“Usted no necesita un psicólogo sino un sindicato”

La artista audiovisual española María Ruido habla sobre el vínculo entre el mundo laboral y la salud mental desde una perspectiva única: el arte.

María Ruido estrenó en 2018 “Estado de malestar”, un ensayo audiovisual sobre, claro, el malestar y la enfermedad en la sociedad de la información. Llegó al mundo de la salud mental a partir de esta experiencia, pero viene de los estudios sobre el mundo del trabajo y la crisis del sistema salarial. Con lecturas de Foucault, Mark Fisher, Bifo Berardi y el propio Guillermo Rendueles, conversamos con la artista audiovisual española sobre la necesidad de politizar esa sensación. 

Después de leer la entrevista van a querer ver “Estado de malestar”. Lo pueden hacer acá.

Cenital: Está muy presente en todo el ensayo la idea de Mark Fisher de una era de depresión colectiva. ¿Cuál es su causa desde tu perspectiva?

María Ruido: Creo que tiene que ver con la presión de las sociedades en las que estemos viviendo. Con la finalización de un cierto contrapeso, tras la caída de la URSS, el capitalismo entra en una fase neoliberal muy presionante en el mundo del trabajo, con una crisis muy fuerte del sistema salarial. Mi gran tema de trabajo no es la salud mental sino el trabajo. Mientras hacía el documental estaba en un proyecto de investigación que se llamaba Working Dead, sobre los escenarios del post trabajo. Creo que vamos a pasos cada vez más acelerados hacia sociedades donde la extracción de la renta va a venir de otro lugar. Ahí aparece la idea de ciudadanos sobrantes, que aparece en los textos de Saskia Sassen, que nunca van a tener un trabajo asalariado estable. Y, por otro lado, quienes tenemos trabajo los tenemos cada vez más precarizados, desregularizados, con menos salario y más presión. 

¿Cómo se vincula esta idea con la aparición de nuevas tecnologías que podrían hacernos trabajar menos? 

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

Comparto con los aceleracionistas que vivimos en sociedades donde podríamos trabajar muy pocas horas y tendríamos la misma productividad. Rememorando el Marx de los Grundrisse de que el capitalismo invertirá en tecnología y eso tecnología nos permitirá liberarnos. Creo que hemos llegado a ese punto. Lo que pasa es que al capitalismo de las nuevas tecnologías no le basta con la captura de la producción sino que lo exige todo. Toda nuestra vida. Y se ha quedado también con el producto del pensamiento colectivo. 

Hay uno de los puntos del documental que es la patologización de los temas de salud mental. ¿Dónde está el límite entre el malestar y el problema de salud mental?

Yo no soy capaz de darte una contestación definitiva sobre ese límite. Lo que está claro es que la psiquiatría se ha hecho híper biologicista, sobre todo desde los años 60. Tiene que ver con los narcolépticos, con una serie de drogas de control sobre la salud mental que no van a la raíz del problema ni lo curan. Lo que yo te puedo decir es lo que dicen las usuarias del sistema de salud mental en el documental, que son personas extremadamente sensatas y aprendí mucho en esos colectivos de grupos de ayuda. Hay mucha gente pensando esto al mismo tiempo y no es una cuestión menor, es algo que está en el aire, un signo de vivir en tu tiempo. En un curso de antipsiquiatría, un tema poco tratado en España, volví a leer un texto de Guillermo Rendueles, muy conocido, que comienza con la frase: usted no necesita un psiquiatra, necesita un comité de empresa (n.de. A: un sindicato). 

¿Cómo empezaste a trabajar temas de salud mental? 

Viviendo en Túnez. Me fui ahí a trabajar a fines de 2011. Estaba trabajando sobre Frantz Fanon, que es muy importante porque estudia con Tosquelles, que es el inventor de la terapia institucional. Él trataba la enfermedad mental con terapia, sin pastillas. Cuenta cómo va dejando atrás terapias muy terribles de los ´50, como el electroshock, y empieza a hacer trabajos creativos con los enfermos. Pero él mismo se da cuenta, a partir de los ´60, que ese tipo de psiquiatría va a morir, porque se han descubierto drogas que simplemente curan el síntoma. Y que, a partir de ahí, como estas terapias que él proponía son muy largas, implican muchos recursos, nos van a dar pastillas. Y que la industria farmacéutica se va a hacer con la salud mental. Yo creo que eso es lo que ha pasado. De hecho, el olvido de la antipsiquiatría a partir de los 80 tiene que ver con eso. 

Contás en el documental que vos misma pasaste por un proceso de depresión.

Sí, fue hace 15 años y para mí fue un antes y un después. Es algo que nos puede pasar a todos. La cantidad de cosas que atraviesan un problema de salud mental: los problemas de vivienda, la sexualidad, el desempleo. Esto no lo pensamos pero con que te fallen dos o tres cosas en la vida puedes llegar a un estadio, no te digo para siempre, pero sí a tener un diagnóstico en salud mental aunque sea momentáneo. Y ahí depende de los recursos que tengas para salir. De tu capacidad material para sostenerte y tu capacidad social de que haya gente ahí para sostenerte. Yo salí en dos años de esa situación pero podía haberme quedado el resto de la vida. Es una fina línea. 

¿Qué fue lo que más te impresionó del trabajo con pacientes para hacer el documental?

La cuestión de los grupos de autoayuda, porque creo que son los que van a la raíz del problema. Si no vamos a dejar de utilizar los fármacos, al menos encontrar formas de rebajar el uso, sobre todo de aquellos que no te dejan tener una vida un poco más normal. ¿Hay problemas de salud mental? Sí. ¿Existe gente que necesita ayuda química? Sí. ¿Hay una sobre medicación porque es la manera de tratar todos los problemas? También. Ese es el sí fundamental. Algunos, como me pasó a mi, tuvimos la suerte de que tenemos dinero para ir a terapia, de que tenemos una red social de personas que nos ayudan. Pero otras personas no tienen eso y no pueden salir. Yo creo que ese es el quid de la cuestión. Y creo que hay otras cuestiones que no necesitarían un tratamiento químico tan prolongado y, sin embargo, se enquistan, se institucionalizan, porque no tenemos ni tiempo ni recursos para hacer otra cosa. 

¿La diferencia entre estos dos universos es de recursos? 

Somos sociedades suficientemente ricas pero sin distribuir lo suficiente como para que eso no suceda. Ricas tanto en recursos como socialmente. Hay gente con mucho tiempo que podríamos dedicar a esto. Nos hemos acostumbrado a que si no puedes pagarlo no te lo mereces. Eso me parece lo importante de politizar el malestar, de lo que habla Mark Fisher, Santiago López Petit y otros autores. Lo que hemos hecho desde el siglo XVIII, en un largo proceso de quitar todo aquello que le sobra al capital, es encerrar a los que no producen. Ahora no las encerramos tanto pero las encerramos farmacológicamente. Y, sobre todo, los mantenemos al margen de las posibilidades sociales. 

¿Qué significa para vos la idea de politizar el malestar? ¿Cuáles son las estrategias para hacerlo? 

Creo que tiene mucho que ver con lo que pasó el 15M en España, con lo que pasó en otros estallidos sociales. Tiene que ver con dejar de estar jodido en tu casa y contárselo al vecino y a la vecina. Darte cuenta de que el relato que hace el sistema de tu malestar, que la culpa es tuya, que lo tenés que solucionar vos, es lo que nos hace encerrarnos en un individualismo neoliberal que nos hace llegar a los extremos. Creo que politizar el malestar pasa por romper ese cerco y no por tomar más pastillas. Me parecen bien las pastillas: a mi me hicieron mucho bien en su momento. No estoy en contra de eso. Pero creo que hay que salir de la sensación de culpabilidad. La mezcla del mundo judeo-cristiano y el capitalismo no nos ayuda para nada. Tenemos que salir de esa sensación de que es culpa tuya, que te lo mereces, que es un asunto privado, que nos pasa por malas decisiones. Y empezar a pensar cuánto hay de estructural en lo que nos pasa. Tenemos que pensar el sistema de una manera crítica, como ciudadanos y ciudadanas críticas. Creo que el sistema educativo no ayuda para nada en eso. 

¿Por qué?

Soy profesora en la universidad y hoy es más difícil dar clase presencial que desde la pantalla durante la pandemia. Es un estado de presión colectiva, de hedonismo depresivo del que hablaba Fisher. La sensación de los más jóvenes es de “quiero el like que me haga sentir bien ahora porque no tengo capacidad de proyectar un futuro”. Están vencidos de antemano. Me preocupa nuestra generación pero me preocupa muchísimo más los que ahora tienen 20 años o menos y están vencidos de antemano. El neoliberalismo es completamente triunfante ahí. Y no me refiero a un sistema económico sino a un sistema de pensamiento. A una hegemonía, en el sentido gramsciano. 

Entonces, ¿qué se puede hacer?

Creo que tenemos que empezar a construir un pensamiento diferente. Estoy leyendo mucho sobre utopías y trabajando sobre distopías en el cine. Creo que como artista, como cineasta que trabaja con imágenes, tenemos un trabajo que hacer que es dejar de pensar en un futuro ya escrito. Hay que volver a pensar una utopía. El arte siempre ha tenido esa capacidad de pensar la utopía. Soy muy de la ciencia ficción feminista. Ahí hay un potencial enorme. Creo que lo podríamos resumir en una palabra que suena un poco new age pero tenemos que volver a tener capacidad de esperanza, de creer en el futuro. Y te lo dice alguien súper pesimista, realista. Pero es fundamental volver a pensar que el futuro no está cancelado. Es muy triste ver a alguien de 20 años completamente cínico. Al sistema le es súper funcional que estemos deprimidos, que pensemos que esto es lo único que hay. 

Es politólogo de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y director de la agencia de comunicación Monteagudo. Es co editor del sitio Artepolítica. Nació en Olavarría, una metrópoli del centro de la provincia de Buenos Aires. Vio muchas veces Gladiador.