Cómo capturar personas: las habilidades del retrato

Artistas extranjeros y argentinos que cultivan las artes de retratar personas.

Hola, ¿qué tal? Espero que estés lo mejor posible. Yo bien. Recién aterrizada de un viaje a España que estuvo muy bueno. Si sos lector o lectora asidua de El Hilo Conductor, recordarás que esto ya sucedió en otras ocasiones. Es que en octubre visito por trabajo una feria que a veces es en Madrid y a veces en Barcelona y no puedo escribir el newsletter. Entonces encargo una edición especial para que reciban algo diferente en sus casillas. El año anterior fue Romi Zanellato quien se lo puso al hombro, y en 2021 Lucas Garófalo se apropió del formato (dos periodistas geniales y además amigos muy queridos). 

Esta vez quise convocar a Imanol Subiela Salvo. No sé si lo conocen a Ima, pero deberían. Él es un periodista que nació en Trelew en 1994 y que colabora en Página/12 y La Agenda. Se especializa en crítica de arte y de libros. Escribe muy bien, con una frescura envidiable. Y es muy curioso. Cuando algo le interesa, va hasta el fondo. Como sucedió con la fotografía. Hace relativamente poco se puso a sacar fotos analógicas como una especie de hobby, y de repente no hay vez que lo vea que no esté con una cámara en la mano. Dispara e inmortaliza como si fuera un deporte sencillo. Es, tal vez, quien está documentando para el futuro todo lo que nuestros teléfonos se aburrieron de capturar. Y en su punto de vista (tanto escrito como el que demuestra tener detrás de la cámara) hay una búsqueda que se va depurando. Le interesan los vínculos entre las personas y las ciudades, las formas en las que nos distraemos o pasamos el tiempo. Le gusta estar rodeado de gente interesante, proponer conversaciones con esas personas que le atraen. De todo esto suele hablar en el newsletter que manda cada semana, Vueltas en la cama, al que les recomiendo que se suscriban. 

Los dejo entonces con Imanol, que preparó un Hilo muy especial sobre fotografía. Leyéndolo aprendí varias cosas, y dejé abiertas muchas ventanas en la compu para mirar todavía más. Gracias, Ima. Y al resto: ¡hasta dentro de quince días!

Entrega especial por Imanol Subiela Salvo

Si soy completamente honesto, tendría que decir lo siguiente: tengo un poco de miedo, temo no estar a la altura de Malena. Voy a esforzarme lo más que pueda, voy a intentar llegarle al menos a los talones y ser, por un único sábado, esa chica inteligente y elegante que es Malena. Ahora sí, vamos a lo nuestro.

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Resulta que hace un tiempo empecé a sacar fotos. Compré una camarita de plástico analógica; la idea era estudiar un poco sobre fotografía para algo que estaba escribiendo, pero me dispersé y ese impulso de escribir quedó atrás: ahora no paro de hacer fotos. Revisando las que tomé en este primer año de flashes, me di cuenta que en su mayoría son retratos. Supongo que esto pasa porque me gusta la gente. O el registro de un momento específico, apenas un segundo, en la vida de las personas. Por eso, cuando pensaba sobre qué escribir, decidí hacer esta edición de #ElHiloConductor sobre artistas fotógrafos que trabajaron con el retrato. Acá va mi selección caprichosa.

Wolfgang Tillmans. Rachel Auburn and son, 1995 

UNO. Wolfgang Tillmans 

Tillmans es un fotógrafo alemán contemporáneo, uno de los más importantes de la actualidad y además es de mis artistas favoritos. Empezó a hacer obras a finales de los años 80. Primero se centró en las fotos de fiestas, durante el auge del acid house. Después se alejó un poco de la nocturnidad para empezar a llevar un registro bastante heterogéneo de la vida cotidiana. Lo mejor de Tillmans es que es un fotógrafo sin tema: en sus imágenes hay de todo, multiplicidad de escenas, colores y personas. Buena parte de su trabajo consiste en hacer libros, entre los que se destaca Portraits. Lo publicó en 2001 y es una selección de algunos retratos de los años 80 y 90. En una entrevista dijo sobre su trabajo: “En relación a los retratos, no estoy interesado en fotografías en las que sienta que el fotógrafo no haya arriesgado lo mismo que el modelo. Lo fascinante del retrato es poder captar un vistazo de la fragilidad de una persona, combinado con su fuerza y su belleza”.

Este artista alemán tiene la habilidad de generar un segundo de complicidad con la persona retratada. No sé exactamente cómo lo hace, pero una foto de su mamá es tan íntima y privada como el retrato que hizo de Frank Ocean, a pesar de que el músico ni siquiera lo estaba mirando –este retrato después se transformó en la portada del disco Blond. Hay algo en la manera de mirar de Tillmans que imprime en sus retratos algo de verdad, como si pudieran registrar por un instante todo lo que hay dentro de una persona.  

Nan Goldin, Misty and Jimmy Paulette in a taxi, 1991

DOS. Nan Goldin

Tillmans no podría haber sido Tillmans si no hubiera existido antes Nan Goldin. Ella es una fotógrafa norteamericana que se dedicó a fotografiar la escena under durante los 70 y los 80. Además, fue de las primeras artistas en utilizar la fotografía como una disciplina para registrar y narrar su propia vida. Hoy, esto de contar nuestra intimidad no parece la gran cosa, pero hace casi cincuenta años era toda una hazaña. Las fotos de Goldin registran un mundo completamente alternativo: en él podemos encontrar fiestas, drogas, sexo, personas queer, amor, amistad y violencia. En The ballad of sexual dependency, un libro que publicó en 1986 –tal vez su obra más famosa–, ella recopiló una serie de fotografías que mostraban un estilo de vida bastante radical y por momentos muy trash y sórdido. Una de las fotos más emblemáticas de ese libro es un autorretrato que se tomó un mes después de que un amante la moliera a golpes. Sin embargo, prefiero otro libro suyo que se llama The other side, donde está la serie The beauty parade, en la que se recopilan un montón de retratos que hizo entre 1990 y 1992 de sus amigas y amigos. Ahí está la foto que Goldin hizo arriba de un taxi de dos amigas suyas mientras volvían de una fiesta. En esta serie, ella consigue que el color sea una lucha contra el desánimo, una manera de encontrar la felicidad y el placer en un contexto donde todo era bastante hostil –discriminación, problemas de adicciones y la crisis del VIH/SIDA al mango–. Digamos que con estas fotos rompe el horizonte de expectativa que hay sobre estas personas. No se están muriendo de angustia, ni están a punto de matarse: están arriba de un taxi, con las piernas cansadas, después de hacerlas bailar en la pista durante toda la noche. 

Daidō Moriyama, Sin título

TRES. Daidō Moriyama

Del otro lado del mundo, en Japón, Daidō Moriyama se la pasó haciendo retratos sin que muchos de los retratados se enteraran. Su manera de hacer fotos es bien rara: sale a caminar por la ciudad con una camarita analógica de bolsillo, como las que tenía todo el mundo décadas atrás, y registra sin parar todo lo que se va encontrando durante su deriva. Sus fotos son en blanco y negro la mayoría de las veces, a veces desenfocadas, a veces sobreexpuestas. Lo curioso es que esa manera de disparar no es mirando por el visor a la altura de sus ojos: muchas veces ni siquiera levanta la cámara, la deja a la altura de su cintura, apunta en la dirección que quiere y dispara. En el documental Near equal –solo está disponible con subtítulos en inglés, lamentablemente– él explica las razones de su método y también se lo puede ver paseando por la ciudad, retratando a todo el mundo disimuladamente. En este sentido su obra es lo contrario de la de Tillmans y Goldin: lo suyo es la ausencia de intimidad. Sin embargo, sus retratos son muy expresivos. Tal vez su manera tan caprichosa de fotografiar sea la que provoque estos retratos tan exagerados y llamativos. No hay color, no hay intimidad, pero sí hay mucha expresión.  

Alejandro Kuropatwa, Pata Villanueva, 1997

CUATRO. Alejandro Kuropatwa

Dicen que Charly García le hizo una canción al fotógrafo argentino Alejandro Kuropatwa y que se iba a llamar así: “Kuropatwa”. También dicen que cuando el músico mandó el nombre en la lista de temas, los diseñadores no le entendieron la letra y el título que finalmente apareció fue “Kurosawa”, como el apellido del director de cine japonés. Alejandro se volvió famoso por dos cosas: por sus retratos del mundo del rock y por los que les hizo a sus pastillas antirretrovirales, las que tomaba para combatir al VIH y que reunió en su serie Cóctel. En sus fotos consiguió mezclar el brillo del pop y la fashion photography con la época que le tocó vivir. Parece que Kuropatwa era muy encantador y que gracias a ese carisma convenció a Pata Villanueva de hacer una sesión de fotos con toda su familia. Ella posó para él con un bronceado de cama solar y con billetes que le salían del escote. Solo con esa sesión, Alejandro expuso los entretelones de lo que simbolizaba el menemismo. Con esos pocos retratos convirtió la decadencia en glamour. Cuando le preguntaron por qué había pasado de Cóctel a algo tan frívolo, él contestó: “Yo no veo esas fotos como frivolidad, sino como desesperanza”.

Nora Lezano, Charly García, 2002

CINCO. Nora Lezano

Para mí hay dos maneras de acercarse a una imagen, a una obra de arte. La primera tiene que ver con lo intelectual: me acerco porque me interesa. La segunda tiene que ver con el afecto: me acerco porque me hace sentir bien, porque lo quiero. No tienen por qué saberlo, pero nací en Trelew y soy muy fan del rock nacional. Y como soy muy fan del rock nacional, soy muy fan de los retratos de Nora Lezano. Cuando vivía en el sur tenía una carpeta en mi computadora que se llamaba “Fotos Nora”. Ahí ponía todos los retratos que ella hacía de los músicos y músicas que yo admiraba. Por eso, a las fotos de Nora me acerco desde el afecto. 

Muchos años después, el destino quiso que trabajemos juntos en Radar, el suplemento cultural de Página/12 en el que escribo. Verla en acción es una cosa alucinante. Ella llega y con lo que tiene alrededor te arma una situación. Tiene oficio y tiene ojo, es como si hubiera un sensor adentro suyo que le indicara qué es lo que necesita de cada persona y cada espacio para poder hacer un buen retrato. Y esta habilidad la tuvo siempre, de hecho hace poco más de veinte años lo pasó a buscar a Charly en un taxi para hacerle unas fotos para Rolling Stone y en un semáforo en rojo bajó y  abrió la puerta para hacerle una foto. García iba tocando la guitarra con un ampli en el asiento de atrás. “El volumen estaba tan al mango que el taxista quedó sordo. No escuchó que abrí la puerta, ni me vio. Arrancó y me caí del taxi. Yo escuchaba los gritos de Charly, pedía parar, ya no tocaba –contó Nora–. Yo estaba en la calle: la cámara se abrió. La rescaté, me dolía todo. Subí llorando, toda raspada, y Charly me abrazó, me dio besos y me dijo: ‘Sos igual que yo, no medís el peligro’. Cuando llegamos al estudio quiso usar mi remera, una que decía kick me”. El resultado de toda esa secuencia es la foto de acá arriba, en la que Lezano convirtió su remera y las manos de Charly –a punto de bajarse los pantalones o de terminar de subirlos– en uno de los retratos más icónicos que se hicieron del músico. 

Alberto Goldenstein, Retrato de Sebastián Gordín, circa 1995

SEIS. Alberto Goldenstein

Alberto Goldenstein debe ser de los fotógrafos artistas más importantes de la escena local. Su paso como director de la fotogalería del Centro Cultural Rojas configuró el mundo de la fotografía argentina durante las últimas décadas –la muestra de Kuropatwa con las fotos de la familia de Pata Villanueva se expuso ahí mismo, por ejemplo–. Una de sus obras más famosas es El mundo del arte, una serie de retratos de artistas que sacó entre 1989 y 2001. En una entrevista que le hice hace algunos meses, Goldenstein explicó que para esas fotos llevó a los artistas a lugares específicos de la ciudad que sirvieran como una metáfora de lo que él percibía de ellos, de sus obras, de la sensibilidad que tenían. Con su manera de mirar el mundo, gobernada por una atención flotante que pone todo a un mismo nivel, y casi sin darse cuenta, Goldenstein creó un registro a todo color que representa a una generación de artistas.

Como decía al comienzo, hace un tiempo empecé a sacar muchas fotos y un día, para terminar un rollo, le hice un retrato a Mariana Enriquez mientras esperaba un taxi para irse a su casa. De esto me olvidé por completo, y varios meses después, cuando fui a revelarlas, encontré esta foto que oscila entre lo bizarro y lo perverso, como lo hace a veces su literatura. Supongo que conseguir un buen retrato también tiene que ver con el azar, con estar de casualidad en el lugar indicado, en el momento justo. Pero esto es la Argentina y estamos en un momento tan complicado que incluso al azar hay que ayudarlo. 

Mariana Enríquez por Imanol

Gracias por leer hasta el final. Me sentí muy honrado de ser invitado por Male para escribir esta edición de #ElHiloConductor. Si te gusta lo que hacen mis colegas en Cenital, podés aportar a la causa sumándote al grupo de Mejores Amigos. 

A mí me encontrás en Instagram como @malasenial y me podés leer todos los sábados en el newsletter Vueltas en la cama.

Gracias por leer. Espero que nos veamos antes de lo pensado.

Imanol

Es licenciada en Letras por la UBA y trabaja hace muchos años en la industria editorial. Fue editora en las revistas El Interpretador y Los Inrockuptibles. Forma parte del equipo de Caja Negra, una editorial psicoactiva y heterogénea. Tiene un ciclo de entrevistas con escritores y escritoras en el Malba. Si los libros fueran comestibles, podría alimentar a miles de personas con los que acumula en su biblioteca. Lo que más le gusta es viajar.