Un resultado que deja más preguntas que respuestas

El contundente triunfo de Javier Milei, lejos de dar certezas, abre interrogantes para el peronismo y la nueva coalición de gobierno.

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“Es imposible ganar esta elección por un tema muy sencillo: llegamos con caída del salario real”. El textual es de un economista inclasificable por su manera de pensar, pero que milita hace años en el kirchnerismo. La reflexión, compartida con #OffTheRecord, se remonta a la previa de las legislativas de 2021. Ese predictor servía, también, para esta elección. La situación económica y una administración frívola de las diferencias desgastaron a un oficialismo que suspendió la incredulidad en la recta final solo por las habilidades de Sergio Massa.

Además de los circuitos electorales, es interesante mirar el componente socioocupacional del voto a Javier Milei que desagregó Prosumia, una de las encuestadoras que acertó el resultado de la elección. Según publicó en su cuenta de X el director de Planificación Productiva de Fundar, Daniel Schteingart, en la mirada por sectores, el candidato ganador tuvo mucha más intención de voto en ocupados del transporte, reparaciones y oficios, construcción, fuerzas de seguridad, comercio, agro e inmobiliarias mientras que el peronismo convocó a trabajadores de enseñanza, sector público e información y comunicaciones. Milei, incluso, tuvo 11 puntos de diferencia en ocupados industriales, donde se encuentran los sectores potencialmente más agredidos por una política de apertura y desregulación. ¿Por qué, entonces, el peronismo tiene menos apoyos entre profesionales y obreros y los compensa con intelectuales y estatales? ¿Es una tendencia definitiva? ¿Se explica solo por la economía? ¿O hay una estética que diga lo que diga genera rechazo en un votante que miraba con resentimiento las agendas de libertades individuales y discusiones ideológicas mientras no podía comer carne?

El triunfo de Milei en el ballotage renueva las esperanzas, al igual que en 2015, sobre una posible reconfiguración del poder en Argentina que tiene como base de análisis un peronismo al que, finalmente, le llegó su hora. Si era probable pensar que, luego del triunfo de Mauricio Macri, el kirchnerismo podía languidecer y volvió con otra piel cuatro años después, es más difícil imaginarse un escenario de peronismo póstumo con un 44% de apoyo después de una pobrísima gestión económica y política, renovación de gobernadores y un Presidente con características singulares que tendrá que enfrentar desafíos muy complejos heredados de este gobierno y del de su socio táctico.

Entonces, la lectura del resultado merece otro encuadre para poder ser mirado con perspectiva. Unión por la Patria, el rebautizado artefacto disfuncional que se hizo cargo del gobierno en 2019, pasó por una serie de calamidades que transformaban esta elección en una empresa (casi) imposible para el oficialismo. Es importante entonces, mirar con atención cómo queda el mapa de poder para un peronismo que si no fuera por la presencia de Milei hoy probablemente estaría lamentándose una derrota mucho más categórica ante un JxC cohesionado y sin divisiones terminales: gracias al resultado de octubre, UxP queda como la primera minoría en ambas Cámaras -en el Senado, incluso, está a dos del quórum propio-, retiene la provincia de Buenos Aires y ganó 85 de los 135 distritos del territorio bonaerense mientras que es esperable una ruptura de JxC que repercuta en el Congreso de la Nación.

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Casualmente, la presidencia de la Cámara de Diputados es uno de los lugares más observados. Los nombres que surgieron desde el domingo a la noche van desde Oscar Zago y Cristian Ritondo a Florencio Randazzo o Miguel Ángel Pichetto. Este último, por el reconocimiento que le hizo en público el presidente electo. “A mí nadie me llamó”, le dijo Pichetto a su equipo cuando fue consultado por las declaraciones de Milei. Si bien el libertario había asumido un compromiso con Martín Menem, el riojano aparece hoy más relegado detrás de Zago y Ritondo. Ambos dirigentes parecían número puesto hasta que el libertario mencionó al auditor general.

Pichetto está dispuesto a aceptar -y probablemente pasaría más fácilmente el filtro opositor que Ritondo-, pero Zago reclama ese lugar para él y, mientras tanto, hace cuentas. A los 38 diputados de LLA, hay que restarles al menos tres que se irán al Ejecutivo y sus reemplazos no tienen terminales claras. Ritondo prometió 50 legisladores de Juntos por el Cambio, pero es un número que está lejos de ser una certeza aunque podría compensarse con algunos gobernadores que se acercan al calor del presupuesto oficial. En las últimas horas cobró fuerza el nombre de Randazzo, pero es difícil imaginar que pase el filtro de UxP. Aún lográndolo -y para un gobierno que tendrá un 2024 convulsionado-, parece recomendable para presidir el cuerpo una figura con menos resistencias.

Si Ritondo no corona con la presidencia de la Cámara es probable que su destino esté en Seguridad, donde pelea la cartera con Diego Santilli y con un militar retirado de apellido Vives que es del gusto de Victoria Villarruel. Como anticipó #OffTheRecord, Carolina Píparo administrará una novedad: una ANSES que tendrá que dar malas noticias. ¿Premio o castigo? Relegado por decisión propia, Luis Toto Caputo -el preferido de Milei- acercó su reconocida Anker al presidente electo para trabajos técnicos a través de Federico Furiase, pero ante la negativa del Messi de las finanzas pica en punta nuevamente Federico Adolfo Sturzenegger. Luego de sus experiencias en el gobierno de Fernando de la Rúa y Macri, Sturze busca una tercera oportunidad. El ex banquero central tiene diferencias severas con una de las principales promesas de Milei. ¿Peligra el plan de dolarización?

Las excentricidades formuladas durante la campaña en materia de política exterior fueron motivo de ataques al presidente electo, que poco tuvo para responder de manera convincente a las dudas sobre las consecuencias de sus postulados, pero que tampoco volvió atrás en ninguno, a diferencia de lo que sucedió en cuestiones domésticas. El primer referente político internacional respecto del que hubo noticias de una comunicación no fue un jefe de estado o de gobierno sino Jair Bolsonaro, inhabilitado en Brasil por sus cuestionamientos al sistema democrático y referencia de la oposición que intentó una insurrección contra el actual gobierno. Bolsonaro confirmó que asistirá a la asunción del presidente argentino y avisó que lo hará, en primer lugar, porque Lula Da Silva -presidente del país que es el principal socio estratégico de la Argentina- no fue invitado.

Desde los gobiernos occidentales, hasta el momento, la voluntad respecto del presidente electo parece ser la de contener y condicionar, sin enfrentarlo. Las menciones a los “valores compartidos” y al “proceso democrático” provenientes de Washington y Bruselas deben ser leídas en este sentido. Ninguno fue tan explícito como el Embajador estadounidense, Marc Stanley, que tras una cálida felicitación, definió como prioridades “compartidas” a la protección de los derechos humanos y la democracia, la lucha contra el cambio climático y la inversión en la clase media. Este último tópico es un eufemismo que usa Joe Biden a nivel doméstico e internacional en iniciativas para proteger el empleo sindicalizado. Habrá que ver la recepción de Milei, que también recibió una muy cálida felicitación de Donald Trump, que el año próximo buscará una nueva elección.

La agenda económica esbozada en los primeros discursos apareció más a tono con la línea previa del libertario y con la campaña posterior a las PASO que con la de la segunda vuelta. La de recortes de gastos e impuestos aparece mucho más agresiva -al menos en la retórica- de lo que marcaron los antecedentes de gobiernos de derechas civiles e incluso militares al momento de asumir. El verdadero alcance está por verse. Muchos gastos e impuestos tienen protección legislativa y un gran componente del gasto social, incluso constitucional. Una agenda demasiado agresiva de reducción del gasto público arriesga despertar a las instituciones que determinaron que los presidentes con los que Milei es comparado a menudo fueran relativamente ineficientes.

Mientras el Congreso y los gobiernos estatales y municipales (demócratas) volvieron poco operativa la agenda migratoria de Trump, Bolsonaro sumó como factor limitante a su administración, además de estos actores, al Poder Judicial. Desde la lucha contra la pandemia, hasta la agenda social e incluso en las reformas económicas que sí fueron aprobadas, Bolsonaro encontró en las instituciones una barrera infranqueable a su movimiento. Los límites hicieron que los rasgos de continuidad democrática fueran más fuertes que el discurso y las propuestas rupturistas de la cabeza del Estado. ¿Qué pasará en Argentina con un Poder Judicial cuya cabeza fue sometida a juicio político por la administración saliente? ¿Y con el Congreso, donde el radicalismo deberá surfear entre su sociología electoral, que apoyó masivamente a Milei, y los instintos alfonsinistas que al menos residualmente conserva? La pregunta está abierta.

Ya sea que permanezcan relativamente módicas o logren ser profundas, la primera etapa económica de Milei supondrá dolores que, en el mejor de los casos, sólo en el mediano plazo podrían rendir frutos. En el corto habrá un mayor ajuste que no pagará íntegramente “la política”, simplemente, porque los números fiscales no cierran. El gasto previsional y social son la parte del león del gasto público nacional y cualquier recorte en esas áreas va a reverberar en la actividad económica de forma directa. La corrección de precios relativos que hubiera tenido que encarar quien fuera que ganara -tarifas y tipo de cambio- es, en el corto plazo, también inflacionaria.

Con una economía que no podrá, en modo alguno, satisfacer las expectativas de los votantes, es probable que las compensaciones vendrán por el lado de la agenda de movilización de las bases. La convergencia del impulso populista -en términos técnicos- de dividir la sociedad entre buenos y malos, un discurso violento hacia quienes están en la vereda opuesta a “los argentinos de bien” y la necesidad de generar agenda en temas diferentes de una evolución económica que -al menos inicialmente- no le será favorable operan como incentivo para que la lógica del enfrentamiento social sea el mapa para atravesar el territorio desierto que dará impronta al arranque de su gobierno. Lejos de la superación de la grieta, la espiralización absoluta.

En este sentido, Milei cuenta con algo de lo que carecía el Macri de 2015. Una base de votantes entusiasta, entre la juventud y los sectores populares. Parte de la lógica del enfrentamiento fue anticipada por el presidente electo en el discurso ante sus seguidores. Para su crédito, la amenaza remitió al derecho a manifestarse dentro la ley y a las instituciones de ejercicio de la violencia legítima en manos del Estado. Fue su socio político, el ingeniero Macri -acaso el intérprete más lúcido del presente ciclo electoral- que habló de los opositores como “orcos” y declaró que los jóvenes que apoyaron a Milei podrían ahora salir a la calle a enfrentar manifestaciones opositoras. La amenaza de enfrentamientos civiles como un aspecto positivo es toda una novedad, incluso en una figura como Macri.

Una vez más, las experiencias de Trump y Bolsonaro, donde el crecimiento de grupos violentos autónomos -ligados al oficialismo- fueron una constante. Ambas experiencias terminaron con derrotas electorales y sendos intentos fallidos de tomar las instituciones, pero con presidentes que, lejos de los análisis catastrofistas sobre su viabilidad política, terminaron su mandato y consolidaron su base de sustentación.

Otro factor que no debería subestimarse -y que podría agudizar la conflictividad social, adicional a los desafíos estructurales de la economía y el diseño político- son las ideas extravagantes de algunos futuros funcionarios y personas cercanas al círculo íntimo del presidente electo. Martin Krause, probable secretario de Educación e integrante del Instituto Cato y la sociedad Mont Perelin -usinas de las versiones más extremas del liberalismo- es un entusiasta radical del sistema de vouchers. Milei reconoció, correctamente en el debate, que no estará en sus manos el sistema educativo primario y secundario. Sí el universitario. Y si bien las universidades son autónomas, su financiamiento depende del gobierno central. Sería un lugar natural para iniciar un experimento de subsidio “a la demanda” con instituciones privadas. Krause no está sólo. En sus declaraciones sobre el rumbo del próximo gobierno, Bertie Benegas Lynch habló de eliminar completamente la obra pública financiada por el Estado e introducir un sistema de competencia en servicios públicos regulados como los colectivos urbanos, un sistema que algún chileno memorioso recordó que generó caos en tiempos de Augusto Pinochet.

Mientras tanto, Macri ve cómo sus pedidos de Germán Garavano para Justicia y Federico Pinedo para Cancillería naufragan ante la nómina libertaria, pero apuesta a quedarse -a través de Guillermo Dietrich, ¿o de Santilli si no va a Seguridad?- con el Ministerio de Infraestructura. Los contratos del Estado no se negocian. Literalmente. Milei sigue pensando en Guillermo Ferraro para ese puesto. La incomodidad en La Libertad Avanza por la distribución de cargos -que empezó a generar críticas internas y por lo bajo a Nicolás Posse- tiene que ver con la hegemonía amarilla en las segundas y terceras líneas, fundamentalmente en el megaministerio de Capital Humano que será conducido por Sandra Pettovello. Mariano Cúneo Libarona será el ministro de Justicia y es probable que antes de asumir tenga su primera diferencia con varios de sus socios: cree, y lo dijo en público, que Alberto Nisman se suicidó.

En AFIP suenan Liban Kusa -del estudio Bruchou y cercano a Marcos Galperín-, Santiago Montoya -sponsoreado por Eduardo Eurnekian a través de Guillermo Francos- y Leandro Cuccioli que ya ocupó ese lugar en la administración Macri y espera volver a hacerlo de la mano del Calabrés. Habrá que reconocer a Macri un talento político excepcional en el ejercicio de la conducción que no reprodujo hasta ahora ningún referente en todo su espacio. La decisión de apoyar a Milei fue impuesta e inconsulta, tanto en las instancias partidarias del PRO como del frente político que hegemoniza hace ocho años. El tumulto público contra su decisión no se extendió mucho más de dos días y, lejos de los pataleos de rupturas inmediatas, durante la campaña nadie abandonó el frente. En cambio, los apoyos a Milei de políticos y periodistas que en algún momento aparecían refractarios, se encuadraron automáticamente después de su decisión y terminó en un triunfo que hubiera sido difícil imaginar sin la jugada del ex Presidente.

Esta vez, antes de terminar, quiero recomendarte el dossier urgente que realizamos en Cenital sobre la Argentina libertaria. Piensan ese futuro posible Facu Cruz, autor de #LaGenteVota, Mariano Narodowski, Agostina Dasso Martorell, Diego Gorgal, Ana Julia Aneise y Esteban Kiper.

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Iván

Es director de un medio que pensó para leer a los periodistas que escriben en él. Sus momentos preferidos son los cierres de listas, el día de las elecciones y las finales en Madrid. Además de River, podría tener un tatuaje de Messi y el Indio, pero no le gustan los tatuajes. Le hubiera encantado ser diplomático. Los de Internacionales dicen que es un conservador popular.