Una historia sueca

Los clubes suecos, como los argentinos, son de sus socios. Un modelo que “escapa a los horrores del fútbol moderno”.

El primer incidente en el entretiempo sucedió cuando los hinchas visitantes se enfrentaron con la policía. Acto seguido, fue el turno de los ultras locales. Hicieron estallar tanta pirotecnia que activaron la alarma de incendio. “Hay que evacuar el estadio”, se ordenó por el altavoz, mientras llegaban los bomberos. Ambos equipos dejaron el campo. Los hinchas, en cambio, permanecieron todos en sus lugares, cubiertos por el humo (excepto unos pocos que fueron trasladados al hospital, intoxicados o golpeados por la policía).

El segundo tiempo se reinició solo después de una hora. “Esperamos en el vestuario como monjes budistas”, contó el DT del equipo local, que terminó ganando el título. La fiesta de la premiación sufrió otra larga demora, porque los hinchas locales celebraron invadiendo el campo y lanzando bengalas hacia la tribuna visitante. Este final de campeonato, muy argentino, sucedió sin embargo en Suecia. Fue hace dos semanas en el Eleda Stadion de Malmo, suroeste del país, vecina a Dinamarca. La final de la Allsvenskan (Liga sueca) fue para el anfitrión Malmo, que ganó 1–0 a su escolta Elfsborg y se coronó campeón.

Solemos idealizar al fútbol del Primer Mundo. Es un discurso que, seguramente, se escuchará seguido a partir de ahora, porque el nuevo gobierno del presidente electo Javier Milei, y la sombra protectora de Mauricio Macri, sigue insistiendo en su postura de Clubes SA, modelo europeo que el último jueves sufrió un nuevo rechazo por parte de la AFA y sus clubes afiliados. Pero ese modelo europeo no es uniforme. Suecia lo confirma. Es cierto que los incidentes de la final en el Eleda Stadion (escenario de los mejores viejos años del fútbol sueco, cuando en 1979 Malmo era un equipo amateur y llegó a la final de la Copa de Europa) cruzaron una línea. “Sepultureros del fútbol”, llamó a los hinchas violentos el ministro de deportes sueco, Jakob Forssmed. Por eso se anuncian sanciones duras y los infractores recibirían prohibición de ingreso a los estadios.

La Allsvenskan, modelo único en Europa

Pero, despejados los incidentes de la final, la organización del fútbol sueco, como cuenta Rory Smith en The New York Times, es un modelo casi único en Europa. La Allsvenskan, fundada en 1924, decidió hace tiempo que no podría competir contra la locura inflacionaria de Inglaterra, Italia, España. Contra clubes SA manejados por jeques árabes, fondos de inversión de Estados Unidos o magnates extranjeros de fortuna dudosa. La Allsvenskan decidió entonces que su campeonato sería distinto. Que debía darle máxima prioridad a sus propios hinchas. Que se sintieran parte decisiva del espectáculo. En 1999, una ley nacional estableció entonces que el 51 por ciento de la propiedad de cada club debía pertenecer a los aficionados. En Suecia. Sí.

La decisión se tomó cuando una vieja encuesta evidenció que apenas el once por ciento de los hinchas tomaba a la Allsvenskan como su competición favorita, muy lejos de la Premier League inglesa y de la Champions, que eran las favoritas. La Confederación Deportiva de Suecia (Riksidrottsforbündet, o RF) autorizó a los clubes (que son multideportivos) a separar el manejo de su fútbol profesional, pero también insertó la regla “50+1” para garantizar que la propiedad siguiera en manos de los socios. Las autoridades contrataron a Matt Enquist, un empresario de software, aficionado al vóleibol y al golf. Fue clave para decidir que la fuerza de la Allsvenskan serían entonces sus hinchas. Negoció límites con ellos para evitar que la euforia no arruinara el juego. Y acordó también más tolerancia con la policía. Hoy, el fútbol sueco se jacta de haber tenido once campeones diferentes en los últimos veinte años, duplicó la asistencia y triplicó los ingresos.

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En 2009 hubo un amago de cuestionar la regla del 50+1 sobre la propiedad de los clubes. “Casi me pongo a llorar cuando me enteré”, contó Janne Andersson, el DT que hace unos días dejó su cargo en la selección después de siete años, con sus nietos en la tribuna y lágrimas en sus ojos. Fue un triunfo 2–0 ante Estonia casi anónimo, porque Suecia quedó sin chances de clasificarse a la Eurocopa de Alemania 2024 y el estadio para 50.000 personas fue cubierto por apenas 11.000 hinchas, con mucha policía y mucho temor, por un ataque islamista previo, tras las quemas del Corán (una de ellas en la plaza de Malmo) autorizadas por la justicia sueca bajo las leyes de libertad de expresión del país. Entre el miedo y el fútbol pobre, la selección sueca es la contracara de la Liga.

Una liga sin VAR

La regla del 50+1 también existe en la Bundesliga alemana, pero con excepciones que permiten a muchos de sus clubes tener de alguna forma estructura de SA. En Suecia hay menos dinero y menos población y, además, los clubes que crearon sociedades limitadas (Hammarby, AIK, Djurgarden) no mostraron grandes beneficios. La defensa de la norma 50+1 fue liderada por Svenska Fotbollssupporterunionen (SFSU), una organización que agrupa a los hinchas de todos los clubes. Un momento clave fue cuando ocho clubes de peso establecieron que la regla (que volverá a ser discutida en 2024) no podía ser eliminada de modo unilateral por directores de clubes. Ese intento de cambio de 2009 terminó siendo entonces un búmeran.

“Creó un despertar. Dábamos como natural nuestro modelo de clubes, pero el debate de 2009 hizo ver a la gente que los hinchas podían participar no solo en las decisiones grandes, sino también en los más pequeños detalles: los colores del equipo, los precios de las entradas, cualquier cosa. La regla del 50+1 es ahora increíblemente sólida”, dijo Isak Edén, director de la SFSU. Crecieron las membresías. Y también la organización de la fiesta. Pirotecnia. Ruido. Cultura futbolera. Los hinchas impidieron la “modernización”. “Ese fue el momento en que los aficionados se dieron cuenta por primera vez del poder que tenían”, dijo Noa Bachner, autor de “Den sista utposten” (El último reducto). Ese “último reducto” es la Liga sueca y su libro cuenta de qué modo la Allsvenskan “sobrevive a los horrores del fútbol moderno”.

Hay un dato aun más llamativo que explica el fenómeno: la Allsvenskan es la única de las principales treinta Ligas de Europa que no tiene VAR. ¿Pero el VAR no significa mayor transparencia? ¿Más justicia? Puede ser. Pero el VAR, establecieron las autoridades del fútbol sueco, perturba al hincha que va al estadio. “Fue una discusión muy simbólica, porque trata sobre el uso del poder de los aficionados”, dijo Svante Samuelsson, director deportivo de Svensk Elitfotboll, que representa a las dos primeras categorías. “¿Por qué tenemos clubes de fútbol? ¿Para quién? ¿Para los patrocinadores, la junta directiva, las personas que trabajan dentro de ella o para los hinchas?”, dice Samuelsson.

Su ciudad, sus jugadores y sus amigos

El mayor control popular impone además pautas éticas. En junio pasado, la Federación sueca (SvFF) cortó lazos con Mondelez, su patrocinador de veinte años, con sede en Chicago, pero acusado de mantener operaciones con Rusia. Mondelez (a través del chocolate Milka) también tiene patrocinios con las Federaciones de Francia y Alemania, que no estuvieron siquiera cerca de plantearse una ruptura. Por supuesto que hay problemas. En la última fecha que coronó campeón a Malmo, también hubo incidentes por invasión de campo de hinchas de Blavitt, enloquecidos porque su equipo evitó el descenso con gol en tiempo extra. Y Malmo (séptimo título en once años) toma distancia económica de sus rivales gracias al dinero que recibe de la UEFA, por su clasificación a la Champions.

¿Llegará un momento en que los hinchas de clubes más pequeños quieran competir con mejores armas y se vean seducidos por los dineros de un magnate, un jeque o un fondo de inversión? Otro problema de la Liga sueca es similar al que sufren los clubes argentinos, que buscan solucionar sus problemas económicos cediendo control a intermediarios. Es el caso especialmente del AIK, uno de los clubes más populares, y sus vínculos con la empresa Twenty Two, supuestamente conectada a su vez con dineros del crimen organizado.

Sin embargo, por ahora, el camino no se modifica. Por primera vez en su historia, las dos principales divisiones del fútbol sueco tuvieron una asistencia total de más de tres millones de hinchas en esta última temporada. En Primera (16 equipos), se registró una media récord de diez mil personas por cotejo. El interés ya no es patrimonio de las tres principales ciudades que tienen a los equipos más grandes (Estocolmo, Gotemburgo y Malmo). Se trasladó a ciudades medianas. Identidad y pertenencia. “La Allsvenskan –dice una crónica- se ha convertido en la Liga rebelde del fútbol europeo y sus seguidores están tremendamente orgullosos de ello”. “Es la Liga del pueblo”, la define Samuelsson. “No hay dinero saudí, VAR y otras tonterías. Es su ciudad, sus jugadores y sus amigos”.

Es periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribió columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajó en radios, TV, escribió libros, recibió algunos premios y cubró nueve Mundiales. Pero su mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobró siempre por informar.