Petro y la constituyente en Colombia: ¿se radicaliza para gobernar?

El mandatario colombiano rompe relaciones con Israel y coquetea con una Asamblea para impulsar sus reformas, mientras defiende su pasado en la guerrilla del M19. En paralelo, sube al ring a Álvaro Uribe, su antítesis político-electoral.

Lo primero que hizo Gustavo Petro Urrego como presidente de Colombia, aquel soleado 7 de agosto de 2022, fue pedir la espada de Bolívar. Todos los invitados a su asunción se pararon a aplaudir menos uno: Felipe VI, el rey de España. Había un trasfondo adicional: esa era la espada que el M19, el movimiento guerrillero en el que Petro participó en los 80, había robado en enero de 1974. En ese entonces, el futuro presidente era apenas un adolescente que cursaba en el colegio público La Salle, donde también se graduó como bachiller el escritor y periodista Gabriel García Márquez. 

Quien le colocó la banda presidencial ese día no fue el presidente del Senado, Roy Barrera, sino María José Pizarro, la senadora hija de otro militante del M19, Carlos Pizarro, quien fuera asesinado en abril de 1990 mientras era candidato presidencial. María José, notablemente emocionada por las vueltas de la vida y la política en un país que viene de décadas de conflicto interno armado, llevaba un atuendo que en su espalda tenía el rostro de su padre.

“Tenemos una segunda oportunidad bajo los cielos de la tierra”, resumió Petro ese día antes de escoltar la espada rumbo al Palacio de Nariño. Sus primeros meses de gobierno fueron más pragmáticos, construyó una mayoría legislativa con el apoyo de tres formaciones tradicionales: el Partido Liberal, el Conservador y el de la U. Con esa base armó una reforma tributaria progresiva promulgada en diciembre de 2022. «Atender la deuda social histórica que tiene el Estado con los más vulnerables, de la mano de la responsabilidad fiscal», fue el objetivo planteado por el presidente. 

Sin embargo, en abril de 2023 esa coalición se rompió con la primera reforma de la salud (fallida) como parteaguas. “A pesar del voto mayoritario en las urnas que pide un cambio en Colombia, este se intenta cerrar con la amenaza y el sectarismo. Tal situación nos lleva a un replanteamiento del gobierno”, anunció Petro, quien reformuló su gabinete inclinándolo hacia la izquierda, bajo el ala del Pacto Histórico y sus partidos. A partir de ese momento, encontró numerosas trabas para tratar, además de la sanitaria, sus otras grandes reformas pretendidas: la laboral y la de pensiones (jubilaciones). 

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Meses después, en octubre de 2023, la oposición de centro-derecha y derecha triunfó en las principales ciudades del país. Carlos Fernando Galán ganó la alcaldía de Bogotá, histórico bastión de Petro y las fuerzas progresistas. Además, Federico Fico Gutiérrez ganó Medellín, Alejandro Éder hizo lo propio en Cali y Alejandro Char venció en Barranquilla. Aquello fue catalogado como un revés electoral para el petrismo, sobre todo en la capital del país, donde el candidato Gustavo Bolívar salió tercero. La elección se dio mientras la Justicia investigaba a Nicolás Petro, hijo del mandatario, por presunto lavado de activos y enriquecimiento ilícito.

El discurso del 1° de Mayo

Bogotá es una ciudad de altura: con sus 2600 metros sobre el nivel del mar es la tercera capital más alta del mundo. La primera es La Paz con 3600 y la segunda, Quito con 2800. En ese marco, con enormes cerros de fondo que embellecen aún más las características postales de su centro histórico, Petro convocó a una gigantesca concentración este 1° de Mayo con motivo del Día de las y los Trabajadores. Se sumó a la movilización hacia la Plaza Bolívar, con María José Pizarro como ladera, y luego pronunció un discurso desde el escenario -en tarima, como dicen en Colombia-. Su speach se hizo conocido internacionalmente por el anuncio de la ruptura de relaciones con el Estado de Israel a raíz de la situación en la Franja de Gaza. 

Pero además, Petro, en una larga hora solo interrumpida por vuvuzelas entusiastas, sugirió una salida al juego trancado del Congreso: la realización de una asamblea constituyente que reformule la institucionalidad actual. “El poder constituyente no es una frase lanzada al azar. Es una propuesta para la historia, una oportunidad para que el pueblo colombiano tome las riendas de su propio destino”, señaló. La idea tendría como ejes la implementación de los acuerdos de paz; un reordenamiento territorial; la reforma judicial y un eje climático (sobre este último punto el presidente habló largo y tendido en sus intervenciones ante la Asamblea General de la ONU).

Luego subió al ring político-electoral al expresidente Álvaro Uribe Vélez: le dijo “premoderno”, “anacrónico” y “vetusto” por su pensamiento sobre una nueva legislación laboral. “El Poder Constituyente no es para ver si me reeligen, como dice Uribe. Yo no soy como Uribe, no soy adicto al poder”, acusó. De ese modo negó tener aspiraciones de una reelección consecutiva, hoy impedida por la normativa electoral. La estrategia de polarizar con Uribe se basa en aprovechar su imagen negativa, cifrada en 55% de la población de acuerdo a encuestas de Invamer. Además, es parte de su biografía política: se paró como su antagonista en las campañas que llevaron a Petro a vencer primero en la capital y luego a nivel nacional.

“Este es un mensaje que debe quedar claro en todas las plazas del país, en todos los barrios, en todas las comunidades: si van a intentar un golpe, enfrentarán al pueblo en las calles”, toreó el exguerrillero a sus adversarios políticos que se habían movilizado de a miles el 21 de abril para manifestarse contra la nueva versión de la reforma de la salud, con pedidos explícitos de salida para el líder del Pacto Histórico. “No somos menos y no somos cobardes”, se reafirmó Petro, en uno de los momentos más celebrados por sus partidarios.

Sucede que el “Fuera Petro” del 21A caló hondo entre los participantes, algunos de los que pedían un juicio político al mandatario mientras vestían remeras de la selección colombiana de fútbol. Pequeño paréntesis: en Colombia parece estar pasando lo que en Brasil y en España, donde las derechas locales instrumentalizaron la utilización de las camisetas de las selecciones de sus países como un símbolo de resistencia contra los gobiernos progresistas del PT y el PSOE. Ambas manifestaciones en la Plaza Bolívar, tanto la opositora como la oficialista, fueron masivas, reflejando el nuevo clivaje político de un país que pasó del uribismo/antiuribismo al petrismo/antipetrismo

Es que el exalcalde de Bogotá hace del pulso callejero uno de los pilares de su estadía en la Casa de Nariño, a diferencia de otras administraciones de la denominada segunda oleada progresista. Sus largas décadas de militancia, incluso en condiciones de clandestinidad, le grabaron a fuego una idea: para contrarrestar la movilización opositora se necesita ganar las calles. “Lo que quiero es una democracia real, organizar el poder constituyente es organizar las asambleas populares no sólo para detener un golpe, sino [para] hacer realidad los cambios que se necesitan”, dijo hilando los pilares de su discurso encendido y, por tramos, contracíclico a lo que solemos escuchar hoy en el continente. 

El uribismo, la santería y el M19

“Él no estaba preparado para ser presidente de un país. Le quedó grande gobernar Colombia”, analizó la senadora uribista y excandidata presidencial María Fernanda Cabal en conversación con la periodista Vicky Davila, de Semana, que coquetea con un salto a la política desde su publicación y canal de stream. En esa plataforma se convirtió en acérrima opositora, siguiendo una línea periodística similar a la de Fox News en Estados Unidos. 

Luego, Cabal fue más allá: comenzó a especular sobre la utilización permanente de una gorra trucker por parte de Petro en sus últimas apariciones públicas. “Hay mucha suspicacia. Dicen que si está en tratamiento médico, que no tiene pelo, que se pone gorra”, dijo al empezar la presentación. Luego aceleró en una particular teoría:

“Dentro de toda esta cantidad de apuestas que terminan convirtiéndose en narraciones, lo que han dicho es que se fue a Cuba de Semana Santa. Deberíamos averiguar. Y que se volvió santo. O sea, que a través de la santería que él practica, como lo hizo Chávez y como lo hace Maduro, se rapó el pelo y dicen que tienen que estar tres meses sin pelo como un rito de la santería. Preguntémosle a ver si es verdad.”

Elegí apartar la cita de la senadora Cabal para releer y dimensionar la magnitud de las hipótesis que se ciernen sobre el gobierno de Petro por parte de su oposición más radicalizada. Cabal suele participar de las reuniones de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), que meses atrás vio abrazarse a Donald Trump con Javier Milei en Washington, Estados Unidos. La tesis de Cabal afirma que, reforma constitucional mediante, Petro buscará parecerse a Venezuela o Cuba -este es un latiguillo que las derechas continentales repiten tanto como Telefé a Los Simpsons-. 

El uribismo también puso en el centro del debate la reivindicación pública del Movimiento 19 de Abril (M19) por parte del presidente. “No les gusta que la saquemos, ¿cierto?”, preguntó en tono de sorna Petro en Zipaquirá al pedir una bandera del M19 que divisó entre el público. Luego se justificó recordando el 34º aniversario del asesinato de Carlos Pizarro, a quien catalogó como un “paladín de la paz”, lo que no parece haber calmado al uribismo línea hardcore

“Nunca en su campaña habló con tanta risa, cinismo y desfachatez del M19 y de enarbolar su bandera. No lo hizo porque fue su estrategia para decir que él no era de izquierda; que venía de allá pero que tenía la capacidad para transformar el país”, le dijo la senadora Cabal a NTN24. “Gustavo Petro se va a radicalizar cada día más y no está solo: tiene un equipo de comunicaciones que empieza a configurar la candidatura de María Jóse Pizarro”, aventuró. 

El horizonte 2026

“El Petro que hizo campaña con el estallido social de 2021 está de regreso. Esta vez investido con la banda presidencial y decidido a mantenerla más allá de 2026. La oposición sigue tres pasos atrás de Petro, no tiene iniciativa ni un líder capaz de enfrentar la narrativa oficial”, escribió en El País América el analista político Hubert Ariza luego del discurso del 1° de Mayo. 

Algunas dudas surgen a raíz de la propuesta constituyente, visto y considerando los antecedentes recientes a nivel regional. En Chile hubo dos rechazos consecutivos a propuestas de reformas del texto de 1980, que aún lleva la firma de Augusto Pinochet. No se aprobó la nueva Constitución fogueada por la izquierda chilena, pero tampoco la que proponían los partidarios de José Antonio Kast. Gabriel Boric terminó cajoneando el tema y hoy gobierna sobre agendas más cotidianas, como la seguridad, el empleo y la economía. En Venezuela, Nicolás Maduro lanzó una Asamblea Constituyente para bypassear a la entonces Asamblea Nacional opositora, que había juramentado a Juan Guaidó como presidente encargado. El resultado fue el mismo: ninguna constitución. Los anteriores recuerdos constituyentes son más lejanos, timoneados por Chávez, Correa y Evo Morales durante la primera oleada progresista continental. Durante aquellos años, Colombia era piloteada por un Uribe que igualmente participaba de las instancias integracionistas, como Unasur. 

¿Cómo hará Petro para configurar un escenario político-social que posibilite que los cambios que busca se produzcan? ¿Cree que con una propuesta constituyente sobre la mesa puede destrabar el juego trancado que describíamos con anterioridad? ¿Apostará a señalar al uribismo y los partidos tradicionales de Colombia como el dique de contención contra sus reformas sociales, buscando incrementar su popularidad con miras a fortalecer una opción de izquierda rumbo a 2026? Las preguntas son múltiples y el escenario parece abierto.

Si la derecha colombiana mostró contundencia el 21A, con una movilización multitudinaria y un mensaje a Nariño, el petrismo respondió en las calles el 1° de Mayo con una tarima anabolizada y un discurso que buscó correr los límites de lo posible. Petro parece haber cambiado el ritmo buscando generar un revulsivo que le permita ganar horizontes de posibilidad.

Se dedica al periodismo político internacional desde hace más de una década. Es politólogo y magíster en Estudios Sociales Latinoamericanos (UBA). Escribió el libro "Lula, de la cárcel a la presidencia". Es hincha y socio de San Lorenzo.