El silencio de los indecisos

Las encuestas no registran fuera de los rígidos. Qué representa el triunfo de Maximiliano Pullaro. Sergio Massa, China y el Fondo.

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El fin de semana dejó dos episodios, aparentemente inconexos entre sí, pero de extraordinario impacto interno -por lo ocurrido, en un caso, y su potencialidad, en el otro- en la coalición opositora: el triunfo de Maximiliano Pullaro en las PASO de Juntos por el Cambio en Santa Fe y las declaraciones de Juan Manuel López, uno de los lugartenientes de Elisa Carrió, sobre un eventual gobierno de Patricia Bullrich. “Yo cuando lo charlo con amigos lo pongo en términos de series televisivas. Me imagino una presidencia de (Javier) Milei como la segunda temporada de El Reino, que es un delirio. Y me imagino, aunque creo que no porque Patricia pudo haber aprendido de esa experiencia, un gobierno suyo con dificultades como la serie de 2001”, dijo López en Radio Con Vos.

Las declaraciones del jefe del bloque de la CC tienen relevancia porque impactan, tácitamente, en el eje de flotación de Bullrich: la economía. El análisis es repetido: como el plan económico va a ser doloroso para la sociedad, el eventual gobierno va a aplicar un orden represivo que “no va a funcionar”. La reacción no tardó en llegar. Damián Arabia, custodio hace años de la titular en licencia del PRO y tal vez la figura más cercana a la candidata, lo rigoreó por Twitter. Lo mismo hizo Federico Pinedo. Con menos certezas que hace 60 días, el bullrichismo está convencido de un triunfo en su PASO que dejaría -de replicarse mínimamente las lógicas provinciales- a JxC al borde de los 40 puntos.

La elección de Pullaro, por su parte, tiene varios ángulos para abordarla, pero probablemente el primero sea la posibilidad que se le abre al exministro de Seguridad de Miguel Lifschitz: con hacer una gestión de gobierno modesta y una política con cierta sofisticación -que, a juzgar por las declaraciones de Martín Lousteau, es una prioridad para el armado próximo oficialista-, el radicalismo puede estar frente al nacimiento de un dirigente nacional. Esta hipótesis la ampara un dato de gobernabilidad: de repetirse los resultados del domingo, va a ser la primera vez que un oficialismo gobierne con mayoría en ambas cámaras en Santa Fe.

La “mayoría silenciosa” que acompañó a Pullaro -y que otra vez no detectaron las encuestas- abre un signo de interrogación sobre la certeza que tiene parte del sistema sobre un triunfo de Bullrich en la primaria de JxC. No solo porque ese colectivo imaginario es la apelación de Larreta sino porque probablemente las encuestas no logren advertir a ese elector reactivo a participar excepto con su voto. Como en la mayoría de los distritos que le fueron esquivos a Unión por la Patria, los resultados se explican más por deterioro peronista que por crecimiento opositor.

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Si bien el anclaje nacional por la identificación de los candidatos es insoslayable, el armado de Pullaro tuvo una lógica puramente provincial. Si uno usara las matemáticas de una manera rupestre diría que en las últimas elecciones, los resultados se dividían en tres tercios. Este año, dos de esos tres tercios se juntaron y le ganaron al restante. Con ese prisma, los rivales internos de Horacio Rodríguez Larreta quisieron bajarle el precio al vínculo de H con el candidato ganador. Pullaro se encargó de disipar las dudas al día siguiente: “En la interna voy a votar por Larreta”. Esto no se traduce, sin embargo, a que la performance provincial de Pullaro matchee necesariamente con los números de Larreta en la nacional, pero le da un envión de confianza para la última milla. Una semana olvidable para el macrismo salafista que no terminó de digerir la “cancelación” de Franco Rinaldi y vieron a sus verdugos festejar frente a su candidata en una de las provincias más importantes del país. La realidad acabó, fortuitamente, coincidiendo con Carolina Losada. “Que gane el sentido común”, proponía la candidata sponsoreada por Mauricio Macri. Ganó el sentido común: que no ganara Losada. A pesar de las acusaciones, Pullaro, tal vez sin saberlo, evocó a Jorge Luis Borges con su “yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”, y anunció que iba a convocar a la senadora cuyos votos, igualmente, no tienen opción de fuga.

Eso no alcanza a explicar la mala performance del peronismo, inesperada hasta para los más pesimistas armadores de Marcelo Lewandowski. Si bien los primeros análisis desembocaron en la desilusión de la sociedad santafesina con Omar Perotti -que no logró ni paz ni orden, su lema de campaña-, un articulador de la oposición lo resumió ante #OffTheRecord: “Acá, al menos, el peronismo no está de moda. Y si a eso le sumás que no hicieron campaña, no pegaron, no dieron una definición, es muy difícil”. Los resultados, sin embargo, son elocuentes. En 2015, Antonio Bonfatti obtuvo 445 mil votos en las PASO de diputados luego de ser gobernador. Lifschitz, en 2019, 516 mil votos después de su gestión. Perotti, 241 mil votos. Un fracaso con luces de colores. El otro gran derrotado de la jornada, menos visible por el triunfo opositor, fue el PRO que quedó sin representación en las cabezas de las candidaturas más importantes de la provincia.

El socio silencioso de la PASO opositora fue el socialismo a quien en los análisis inmediatos lo daban como uno de los derrotados. Con un poco de zoom se puede advertir que esa lectura es apresurada. Hasta 48 horas antes de la elección -y con un ofrecimiento de ministerios y lugares en las listas difícil de rechazar-, el socialismo llevaba a Clara García de candidata a gobernadora y a Mónica Fein como cabeza de lista para diputados. El enroque se reveló -hasta ahora- exitoso y, de mantenerse los resultados de la PASO, García -viuda de Lifschitz- se quedaría con la presidencia de la Cámara y su partido con 12 de los 28 legisladores oficialistas que conforman más de la mitad del cuerpo.

Estos resultados, paradójicamente, benefician al Sergio Massa ministro de Economía mientras preocupan al candidato. El viaje de los funcionarios más relevantes de su equipo a Washington deja en evidencia el grado de avance que, finalmente, alcanzaron las conversaciones iniciadas hace más de dos meses para paliar los efectos cambiarios y monetarios de la sequía. De uno y otro lado señalan que el acuerdo está cerca y descuentan que el anuncio será en cuestión de días, antes del receso por el verano boreal. Massa y las autoridades argentinas habrían conseguido un compromiso para no profundizar los requerimientos de esfuerzos fiscales, por lo que, en ese plano, se evitaría un ajuste. Sin embargo, las certezas declamadas chocan con algunas dificultades que persisten, en particular sobre el tipo de cambio oficial, donde Massa enfrenta la intransigencia de la directora ejecutiva Gita Gopinath, que pretende forzar medidas concretas para corregir el atraso cambiario.

En los balances públicos sobre su propia experiencia como funcionario, Luis Caputo se quejó amargamente de la mirada de Christine Lagarde y David Lipton cuando debió discutir con ellos el modo de empleo del préstamo récord que, contra sus propios estatutos, el FMI había otorgado a la Argentina para evitar -sin éxito-, una crisis económica y financiera de calado. Las autoridades del organismo, en aquel entonces, obligaron al presidente del Banco Central a dejar de utilizar las reservas como una barrera “artificial” para defender el tipo de cambio. Caputo había jugado todo el poder de fuego del Central para topear en 25 a una devaluación que, de 20 a 23 pesos por dólar, había superado el 15%. Desde el FMI pusieron como condición para fortalecer las reservas con fondos del préstamo, una política de no intervención que, de acuerdo a la teoría del organismo, permitiría llevar a un tipo de cambio de equilibrio y aumentar la confianza. Entre mayo y el inicio de septiembre de 2018, el dólar pasaría de 20 a 40. Sin techo ni certidumbre, las reservas “recompuestas” por el refuerzo del Fondo sólo sirvieron para habilitar la salida de inversores de corto plazo y alimentar la fuga de capitales.

El ejemplo del gobierno de Macri, que tuvo del Fondo una voluntad de apoyo político con pocos paralelos en la historia, es ilustrativo de las dificultades que los países con problemas financieros idiosincráticos encuentran frente a la rigidez dogmática del organismo. Timothy Kaldas, experto del Instituto Tahrir, señala en un artículo publicado en Foreign Policy un problema similar en las políticas de los acuerdos con Egipto: muchos economistas con entrenamiento teórico en los países accionistas, pero insuficiente conocimiento del país con el que acuerdan. Mientras el Fondo, para autorizar desembolsos que permitan evitar que el país caiga en “atrasos” -el equivalente al default en la jerga fondomonetarista- y enfrentar movimientos especulativos, exige una devaluación real del 25–30%, Massa rechaza cualquier movimiento brusco del tipo de cambio oficial y apuesta por un desdoblamiento para algunos sectores.

Si bien la inflación adicional por un movimiento del tipo de cambio no impactaría antes de las primarias, cualquier salto del dólar oficial está acompañado por episodios de inestabilidad política, máxime en tiempos de elecciones. Un escenario así, a su vez, podría alimentar una espiralización cuyos riesgos son imprevisibles en su extensión, a pesar de que, con cepo y brecha, las externalidades negativas sean muy diferentes de las que se materializaron durante el macrismo. Massa juzga innecesaria, ineficiente y peligrosa la devaluación pedida por el organismo y transmitió a su nutrida agenda de contactos en el gobierno de los Estados Unidos su preocupación por lo que considera son exigencias equivocadas del Fondo Monetario.

Massa cuenta en la negociación con otro activo cuya verdadera extensión se desconoce, pero podría ser un game changer. China se convirtió en un protagonista ineludible en la gestión de los problemas de deuda en Pakistán, Sri Lanka y algunos países africanos, como Zambia. La potencia asiática cumplió -tanto para esas naciones como para el FMI- un rol ambiguo pero novedoso. Por un lado, se puso un traje que hasta el momento sólo había usado el FMI: prestar cuando nadie en el mercado está dispuesto a hacerlo. Con la particularidad que, en el caso chino, gran parte de esos préstamos están dirigidos a financiar infraestructuras, aún en condiciones de estrés financiero. Casos como el de Pakistán son ilustrativos de un rol que pivotea entre el de un socio que comparte costos con el Fondo y un actor disruptivo que compite en su rol global. El uso del swap como herramienta financiera para afrontar vencimientos y pagar importaciones, remediando en parte las urgencias de la sequía y sorteando las rigideces del board, resultó una iteración novedosa de esta dinámica. Los rumores, hasta ahora negados a nivel oficial, de que China pondría a disposición los recursos del swap para afrontar todos los vencimientos del año podrían tener dos efectos: un Massa más fuerte en la negociación con el Fondo y, si el acuerdo no se concretara y se cubriera con financiamiento chino, un nuevo actor en la mesa con el que negociar el próximo año.

Esta vez, antes de terminar, quiero recomendarte dos artículos que publicamos en nuestra web que han tenido mucha repercusión en los últimos días y que, no casualmente, se vinculan con el problema de la vivienda, su posibilidad de acceso y el entorno. En la primera, Manuel Socías, plantea una serie de propuestas para enfrentar el déficit habitacional. En la segunda, el magister en Economia Urbana, Federico Poore, intenta responder a las preguntas: por qué nuestros barrios son cada vez más iguales y qué posibilidades hay de modificar esa tendencia. Este tipo de contenidos son posibles gracias al apoyo de nuestra comunidad de Mejores amigos. Si todavía no sos parte, quizás esta es la oportunidad que estabas esperando (?).

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Iván.

Es director de un medio que pensó para leer a los periodistas que escriben en él. Sus momentos preferidos son los cierres de listas, el día de las elecciones y las finales en Madrid. Además de River, podría tener un tatuaje de Messi y el Indio, pero no le gustan los tatuajes. Le hubiera encantado ser diplomático. Los de Internacionales dicen que es un conservador popular.