¿Cómo decide la gente en Argentina?

La opinión pública argentina no está en la tele ni en la prensa ni en Twitter. ¿Dónde está? No tengo ni la menor idea.

Suele decirse que hay dos Argentinas, una a cada lado de la grieta. (O “Argen” y “Tina”. No voy a explicarlo, quien no entienda mírelo porque vale la pena.) Pero la verdad es que estuve mirando algunos datos del sistema político y llegué a la conclusión de que, si hay dos Argentinas, estas no se llaman “kirchneristas” y “macristas”. La división, o mejor dicho la desconexión, más profunda es entre la Argentina de la intensidad y… todos los demás.

Un extraterrestre que hoy cayera a la Argentina y que se viera encerrado en un hotel obligado a ver la televisión, leer todos los diarios, escuchar la radio y seguir Twitter y Facebook (curiosa premisa, pero sigan conmigo) llegaría a la conclusión de que la Argentina es un país trepidante en donde todo el mundo está obsesionado por la política. ¿Cómo si no se explicaría que los programas “Almorzando con” y “Cenando con” están monopolizados por políticos y no por modelos y miembros de la farándula? ¿Que la televisión nocturna esté ocupada por programas en donde los panelistas se gritan los unos a los otros por las noticias del día? ¿Que una persona que era periodista de espectáculos se dedique a tomar dióxido de cloro en cámara mientras llama a defender la libertad?

El pobre extraterrestre seguramente pensaría que en Argentina las preferencias políticas son volátiles y fluctuantes, cambiantes de acuerdo a las idas y vueltas, las mareas y los reflujos de estas discusiones. Que todo el mundo sigue al dedillo los escándalos y las revelaciones y que la opinión sobre los miembros del establishment político cambian según esto. 

Sin embargo, esto no es así. Para decirlo sintéticamente, las opiniones políticas de la mayoría son mucho más sólidas y sostenidas en el tiempo, y los fundamentals (la valoración de la cabeza del ejecutivo, la identificación partidaria, la satisfacción con el gobierno) de la política argentina son bastante difíciles de alterar en un sólo ciclo de noticias. Veamos algunos datos.

Fuente: Informes de opinión pública de Ágora Consultores

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Fuente: Universidad Nacional de La Matanza

Lo que me interesa de estos gráficos no es la valoración en sí, sino cuán suave es la pendiente de los cambios. Sí, en los últimos meses el gobierno de Alberto Fernández cae en su aprobación, pero no se registra un desplome. Tampoco, agrego, es probable que se registre un repunte dramático. Aún en estos meses tumultuosos de pandemia, la valoración es bastante estable. De hecho, es interesantísimo que en todo el mundo la pandemia y las cuarentenas no parecen tener un impacto directo en la valoración de los jefes de estado: ni caen mucho, ni suben mucho.

Este siguiente gráfico me vuelve a la cabeza periódicamente. Esta es la valoración que la opinión pública tuvo sobre la figura del expresidente Mauricio Macri entre febrero de 2019 y julio de 2020: 

Fuente: Zubán-Córdoba Consultores

Entre la mitad y un setenta por ciento de los encuestados tienen mala opinión de Mauricio Macri. La tenía en 2019, la tuvo en diciembre de 2020, y la tiene ahora. Y entre un cuarenta y un treinta por ciento tiene opinión positiva. La estabilidad del rango en que se mueven las líneas es realmente llamativo.

Es más, si miramos la aprobación del gobierno de Mauricio Macri (ya no de su persona, sino de su gestión), veremos que a lo largo de los cuatro años la característica es la estabilidad de las preferencias. La sociedad argentina parece haber decidido más o menos en marzo de 2018 que mucho no le gustaba el gobierno de Mauricio Macri, salvo al cuarenta por ciento que se siente identitariamente representado con su figura, que lo votó en octubre, y que es probable que lo vaya a votar en el futuro si se vuelve a presentar. Ni los millones de seguidores de Juliana Awada en Instagram, ni el WhatsApp que manejaba Marcos Peña, ni la incorporación de Miguel Ángel Pichetto (que Carlos Pagni dijo “iba a mover a los gobernadores peronistas a juntarle votos a Macri), ni las encuestas positivas que el gobierno distribuía movieron el amperímetro. No había mucho misterio en ese momento y no lo hay ahora. 

Fuente: ESPOP, Universidad de San Andrés

Somos nosotros, los que vivimos dentro del círculo rojo de la intensidad, los que nos convencemos a nosotros mismos de que la realidad política es trepidante. Algunos consultores lograron además convencer a inversores de que Macri estaba en camino a un empate antes de las PASO, pero eso es otra historia. En realidad, los datos marcan otra cosa. Las opiniones sociales son más estables de lo que pensamos y, por lo tanto, más difícil de cambiar de lo que nos gustaría. Esto contrasta, sin embargo, con la crispación, los gritos, los insultos y el, digamos, colorismo costumbrista de la cobertura mediática política local.

El misterio, entonces, es ¿cómo deciden sus preferencias los millones de argentinos que no viven en la politización constante? Para decirlo rápidamente, no tengo ni idea. No se trata de que la mayoría que no vive la política intensamente sea ignorante o no se informe sobre lo que sucede: antes bien, se consumen todo tipo de medios de comunicación. Sólo que lo hace… con desconfianza. Según un relevamiento de consumo de medios de Zubán-Córdoba, el 70% de los encuestados sostiene que los medios “informan lo que les interesa a ellos”.

Para finalizar. El gobierno de Alberto Fernández genera por momentos la sensación de estar formado por gente tan pendiente de lo que discute “la tele” y de los hashtags de Twitter como nosotros, los tuiteros promedio. Sus funcionarios tienen presencia en redes sociales y, a diferencia de los últimos años de gobierno de CFK, asisten con frecuencia a programas periodísticos. Todos ellos, hay que señalar, ocurren en un radio de 50 cuadras en la Ciudad de Buenos Aires. Es casi imposible encontrar presencia de periodistas o temas que preocupan a las provincias en la TV. Esto no está mal, siempre y cuando el gobierno (y la oposición, que también es medio-adicta) sepa que la opinión pública no se forma allí. ¿Cómo y dónde se forma? Como dije, no tengo idea. Pero más vale salir del círculo de intensidad y comenzar a investigarlo.

María Esperanza

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Soy politóloga, es decir, estudio las maneras en que los seres humanos intentan resolver sus conflictos sin utilizar la violencia. Soy docente e investigadora de la Universidad Nacional de Río Negro. Publiqué un libro titulado “¿Por qué funciona el populismo?”. Vivo en Neuquén, lo mas cerca de la cordillera que puedo.