Juguetes: 6 formas de vivirlos más allá del tiempo

Un puñado de películas, libros y poemas con la presencia insoslayable de estos objetos lúdicos.

Los juguetes conviven con nosotros con su presencia inerte. Prestan su forma para disparar la imaginación de los niños y a la vez refuerzan peligrosamente algunos estereotipos. Son compañía y también construyen memoria e identidad. Revisemos entonces algunas representaciones de los juguetes considerándolos como parte de nuestro patrimonio cultural: objetos lúdicos que pueden ser tanto documentos del pasado como dispositivos de ficción.

Muchos artistas usaron juguetes para sus obras (León Ferrari, Feliciano Centurión, Liliana Porter, y la lista sigue). Pero en vez de usar sus producciones para ilustrar, preferí poner los objetos solitarios, sin ninguna intervención. Muchos de ellos son demasiado icónicos y con solo verlos ya se activa la evocación. Empecemos.

Muñequitos del chocolatín Jack

UNO. Escala 1:43

Este Hilo se empezó a armar cuando recibí por correo un ejemplar del bellísimo libro Escala 1:43. Juguetes, historia y cultura material, escrito por Jordana Blejmar, Natalia Fortuny y Martín Legón. Es nada menos que el reverso escrito de una muestra que tuvo lugar en el Parque de la Memoria entre agosto y noviembre de 2022 (y que yo me perdí). El trabajo de curaduría es impecable, porque va situando a estos objetos en estrecha relación con la historia del país. La muestra/el libro empieza con los juguetes distribuidos gratuitamente por los gobiernos peronistas para Reyes o Navidad: dos millones de juegos de té o autitos a pedal que regalaban a “nuestros queridos descamisaditos” y que activaron su industria. Después, los curadores/autores se ocupan de los juguetes que eran miniaturas de objetos utilitarios más grandes (maquinitas de coser marca Norita, carritos de supermercado, pequeñas cocinas) con los que las niñas de la época empezaban a vislumbrar sus roles domésticos en la división sexual del trabajo. Y también los analizan como dispositivos lúdicos que reforzaban los imaginarios de los períodos de mayor violencia política a través de las réplicas de los Falcon verdes, de los aviones militares para armar, y de juegos de mesa como El Estanciero –con su acopio de tierras y títulos de propiedad–, o el TEG –con sus estrategias de guerra desplegadas sobre el tablero–. Hacia el final, se encargan de estudiar la llegada de los juguetes importados durante la década del noventa, porque transformaron la matriz productiva y también las aspiraciones de esas infancias. El libro está sostenido por un archivo visual impecable y por las obras de artistas que comprendieron todo el potencial simbólico que los juguetes transmiten. De lo más conmovedor de sus páginas: la colección de muñecas que Chicha Mariani, una de las fundadoras de Abuela de Plaza de Mayo, fue juntando de cada uno de sus viajes para su nieta Clara Anahí. Chicha se murió en 2018 sin encontrarla, pero las muñecas siguen esperándola, aunque ella tenga ya unos 47 años. ¿Dónde estarás, Clara Anahí?

DOS. Los cortos de María Luisa Bemberg y Albertina Carri

¿Qué tienen en común estas dos directoras argentinas? Supongo que varias cosas, pero una sin duda es el hecho de haberle dedicado un corto a los juguetes y su doble vara. Ambas critican las estrategias sexistas, heteronormativas y patriarcales que hay detrás de ciertos juguetes tradicionales. En el caso de Bemberg, su corto de 11 minutos llamado solamente Juguetes (1978) está armado a partir de entrevistas directas a niños y niñas de la época en medio de una exposición en la Rural. Ellos responden a la pregunta “¿qué querés ser cuando seas grande?”. Y se los registra en escenas de juego: las niñas planchando ropita o acunando bebés, maquillándose y peinándose frente al espejo, y los niños empuñando espadas o disparando armas de juguete… Es muy impactante el corto, porque condensa muy bien los estereotipos y a la vez tiene toda la espontaneidad de la infancia. Les recomiendo que lo vean por acá (gracias, YouTube).

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En el caso de Albertina Carri, el corto se llama Barbie también puede estar triste (2002), y es una docuficción animada con las tradicionales muñecas rubias y las voces de Susana Pampín, Juana Molina, Divina Gloria y Eusebio Poncela. En una especie de melodrama porno LGBT, Barbie está atrapada en un matrimonio desafortunado con un Ken sádico y tiene una relación tóxica y cargada de culpa con su mucama latina. Siempre afilada, Albertina arma una parábola sobre el consumismo moderno y la mentalidad machista en stop motion: la muñeca que es símbolo de belleza y feminidad burguesa blanca y norteamericana está insatisfecha y se vuelve vehículo de denuncia de ciertas dinámicas de dominación. (No la encontré online en este momento) (Carri retoma los juguetes en Los rubios para contar la desaparición de sus padres usando playmobil en 2003).

Tren Patagonia

TRES. Catálogo de juguetes

Sesenta y cinco juguetes y juegos son los protagonistas de este libro encantador llamado justamente Catálogo de juguetes, de la escritora italiana Sandra Petrignani, publicado en español por la ya extinta editorial La Compañía (y reeditado en 2017 por Páginas de Espuma, siempre con traducción de Guillermo Piro). Organizado en distintas entradas, la autora detalla alguna particularidad del juguete en cuestión atendiendo a las sutilezas o reflexiones que le provoca. Es un poco melancólico el enfoque, pero lo justo y necesario, porque justamente los juguetes nos trasladan a otro tiempo y a lo que sentíamos con ellos. Giorgio Manganelli dice en el epílogo: “Un catálogo de juguetes no es inevitablemente un libro de angustiosas evocaciones infantiles; como los muñecos sicilianos y las marionetas, los juguetes constituyen un mundo alternativo, un cosmos maravilloso e imposible, un conjunto de gestos, de ritos, de fórmulas mágicas”. Cuando encontramos en la memoria un juguete del que nos acordamos repentinamente, volvemos a la tierra de los hallazgos, y eso se agradece mucho. Aquí hay algunos fragmentos del libro publicados en la revista de la UNAM (la plastilina, el flipper, la casita de muñecas, el caballo mecedor).

Pinypon

CUATRO. Colaboración especial / Juguetes por María Negroni

Para esta edición se me ocurrió convocar a María Negroni, una escritora exquisita que siempre tuvo a la infancia muy presente. Le pregunté por los juguetes –porque sé que ella colecciona algunos, y se toma muy en serio las colecciones–, y me sugirió que compartiera con ustedes una entrada de su libro Pequeño Mundo Ilustrado, que publicó en 2011 y amplió en 2021, en el que ordena alfabéticamente, en ensayos breves y poéticos, sus obsesiones.

Juguetes

El pintor De Chirico los llamó “adivinanzas para pequeños príncipes”. Se incluyen aquí los trompos, las bicis, los títeres, las figuritas con brillantes, los gusanos de seda, las esferas de nieve, es decir, todo aquello que transporte mágicamente a la ciudad materna, a ese momento siempre absoluto –e irrecuperable– previo a la contaminación, el conocimiento y la conciencia. Giorgio Agamben agregó que los puerilia ludicra están emparentados con los ritos funerarios y los objetos rituales, uniendo muerte e infancia, experiencia e historia. En el reino de un niño, sostuvo, la miniaturización permite conocer el todo antes que las partes y por tanto vencer, captándolo a simple vista, lo temible del objeto.

Ese embeleso persiste en algunos adultos privilegiados. La boîte à joujoux que dedicó Debussy a su hija Claude Emma en 1913 –cuyo “tema” es una caja de juguetes que se anima– alcanza por sí sola como prueba. Se recordará que Debussy, que fue amigo de Mallarmé y de Satie, solía dar conferencias para chicos en la radio, y que compuso también la suite para piano Children’s Corner.

(…)

La felicidad infantil proviene de esa aglomeración azarosa, solitaria y placentera, parecida a la que experimentará más tarde el poeta moderno, encarnado para siempre en Baudelaire, cuando proyecte sobre las cosas su mirada alegórica, transportando sus objets trouvés al desorden de la poesía. Los cajones donde el niño guarda sus tesoros son arsenales y zoológicos. Los del poeta serán reservas de imágenes y retazos de lenguaje. En ambos casos se trata de un objetivo muy simple y muy complejo: habitar un “tiempo perdido”. Como los niños, los poetas intuyen el vínculo exacto entre curiosidad y memoria, melancolía y resistencia, aventura y tolerancia. Y lo que buscan es nada menos que liberar a las cosas de su destino utilitario y al lenguaje de sus taras más odiosas: quedarse en su propio coto de caza donde es posible seguir siendo un pequeño príncipe. La poesía es la continuación de la infancia por otros medios.

¡Gracias, María!

Muñeca Marilú

CINCO. Arturo Carrera y su títere de la moneda

Para volver sobre la afirmación de Negroni de que “la poesía es la continuación de la infancia por otros medios”, les dejo abajo uno de mis poemas favoritos del gran Arturo Carrera (Pringles, 1948), incluido en su libro Potlatch de 2004 en el que se ocupa justamente de la cultura material, de lo que el dinero como intercambio provoca en los niños y en los adultos. Me emociona mucho.

Dice así:

Títere de la moneda

Pringles, 4 de enero de 2004.

Viene un chico a la puerta y grita desde afuera:
«Señor, ¿tiene una monedita?».
Abro la mirilla grande de la puerta negra,
le digo entre los relieves oscuros: «¡Sí, ya
vuelvo!» Y voy hasta la caja donde guardo
los títeres de guante; me calzo uno y
lo llevo hasta la mirilla, ahora Boca del Teatrino:
«-¿Síiiiiiiiiiiii?» –y el chiquito se ríe.
Y el títere de la moneda le da la moneda.
¡Por suerte no soy yo!
El títere de la moneda le da la bienvenida a mi puerta.
¡Por suerte no soy yo!
El títere le dice que todos los remordimientos
son esa monedita trucha que le da.
Que todo el dinero del mundo
es su mentira que le entrega.
Que toda la falsedad de la Tierra cabe
en nuestro dolor, en la mísera alegría
de ese instante sin rencor: «¡Gracias, Señor,
hasta mañana!».

SEIS. El Museo del Juguete

Antes de terminar, una recomendación. Resulta que en la localidad de Boulogne, San Isidro (a unos 15 minutos de Panamericana y General Paz), se encuentra el Museo del Juguete. Fui varias veces porque es una salida genial para grandes y chicos (la entrada es un bono contribución). El edificio está emplazado en un jardín muy grande, y al entrar ya un poco nos transportamos a otro tiempo. En cuatro salas se exhiben piezas de colección muy bien conservadas, agrupadas según la historia de su producción y de las transformaciones de los juegos individuales y grupales de nuestro país. Es un paseo muy agradable que además sirve para mostrarles a los chicos de hoy los objetos con los que nos divertíamos en el pasado. Hay cosas inesperadas que les llaman la atención. Y varios juegos y juguetes se pueden probar en el lugar, por lo que la visita es interactiva y no solo de contemplación. Todas las imágenes de este Hilo son de hecho fotos de objetos de su colección. Así que les sugiero esa excursión.

Es licenciada en Letras por la UBA y trabaja hace muchos años en la industria editorial. Fue editora en las revistas El Interpretador y Los Inrockuptibles. Forma parte del equipo de Caja Negra, una editorial psicoactiva y heterogénea. Tiene un ciclo de entrevistas con escritores y escritoras en el Malba. Si los libros fueran comestibles, podría alimentar a miles de personas con los que acumula en su biblioteca. Lo que más le gusta es viajar.