¿Una solución para la fila en los bancos?

La interminable espera de adultos mayores sorprendió a oficialistas y opositores. Oportunidades y amenazas de la inclusión financiera.

En los recientes días hemos visto una Argentina dual: al mismo tiempo que el aislamiento social preventivo y obligatorio presentaba un alto grado de cumplimiento, las calles se llenaron de personas pertenecientes a los grupos de riesgo haciendo filas durante horas para cobrar sus haberes y prestaciones sociales en la puerta de los bancos. ¿Hubo imprevisión? ¿Acaso los adultos mayores no sabían el riesgo al cual se estaban enfrentando? ¿O es que acaso no conocen las herramientas que tienen al alcance de la mano que les permitan manejarse de manera más eficiente en este contexto? ¿Tiene el interior del país la misma capacidad de brindar respuesta que el AMBA? Cualquiera sea la respuesta, lo relevante es enfocarse en las soluciones. Ahí es donde aparece la inclusión financiera.

Desde ya que cualquier elemento que se busque para Argentina tiene que considerar todos los bemoles con los que contamos, incluyendo una gran diferenciación entre CABA y el interior, la predisposición de los comercios a aceptar únicamente efectivo, al nivel de informalidad de la economía, la desconfianza que se tiene a los bancos, y por último, la falta de información de cuáles son las soluciones vigentes que pueden dar respuesta a los problemas actuales.

¿Qué significa la inclusión financiera?

Tal como lo establece el Banco Mundial, la inclusión financiera significa «tener acceso a productos financieros útiles y practicables que satisfagan sus necesidades, prestados de manera responsable y sostenible». Pero a pesar de los compromisos recientes de los países en búsqueda de desarrollo económico, de acuerdo con Rong Chen y Raian Divanbeigi alrededor de 2.000 millones de adultos en todo el mundo aún no tienen acceso a servicios financieros básicos, como cajas de ahorro y cuentas corrientes.

Y en Argentina, ¿cómo estamos?

Con casi 45 millones de habitantes, en Argentina hay más de una tarjeta bancaria por persona. El principal problema es que muy pocos la usan. Si bien es cierto que durante los últimos años la cantidad de personas que utilizan medios de pago electrónico aumentó, no se vieron aún cambios significativos. Si vemos el informe de su uso publicado por el BCRA con datos del primer semestre de 2019, se muestra una caída más asociado al deterioro en el consumo y en el nivel de producción que en un cambio de tendencia.

¿Y cómo llegamos a tener tantas tarjetas por habitante? La primera oleada llegó de la mano de Domingo Felipe Cavallo en el 2001 cuando obligó al pago de salarios mediante una cuenta bancaria y que la misma tuviera asociada una tarjeta de débito. Luego, en 2002, para el pago de los planes sociales se emitieron millones de plásticos para sus beneficiarios, mientras que los jubilados y pensionados cobran en cuenta de la seguridad social con una tarjeta de débito asociada gratuita desde el año 2011 mediante la Comunicación «A» 5231 del BCRA y la Ley 26.704. De esta manera, en la actualidad las personas que trabajan en blanco -vía pago de sueldos-, quienes reciben asignaciones sociales como la AUH o el IFE y quienes reciben pago de jubilaciones y pensiones deberían tener una cuenta bancaria y una tarjeta de débito.

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El hecho de tener acceso a una cuenta bancaria es tan solo el primer paso hacia una inclusión financiera más amplia, funcionando como puerta de acceso a otros servicios financieros. A pesar de tener una cuenta bancaria y una tarjeta asociada, la gran mayoría de los adultos mayores -tal como observamos estos últimos días- aún no están acostumbrados a darle uso a la tarjeta de débito. Tal vez se sienten ‘cómodos’ por tener el efectivo en la mano; tal vez sufren aún malos recuerdos por lo que ocurrió en 1989 y en 2001 que les generan desconfianza en el sistema bancario. En la práctica, es una minoría aún quien utiliza la tarjeta de débito. Inclusive teniendo en cuenta que el principal uso que se le está dando es para sacar todo el dinero de la cuenta al cobrar haberes en un cajero.

Hay sectores que ya empezaron a cambiar culturas, se ven más negocios que previamente sólo aceptaban efectivo y ahora cuentan con terminales de punto de venta o con códigos QR para recibir pagos.

Según datos del INDEC, en enero de 2020 el 60.8% de las ventas presenciales en supermercados se hicieron con tarjeta de débito o crédito, mientras que sólo 1.5% de las compras de supermercados fueron hechas de manera online. El Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y el interior del país muestran contextos muy diferentes, con distinto acceso a servicios financieros formales y distinto uso de los medios de pago. En ese sentido, la llegada de transferencias por QR desde billeteras virtuales han generado una bisagra en el sistema nacional, permitiendo llegar de manera rápida y eficiente a un sinfín de personas y comercios que previamente no podían aceptar pagos electrónicos aún si quisieran, debido a problemas de logística y tiempos de alta de comercios ante las compañías adquirentes. En su informe de pagos minoristas el BCRA informa que en el primer semestre de 2019 las billeteras digitales iniciaron 77 millones de pagos con tarjetas -por ejemplo, con QR desde una tarjeta de crédito o débito precargada en la billetera-, mientras que completaron casi 20 millones de operaciones entre sus propias cuentas de pago -esto es, pago con QR con saldo de la propia billetera digital-. En todos los casos, la cantidad de transacciones y de dinero operado creció a tasas superiores a los tres dígitos de manera interanual.

Como sociedad nos preguntarnos: ¿para qué queremos un mayor uso de los medios de pago electrónicos? Para evitar repetir las situaciones recientes. Hay una serie de soluciones que existen y que en vez de generar mayor complejidades, brindan mayor seguridad para hacer las compras, los pagos y el manejo del día a día. Hay muchas que probablemente no estén masificadas aún, pero que estos días de cuarentena permitan empezar a masificarse y de esta manera aliviar la congestión bancaria, pero principalmente brindar soluciones seguras a toda la población. Hagamos un paneo por las mismas.

Cómo aprovechar herramientas actuales en modo cuarentena

Siendo jubilado o receptor de asistencia social, ¿qué puedo hacer?

Como jubilado, receptor de asignación universal por hijo (AUH) o ingreso familiar de emergencia (IFE), toda persona debería tener una cuenta bancaria con tarjeta de débito. De no contar con la misma, coordinar con el banco emisor para conseguirla.

Caben recordar tres ítems relevantes:

  1. Los haberes, una vez acreditados, no vuelven a ANSES si no se extraen.
  2. Las extracciones en cajeros automáticos son sin costo en cualquier banco de cualquier red, al menos hasta el 30 de junio de 2020.
  3. Algunas operaciones de homebanking requieren ir por primera y única vez al cajero automático para sacar una clave adicional (el segundo factor de autenticación) que permita asegurarle a la entidad financiera que la persona que está operando es la dueña de la cuenta. Esto puede tomar la forma de una app que genera códigos aleatorios (tokens) asociados a una persona o una tarjeta de coordenadas, entre otras opciones.

Existen dos grandes mundos complementarios en donde una persona con acceso a una cuenta bancaria pero que no la está explotando activamente puede hacer uso de los mismos:

  • Uso de home banking / banca móvil:

El uso de la banca móvil o homebanking o se hace operativo desde una página de internet del banco, y -en algunos casos- en aplicaciones para celulares (Android, iOS). Desde allí, además de poder conocer el estado de cuenta las 24 horas del día -y por ejemplo ver cuándo se acreditaron los haberes-, se puede hacer el pago de los principales servicios públicos e impuestos sin salir de casa, así como también se pueden generar transferencias a terceros y hasta hacer inversiones.

¿De qué manera aprovecharlo en cuarentena? Existen un sinnúmero de posibilidades para usar los fondos que se encuentran en las cuentas bancarias. Entre ellos se pueden destacar la realización de transferencias electrónicas por CBU (más fácil aún si se generan un alias CBU). Esto servirá para aquellas personas que necesiten brindarle ayuda a familiares -estén cerca o no-, aquellos que tengan que pagar el alquiler o mismo pagarle a comercios de cercanía, pueden usar el homebanking para hacer o generar una orden de extracción llamados Punto Efectivo en los bancos de la Red Link, o Extracción sin tarjeta en los bancos de la red Banelco que permiten hacerse de los fondos sin necesidad de tener una cuenta en el sistema financiero.

Además, podrían fondear su propia billetera digital enviando una transferencia al CVU de su billetera digital, así como también cargar la tarjeta SUBE.

En el caso que el receptor se haga los fondos en su cuenta bancaria o en su billetera digital, el mismo puede pagar sus propios servicios o impuestos, usarlos con su tarjeta de débito en comercios o pagos online -y seguir girando la rueda dentro del sistema, que no involucra el uso de efectivo o el traslado para realizar pagos y cobros-, o como alternativa puede extraer el efectivo en cajeros automáticos con su tarjeta de débito o mediante órdenes de extracción sin tarjeta.

  • Uso de la tarjeta de débito:

En caso de contar con la tarjeta de débito, las opciones se amplían aún más. Además de poder extraer la plata de la cuenta de cualquier punto de extracción de la red, durante las 24 hs del día los 7 días de la semana y sin costo (hasta el 30 de junio de 2020 al menos, por disposición del BCRA mediante la Comunicación «A» 6945), se pueden pagar servicios desde el cajero automático más cercano con el dinero acreditado en cuenta, o pagarle a los comercios del barrio que tengan lector de tarjetas. Otra opción es también asociar la tarjeta de débito con la billetera virtual y luego usar la billetera para el pago por QR en comercios. Cabe recordar que es obligatorio por ley la aceptación de medios de pago electrónico para compras superiores a 100 pesos, y que los sectores más vulnerables tienen además la devolución del 15% de IVA al hacer compras con tarjeta de débito. Además, la tenencia de una tarjeta de débito en momentos de cuarentena también abre la opción de hacer compras online, evitando por completo (y el traspaso de mano a mano) del efectivo en el contexto de distanciamiento social y prevención comunitaria.

Como comercio, ¿qué puedo hacer?

Los comercios cuentan con la pata más dificultosa que permita cerrar el circuito de inclusión financiera. Y esto es así dado que son los comercios quienes pagan comisiones por las ventas, y reciben el dinero a plazo, en vez de recibirlo al instante.

Los métodos tradicionales de cobro, implican por un lado la gestión de un número de comercio ante un adquirente -hasta el 2019 eran dos gestiones si se quería vender con Visa y Mastercard, tres si se sumaba American Express-, por otro lado la logística de recibir un dispositivo que permita leer las tarjetas -que puede ser una terminal de punto de venta tradicional o un dongle que se inserta en el celular-, y el pago de comisiones que fueron reduciéndose en el tiempo pero que durante 2020 son del 2% para ventas con tarjeta de crédito (con acreditación en 10 días hábiles) y de 0.90% para ventas con tarjeta de débito (con acreditación en 48 horas hábiles).

Durante los últimos años aparecieron alternativas, que en algún caso simplifican la logística pero incrementan los costos de procesamiento, como por ejemplo los códigos QR explicados anteriormente. También aparecieron nuevos métodos de pago como el DEBIN y PEI que aún no fueron masificados. Por ejemplo PEI -provisto tanto por Red Link como por Banelco en distintas aplicaciones- permite el cobro con tarjeta de débito con acreditación inmediata y costos sustancialmente menores al de una venta tradicional. La manera de lograr esto es evitando los circuitos tradicionales de las tarjetas y usando los datos de la tarjeta de débito para realizar una transferencia inmediata desde el CBU del poseedor de la tarjeta hacia el del comercio.

Reflexiones finales

Ante la necesidad de mantener el nivel de ventas, la cadena de pagos y la distribución de productos en este contexto de aislamiento social preventivo y obligatorio, se abren distintas alternativas: o los comercios aceptan un costo adicional para permitir mantener su nivel de ventas, o desde el Estado incrementan su regulación para intervenir en el monto que los comercios pagan, su plazo de pago, limitando las percepciones, y retenciones impositivas de manera de efectivamente generar incentivos que permitan usar el COVID-19 para entrar en una nueva etapa de digitalización de pagos que dure para el largo plazo.

Economista y docente de la UBA especializado en medios de pago, finanzas personales y viajes, con 13 años de trayectoria en el mundo de medios de pago locales e internacionales, con foco en regulación, pricing, estructura de costos y transaction economics. Asesor y consultor económico.