Trump rompió el Partido Republicano

Caos en Washington DC por la destitución del presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, por los propios republicanos.

¡Buen día!

Una aclaración: este correo fue terminado y maquetado el viernes, un día antes de la ofensiva de Hamas en Israel, sin dudas el tema más relevante de la agenda internacional en este momento. Desde Cenital decidimos mantener esta entrega e iniciar una cobertura diaria en Primera Mañana –donde estuve colaborando con Blas– y en Antes de Mañana, a cargo de Diane.

Acá, hoy, vamos a mirar hacia Estados Unidos, que la semana pasada volvió a capturar los titulares. El martes, el presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, fue destituido por una pequeña rebelión del ala radical de su propio partido, el Republicano. Es la primera vez que sucede algo así.

Ocho republicanos rebeldes, liderados por un diputado trumpista de Florida, fueron los responsables de la destitución, que contó con el apoyo de toda la bancada demócrata. El motivo oficial fue un acuerdo entre McCarthy y los demócratas para salvar el cierre del gobierno federal, que sucede cuando el Congreso no aprueba el presupuesto para las agencias estatales. Para el ala dura del partido, el presidente de la Cámara fue demasiado blando en las negociaciones, y podía haber conseguido más concesiones del Partido Demócrata. Aunque el feudo venía desde hace varios meses.

Esta noticia quizás parece demasiado local, pero puede tener repercusión global –por ejemplo, en la asistencia de Estados Unidos a Ucrania–, mientras sume a Washington en un estado inédito de parálisis. Por lo demás, es otro recordatorio de cómo se rompen los (ex) partidos de centroderecha en este tiempo.

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

¿Por qué es importante?

Como dije, es la primera vez que un líder del Congreso es destituido en funciones, por lo que Estados Unidos entra en terreno desconocido. Si bien a McCarthy lo va a reemplazar otro diputado de manera interina, los republicanos deberán designar a un sucesor, que por ahora no está a la vista. Eso va a complicar cualquier iniciativa legislativa. El acuerdo que detonó la salida de McCarthy solo patea el deadline del gobierno federal por 45 días, por lo que las chances de que esta vez la cámara no logre resolver el problema son mayores, y de mínima eso va a tener un impacto económico. 

Esto también complica el envío de ayuda militar a Ucrania, que depende del Congreso. Los rebeldes que echaron a McCarthy se mostraban en contra de seguir financiando la defensa ucraniana, un murmullo que recorre todo el partido. Para poner un ejemplo, los tres principales candidatos en la interna republicana –Donald Trump, Ron de Santis y Vivek Ramaswamy– cuestionaron el tamaño de los paquetes militares actuales. 

McCarthy, a pesar de su estridencia ocasional, fue clave para que la ayuda fluyera con el Congreso. También es cierto que la mayoría de los congresistas republicanos han acompañado la decisión sin chistar, pero el rol del presidente de la cámara es crucial, porque fija la agenda de votación. Eso ahora queda en el aire. 

La riña del ala dura del Partido Republicano con McCarthy es previa a este movimiento. De hecho, su elección como presidente de la cámara, tras la victoria del partido en las elecciones intermedias de 2022, demoró 15 votaciones, porque no contaba con el apoyo de los radicales, que lo veían como un moderado. Donald Trump, la principal referencia del ala dura, fue clave para que McCarthy llegara al cargo. Desde entonces, si bien este no formaba parte del riñón de Trump, cultivaba buenas relaciones con él, y lo defendió de todas las acusaciones judiciales, algo que enfureció a los demócratas (y que explica por qué se sumaron a los rebeldes para destituirlo). En este caso, el trumpismo actuó como si tuviera vida propia, más allá de su líder indiscutido, y terminó llevándoselo puesto a McCarthy.

Sea cual sea su sucesor, este tendrá una posición débil de entrada, porque deberá contentar a la vieja bancada republicana en la cámara y al ala radical, trumpista, cuyo poder destituyente se ha revelado la semana pasada. 

El Partido Republicano, dicho simple, no es capaz de gobernarse a sí mismo. Y en un país con un sistema bipartidario, que todavía es la primera potencia mundial, eso es importante por lo que genera, pero también por lo que dice.

Breve digresión

Ahora ponete a pensar en el ejemplo que irradia Estados Unidos con su gobierno, con el supuesto de que parte de su poder global está construido justamente sobre ser un ejemplo o un modelo, aunque en los hechos esto tuviera asteriscos. Así pues:

Al presidente de la cámara de Diputados se lo acaba de cargar su propio partido, cuando llevaba menos de un año en el cargo. El referente republicano en el Senado, por otro lado, se quedó paralizado en público dos veces en el mismo mes. Se llama Mitch McConnell y tiene 81 años, apenas uno más que el propio presidente del país, cuyos tropezones y gaffes son permanentes, y han obligado a la Casa Blanca a tomar medidas para blindarlo. Biden es candidato y, de ganar las elecciones, terminaría su segundo mandato con 86 años. ¿Alguien se lo imagina? Este escenario sólo es posible porque el candidato que seguramente tendrá enfrente carga con cuatro acusaciones judiciales que lo podrían dejar en la cárcel (aun si gana). Y si Trump no aceptó los resultados en 2020, una actitud que terminó con el intento de un golpe de Estado, ¿por qué esta vuelta sería más tranquila?

El Poder Judicial tampoco es un canto a la virtud. La Corte Suprema, por ejemplo, es víctima de la misma polarización que consume al país, especialmente luego de que Trump la remodelara con una supermayoría conservadora. Sus fallos, en consecuencia, son cada vez más trascendentales y difíciles de aceptar para una porción del país.

Y hablar de la cuestión social nos llevaría un correo aparte. Pero, a modo de síntesis, fíjate este gráfico, que reseña cómo cambiaron en cada estado las causas de muerte, según la franja etaria, y mirá la casilla de los ciudadanos de 18 a 44 años. Te lo resumo: en solo dos décadas, la sobredosis por opioides pasó a ser la principal causa de muerte, a excepción de algunos estados donde se impuso el suicidio. Brutal.

El Partido Republicano está roto

De regreso a la arena política, hay una pregunta que es relevante: ¿Lo que está roto es el sistema o uno de sus partidos? Hay una corriente importante de voces que sugiere lo segundo, que el problema es el Partido Republicano, tomado hoy por la ultraderecha.

Esto tiene sentido si se observa que la actitud de cuestionar resultados electorales o la adhesión a teorías conspirativas (un buen ejemplo de esto: la vacunación contra el Covid, más baja en estados republicanos), entre otras, es propiedad de un solo partido. El Demócrata también tiene problemas (la falta de un sucesor a Biden, por caso) y divisiones entre un ala progresista y moderada, pero su comportamiento no paraliza el sistema, y tampoco lo cuestiona. En criollo: todavía funciona como un partido político establecido. 

Hay tres cosas sobre esta deriva del Partido Republicano que hoy me interesa apuntar.

  1. Son las bases

Lo hemos repetido hasta el hartazgo en este newsletter, pero vale una vez más: el principal problema del partido hoy no es Trump sino el trumpismo, que es otra forma de decir que la radicalización se esparció en las bases. Donald puede decir que le robaron la elección, pero el dato es que la mayoría de republicanos le cree. Tienen una mirada similar sobre cómo funciona el sistema. De manera parecida, puede que no sea una mayoría la que apoye la toma del Capitolio de enero de 2021, pero por lo menos no se escandaliza. Por eso Trump es el favorito en la interna republicana, que si no lo elige a él va a elegir a alguien parecido. Esa parece la única fórmula válida para ganar en la derecha hoy: si no sos Trump, al menos parecete a Trump, un proyecto condenado a fallar, básicamente porque Trump hay uno solo. 

Esto genera, entre otras cosas, que haya políticos republicanos que no creen que la elección haya sido robada y que ven con preocupación esta deriva, pero tienen terror de decirlo en público. Muchos de ellos, como Kevin McCarthy o el propio McConnell, parecían dispuestos a marcar una línea ante los hechos del capitolio, pero en cuestión de semanas era un hecho olvidado. En los últimos años hubo sólo dos republicanos que se animaron a plantear una crítica estructural a Trump y sus bases: Liz Cheney y Mitt Romney. A la primera, los mismos diputados la apartaron del cargo. El segundo se retiró del Senado hace un par de semanas. Los “moderados” existen, aunque cada vez hay menos. ¿Pero a quién representan?

Explicar esta deriva es más difícil, y seguramente se combinen algunos factores, entre ellos, sí, los cambios en los medios y en cómo se percibe la realidad (si sos fan de este tema, te recomiendo este ensayo sobre el poder de Fox News). Hay otros. Hoy solo quiero señalar que esta radicalización dialoga de cerca con la polarización, que es cada vez más intensa. Porque es cierto que hay republicanos que aman a Trump, pero otros muchos no son tan fanáticos, e igual así lo votan en elecciones generales o lo defienden ante la opinión pública. ¿Por qué? Porque odian a los demócratas. 

  1. La fisura es previa a Trump, pero él la agranda

El Partido Republicano no era un ejemplo de moderación cuando Trump lo tomó por asalto. De hecho, el triunfo de Donald en la interna tiene raíces en el ascenso del movimiento Tea Party a partir de 2009, cuando el discurso radical contra la intervención del gobierno y, en buena medida, contra el establishment, empezó a remodelar el partido. La teoría conspirativa de que Obama nació en Kenia, bastante popular por varios años, se esparció mucho antes de que Trump saltara a la política. 

Vale recordar que ya en el 2015 el establishment del Partido Republicano intentó frenar a Trump, con la ayuda de la poderosa Fox News, pero fracasó. Ya existía una fuerte corriente antiestablishment, que Trump dominó y canalizó a la perfección. 

Si hoy esa deriva se ha profundizado es precisamente porque no da lo mismo quién la aprovecha. Trump efectivamente ha remodelado el partido al consolidar una base de extrema derecha que paraliza, cuando no reforma, su comportamiento en el sistema político, que es apenas una de las arenas de acción. 

Eso nos lleva al siguiente punto.

  1. Trump lidera un movimiento, no un partido

Las derivas de los últimos años muestran no solo un partido caótico sino uno que ha perdido su visión programática: no tiene plataforma, proyecto legislativo o visión de país que pueda defender. El mayor logro legislativo de Trump durante su presidencia fue un recorte radical de impuestos. Para 2024, el candidato propone una venganza al sistema político que conspiró en su contra. No hay mucho más.

Esto, y parte de lo que hablamos antes, puede entenderse mejor si se considera que Trump funciona como el líder de un movimiento y no de un partido. El argumento es de Julia Azari, quien recuerda que no siempre los presidentes se llevan bárbaro con sus partidos, pero al menos tienen una relación interdependiente: el líder necesita de de ellos para llegar al poder y mantenerse, mientras los partidos buscan conducción y la manera de plasmar su visión en el gobierno. Pero los seguidores de un movimiento social, dice Azari: 

Mantienen una extraña relación con los partidos y los presidentes. Los movimientos quieren cambios fundamentales. Los partidos y los presidentes suelen ser más cautelosos: los presidentes son los encargados de preservar la Constitución, y los partidos tienden a ser reacios al riesgo y protectores de una coalición electoral ganadora.

La base de Trump se parece a la de un movimiento social: es más fiel e ideológica que la de un partido, y sobre todo adhiere a la idea de un cambio drástico en la política o la sociedad. Eso implica muchas veces cuestionar las instituciones y el mismo sistema. El Partido Republicano está cada vez más influenciado por una fuerza que cuestiona su lugar en ese sistema. De ahí el caos.

Para los partidarios de Trump y el movimiento MAGA, la acusación en Nueva York, por ejemplo, no es solo una prueba de guerra partidista; para ellos, también es una prueba de un sistema corrupto en el que la política influye indebidamente en la ley, y la gente corriente como ellos es excluida y perseguida. Socavar ese sistema es un objetivo, no un inconveniente.

Trump no fue un líder exitoso: perdió elecciones presidenciales en 2020 y consiguió malos resultados en las parlamentarias de 2018 y 2022. No se concentró en que el partido avance o que pase reformas en el Congreso. Más bien, dice Azari, se dedicó a construir su propio movimiento dentro del partido. “Eso lo convirtió en un presidente diferente”, dice.

Por eso la diferencia entre cómo se comportan el Partido Republicano y el Demócrata en el mismo sistema es tan distinta. Uno está capturado por un movimiento. El otro dialoga con algunos movimientos progresistas–el #MeToo, Black Lives Matter, por ejemplo– pero no le pasa nada parecido. Se sigue comportando como un partido político tradicional. 

Cierro con esto. La estrategia electoral del Partido Republicano, que apela especialmente a hombres blancos con baja educación, tiene un problema a futuro. En parte por la inmigración, Estados Unidos es cada vez más diversa, y eso se está volviendo una ventaja para los demócratas en estados tradicionalmente republicanos como Georgia, Arizona y eventualmente Texas, un peso pesado. Si a eso se le suma el voto joven y el de las mujeres, más que nada en los suburbios, los republicanos van a tener que cambiar su discurso si quieren ganar elecciones en un futuro no tan lejano.

La pregunta es si vamos a ver ese giro, o si la deriva trumpista lo llevará por la cornisa. 

El mundo lo mira de cerca.

Eso fue todo por hoy. Gracias por leer.

Un abrazo,

Juan

PD: como hace mucho que no paso chivos, quiero compartirte este episodio de El Hilo –uno de mis podcast favoritos– sobre los jóvenes que votan a Javier Milei, a través de la relación entre un padre y un hijo. Vas a escuchar una voz conocida 🙂

Cree mucho en el periodismo y su belleza. Escribe sobre política internacional y otras cosas que le interesan, que suelen ser muchas. Es politólogo (UBA) y trabajó en tele y radio. Ahora cuenta América Latina desde Ciudad de México.