dato resulta parcial si se tiene en cuenta que esas escuelas no pueden albergar a la totalidad de les niñes de esos hogares. En CABA, agrupaciones de madres y padres calculan que faltan alrededor de 15.000 vacantes para satisfacer la demanda del distrito. Por este y por otros motivos mandan a sus hijos a escuelas privadas que suelen estar más alejadas de los lugares de residencia, por lo que el uso de transporte público se torna más necesario.

En este artículo que escribió Manuel Becerra para Anfibia, el docente de escuelas secundarias sostiene justamente que uno de los terrenos más pantanosos tienen que ver con la movilidad: “Cómo se articulará la apertura de edificios escolares y el sistema de transporte: aquí está el verdadero nudo del problema. (…) la mayoría de la población en nuestro país vive en aglomeraciones urbanas. Allí, además de los más de diez millones de alumnos y más de un millón de docentes, circulan trabajadores y trabajadoras de todos los rubros (…) de manera que el desafío está puesto especialmente en el transporte público”.

Quizás lo que más llama la atención de la jurisdicción gobernada por Horacio Rodríguez Larreta hace más de un lustro y por el Pro hace 14 años es que se combina la determinación más manifiesta por volver a las aulas cuanto antes y de forma masiva (cada provincia determinó de qué manera volvería y la Ciudad fue la única que planteó un regreso todos los días y con concurrencia total) con una baja sostenida en la inversión educativa. 

Según este informe de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) basado en datos oficiales la asignación presupuestaria a Educación bajó sostenidamente desde 2016 y la presentada en 2021 es la más baja en los últimos 9 años, pasando de representar el 24% del total al 17%. 

La inversión en infraestructura escolar, un elemento clave para el regreso a las aulas, no es ajena a esta merma: los recursos destinados al Programa de Infraestructura Escolar bajaron un 72% en términos reales en el presupuesto de 2021 con respecto al presupuesto de 2020, cuando ya había bajado alrededor de un 20% con respecto a 2018.

La escuela, los espacios y las commodities 

Hablar de infraestructura escolar no es otra cosa que hablar de la escuela como un edificio, como un espacio físico donde un montón de personas se encuentran. “Muchas veces las escuelas no son lugares demasiado abiertos porque están pensadas más como instituciones disciplinarias foucaultianas”, me responde Iván Matovich cuando le pregunto sobre la posibilidad de ventilar correctamente las aulas.  

Además, Iván me contó que que muchísimas escuelas ni siquiera poseen estos espacios o los tienen muy descuidados. Los datos oficiales que pude encontrar, los de CABA, señalan que cerca de un 20% de las escuelas que dependen del Ministerio de Educación porteño no poseen un patio descubierto. 

Sobre la posibilidad de sacar el aula a la calle como se hizo en Nueva York me dijo que “le está costando al sistema educativo en general pensar formas de enseñar al aire libre dentro de la escuela y en espacios públicos de la ciudad. Y también es cierto que hay pocos de esos espacios. Si todas las escuelas salieran mañana a usar los parques del barrio, no habría lugar para todas”. 

Y remarca algo que va mucho más allá de la pandemia: “Acá entra en juego qué lugar se le da a determinadas disciplinas en un contexto de comodificación (tratar algo como una mercancía o un commodity) de los contenidos educativos. En las últimas décadas se fueron dejando de lado la educación física, el arte, la relación con la naturaleza, y otras asignaturas que tienen que ver con relaciones interpersonales y que no están directamente vinculadas a lo que se señala como útil. Y eso está profundamente relacionado con la manera en que usamos los espacios y por qué se usan más los cerrados que los abiertos. Con la pandemia tanto esos contenidos como esos espacios cobraron otra relevancia”, concluye. 

De la escuela palacio a las aulas hacinadas

El tamaño del aula es otro de los elementos urbano-arquitectónicos que se juega en la vuelta a la presencialidad. Según un documento del BID con recomendaciones, las aulas argentinas son las que menor ratio metros/estudiantes exhiben de la región, es decir que son las aulas más hacinadas de Latinoamérica. 

Un aula promedio de nuestro país tiene 45 M2 y la ocupaban, también en promedio, 30 estudiantes en tiempos pre-Covid. Esto hace que para cumplir con la recomendación de mantener 1,5 metros de distancia, la cantidad de personas en el aula debería reducirse en un 67% en un escenario ideal y en un 37% como mínimo. 

El espacio-escuela tiene historia. Hace un tiempo me había guardado este hilo del economista y especialista en educación Alejandro Morduchowicz donde describe las llamadas “escuelas-palacio”, construidas desde mediados del siglo XIX hasta principios del XX en distintos puntos del país y me pareció una punta interesante para seguir investigando.

Verónica Toranzo en Pedagogía y Arquitectura en las escuelas primarias argentinas reflexiona acerca de cómo fue cambiando la forma física de la escuela y comienza su artículo así: “La escuela tiene hoy muchos espacios del pasado, lugares para el aprendizaje que muchas veces no tienen en cuenta el movimiento de quienes habitan en ella. Espacios pensados para la quietud y no para el movimiento. Espacios cerrados frente a pocos, y muchas veces pequeños, espacios abiertos”. 

Las tipologías en que Verónica clasifica las escuelas me pareció interesante:  “Llevan el nombre de quienes idearon su concepción (Escuelas Sarmientistas), de los arquitectos que las construyeron (Waldorph, Gelly Cantilo), del estilo de vivienda de Buenos Aires de la época (Esquema cerrado, Esquema ¨U¨ y Vivienda chorizo adaptada), en función de nombres importados (Estilo Internacional y República), por su lugar de emplazamiento (Escuelas Parque), por la época de construcción (Década del 60), por la denominación de un plan de construcciones o el nombre del intendente que lo propició (Plan 60 o Escuelas Cacciatore), por su sistema constructivo (Prenova y Adaptada), por su reciente construcción (Moderna) o por su ubicación (Entremedianeras)”, describe la autora.

Para terminar quería compartir con vos la cronología que construyó la autora para su trabajo:

  • 1880: construcción masiva de escuelas encargada por Sarmiento. Tienen como objetivo constituir la identidad nacional. Grandes y lujosas escuelas. Patios poco espaciosos (1m2 por alumno) y con condiciones precarias de higiene (falta de patios, luz y aire suficientes).
  • 1899: Plan de edificación escolar de la CNE en el cual se revaloriza el patio elevando sus medidas a 2,96 m2 por alumno. Se comienzan a notar algunas mejoras sobre todo en relación con la luz y la ventilación con el nuevo enfoque higienista heredero del último brote de fiebre amarilla.
  • 1914: se empiezan a adaptar casas para dar clases por el aumento de la matrícula, provocado por la inmigración que se acentúa con la Primera Guerra Mundial.
  • 1940: fuerte ligazón a la política porque se realizan gran cantidad de escuelas, sobre todo en los barrios obreros.
  • 1960: ante nuevas necesidades sociales de asistencialismo surgen los comedores y los jardines maternales, otorgándose mayor importancia a la resolución funcional, técnico-constructiva que a la expresión formal de los edificios.
  • 1976: se descentraliza la educación y cada provincia y la Municipalidad de Buenos Aires queda a cargo de la construcción de escuelas. Los estudios de arquitectura convocados planificar y construir 30 escuelas en un año, respondiendo a la consigna que fue en un principio diseñar escuelas “de tiza y pizarrón”, concepción de quietud en la relación pedagógica. En una segunda etapa surgió la necesidad de contar con un espacio educativo integrador. Son la mayoría de las escuelas de hormigón y ladrillo a la vista.
  • Durante la década del 90 la Dirección de Investigación Educativa (DIE) de la entonces Municipalidad de Buenos Aires realiza un relevamiento del parque escolar existente y concluye que los edificios escolares no estaban adaptados al nuevo currículum.

Bonus tracks

  • Según una encuesta de la Federación de Inquilinos Nacional, el 80% de quienes alquilan en Argentina se tuvieron que endeudar y el 40% no tiene certezas de dónde va a vivir en los próximos meses. Además, el 96% cree que el Estado no controla la correcta aplicación de la Ley Nacional de Alquileres aprobada el año pasado.
  • Me encantó esta nota sobre la historia de las casitas alpinas al costado de la Avenida General Paz. Me gustaría vivir en una pero ya se demolieron todas para que entren más autos en la autovía.
  • Esta semana cumplió 147 años una de las ciudades más maravillosas del mundo que tenemos la suerte de que esté en Argentina. No recuerdo si ya lo hice pero te recomiendo mucho que leas Mar del Plata. Un sueño de los argentinos, de Elisa Pastoriza y Juan Carlos Torre.

Eso es todo por hoy.

Que tengas un lindo fin de semana.

Abrazos,

Fer

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Escribo sobre temas urbanos. Vivienda, transporte, infraestructura y espacio público son los ejes principales de mi trabajo. Estudié Sociología en la UBA y cursé maestrías en Sociología Económica (UNSAM) y en Ciudades (The New School, Nueva York). Bostero de Román, en mis ratos libres juego a la pelota con amigos. Siempre tengo ganas de hacer un asado.