El MAS vuelve al poder

Bolivia vive una fiesta democrática. Chile se prepara para el plebiscito.

¡Buen día!

Espero que esta semana te encuentre bien. Ya nos conocemos lo suficiente (¿hace cuanto nos escribimos? ¿Más de un año?) para saber que al menos hubo una noticia que te alegró. Alguna buena nos iba a tocar. 

Sobre el tema noticias y nuestro vínculo, tengo que contarte algo. Estos son mis últimos correos en Cenital. Te lo quiero decir ahora para no interrumpir de golpe y que el adiós –o el hasta luego– sea un proceso. Nos vamos a hacer compañía hasta las elecciones de Estados Unidos. Después, este newsletter quedará en buenas manos. El motivo, y es importante remarcarlo, tiene que ver con que me voy a enfocar en otros proyectos de los cuales ya te voy a contar más adelante. Pero no quiero que hoy sea con clima de despedida, en parte porque no estoy emocionalmente preparado, así que hagamos de cuenta que solo te dije la noticia. Ya habrá tiempo para saludarnos.

Hasta entonces, vamos a Bolivia. 

EL MAS VUELVE AL PODER

El tweet de Jeanine Añez fue el último rayo de una tormenta que duró un año. 

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

Los más de 20 puntos de diferencia que otorgaban los boca de urna al MAS fueron suficientes, y el reconocimiento de su victoria en la misma noche electoral, a la espera de los resultados oficiales, –una postal impensada apenas unas horas atrás– se apiló rápido. Luis Arce ganó con más del 50% de los votos, una victoria tan extraordinaria como categórica. La fachada cayó sin ruido. 

Hoy te quiero proponer algunas claves de lectura sobre el triunfo del MAS y lo que viene. 

1.

Los resultados de esta elección –el conteo oficial acerca al MAS al 55% mientras Mesa araña el 30% y Camacho supera apenas el 14%– desacreditan la tesis de fraude en las elecciones del año pasado. A pesar de las irregularidades en el conteo rápido en 2019, resulta creíble que Evo haya sacado más del 40% de los votos, con 10 puntos de ventaja sobre Mesa. De hecho, en la gran mayoría de los centros de votación que la OEA registró como fraudulentos en 2019, el MAS ha alcanzado porcentajes similares –y en algunos casos mejores– en los comicios de este año. Eso quiere decir que el MAS conservaba al momento del golpe una base sólida de votantes y que Luis Almagro, al que todavía le quedan 5 años al frente de la organización regional, tiene algunas explicaciones que dar. 

2.

La foto, sin embargo, es distinta. El MAS no solo ha mejorado su performance sino que lo hizo sin Evo como candidato, con una renovación en el liderazgo del partido y bajo una serie de amenazas y persecuciones judiciales lanzadas desde la maquinaria estatal, a la que tuvo en contra por primera vez en 15 años. 

Mantener la unidad fue clave. Esto que hoy puede parecer como un elemento más a destildar en una lista de quehaceres no era una tarea simple. El MAS es un partido donde conviven movimientos sociales, sindicales, campesinos e indígenas de diferentes perfiles y lugares del país, muchas veces con intereses y visiones en pugna. Ante el levantamiento cívico seguido del golpe de Estado, con Evo en el exilio y sin el pegamento simbólico del poder, el MAS tranquilamente se pudo haber fraccionado y desmovilizado. Pero no solo se mantuvo unido sino que rápidamente se dotó de una nueva narrativa. Una que desbordó las proclamas de resistencia y trazó un camino para la vuelta al poder. Con fuerte presencia en las calles y en el Parlamento, donde se destacaron liderazgos disímiles como los del dirigente cocalero Andronico Rodriguez y la senadora Eva Copa, el partido se mantuvo a flote incluso antes del anuncio del binomio presidencial. 

Pablo Stefanoni sugiere, además, dos cosas que me parecen importantes. La primera es que el MAS consiguió cierta autonomía relativa de la figura de Evo, cuyo exilio –al igual que el de otras figuras de la primera línea– obligó a la renovación que tanto se había discutido en los últimos años; el discurso, en un tono menos radicalizado que el que llegaba desde Argentina, estaba más enfocado en la vuelta del partido al poder antes que en la de Evo. La segunda también fue producto de la circunstancia: la persecución y represión por parte del gobierno de facto le dio al MAS una épica que había perdido tras 14 años en el Estado. “El partido se había burocratizado mucho. Ahora tuvo que volver a la calle”, me señaló Pabló. 

Pero no fueron solo las figuras críticas o las nuevas generaciones las que ocuparon un rol en mantener la unidad. “Lo cierto es que Evo también ha operado desde Argentina para que el proyecto político no se fraccione”, me dijo Susana Bejarano, una periodista y politóloga boliviana. Con visitas y llamadas diarias con dirigentes de distintos sectores, la contribución de Evo no ha sido únicamente, como promueven algunas lecturas, su ausencia. 

3.

El binomio presidencial del MAS, encabezado por el economista Luis Arce y secundado por David Choquehuenca, un dirigente con peso en las bases indígenas y distanciado de Evo desde 2017, ha resultado ser efectivo para ampliar el techo de votos de las últimas elecciones. 

No se trató solamente de moderar el discurso, “bajarle un poco el volumen”, incorporar la autocrítica. Arce, el arquitecto de la estabilidad económica que tuvo Bolivia durante los 14 años del MAS en el poder, fue quizás el único candidato con una agenda proactiva, con promesas de mejora económica para una clase media de la que, además, es parte. 

“Uno de cada tres bolivianos ha bajado una de sus ingestas diarias, o sea que si antes comía cuatro veces por día ahora come tres. La crisis la estamos sintiendo todos”, me explicó Susana. “Entonces empiezas a mirar a Arce como un tipo, un burócrata, que te puede sacar del problema. La clase media, que antes podía pagar el crédito de la casa y del auto y hoy tiene los bolsillos apretados, empieza a ver en Arce una figura que puede estabilizar y repuntar la economía”. Esto fue rubricado por la maquinaria territorial del MAS, con presencia en todo el país. “Fue una campaña dinámica, con presencia en las calles y mercados. El MAS instala a la crisis como un factor fundamental en las elecciones”.

4.

Ninguna de las opciones que el MAS tuvo enfrente fue capaz de ofrecer una alternativa convincente para aquellos sectores indecisos, que manifestaron su disconformidad con la última candidatura de Evo en los sucesos del año pasado. Este punto es revelador. 

Para un partido que gobernó 14 años, el espejo tan breve como traumático de la gestión de Añez, marcada por el desborde sanitario, la falta de respuestas económicas a los sectores informales y el desfile de escándalos de corrupción, entre ellos uno que involucró sobreprecios en la compra de insumos médicos, fue particularmente útil para su narrativa de Orden. Pero no fue solo eso. El discurso revanchista, muchas veces racista y nativista, que verbalizaba Arturo Murillo en cada una de sus apariciones posiblemente haya generado alienación en varios grupos sociales al tiempo que la promesa del interinato fue adulterada con la propia candidatura de Añez. El gobierno de facto pudo haber intentado trazar puentes con el mundo popular. No lo hizo, o no tuvo éxito, da igual, fracasó.

Carlos Mesa, por su parte, ha demostrado ser, una vez más, un hombre que nunca llega a tiempo. Cuando asumió como presidente en el 2003, la misma fuerza social que había empujado a su antecesor terminó haciendo lo propio con él dos años después. El levantamiento del año pasado, por otro lado, que desembocó en el golpe de Estado y en la promesa borrosa de nuevas elecciones, fueron una ola que lo descolocó también, y produjo rivales a su derecha, a los que enfrentó adoptando una posición más dura. Y cuando el panorama volvió a aclararse, con Añez ya fuera de juego, Mesa ya estaba entregado a la narrativa del voto útil contra un MAS que había ganado fuerza. Tampoco trazó puentes con el mundo popular. Sin una agenda propositiva, la candidatura de Mesa ofreció menos épica y dinamismo que la de sus rivales a ambos lados, y terminó sacando menos votos que el año pasado. Su derrota es también la de la élite paceña tradicional que lo respaldaba. 

Luis Fernando Camacho no alcanzó el 1% de los votos en La Paz pero sí el 45% en Santa Cruz, donde salió primero. “Camacho vendía el cruceñismo. Su apuesta era cruceñizar Bolivia. Es un discurso identitario que el occidente no compra”, me dijo Stefanoni. Pero como charlamos la semana pasada, su candidatura no se expresaba en términos nacionales sino regionales, un poder en disputa. La novedad de su liderazgo (era un desconocido hace apenas un año), su cercanía con la gente (bolsonarismo for import), entre ellos los jóvenes, y su cruceñismo exacerbado lo distinguen, apunta Pablo, de otros líderes regionales como el gobernador Rubén Costas. Cuando falta menos de un año para las elecciones subnacionales, para Camacho el objetivo está cumplido.

5.

Luis Arce asumirá la presidencia sin el poder político que ostentó el MAS en sus primeros 14 años y en el medio de una crisis económica que pondrá a prueba su currículum de buen gestor. El margen de victoria le da aire, aunque ignorar las raíces del estallido del año pasado probablemente sería un error. El rol que ocupará Evo en el nuevo gobierno, si bien se descarta un lugar en el gabinete y Arce evita referenciarlo, será clave y todavía está por verse. La composición del partido y su actualidad desalientan tanto la tesis de que va a gobernar Evo como la que asume que no va a tener lugar alguno (elige tu propio Lenin Moreno). La convivencia entre Arce y Choquehuanca, que expresan dos sectores distintos del MAS y que pueden chocar por ejemplo en la visión del modelo productivo, es otra de las grandes incógnitas a futuro. El partido no va a ser el mismo que gobernó hasta 2019. 

Le pregunté a Pablo por los sectores medios y urbanos que apoyaron el levantamiento en noviembre. “Yo creo que por un tiempo va a haber una desmovilización grande de estos sectores. Esto es una derrota profunda, sobre todo por la diferencia. No se lo esperaban. Creo que el gobierno no debería, de todas maneras, subestimar su capacidad de movilización. Arce seguramente intente articular un gobierno más amplio, pero eso lo vamos a poder empezar a ver con la conformación del gabinete”, me respondió. Una diferencia importante será que el MAS tendrá mayoría parlamentaria pero no los dos tercios que supo tener antes. Necesariamente deberá haber diálogo con la oposición, hoy a cargo de Carlos Mesa.

El vínculo con las fuerzas de seguridad y con las élites cruceñas posiblemente sean otros de los desafíos a futuro. Con respecto al primer caso, para Pablo “el desafío es cerrar las heridas. El problema se daría si Arce fuese vengativo. Yo no creo que su poder esté en riesgo. Posiblemente cambiarán las cúpulas tanto en la policía como en las Fuerzas Armadas. Si resuelven los asuntos salariales con la policía y evitan cierta promiscuidad entre lo militar y lo político creo que el mando va a ser aceptado”. Para surfear el segundo eje, y evitar el conflicto territorial que tuvo Evo con Santa Cruz, en su primer mandato, Arce probablemente deba buscar algún tipo de pacto económico. 

Pero eso también está por verse. Hace unos correos, cuando hablamos sobre gobernabilidad en América Latina, te dije que era inútil predecir escenarios y que había margen para giros y buenas noticias. Lo que pasó en Bolivia esta semana es una buena noticia. No da lo mismo. Nunca nada da lo mismo. 

CHILE SE ABRE AL PROCESO CONSTITUYENTE

El domingo tenemos plebiscito constitucional en Chile. Es la posibilidad, como conversamos hace unas semanas con Patricio Fernandez, de darle una salida institucional al estallido social que tomó las calles el año pasado y sentar las bases para un nuevo contrato. 

Se van a hacer dos preguntas:

  1. ¿Quiere usted una nueva Constitución? (apruebo o rechazo)
  2. ¿Qué tipo de órgano debe redactar la nueva Constitución? (una Convención Constitucional, conocida popularmente como Asamblea Constituyente, o una Convención Mixta Constitucional, compuesta por parlamentarios y constituyentes).

La mayoría de encuestas dan una ventaja clara, superior al 60%, tanto a la aprobación como a la opción de una Convención Constitucional. Y por ahora un gran número de ciudadanos dice que va a ir a votar, a pesar de la pandemia. 

Ayer le pregunté a Pablo Borquez, estudiante de Ciencia Política de la Universidad de Chile, dónde había que poner en el ojo. Me habló de dos cosas. 

  1. ¿Por cuánto ganan las dos opciones? Pablo da por descontado que van a ganar el sí y la Convención Constitucional; el tema es por cuánto. Puntualmente, la pregunta es si van a superar los dos tercios, que es la mayoría necesaria para impulsar los grandes cambios –sobre todo en materia de derechos sociales– a la hora de discutir el contenido de una nueva constitución. “El efecto simbólico de ganar con más de dos tercios sería importante en el camino para borrar el legado pinochetista”, me dijo.
  2. ¿Cuánta gente va a participar? Hay 14 millones y medio de personas habilitadas a votar, y en las elecciones no suelen votar más de 8. Una alta participación en el inicio del proceso es clave para romper con la apatía política que era (es) parte del modelo actual, y le daría impulso a la fuerza social. Para Pablo, entre 8 y 10 millones de votantes es ir por el buen camino. “Si votan más de 10 millones, superior al 65% del padrón, ya podemos hablar de una revolución electoral en ciernes”, me explicó. Además de la participación general, hay que mirar dos cosas. Lo primero: cuántos jóvenes votan. Si la participación juvenil en las elecciones apenas supera el 30%, un proceso donde voten más de la mitad de los habilitados sería muy saludable. El segundo elemento es la participación de las periferias urbanas, los ciudadanos de clases bajas y medias bajas que estuvieron en el centro del estallido social el año pasado y que no suelen votar masivamente en elecciones.

La semana pasada se cumplió el primer aniversario del estallido y hubo protestas que mostraron niveles de violencia similares a los del comienzo. El estallido social no cesó. Este fin de semana Chile tiene una primera oportunidad para empezar a bocetar una salida institucional y política a esa crisis. Canalizar la bronca. 

PICADITO

  1. Conmoción en Nigeria por una feroz represión en una protesta contra la brutalidad policial.
  2. Estados Unidos se ofrece a mediar en Nagorno-Karabaj.
  3. Jacinda Ardern logra una victoria aplastante en las elecciones generales de Nueva Zelanda.
  4. Estados Unidos demanda a Google por abusar de su posición frente a la competencia.
  5. Brexit: Reino Unido vuelve a la mesa y hay esperanzas por un acuerdo en la recta final.

QUÉ ESTOY LEYENDO

Falta poquito para las elecciones en Estados Unidos y uno de los temas que han dominado la campaña –y el año– ha sido el temita de la polarización. Esta semana me crucé con algunas lecturas piolas al respecto. El País, en la pluma de Amanda Mars, publicó una serie de tres crónicas para abordar el tema: los conservadores en la progresista Oregón; viajar entre estados para acceder a un aborto; y la operación fallida para secuestrar a la gobernadora de Michigan. En Cenital, que es casi lo mismo pero un poco más chico(?), Martín Schapiro escribió un texto buenísimo sobre la polarización y radicalización en el marco de la contienda electoral. También te recomiendo este hilo de Facundo Cruz a propósito de un informe del Pew Research sobre diferencias entre votantes acerca de cuestiones cruciales en el manejo del proceso electoral. Se puede poner feo. 

LO IMPORTANTE

¿Te acordás del famoso tweet de Elon Musk, que reivindicó el golpe de Estado en Bolivia? Bueno, la industria local de memes terminó cobrando el cheque.

Hermoso.

Ah, hoy es el último debate presidencial en Estados Unidos y podés ir entrando en ritmo con este spot buscando el voto latino para DONALD TROMP. Sí, está bien que se te pegue. ¿Cómo no se te va a pegar?

Una última cosita para que termines bien la semana. Un fragmento de la última intervención de Pepe Mujica antes de dejar su banca como senador.

Ahora sí, este correo termina acá. Gracias por haber leído y recordá que todavía nos quedan un par de semanas de compañía.

Nos leemos el jueves.

Un abrazo,

Juan

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Cree mucho en el periodismo y su belleza. Escribe sobre política internacional y otras cosas que le interesan, que suelen ser muchas. Es politólogo (UBA) y trabajó en tele y radio. Ahora cuenta América Latina desde Ciudad de México.