De Dele Alli y Yamila a Tapón y vos, el fútbol no es salud mental

En un mundo en el que hay un suicidio cada 40 segundos, a veces es una peligrosa vía de escape (y un ambiente impiadoso). “Hay personas detrás de los jugadores -nos recuerda Gosens, futbolista de Inter de Milán, y psicólogo-. Sólo funcionás si tu cabeza está libre”.

Dele Alli -o Dele, a secas, como elige llamarse en la camiseta, obviando el apellido de su padre- dice que a los seis años sufrió abuso sexual. Que a los siete ya fumaba. Que a los ocho vendía drogas. Y que a los 11 lo intentaron matar colgándolo de un puente en Milton Keynes, antes de que sus padres biológicos lo enviasen en un viaje de “disciplina” a Nigeria. Dos veces mejor futbolista joven de la Premier League (2015/16 y 2016/17) con el Tottenham de Mauricio Pochettino. Titular en la semifinal de Rusia 2018 con Inglaterra. En la entrevista con Gary Neville en The Overlap, Dele, ahora en Everton, confiesa que a los 24 había pensado en retirarse, que era adicto a las pastillas para dormir: “Probablemente es un problema que no sólo tengo yo. Creo que es algo que está dando vueltas más de lo que la gente se imagina en el fútbol. Por fuera sonreía, parecía que había ganado la batalla. Por dentro, la perdía”.


Dele Alli.


El tío de Williams Tapón, el futbolista amateur -como vos y yo- que se suicidó después de que pateara a un árbitro en la cabeza durante un torneo en Sarandí, dijo que “venía con una mochila muy cargada”, que “estaba mal psicológicamente” y que fue “la gota que rebalsó el vaso”. El fútbol, sabemos, a veces se asume como una peligrosa vía de escape de un mundo que “vive” un suicido cada 40 segundos. Tapón tenía 24 años. Se disparó en la cabeza cerca de las vías del tren Roca. Si el fútbol evacúa, otras veces coagula un ambiente impiadoso y reaccionario ante los problemas de salud mental. Robert Enke había ocultado un cuadro de depresión a hinchas y dirigentes. También su tratamiento psiquiátrico. Era el arquero de Hannover 96 y de la selección de Alemania. El 10 de noviembre de 2009 se paró frente al tren que iba de Bremen a Hannover. “El último hombre muere primero”, lo recuerda por siempre el genial cronista mexicano Juan Villoro en Balón dividido.

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Yamila Rodríguez.


En pleno Australia y Nueva Zelanda 2023, Yamila Rodríguez, delantera de Argentina que juega su primer Mundial, pidió que “por favor” frenasen el linchamiento virtual, insultos y agresiones “sólo” porque es fanática de Cristiano Ronaldo y porque en el pasado había criticado a Lionel Messi: “No la estoy pasando bien”. El odio, que lo excede, tampoco le escapa al fútbol. Y más cuando los discursos desprecian a minorías y son legitimados por ciertos medios y periodistas. “Cualquiera que haya estado dos segundos en esa cloaca que es Twitter -escribió Lionel Pasteloff, periodista en La lupa en los medios– sabe que el problema no es que Yamila tenga tatuado a Cristiano ni que ‘odie’ a Messi, sino que sea mujer, de origen humilde, bostera y futbolista”. Jugadores de Manchester United respondieron a quién aman ver jugar. Alejandro Garnacho priorizó a Cristiano, su excompañero, y no a Messi, su flamante en la selección argentina. ¿Sufrirá algún tipo de hostigamiento? No.

El 38% de los jugadores, según una investigación de la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (FIFPro) de 2015, sufre depresión, estrés, ataques de pánico, ansiedad o angustia, trastornos del sueño y abusos de sustancias. Es decir, cuatro de cada diez (en la población en general, el porcentaje varía entre el 13 y el 17%). En 2020, FIFPro inició un estudio a diez años, desde los inicios de un futbolista hasta después del retiro. En abril, Federico Maraschi -38 años, delantero del Club Ciudad de Bolívar, ascensos con Almirante Brown al Nacional y con Deportivo Merlo a la B Metropolitana- se quitó la vida. Depresión. ¿Cuánto cambió en el fútbol argentino tras el suicidio, hace dos años, de Santiago “El Morro” García? Sebastián Coates, central de Sporting de Lisboa, presente en los últimos tres Mundiales con Uruguay, amigo del Morro García desde los 11 años, cuando se conocieron en las inferiores de Nacional, dijo que la salud mental aún es tabú en el fútbol. En los últimos tres años, juveniles se suicidaron después de que sus clubes los dejasen libres. Hay enfermedades más que desatendidas en el “úselo y tírelo” del negocio de la pelota. “¿Cómo se configura la subjetividad futbolística si desde la infancia les dicen ‘el futuro está en tus manos’, ‘el éxito depende de vos’, ‘tenés que aprovechar esta oportunidad porque no se va a volver a dar’, ‘a los 35 ya no servís más’, ‘estar acá es un privilegio’, ‘si no te esforzás no vas a cumplir tu sueño’?”, se pregunta la psicóloga Débora Majul.

Irene López Ruiz no juega el Mundial en Australia y Nueva Zelanda con España, por más que haya sido campeona del mundo Sub 17 en Uruguay 2018, Botín de Bronce con tres goles y, resaltaron las crónicas, “el cerebro” de la selección: en 2022, a los 20 años, dejó el fútbol profesional. “Podría ‘disfrazar’ los motivos, pero no. Lo dejo por cuestiones de salud mental -expresó Irene López Ruiz, entonces mediocampista de Madrid CFF-. Lo comparto para que sepan que no están solos. Y que sólo tú vas a estar contigo y hay que cuidarse”.

En España, donde hay un boom de clubes exclusivos para el femenino, cada vez más chicas dejan de jugar al fútbol por una “lesión de la que no se habla”, escribe la periodista Andrea Menéndez Faya en Jot Down: la salud mental. La “epidemia silenciosa” en el deporte de élite, agrega, es “una bomba capaz de dejar en cimientos la estabilidad emocional”. La Real Federación Española registra a 907.233 jugadores y a 67.149 jugadoras. “Y ese uso malintencionado de las matemáticas es lo que ejerce una presión desmedida en crías que están en edad de formación y tienen talento, jóvenes a las que se les inculca que ese uno entre 50 mil es accesible y tienen que ser ellas, en las que se depositan las esperanzas y frustraciones de padres, representantes y clubes”. FUTPRO, sindicato de mujeres futbolistas de España, planea un protocolo de protección a la salud mental para el próximo convenio colectivo que incluya un psicólogo obligatorio en los cuerpos técnicos de los clubes de la Liga F. ¿Y los varones, qué esperan?


Robin Gosens.



A los 75 minutos de la última final de la Champions que Manchester City le ganó 1–0 a Inter de Milán en Estambul, entró el alemán Robin Gosens, lateral-volante izquierdo, 29 años. Durante el encierro de 2020 por la pandemia, mientras jugaba en Atalanta y vivía en Bérgamo, una zona en la que los cadáveres se apilaban en los hospitales, Gosens escribió lo que sería Träumen lohnt sich (Vale la pena soñar), con el subtítulo: “Mi camino ligeramente distinto hacia el fútbol profesional”. Hasta los 18, cuando lo detectó un ojeador de Vitesse de Países Bajos en un partido que había jugado con unas cervezas de más encima en Bocholt, Gosens trabajaba en una estación de servicio y sólo jugaba con los amigos.

“En el fútbol es todo muy superficial y se pone poco énfasis en las personas detrás de los futbolistas. Los jugadores son objetos. No odio el negocio del fútbol, simplemente no lo entiendo -reflexiona Gosens-. Parece que no podemos tener problemas. Pienso que es muy importante decir lo que uno piensa. Los problemas con la salud mental no sólo están en el fútbol, sino en la sociedad en su conjunto, y sigue siendo un tema tabú. Sólo podés funcionar plenamente si tu cabeza está libre. Si no, debés buscar ayuda”. Gosens no levantó la Champions en 2023: se licenció en Psicología.

Florencia Bonsegundo

Antes de irnos: el miércoles a las cuatro de la mañana -arriba, arriba, vamos, o Larguirucho-, Argentina se mide ante Suecia en el cierre del grupo G del Mundial de Australia y Nueva Zelanda 2023. Sí, Suecia es potencia, tercera en el ránking de la FIFA entre las selecciones femeninas. ¿Y? ¿No te emocionaste en la remontada (de 0–2 a 2–2) ante Sudáfrica con Florencia Bonsegundo, que siempre lucha y corre un poco más? ¿No viste el golazo de Sophia Braun, que nació en Estados Unidos, de madre argentina, y que ama a la selección? ¿Y el despliegue goleador de Romina Núñez? ¿Y a Yamila Rodríguez, su talento contracorriente? ¿Acaso desconocemos que pertenecen a la generación de futbolistas que pelearon por la (semi)profesionalización -por jugar partidos con la selección-, que lograron el primer punto mundialista en Francia 2019? En 2008 -en otra vida- entrevisté a la socióloga Adolfina Janson, que había publicado Se acabó este juego que te hacía feliz, gran primera investigación acerca del fútbol femenino en la Argentina.

-A lo largo de tantos años de investigación, ¿qué fue lo que más le sorprendió? -le pregunté a la pionera Janson.

-La constancia y el empeño que las chicas ponían en todo momento. En los comienzos, en la etapa que los ingleses llaman del play for fun -o sea, jugar por divertirse-, pese a las dificultades de no contar con apoyo, de tener que trabajar, de la falta de una dieta adecuada, de no contar con dinero para viajar o ir a entrenar.

El fútbol está más allá de los resultados. El fútbol está hecho del material con el que se forjan los sueños. Y hay sueños ligeros, sueños bonitos, sueños frenéticos…

Salú y abrazos,

Roberto Parrottino (Beto)

Es periodista especializado en deportes -si eso existiese- desde 2008. Lo supo antes de frustrarse como futbolista. Trabajó en diarios, revistas y webs, colaboró en libros y participó en documentales y series. Debutó en la redacción de El Gráfico y aún aprende como docente de periodismo. Pero, ante todo, escribe. No hay día en la vida en que no diga -aunque sea para adentro- la palabra “fútbol”.