De zarpazos y embestidas: a Lautaro Martínez le alcanza un sólo toque para el gol

En la Copa América anotó dos en 31 minutos, de derecha y de primera. Es el segundo goleador del ciclo Scaloni, 18 de sus 26 fueron con ese sello, todos en el área. Concentración, intuición y obsesión.

Lautaro Martínez anotó, a un toque, 20 de sus 27 goles en Racing: 11 con el pie derecho, tres con el izquierdo y seis de cabeza. Con un detalle: uno, ante Boca en La Bombonera, fue desde afuera del área, desde la medialuna. Porque Lautaro integra el selecto grupo de los goleadores económicos, los que necesitan apenas rozar la pelota para transformar una jugada en gol. A las pruebas nos remitimos: en 31 minutos en la Copa América de Estados Unidos 2024, suma dos goles. El primero estiró la diferencia en el 2–0 del debut ante Canadá. El segundo destrabó un partido sudamericano ante Chile: a los 88 minutos, después de una carambola tras un tiro de esquina, la pelota lo encontró a él –y no al revés– y, con un zarpazo, la embistió en la red. A Lautaro le alcanza sólo un toque para el gol.

“Me quedó ahí. Intuición. Sentí que el defensor la podía dejar corta, porque cuando lo vi a Gio (Lo Celso) me corrí un poquito más atrás para buscar un rebote”, sintetizó el goleador después de la clasificación a los cuartos de final (Argentina cerrará el grupo A ante Perú, el sábado desde las 21 en el Hard Rock de Miami, en busca del primer puesto, con caras nuevas, con variantes). 

Lautaro vivió lo que viven miles y miles de pibes en una pensión de un club del fútbol argentino. Pero Lautaro, más que dejar Bahía Blanca, instalarse a los 16 años en la pensión de Racing en Avellaneda y debutar en Primera, siguió –y sigue–, y ahí está su corazón, su esfuerzo y su temple: en seguir. No sólo porque es el N° 10 y capitán del Inter, bicampeón de la Serie A italiana. No sólo porque, a pesar de ser el segundo goleador (26) en los 73 partidos del ciclo Scaloni, detrás de Lionel Messi (43), haya sido suplente en Catar 2022. No sólo porque en el último tiempo padeció una mala racha y arrancó en el banco. Cuando vivía en la pensión, Cecilia Contarino, la psicóloga de Racing, les realizaba pruebas de concentración a más de 200 chicos del club: era el que las resolvía más rápido y, entonces, el que sacaba el puntaje más alto. Lautaro piensa en las jugadas que no terminaron en gol, en las definiciones que falló, en las pelotas que perdió en la cancha, y no se siente cómodo con él mismo. Y después de cada partido, suele pedir los videos y analizar su juego con obsesión: él sabe que en los pequeños detalles está la diferencia.

Con el gol ante Chile, igualó a Diego Maradona entre los goleadores de la selección argentina en partidos oficiales (15). Chequeemos los 26 goles –en total– de Lautaro Martínez en la selección: 18 fueron de primera, a un toque (el 69%): 13 con el pie derecho, tres con el izquierdo y dos de cabeza (18 de los 26 desde el área grande, ocho desde la chica). 

“En primer lugar, es saber desmarcarse, un atributo fundamental en un delantero. Después, acompañar la jugada. Y por último, el sexto sentido para el gol. Son esos tres ítems –me había conceptualizado Diego Latorre, exdelantero, campeón con la selección de la Copa América de Chile 1991, por estos días comentarista de la Euro de Alemania–. Saber desmarcarse es a veces alejarse, a veces acercarse, utilizando el engaño. Depende del desarrollo de la jugada, no hay un manual. No advertirle al rival lo que vas a hacer dentro del área: amagar ir al primer palo e ir al segundo, arrimarse a la pelota y ganarle la espalda. Acompañar la jugada es intuir el centro y buscar el lugar libre en el área acompañando los desbordes. Y el sexto sentido es porque piensan antes de la definición, no en el momento en que viene la pelota. Tienen intuición, información almacenada en el cuerpo y cuestiones naturales”. No fue casualidad que Lautaro haya dicho: “Intuición”.

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Párrafo aparte para lo que fue el partido: en la hoja de ruta de la selección en la Copa América había una parada marcada en rojo y no sólo por la camiseta: era Chile en el MetLife, mismo rival y mismo estadio en que Argentina había perdido la final de la Copa América Centenario 2016, la que derivó en la renuncia de Messi que duró 47 días. Pero esta selección es otra. Pudo haberse puesto arriba antes del gol de Lautaro, después de que presionara arriba a partir de Cuti Romero–Lisandro Martínez (“The Centrales”). Pero también pudo haber sufrido un gol, en un par de jugadas seguidas, a los 71 y a los 75, dos atajadas de Dibu Martínez a Rodrigo Echeverría tras centros despejados hacia el medio (los arqueros cuentan vallas invictas: ya son 29 de Dibu en 39 partidos). Si una cosa lleva a la otra, un Martínez (Emiliano) lleva a otro (Lautaro).

No es fácil gestionar el éxito. Argentina es la selección campeona del mundo en Catar 2022 y campeona de América en Brasil 2021. El lunes le preguntaron a Scaloni por el cumpleaños 37 de Messi (a propósito, es muuuy buena la entrevista a Messi de Juan Pablo Varsky en Clank!, porque habla del juego con el que mejor lo juega, y no abundan). Era el día anterior al partido ante Chile. Scaloni, todo un rasgo de su liderazgo, nos recordó que también cumplían años Antonia y Diego, los cocineros de la delegación argentina, quienes después de que soplaran las velitas, les repartieron porciones de torta a los hinchas en la puerta del hotel. Anoche, en Nueva Jersey, tras el triunfo, le preguntaron por Lautaro y Julián Álvarez, por la supuesta “polémica” de quién debe jugar en la delantera de la selección. “Lautaro y Julián han jugado juntos. Es una cuestión de equilibrio. El primer contento con el gol es Lautaro, el segundo es Julián, y el tercero soy yo”, zanjó Scaloni. No chamuyaba: lo corroboramos en las imágenes del festejo del gol. Porque no sólo se ganan partidos y títulos con goles (de primera).

El metaverso del fulbo

Hace 40 años, Carlos Bilardo era el entrenador de la selección argentina. Faltaban un par de años todavía para el Mundial de México 86. En 1984 se jugaba la Eurocopa en Francia: Bilardo, rescata del archivo Daniel Arcucci, logró que ENTel, la empresa nacional de telefonía, le enviase a su casa en Caballito la señal en vivo de los partidos, a la que no se podía acceder desde Argentina.

Loqueviene, loqueviene

  • Eurocopa. El sábado comienzan los octavos de final: desde las 13, Suiza–Italia, y desde las 16, Alemania–Dinamarca. En Suiza, el ritmo lo marca la zurda de Granit Xhaka, el mediocampista que ya dirige prácticas del SC Union Nettetal, de la quinta división alemana, para convertirse en DT (acá te dejo un análisis de su partido en el 1–1 ante Alemania, de @Nicooromero10). Italia, el campeón de la última Euro, está hecho de pasta colectiva, pero vale la pena prestarle atención a la elegancia de Riccardo Calafiori. El local Alemania siempre gira en torno a Toni Kroos. Dinamarca empató los tres partidos en el grupo C y se clasificó como segunda. España, Portugal, Francia, Austria e Inglaterra esperan rivales. Salen de la definición de hoy de los grupos E y F, a las 13 y a las 16.

Copa América. Hoy, desde las 19, en el grupo B, Ecuador–Jamaica, duelo de derrotados en la primera fecha. Y, desde las 22, choque de triunfadores: Venezuela–México. Mañana, en el C, jugarán Panamá–Estados Unidos (19) y Uruguay–Bolivia (22). La selección que dirige Marcelo Bielsa le ganó 3–1 a Panamá en el debut y es una de las candidatas a llegar a la final: es la última que le ganó a Argentina. Los focos apuntan a Federico Valverde y a Darwin Núñez, pero el que abrió el marcador ante Panamá fue Maximiliano Araújo (24 años, “extremo” izquierdo del Toluca de México). “En Toluca juega un chico que se llama Araújo. Gambetea, desborda, tiene gol. Ahora va a venir Bielsa y lo va a convocar”, había dicho el técnico uruguayo Sergio Markarián (79 años), quien dirigió a las selecciones de Paraguay, Perú y Grecia. Sí, un viejo sabio.

Es periodista especializado en deportes -si eso existiese- desde 2008. Lo supo antes de frustrarse como futbolista. Trabajó en diarios, revistas y webs, colaboró en libros y participó en documentales y series. Debutó en la redacción de El Gráfico y aún aprende como docente de periodismo. Pero, ante todo, escribe. No hay día en la vida en que no diga -aunque sea para adentro- la palabra “fútbol”.