Último tango en París

La crisis estalló un Primero de Mayo. Pero la pelea Messi-PSG no es un conflicto sindical. Es una lucha de poderes.

Increíblemente, la crisis estalló un Primero de Mayo, Día del Trabajador. Humillado el domingo en casa (cayó 3–1 ante Lorient), el club Paris Saint-Germain (PSG) revirtió el descanso y ordenó entrenamiento para el lunes. Lionel Messi no cambió sus planes, faltó a la práctica y PSG, propiedad de Catar, lo suspendió por dos semanas, quita de salario incluido. Diego Maradona solía quedarse pescando en Esquina, Corrientes, cuando atrasaba deliberadamente su vuelta a los entrenamientos en Napoli. Periodistas italianos contrataban aviones privados para encontrarlo. Messi, en rigor, no usó el 1 de mayo para el descanso. Su rebelión fue porque eligió honrar otro compromiso laboral: su rol como embajador turístico de Arabia Saudita. El viernes pidió disculpas. Y quedó “a la espera de lo que el club decida”.

El 1 de mayo rebelde de Messi, claro, no tiene vínculo alguno (salvo la fecha) con la protesta gremial iniciada el 1 de mayo de 1886 en Estados Unidos por la jornada laboral de ocho horas. Fue una lucha que se extendió a quinientos mil obreros, cinco mil huelgas, represión policial, muertes, heridos y la ejecución de cuatro anarquistas alemanes y un quinto inglés. Cuatro fueron ahorcados, otro supuestamente se suicidó. Son los famosos “Mártires de Chicago” que pusieron fecha global al Día del Trabajador. Los tiempos cambiaron. Más de un siglo después, el trabajo volvió a ser precario y la patronal acumula ganancias. Pero el conflicto PSG-Messi, está claro, no es exactamente sindical. Es una puja de poderes.

La pelea explotó menos de cinco meses después de que Messi fuera elegido como la gran figura del Mundial de Catar. Y de que el emir jeque Tamim bin Hamad Al-Thani lo honrara con la famosa capa negra con dorados. El Bisht buscó distinguir a Messi no solo por la coronación argentina, sino también por su contribución para rescatar la imagen de la FIFA. Y, más aún, la del país anfitrión, Catar, uno de los Estados más ricos del mundo, puro gas y petróleo, pero acusado de explotar obreros migrantes para construir sus hoteles y estadios dorados. Sin democracia ni sindicatos. Sin Primero de Mayo que celebrar. La magia de Messi ayudó al olvido. Su triunfo fue la postal idealizada que casi todo el fútbol quería ver. El mismo jeque que agradeció a Messi colocándole la túnica, es el que ahora ordenó su sanción.


EL FIASCO DE LA CHAMPIONS

Las crónicas apuntan como “verdugo” al presidente de PSG, Nasser al Khelaifi. Nieto de un pescador de perlas de Doha, “NAK”, como lo apodó la prensa francesa, era buen tenista (llegó al puesto 995 del ranking, con 16.201 dólares de ganancias), y por eso fue elegido como compañero de juego del emir, entonces príncipe heredero. Una vez emir, Al Thani, su verdadero jefe, lo premió confiándole a NAK el manejo de Qatar Investment Authority (petróleo y gas natural, activos de más de 60 mil millones de dólares). Y luego de Qatar Sports Investment, el deporte como lavado de imagen. En 2010, el entonces presidente Nicolas Sarkozy operó para que Catar ganara la sede del Mundial 2022. En 2011, el emir y NAK agradecieron comprando al PSG, llenándolo de estrellas y de títulos (28) a golpe de chequera (más de 1.200 millones de euros), pero sin poder ganar jamás el premio mayor del fútbol europeo: la Champions.

Musulmán moderado, sin redes, el “presidente fantasma” (“NAK the Phantom”, lo llamó L’Equipe), jamás luce arrogante en público. Pero es duro cuando quiere (se cuenta que él mismo avaló el ingreso de cientos de fanáticos a una práctica para que hostigaran a los jugadores tras una derrota contra Manchester United en la Champions 2019). Lucía feliz el día que Messi arribó a París, el 8 de agosto de 2021, para unirse a Kylian Mbappé y a Neymar y llevar a PSG a la cumbre. Aquellos días, París era una fiesta. Pero la primera temporada de Leo en el PSG fue discreta. Messi mejoró mucho en la segunda. Pero PSG volvió a sufrir otra dura eliminación en octavos de final de la Champions. Quedó eliminado también en Copa de Francia y apenas lidera la Liga local, algo casi natural (ganó ocho de diez Ligas desde que arribó Papá Noel).

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

EL CHIVO EXPIATORIO

Los ultras eligieron a Leo como chivo expiatorio (junto con Neymar). Ambos símbolos de un PSG marketinero y ostentoso, que está lejos del club de otrora, más pobre, claro, pero que, dicen los ultras, representaba mejor a París y a sus aficionados y no a este fútbol moderno dominado por el dinero. Los ultras no solo piden que se vayan Messi y Neymar. Quieren que se vaya NAK. Vuelto a París tras ganar un Mundial agotador, Messi comenzó a recibir nuevos silbidos en las tribunas. Renunció al saludo tradicional del equipo a los ultras luego de cada partido. Cada silbatina contra él parecía una afrenta al fútbol. Provocaba sorpresa. Como sucede ahora con el castigo de dos semanas. “Es una revancha por haberle ganado el Mundial a Francia, como le sucedió a Maradona en Italia luego de la Copa del ‘90”, simplifican muchos en Argentina. Pero PSG no es Francia. PSG es Catar. PSG es un Club-Estado.


Como sea, voces autorizadas del propio fútbol francés afirman que es un bochorno para la Ligue 1 el destrato a un Messi de trayectoria interminable y que mantuvo goles y asistencias hasta el final (15 y 15 en 28 partidos en un equipo casi sin funcionamiento colectivo, es ridículo comparar sus números con los del noruego Erling Haaland, que es goleador nato, tiene trece años menos y juega en Manchester City, una obra de Pep Guardiola). El mar de filtraciones de estos días contó que Leo, supuestamente, abandonó harto una práctica de diez días atrás, lo que fue desmentido por el club. La derrota del domingo contra Lorient y el estallido del lunes fueron el paso siguiente.

En el medio, se supo que Messi, que tras el Mundial exigía mejorar su contrato de 30 millones de euros netos, había comunicado un mes antes al PSG su decisión de cesar la negociación y no seguir más en el club. ¿Venganza ahora del PSG? ¿Messi es utilizado para avisarle al resto del plantel y a los hinchas disconformes que PSG es algo más que un simple ricachón y no permitirá más privilegios a sus estrellas? El video disculpas del viernes fue justamente eso: una muestra de autoridad del club (facilitada, claro, porque Messi no seguirá más). La policía francesa debió adoptar una vigilancia especial en la casa del crack (y también en la de Neymar).

¿Y ahora? ¿Elegirá Messi volver a Barcelona, sin dinero, es cierto, pero la ciudad que añora toda la familia? ¿Aceptaría ganar en Barcelona “apenas” unos 13 millones de euros anuales (cifra que sugirió el miércoles el diario catalán Sport) en lugar de los casi 400 millones que le estaría ofreciendo Al Hilal, el equipo que dirige Ramón Díaz en Arabia Saudita? Allí volvería a competir contra Cristiano Ronaldo. “Rocky II”. La reedición del duelo formaría parte de la copia árabe al modelo catarí de usar al deporte como “soft power” (poder blando).


Arabia ya compró una Liga de golf, la lucha libre de Estados Unidos, Fórmula 1, boxeo y otros numerosos deportes. ¿Pero no sería la modesta liga árabe un destino indecoroso para un crack que hace solo cinco meses volvió a ser señalado como el mejor del mundo tras la conquista de la Copa en Catar? ¿O acaso Arabia Saudita, que ya compró al Newcastle inglés, ofrecería a Messi jugar en un próximo equipo europeo que ingresaría a su cartera? (podría ser Olympique de Marsella). ¿Resignará Messi su sueño de ganar una última Champions? Nuestro fútbol, que hoy celebra el Superclásico, teme acaso que este nuevo movimiento sea el inicio de la recta final, que Messi sí juegue la Copa América 2024, pero no el Mundial 2026, como él mismo ya sugirió.


“PLANIFICA TU AVENTURA”

Los más puristas cuestionan ahora a Messi su asociación con un régimen como el saudí, acusado de violaciones a los derechos humanos (Maradona lo había hecho mucho antes con Dubai). “Se vendió al diablo”, afirman los críticos de Messi, como si Catar fuera entonces San Pedro. Recuerdan su fortuna (unos 1.200 millones de euros según Forbes). Sus contratos (20 millones de dólares con una firma de criptomonedas). Y millones más con Adidas, Pepsi, Budweiser, Ooredoo, Pro Evolution Soccer, Louis Vuitton, Orcam (Israel), Mengniu (China) y su propio espectáculo Cirque du Soleil, entre otras. ¿Tenía necesidad Messi de sumar más dinero a cambio de promocionar el turismo del régimen saudí? “Descubriendo el Mar Rojo #Visit Saudi”, publicó Leo el año pasado en su cuenta de Instagram, donde tiene más de 370 millones de seguidores. La página de inicio de Visit Saudi nos cuenta que “Lionel Messi quiere que des rienda suelta a tu buscador de emociones interno y descubras lo inimaginable”. “¿Qué esperas? ¡Planifica tu aventura ahora!”. ¿Ayudará también Messi a que Arabia Saudita sea sede de un Mundial, en 2030 o 2034?

La primera visita de Messi a Arabia Saudita se remonta en rigor a 2012. Y la relación, cuentan medios árabes, creció a partir de Turki al-Sheikh, un ex guardia de seguridad del príncipe Mohamed Bin Salman, quien lo designó Autoridad General de Entretenimiento y le confió luego la dirección del deporte nacional. Dueño además del club Almería, de la Liga de España, Turki al-Sheikh, organizó el amistoso de 2019 Argentina-Brasil. Messi lo felicitó para su cumpleaños 40. Al-Sheikh lideró los ataques de Arabia Saudita contra Catar cuando la región impuso un bloqueo a Doha, dos años antes del Mundial. Ya jugador de PSG, Messi sorprendió cuando firmó contrato como promotor de turismo de Arabia Saudita, el “enemigo”. Era libre de hacerlo. Su contrato con PSG era menor que los de Mbappé y Neymar, pero el club autorizó a Messi a que también pudiera hacer acuerdos de patrocinio con quien quisiese. Y Leo decidió hacerlo con Arabia Saudita. Estados Unidos mediante, Arabia Saudita es el mayor comprador de armas del mundo. Tiene inversiones en todos lados, desde Disney al Citigroup. Y también Messi.

Soy periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribí columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajé en radios, TV, escribí libros, recibí algunos premios y cubrí nueve Mundiales. Pero mi mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobré siempre por informar.