Cambio climático: el peligro de un candidato negacionista

Qué se pone en juego cuando un político como Javier Milei, Jair Bolsonaro o Donald Trump ponen en duda la ciencia. Cómo el calentamiento global afecta la economía y nuestra vida.

Hola, ¿cómo estás? Espero que bien.

A esta altura del partido me angustia un poco escuchar discursos negacionistas del cambio climático, y me gustaría estar hablando de otros temas, pero es evidente que no está de más repasar las razones del problema. A veces vivimos en una burbuja donde parece que todos estamos de acuerdo y en la misma página, pero no es tan así. Así que aquí va mi humilde aporte a la discusión sobre la importancia de considerar la variable ambiental y climática en la discusión pública y en las estrategias de gobierno y de desarrollo.

Si bien estas ideas son particularmente válidas para aquellos candidatos que directamente niegan el cambio climático, aplican para todos, en todo nivel de gobierno e incluso otras áreas de responsabilidad como pueden ser productivas o educativas.

Comencemos.

Negar el cambio climático es terraplanista

El candidato a presidente por La Libertad Avanza, Javier Milei, negó el cambio climático. Dice que es “otra de las mentiras del socialismo y la agenda del marxismo cultural”. Incluso estuvo circulando este video de una asesora de Milei, que expresa directamente que la tierra es plana. No tengo claro cuánto hay de creencia real en estas expresiones y cuánto es simplemente ocupar un discurso vacante que en el mundo parece que prende.

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Tampoco sé bien qué me parece más peligroso de quienes expresan ideas como el terraplanismo o el negacionismo del cambio climático: aquellos que las creen de verdad, contrarios a cualquier ejercicio científico, o quienes solo lo dicen como pose. Los primeros dejan espacio para los argumentos mientras que los otros no dejan más margen que afianzar el consenso social alrededor de la ciencia, de manera que esos discursos caigan en saco roto.

Sea cual sea la explicación de fondo, la única forma de contrarrestarlas es un esfuerzo constante, paciente y empático de explicar mil y una veces por qué las cosas son como son, y en todo caso discutir a partir de ahí enfoques sobre cómo abordarlas, lo cual sí tiene mucho más espacio para el debate. 

Negacionismo en el mundo 

Volvamos. Para comprender el fenómeno de los discursos negacionistas del cambio climático es importante entender que esto que aparece en Argentina no es original ni una iniciativa suelta, sino que se inscribe en una dinámica global. Siempre hubo actores que intentaron que la ciencia y la acción climática no avance, pero desde hace unos años se está armando un marco más general donde la crisis climática es uno más de los factores (como el comunismo, el socialismo, el papa, el feminismo, Soros, la globalización, etc.) de la conspiración global que amenazan al capitalismo, la vida y la libertad.

A partir de la construcción de este encuadre, en los países empiezan a surgir voces que buscan representar y posicionarse a partir de él. Tipo Donald Trump o Jair Bolsonaro. En Argentina esto aún es muy incipiente, pero muchas investigaciones muestran que a partir de estos discursos se arman redes muy potentes que implementan estrategias fuertes para ralentizar, frenar e incluso contrarrestar el avance de la mitigación del cambio climático.

Ahora, lo que es particularmente preocupante de Milei es que tanto Bolsonaro como Trump llevaron adelante estos discursos en países con economías más fuertes que la Argentina, en general y en este momento particular. Nunca, pero hoy menos que nunca, estamos para experimentos que nos dejen por fuera de los procesos globales. 

Además, por ejemplo en el caso de Bolsonaro, mientras mantenía un discurso nacionalista y negacionista respecto del Amazonas, el avance de las energías renovables continuó sin problema en el país. Es decir, que en el fondo, el discurso bolsonarista se basaba  en una narrativa económica de la potestad de Brasil de extender la frontera agropecuaria hacia el Amazonas y así producir más y desarrollarse. Mismo Trump buscaba representar con su discurso anti climático a los trabajadores y las ciudades mineras. 

Pero en el caso de Milei, ni siquiera está claro en función de qué interés nacional estaría tomando esa postura. El consenso alrededor de Vaca Muerta, por ejemplo, ya es total. Avanzar a gran escala con la frontera agropecuaria no está en los planes de ningún espacio. Quiero decir, no es que la explicación económica justifique poner en duda el cambio climático -y además es pésima estrategia-, pero al menos se entendería para qué se plantea ese cuestionamiento al consenso científico. 

También juega la dimensión temporal: el mundo avanza cada vez más aceleradamente hacia la economía verde. Por ende, cuanto más tiempo perdamos coqueteando con el negacionismo, más riesgo corremos de seguir alejándonos de la frontera tecnológica y las exigencias comerciales internacionales.

El mercado no puede solo

Este avance de la transición se ve en muchas iniciativas. Por ejemplo, Estados Unidos está poniendo una torta de plata en desarrollar industrias verdes para ver si alcanza a China. O la Unión Europa avanzando con regulaciones comerciales ambientales. Y la creciente preocupación de los consumidores en todos los países, incluido el nuestro, sobre las condiciones ambientales de producción de lo que consumen.

Frente a este proceso, las empresas no pueden solas. Algunas porque no quieren y necesitan regulación, y otras porque no tienen los recursos y necesitan acompañamiento. En especial, en un contexto económico como el argentino actual,  necesitan capacitaciones, financiamiento, adecuación de normativa y otros recursos que el Estado puede gestionar a la escala precisa.

Además, la estrategia que va a adoptar el país respecto de cada uno de los temas, tiene que coordinarse de alguna manera. No necesariamente el Estado digitando a qué tecnología verde apostamos, pero sí coordinando a los actores para organizar los esfuerzos. Por ejemplo, en la entrega pasada hablamos de la adecuación de la regulación de las aseguradoras. O este dossier que hicimos el año pasado habla sobre la importancia del Estado para aprovechar al máximo un recurso natural como el litio.

Por otro lado, los impactos del cambio climático presentes y futuros son una amenaza grande para nuestra economía -la sequía de este año como botón de muestra-. En un mundo donde esos efectos se aceleran y agravan, es de suma importancia que el Estado esté generando y poniendo a disposición esa información para que el sistema productivo pueda prevenir, mitigar y adaptarse a este tipo de eventos.

Por donde miremos, el rol del Estado es clave, no para reemplazar al mercado, pero sí para regularlo, controlarlo, mejorarlo, acompañarlo y organizarlo.

La respuesta es una política que prometa futuro

Si somos generosos con la interpretación de la negación del cambio climático, pensando en que puede traer algún beneficio para la Argentina, hay otras formas -mucho más razonables- de dar las discusiones políticas de fondo sobre el tema. Por ejemplo, la semana pasada se publicó el posicionamiento conjunto de Argentina y varios países (Brasil, México, Tailandia, etc.) ante la implementación de la ley de deforestación de la Unión Europea. La regulación exige demostrar que los commodities agropecuarios que se le exportan no están vinculados a la deforestación. Veremos cómo avanza esta discusión, pero si de defender los intereses de la patria se trata, seguro que es más por ahí que por negar lo evidente.

Como venimos hablando en estas entregas, pensar, narrar, convencer con una estrategia de desarrollo sostenible creíble, realizable y buena para la Argentina es una empresa para nada sencilla. 

Los diferentes actores están ensayando respuestas desde sus roles. La candidata a presidenta por Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, presentó una plataforma con propuestas donde la sostenibilidad permea varias líneas. En tanto, el ministro con doble rol, Sergio Massa, participó de un encuentro con más de 700 empresas sobre acción climática organizado por el Ministerio de Economía y la Secretaría de Cambio Climático, y las organizaciones ambientales participan de la discusión pública avisando que seguirán atentos y exigiendo el avance de la agenda.

Nos corresponde a todos levantar siempre la ciencia, no dar nada por sentado o sabido, tomarnos el tiempo para explicar, y entender que necesitamos hablar de un futuro que dé esperanzas. Al menos tenemos que decir que vamos a intentar que el futuro sea mejor, aún teniendo en cuenta lo difícil que sea, no podemos invitar a nadie a acompañarnos en un camino que solo es sufrimiento.

Esto es todo por hoy. Las próximas entregas van a ser sobre qué se discute en esta elección en términos de desarrollo sostenible y qué propuestas efectivas tienen los candidatos. Así que si tenés información, formás parte de un equipo técnico, querés que charlemos, ¡escribime! Y si querés formar parte de nuestro círculo de Mejores Amigos, es por acá.

Te mando un abrazo grande, gracias por leer.

Eli.

Soy licenciada en Ciencias Ambientales, magíster en Políticas Públicas y becaria doctoral en Ciencia Política en la UNSAM. En todos los ámbitos que puedo me dedico a sumergirme en los dilemas que nos presenta el desarrollo sustentable, uno de los mayores desafíos que enfrentamos en este siglo.