¿Todo por una medalla?

El Centro de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD) fue sede de un debate histórico entre los atletas.

“Yo hace un año que tengo diagnosticada depresión. Antes no me hubiese permitido seguir entrenando así. Hoy tengo ayuda y puedo transitarlo”, dice desde la tribuna Agustín Alves, taekwondista. A metros suyo está Karina Oliveira, ex gimnasta, que pudo contar recién después de veinticinco años que sufrió abuso sexual de un entrenador cuando fue a competir a los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Interviene Jon Uriarte. El ex voleibolista olímpico y mundialista cuenta que hace solo seis meses fue testigo de “bautismos” a jóvenes debutantes en su deporte, en los que compañeros más curtidos les cortaron el pelo y dibujaron penes en sus calvas.

Agustín Alves.


Son deportistas que debaten tras ver “Consagrada”, el unipersonal de Gabi Parigi, figura precoz de la gimnasia argentina, que a sus 38 años les cuenta a unos doscientos atletas adolescentes los abusos, exigencias y explotación física que ella misma sufrió cuando era niña, todo por subir a un podio. La novedad es que la obra, que ya lució en teatros porteños, trascurre ahora en el gimnasio “Carl Diem”, del CeNARD, por invitación de Inés Arrondo, ex Leona, secretaria de Deportes de la Nación. El Centro de Alto Rendimiento Deportivo, en el barrio de Núñez, cumple setenta años como sede histórica de esfuerzos y sueños olímpicos de nuestros mejores atletas. Pero también de maltratos en nombre de la jungla del éxito. “Yo quiero estar en los Juegos Olímpicos de París ’24, pero no a cualquier precio”, avisa desde la tribuna Nicolás Della Torre, jugador de hockey sobre césped.

Nico Della Torre


“SETENTA Y CINCO MEDALLAS, UN NOVIO”

Impacta ver a las jóvenes atletas mientras trascurre la obra. Risas abiertas y palmas cuando Parigi canta y baila cumbia, pero muecas nerviosas cuando la actriz enumera: “Dieciséis años, ocho horas diarias, ciento ocho torneos, cuarenta y tres aeropuertos, sesenta y cinco medallas, ocho millones y medio de abdominales… un novio”. Y añade fracturas, fisuras, luxaciones, tendinitis, pubalgias, radiografías, resonancias, tomografías, protusiones, hipertrofias. Vacaciones limitadas, fiestas perdidas. Balanzas vigilantes y castigos ante el mínimo exceso. Y meritocracia. Y la voz del: “Empujá/ rechazá/ apretá/ estirá/ mortal/ plancha/ abdominales/ posturas”. “Te pesa el orto ‘mongólica’, eso es lo que te pasa a vos, te pesa el orto”.

“Todo lo que escuchaste de lesiones de columna las tuve y las tengo. No quise hablar el otro día porque el foco era Gabi, pero yo fui en 1992 a Barcelona soñando con mis primeros Juegos Olímpicos y finalmente me fracturé, no competí y terminé sufriendo abusos de un entrenador auxiliar, con 16 años, un combo letal que derivó en anorexia y otros problemas sicológicos. Gabi –me dice la ex gimnasta Oliveira- nos muestra el Lado B de la sonrisa en el podio”. Oliveira que tiene seis clavos y dos varillas de titanio en la columna, pudo hablar en 2018, en su página de Facebook.

Gabi Parigi.


El debate en el CeNARD recordó entonces el documental de Netflix “Atleta A”, tres décadas de abusos del médico oficial de Estados Unidos Larry Nassar contra casi trescientas niñas gimnastas, campeonas olímpicas y mundiales, con todas las autoridades cajoneando denuncias, un código de silencio que incluyó al FBI, pero que desnudó un sistema perverso: Nassar, en realidad, era el médico “bueno”, que regalaba dulces a escondidas y calmaba a las niñas del insoportable sistema de entrenamientos que imponía el poderoso entrenador rumano Bela Karoly, “el malo”, contratado por Estados Unidos para ganarle la gimnasia a Rusia, en plena Guerra Fría del deporte.

NATURALIZAR EL DESASTRE

“Lo del CeNARD fue muy movilizante –me dice el entrenador de gimnasia Lucas Chiarlo-, porque Gabi (Parigi) cuenta la parte más oscura de ese paradigma exitista americano de los Karoli que se desparramó al mundo y Argentina no fue la excepción. Por suerte, Simone Biles (la gimnasta más coronada de Estados Unidos, ella también víctima de Nassar) rechazó el éxito a cualquier precio”, cuando renunció a seguir compitiendo en plena final contra Rusia en los últimos Juegos de Tokio. “Viví diez años en el CeNARD y diría que fueron los diez mejores años de mi vida, pero mientras teníamos todo ese otro escenario naturalizado”, agrega Chiarlo.

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Simone Biles.

“Lo naturalizado que teníamos todo es lo que más me impactó. Fue hermoso y duro ver la obra. Mi yo adulta lo vivió de una manera y pensarme de niña en esa situación me impactó mucho”, me cuenta la nadadora Georgina Bardach, medalla de bronce en los Juegos de Atenas 2004 y que vio a Parigi en el teatro. Lo mismo hizo el ex preparador físico de Diego Maradona y de la selección argentina, Fernando Signorini. “Me asombró su coraje. Cuando terminó la obra le dije que esa era la mejor medalla que se había colgado, porque al denunciar las barbaridades del poder subió a un podio al que nadie quiere subir”. Signorini fue a ver la obra al Galpón Guevara junto con su colega Fernando Cabaleiro, preparador físico de importantes tenistas. “Vi cuatro veces la obra y cada vez me impacta más que la anterior. Contar todo lo que vive el deportista como alguien que ya lo vivió en carne propia. Cuerpo, ojos y alma que te trasmiten angustia, pasión y amor por el deporte. ¿Eso es el éxito? Esos chicos deportistas perdieron cosas que no recuperarán nunca más”.

Georgina Bardach.


La cordobesa Anahí Sosa, ex número uno en la gimnasia rítmica, triunfos panamericanos y sudamericanos, Mundiales, hoy entrenadora, compartió viajes como atleta con Parigi. “Mi historia
–cuenta- no fue la misma, pero en la gimnasia entramos muy chiquitas en categorías mayores, inmaduras para presiones y sobreentrenamientos. Me sentí muy identificada con Gabi, pero también es cierto que amo la gimnasia y volvería al mismo recorrido, aunque de otro modo porque soy totalmente diferente como entrenadora. Negocio con mis atletas el disfrute, fiestas y comidas, dieta normal, que pueden comer una torta de cumpleaños, porque sino luego vienen los traumas”.

A diferencia suya, las atletas de hoy tienen las redes sociales. “Armas de doble filo”, me dice Anahí. “Por un lado te promocionás mejor, pero te quitan concentración, afectan el entrenamiento invisible y las chicas las manejan solas, sin asesoramiento, igual que los padres, cuando publican que su hija, de ocho o nueve años, ganó tal campeonato, y le crean una presión inconsciente para el campeonato siguiente”.

El video que cierra “Consagrada” es real. Impacta. Parigi tiene ocho años. Debe responderle al periodista que le pregunta por novios, helados de medio kilo y cuerpo “masculinizado”. No había deconstrucción. Tampoco educación. “Consagrada” (coautoría de Parigi con Flor Micha) es arte que responde al mandato de aguantar todo, aunque el cuerpo se rompa. Tiene danza, circo, contorsiones, gimnasia, drama y humor. Nominada como premio María Guerrero de teatro en actriz revelación, Parigi me cuenta su felicidad apenas horas después del CeNARD, ya en Canadá donde participará de otra obra. “La idea es llevar ‘Consagrada’ del teatro a gimnasios y salones para hacerla proyecto social, debates incluidos. Pensar al deporte desde otra perspectiva, otra lógica, y no naturalizar más ese Lado B del alto rendimiento”.

ATLETAS CON ARMADURA Y ANTIDEPRESIVOS

La nadadora Delfina Pignatiello, estrella precoz y retirada joven, cansada de tanta presión, cenó con Parigi más de dos horas luego de ver la obra. Atletas que le confesaron traumas. Igual que alumnas de circo y de danza. Una supercampeona que le contó que cuando dejó de vestir el uniforme olímpico argentino sintió aliviada que se sacaba “la armadura que debía llevar para cada batalla”. Y otra medallista que le contó el día que su cuerpo dejó de responderle en pleno entrenamiento. “Son muchísimos los atletas que toman antidepresivos”. Todos aman al deporte. Pero sufren los traumas del alto rendimiento. Parigi me cita sonriendo al dramaturgo brasileño Augusto Boal y su Teatro del Oprimido: “el teatro no podrá hacer la revolución, pero ayuda a ensayar la revolución”.

Delfina Pignatiello.


El lunes pasado, en el CeNARD, Uriarte, de firme compromiso político con el deporte en los últimos años, recordó que, paradójicamente, esa sede, casa histórica de los atletas argentinos, corrió peligro de ser vendida durante el gobierno de Mauricio Macri. Demolición y mudanza a Villa Soldati para favorecer un negocio inmobiliario, torres de lujo con vista al río, en una zona privilegiada de la Ciudad. Escuchaban los demás panelistas, entre ellos, la coordinadora del equipo de psicología del CeNARD Nelly Giscafré, la entrenadora olímpica de gimnasia Daniela Conde y yo mismo, que el lunes vi “Consagrada” por tercera vez. Todo sucedió en el gimnasio que lleva el nombre del alemán “Carl Diem”, atleta, entrenador, dirigente, historiador, amigo del barón de Coubertin, creador de la antorcha olímpica, nombre mítico en la historia del deporte mundial por sus escritos sobre el ejercicio físico. Diem, casado con una judía, fue secretario del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos más nefastos de la historia, que él defendió contra quienes exigían un boicot. Fueron los Juegos de Berlín 36. Plena Alemania nazi.

Es periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribió columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajó en radios, TV, escribió libros, recibió algunos premios y cubró nueve Mundiales. Pero su mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobró siempre por informar.