¿Distintos o no tanto?

Para muchos votantes del Frente de Todos, peronismo y kirchnerismo son dos caras de la misma moneda, pero para otros no. ¿Por qué?

«Cuando nos dicen kirchneristas es porque nos quieren bajar el precio, porque nosotros somos peronistas» solía decir Néstor Kirchner. Sin embargo, entre la crisis del campo y la muerte del pingüino, se forjó una identidad kirchnerista que desbordó los límites del peronismo tradicional, dejando a muchos peronistas «clásicos» afuera e incorporando a muchas personas no peronistas. A una década del nacimiento del kirchnerismo como corriente política con nombre propio, y tras la unidad bajo el binomio Fernández-Fernández, nos preguntamos: ¿qué tienen en común y en qué se diferencian quienes se reconocen peronistas a secas (P), los peronistas kirchneristas (PK) y los kirchneristas a secas (K)?

Para responder esta pregunta nos valdremos de una serie de encuestas (la de Preferencias Políticas y la de Costumbres Argentinas y la de Relaciones Sociales) que hicimos en los últimos meses con la talentosa colega Sol Civale. Como hemos aclarado en otras notas, y a pesar de que en total participaron más de 35.000 personas, estas encuestas (difundidas online) no son representativas del conjunto de la población argentina y sus resultados no pueden extrapolarse por fuera del universo de la gente que votó (mayormente clases medias y medias-altas). Las encuestas incluían una pregunta por la identidad política, que permitía respuestas múltiples. El formato dio lugar a distintas identidades (simples o compuestas). En esta nota, nos ocuparemos de aquelles que se definieron peronistas, peronistas kirchneristas, o kirchneristas a secas.

Primera pista a nuestra pregunta: en octubre casi todos votaron al capitán Beto, aunque sólo algunos escuchen la canción de Spinetta.

Patria, Dios y Familia

Diferencia uno: el nacionalismo correlaciona más con el peronismo (K o no) que con el kirchnerismo a secas. Como vemos en el gráfico, los PK son los que más se identifican con el nacionalismo como colectivo político (12%), mientras entre los peronistas a secas la cifra cae al 7%. Terceros cómodos en la «carrera del ser nacional» quedan los K no peronistas (apenas el 3% se identifica con el «nacionalismo»).

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Fuente: Encuesta de Costumbres y Relaciones Sociales
Estas diferencias en el grado de nacionalismo se plasman de otras maneras. Quienes se reconocen peronistas y kirchneristas (PK) disfrutan más de las fiestas patrias que los P y, sobre todo, que los K. Del mismo modo, los PK están más en desacuerdo con la frase «Argentina es un país de mierda» que los que son sólo K o sólo P (y ni que hablar con el resto de los votantes, sobre todo los de Macri/Espert). Ante la pregunta «¿cuál es la primera palabra que se te viene a la mente cuando escuchás ‘Argentina'», los tres grupos mencionaron en primer lugar «patria». Pero en los peronistas kirchneristas esta palabra apareció con notable mayor frecuencia que en los K o los P y, sobre todo, el resto de los encuestados.
Diferencia dos: los peronistas son más familieros (y amigueros) que los K no peronistas. Los peronistas (sobre todo los K) se juntan más seguido con familiares y amigos y disfrutan más las fiestas de fin de año que los kirchneristas no peronistas, que parecen ser un poco menos gregarios. En una de las encuestas preguntamos por rasgos de la personalidad, y encontramos que los peronistas (K y no K) se perciben en promedio más extrovertidos y sociables que los kirchneristas a secas, quienes se reconocen más introvertidos. Tampoco resulta casual que los peronistas (particularmente, los no K) se identifiquen más con los perros y los kirchneristas no peronistas con los gatos. (En una de las encuestas preguntamos por tenencia de mascotas y por «qué animal serías si no fueras un humano»).
Fuente: Encuesta de Costumbres y Relaciones Sociales
Diferencia tres: el peronismo no K correlaciona con una mayor religiosidad que el kirchnerismo, que es más ateo. Pero no sólo eso: dentro de las personas religiosas, el peronismo (sobre todo el no K) se liga más con el catolicismo, en tanto que en quienes se identifican como kirchneristas sube la proporción de personas practicantes del judaísmo. Vale agregar que muchos de quienes se definen simultáneamente como pertenecientes al kirchnerismo y el judaísmo vienen de tradiciones políticas del centro para la izquierda, como el «progresismo», el «comunismo» o la «izquierda» a secas. En otros términos, entre quienes definen su identidad política con más de un atributo es más probable encontrar el binomio «kirchnerista y progresista» que «peronista y progresista».
Fuente: Encuesta de Preferencias Políticas.
«Fútbol para Todos»: una bandera kuka que chorrea peronismo
Una diferencia marcada entre peronistas a secas y kirchneristas reside en el interés por el fútbol. Los peronistas no K son sensiblemente más futboleros que el resto, particularmente que los kirchneristas no peronistas (ver gráfico a continuación). Asimismo, en las encuestas surge que el porcentaje de personas que no hincha por ningún equipo sube en los K no peronistas y, a la inversa, los peronistas (tanto K como no K) experimentan mucho más goce colectivo tanto en los mundiales como yendo a la cancha. En sintonía con esto, no resulta casual que la imagen positiva de Maradona sea más alta en los PK y P que en los K.
Fuente: Encuesta de Costumbres Argentinas
¿Típico de machirulo?
Definitivamente, el peronismo correlaciona con una serie de prácticas y preferencias que históricamente estuvieron mucho más conectadas con lo masculino que con lo femenino, y a la inversa con el kirchnerismo. El fútbol es un claro ejemplo de ello, pero la cosa no se agota allí. El consumo de carne (y, sobre todo, con un punto de cocción menor, gusto que correlaciona más con lo masculino) es más alto en los P que en los K, mientras que el vegetarianismo -más difundido en las mujeres- es un poco más frecuente en los K que en los P. Comprar alimentos en lugares connotados como «saludables» como las dietéticas y tiendas naturistas (práctica mucho más usual en mujeres que en varones) es más de K que de P. La ingesta de gaseosas azucaradas (algo más recurrente en varones que en mujeres) es mayor en los PK y en los P que en los K, que toman menos gaseosas en general; las gaseosas light, por el contrario, correlacionan no sólo más con lo femenino que las azucaradas, sino también con los votantes de Macri, en donde la preocupación por la apariencia física y el temor a subir de peso es mayor que en los votantes de Alberto Fernández o de la izquierda (ver gráfico).
Fuente: Encuesta de Relaciones Sociales
Efectivamente, en todas las encuestas que hicimos nos dio que dentro de los peronistas (sean kirchneristas o no K) hay más varones que mujeres (55% vs 45% aproximadamente), en tanto que en los K no peronistas más mujeres que varones (también 55-45). Más allá de que CFK sea mujer (vale agregar, los kirchneristas no peronistas son más cristinistas que nestoristas, si los comparamos con los peronistas kirchneristas y, sobre todo, que los peronistas no K), que el peronismo seduzca más a los varones tiene que ver en parte con cómo estaba estructurado el mundo del trabajo a mediados del siglo XX.
Hace 70 años, en todo Occidente (y en Argentina también) la participación de las mujeres en el mercado laboral remunerado era notoriamente menor que en la actualidad (en donde, de todos modos, más de la mitad de empleos pagos siguen siendo explicados por los varones). Por ese entonces, era mucho más común que los hombres fueran los principales y únicos perceptores de ingresos del hogar, a partir de empleos estables (muchos de ellos en la industria). La sociedad industrial fue de la mano con una creciente sindicalización, históricamente mucho más vinculada a los varones que a las mujeres. No es casualidad que, aún hoy, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Estructura Social (de 2014-2015), el 59% de los afiliados a un sindicato sean hombres.
Tras la Segunda Guerra Mundial, y en el marco de la Guerra Fría y de altas demandas sociales, los países avanzados erigieron Estados de Bienestar, con diferentes variantes. De acuerdo al sociólogo danés Gøsta Esping Andersen, los países anglosajones (con Estados Unidos a la cabeza) edificaron Estados de Bienestar «liberales», con relativamente baja protección social; en tanto, los nórdicos construyeron capitalismos socialdemócratas, con regímenes de bienestar universales y muy generosos, y con una relativamente alta igualdad de género. Entre estos dos tipos quedaron lo que Esping Andersen denomina Estados de Bienestar «conservadores», y que fueron típicos de Europa Continental y, agregamos nosotros, de la Argentina del peronismo. En los Estados de Bienestar «conservadores» hay una alta protección laboral y muchos derechos para los trabajadores sindicalizados, pero el clivaje de género es muy claro: son mayormente los hombres jefes de hogar quienes son asalariados y se vuelven beneficiarios de estos derechos, que luego extienden a su familia. Por el contrario, en esta variante de capitalismo, las mujeres son mayormente amas de casa a cargo del cuidado familiar.
No es sorpresivo, pues, que haya proximidad entre la identidad peronista y una serie de usos y costumbres ligados a los muchachos, como el fútbol o la carne. No sólo eso, el nacionalismo es una identidad política sensiblemente más atractiva para los varones que para las mujeres (75% de quienes se definen nacionalistas son hombres, quizá porque para muchas personas el término «nacionalista» remite indirectamente a instituciones altamente masculinizadas, como el Ejército). Y, a su vez, la mayor importancia de la religión y la familia en los P que en los K tiene un correlato en una visión del mundo en la cual hay roles de género diferenciados y jerarquizados. Este núcleo machirulo del peronismo (presente también en tradiciones políticas como el radicalismo o la derecha clásica), y evidenciado en el hecho de que los líderes sindicales o los gobernadores peronistas sean casi en su totalidad hombres, es quizá uno de los factores que explican por qué la V peronista es hoy algo más esquiva para las mujeres que para los varones.
El primer trabajador
-¿Qué sos?
-Mecánico de la FIAT.
La cultura peronista se forjó a mediados del siglo XX, donde el modelo sustitutivo de importaciones abría las puertas de las fábricas a los migrantes rurales, permitiendo «a la gran masa del pueblo» acceder a bienes y servicios que antes le estaban vedados, dando así demanda keynesiana a un capital al que al mismo tiempo combatía. El ingreso a un trabajo formal y fabril habilitaba el sueño de la casa propia (créditos para la compra de lotes o barrios montados por las grandes empresas alrededor de las plantas industriales), la salud (obras sociales sindicales), las vacaciones pagas o el aguinaldo. El oficio era el componente principal de la identidad, en épocas donde se podía pasar toda una vida haciendo el mismo trabajo en la misma fábrica.
Fuente: Encuesta de Costumbres Argentinas y Encuesta de Relaciones Sociales
Es lógico entonces que, ante la pregunta «¿En qué clase social te ubicás?», quienes se reconocen peronistas (sobre todo los PK) se autoperciban un poco más como «clase obrera» que los kirchneristas a secas (10% versus 8%, diferencia pequeña pero estadísticamente significativa), quienes se ubican un poco más dentro de la «clase media». En la misma clave, la afiliación a un sindicato es algo mayor en los PK que en los K, y también el acuerdo con la frase «los sindicatos ayudan a tener una sociedad más igualitaria». Ante la pregunta «¿Qué es lo que más querés mejore en Argentina?», la desocupación es una problemática más importante para los P que para los K, quienes se ven relativamente más interpelados por el concepto de desigualdad, el cual es más caro a la tradición progre. De todos modos, estas diferencias entre P y K son relativamente menores si las comparamos con el resto de los encuestados (sobre todo los del centro para la derecha), para quienes el término «productividad» es mucho más relevante.
Fuente: Encuesta de Preferencias Políticas
Yo voy en trenes, no tengo dónde ir
El mencionado clivaje de género entre peronistas a secas y kirchneristas también se cuela en la dimensión ambiental. En nuestras encuestas hemos detectado que la preocupación por el cuidado del medio ambiente es más frecuente en mujeres (representan el 61% de quienes se definen como ecologistas), a la inversa de lo que ocurre con el desarrollismo (78% de quienes se identifican como «desarrollistas» son hombres). Si bien desarrollismo y ecologismo no son términos necesariamente irreconciliables, sí existe una tensión, en tanto ciertas ramas del ecologismo han llegado a abogar por una política del «decrecimiento» económico con el objetivo de evitar un mayor deterioro ambiental. En cambio, para muchos desarrollistas la obsesión principal es justamente el crecimiento y la ampliación del excedente económico, a través de la mejora tecnológica y de la productividad, aún si eso implicara cierto daño ambiental. No sorprende entonces que quienes se identifican con el kirchnerismo (y, sobre todo, las mujeres kirchneristas) estén más de acuerdo que los peronistas con restringir la minería en Argentina en aras de la sustentabilidad ambiental (ver gráfico). Tampoco sorprende por qué ante la pregunta por tenencia de plantas en el hogar, los kirchneristas respondan que las cuidan más que los peronistas.
Fuente: Encuesta de Preferencias Políticas
En una de las encuestas preguntamos qué es lo más importante en una pareja, con opciones como la inteligencia, la belleza física, la lealtad, el compañerismo o la sensibilidad, entre otras. La lealtad correlacionó más con ser peronista no K; el compañerismo, un poco más con ser peronista y K; la sensibilidad, con ser K no peronista.
De acuerdo al psicólogo moral estadounidense Jonathan Haidt, nuestras preferencias morales tienen seis dimensiones, una de las cuales es la lealtad, la cual se caracteriza por valorar el mantenerse con el grupo (la familia o la Nación). Quienes valoran la lealtad, consideran que quien se sale del grupo es un «traidor». Por su parte, la sensibilidad se liga con otro de los fundamentos morales, que es el cuidado y la protección ante el daño que pueden sufrir los indefensos. De ahí que las personas que valoran la sensibilidad sean más ecologistas y vegetarianas.
Pero hay más. En una de las encuestas preguntamos acerca de prácticas artísticas y musicales. Y allí encontramos que las personas que valoran más la lealtad están menos interesadas en el arte (hacen menos teatro o danza, tocan menos instrumentos musicales) que la media, pero practican más deportes de equipo (como fútbol o rugby por ejemplo). A la inversa, ser artista correlaciona con valorar la sensibilidad y, a su vez, con un menor interés en lo deportivo. No sorprende, entonces, que el arte se ligue más con lo K que con lo P. Y las personas muy conectadas con el arte tienden a tener preferencias estéticas diferentes al resto.
El título de esta sección es un famoso fragmento de «Todo un palo», uno de los himnos de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Expresa una grieta estética (y política), al contrastar con el «no voy en tren, voy en avión» de Charly García. En las encuestas que analizamos, las preferencias estéticas de los peronistas se asocian mucho más a lo popular: el rock chabón (con bandas como los Redondos, Los Piojos o La Renga), la cumbia, el cuarteto, el tango, el folclore o los Stones. El kirchnerismo no peronista, en cambio, no va en tren: va en avión. Correlaciona más con Spinetta, Charly, Fito, los Beatles, Radiohead y el indie en general (gustos que algunos creen más «sofisticados» y valorados más por quienes tocan instrumentos). Los peronistas K pueden escuchar tanto a Charly como al Indio, en tanto, las bandas pop (como Soda, Babasónicos o Coldplay), en donde el mensaje estético es más importante que el político, se vinculan más con los que no son ni P ni K.
Fuente: Encuesta de Costumbres Argentinas
A estas horas pierdo la memoria si no estoy contigo
¿Demasiada data? Resumamos. La experiencia política vivida entre 2003 y 2015 marcó a fuego a buena parte de la sociedad argentina, reconfigurando las identidades políticas. Si bien el kirchnerismo surgió como actualización política y doctrinaria del peronismo (enarbolando sus tres banderas históricas, independencia económica, soberanía política y justicia social), durante la presidencia de CFK (sobre todo tras la muerte de Néstor Kirchner) nació un nuevo actor: el kirchnerismo no peronista.
¿Cómo podemos explicar las diferencias entre las distintas identidades? Los peronistas a secas parecieran haber sido menos afectados por la experiencia kirchnerista. Su ideario está anclado a mediados del siglo XX: el peronismo histórico, Perón, Evita, la doctrina social de la Iglesia, la comunidad organizada y la familia tradicional. Un mundo donde los jóvenes no desafían a sus padres (no son imberbes ni estúpidos, porque todavía la juventud no existe como sujeto político), el hombre sale a trabajar y tiene vida pública, la mujer cría a los hijos y se ciñe al ámbito privado (como en toda estilización, remarcamos algunos rasgos). Para los P, el trabajo es el gran organizador de la vida y ciertas tradiciones de respeto como ceder el asiento en el colectivo a un mayor (lo cual también hemos preguntado) son muy importantes. La lealtad es un valor central, al igual que ser ordenado y limpio; comer carne no es un crimen. Se perciben emocionalmente más estables, valoran menos la sensibilidad en una pareja y lloran relativamente poco, de modo que no sorprende que vayan menos a terapia. Prefieren a Néstor que a Cristina y tienen una mejor imagen de políticos como Massa o Duhalde que los K. Muchos de ellos se refieren al kirchnerismo como «un frepasismo tardío» o directamente como «progres». Sin embargo, el macrismo y su cruzada contra los «70 años de peronismo» los acercaron al kirchnerismo.
Los peronistas kirchneristas están mucho más atravesados por la experiencia 2003-2015, la sienten como una continuación de la línea histórica San Martín-Rosas-Perón. La crisis del campo les mostró el conflicto distributivo en toda su desnudez y los motivó a tomar partido por «el pueblo» contra «la oligarquía», constituyendo así su propio 17 de octubre. Fueron mucho más interpelados por el empoderamiento del kirchnerismo a la juventud (connotada positivamente y asociada a la «juventud maravillosa» que impulsó al retorno de Perón) y por tópicos del siglo XXI como el matrimonio igualitario o la ley de identidad de género (las que entienden como continuidad de las políticas de género del primer peronismo, como el voto femenino, la organización del Partido Peronista Femenino, la acción de la Fundación Eva Perón). Se definen, a la vez, feministas y nacionalistas. Sus consumos son típicamente nacional-populares: asado, fútbol, rocanrol, cumbia. Se identifican tanto con Néstor como con Cristina.
Entre los kirchneristas no peronistas el factor edad es fundamental: vivieron el menemismo en su juventud -eso los alejó del peronismo-, lo que se evidencia en un promedio de edad más alto que el de los peronistas kirchneristas. Están más cercanos que los peronistas a las izquierdas primermundistas del siglo XXI, lo cual se plasma en consumos y valores menos nacionalistas (recordemos que en Estados Unidos y Europa el nacionalismo se vincula mayormente con la derecha, en tanto que la izquierda es más cosmopolita), en que les moleste más la desigualdad que el desempleo y en una mayor conciencia ambiental, que hace que desconfíen de la minería y sean menos carnívoros. Les cae bien Myriam Bregman y no tan mal Martín Lousteau. A nivel de la personalidad, son más sensibles (lloran más, van a terapia más que cualquier otro) y son menos grupales. Spinetta y Lennon les llegan más que el Indio Solari y Mick Jagger; la AUH y el Canal Encuentro los conmueven más que el Papa Francisco o Maradona, y Cristina los interpela más que Néstor. En 2015, muchos de ellos no eran K, pero el gobierno de Macri y su afán por tildar de «kirchneristas» a quienes se opusieran a sus políticas, terminó identificándolos como tales. De a poco, hacer la V con los dedos en las fotos se les está convirtiendo en reflejo, y si se descuidan quizá terminen tarareando la marchita. Aunque les guste «el anillo del Capitán Beto» spinettiano, la candidatura de Alberto Fernández les causó cierta decepción en un principio, la cual fueron transformando en entusiasmo con el correr de los meses.
Los resultados del pasado 27 de octubre no habrían ocurrido si peronistas no K, peronistas kirchneristas y kirchneristas a secas no se hubieran unido. Ahora que pasó la campaña electoral, ¿podrá el capitán Beto mantener la convivencia entre las muchachas ojos de papel y los muchachos peronistas? ¿O las diferencias político-culturales que aquí marcamos terminarán por conspirar contra ello? El tiempo lo dirá.
1. Respecto a masculinidad y consumo de carne, ver por ejemplo el paper «Real men don’t eat (vegetable) quiche: Masculinity and the justification of meat consumption». Link aquí: