Theranos y WeWork: startups que eran un fraude

Promesas, líderes carismáticos, mucha plata y un final bochornoso.

Hola, ¿cómo estás? 

Yo muy contenta porque terminó el trimestre y no vuelvo a enseñar hasta septiembre. Me gusta mucho dar clases, casi tanto como no dar clases. Igual tengo mucho trabajo y estoy atrasada con todo, pero bueno, algo es algo en este mundo cruel. Del tema de las olas que siempre están viniendo no voy a decir mucho, hay que seguir cuidándose.  

Hoy quería hablarte de empresas tecnológicas que no prosperaron. En general conocemos a las más exitosas, las que cambiaron totalmente la manera de hacer las cosas, las que crearon actividades nuevas que no habíamos imaginado, las que fueron pura innovación y fueron (o prometen ser) exitosas. Pero en el medio hay muchas otras: desde ideas que no llegan a nada, hasta empresas que llegan lejos pero son puro humo. En este newsletter voy a hablar de lo segundo a partir de dos casos: Theranos y WeWork. Lo que tienen en común es haberse subido a la ola tecnológica y haber sido presentadas como pura innovación. Sin embargo, por distintas razones, eran un fraude. Theranos, una startup en el área de la salud, simplemente no hacía lo que decía que venía a hacer: testear tu salud a partir de una gota de sangre. WeWork, una startup de espacios de trabajo, no sólo no tenía nada de tecnológica (era pura infraestructura física), sino que además fue un gran fraude financiero. 

Arranquemos.

Theranos 

Este es un caso apasionante. Hace muchos años leí un artículo por ahí sobre una startup absolutamente revolucionaria. Se trataba de una compañía que prometía que con una gota de tu sangre podía realizar toda una serie de tests y diagnósticos. Esto se realizaba a través de un aparato pequeño que cada una podía tener en su casa. El atractivo era obvio: acceso a la fácil salud, barato y eficiente. Ahora todos podríamos chequearnos en el living de nuestras casas. No escuché nada más sobre el tema hasta que vi por todos lados la historia del gran fraude que era la empresa.

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Recapitulemos. Theranos fue fundada en 2003 por Elizabeth Holmes a sus 19 años. Esta mujer cumplía todos los requisitos de los iniciadores de startups: iba a una universidad de elite como Stanford, y la había abandonado (después de dos años de carrera) para dedicarse a su empresa. Tenía una “visión” que presentaba con claridad: venía a cambiar la industria, de un modo que era bueno para todos. Su discurso tenía ribetes melodramáticos: nunca más tendrán que pinchar a pobres niñas en busca de una pequeña vena, nunca más la gente morirá porque se entera a último momento que tiene una enfermedad. Como en casi todas las startups la grandilocuencia no faltaba, y era respaldada: en 2014 la empresa fue valuada en 9.000 millones de dólares y llegó a tener 800 empleados.

Theranos tenía algo distinto: una fundadora y CEO mujer. El mundo de la tecnología no es uno donde las mujeres abundan, por decirlo suavemente, así que esto le daba un valor agregado. Lo interesante (una de las muchas cosas) es su intento por masculinizarse: Holmes se viste igual que Steve Jobs y tiene (o usa) un tono de voz grave. Las malas lenguas (no hay buenas en esta historia) dicen que pasó de vestirse de modo chillón (con “holiday sweaters”, una de las tantas obsesiones de los estadounidenses) a vestirse con poleras y sacos negros. También hay un gran debate sobre su voz, que era baja y grave (acá podés verla en una entrevista). ¿Esa voz era real o practicada? La platea está dividida. Creo que la discusión tiene dos lados, uno de sexismo, obvio, y otro, más interesante, sobre la construcción de un líder tech con todo lo que esto implica en términos de aspecto, voz y mensaje y visión de futuro, entre otros factores. 

El gusto por Apple no se quedaba en las poleras negras, sino que iba más allá. Holmes quería que esas cajas de testeo que te mencioné al principio tuvieran el mismo diseño que Apple, para lo cual contrató diseñadores directamente de esa empresa. Este es el equipo, bautizado Edison (delirio de grandeza, sí). Holmes también se llevó a varios ingenieros importantes de Apple. Pero la mayoría duró poco en la empresa y se fueron denunciándola por algo muy simple: Holmes decía que podían hacer cosas que no podían hacer. El producto revolucionario no era tal. 

En efecto, los empleados en Theranos cada vez más se daban cuenta de que la empresa era un fraude y lo denunciaban. Sin embargo, Holmes avanzaba como los caballos que corren con esos cosos en la cabeza. Sin mirar a los costados, obsesionada con el premio: la revolución de la industria de la salud. Aunque una profesora de Stanford le dijo que eso que pretendía no era posible, fundó su empresa basada en eso mismo. A pesar de que su producto no funcionaba, seguía trayendo más dinero a la empresa, seguía sumando gente con experiencia, y seguía avanzando en su negocio. Aunque sus tests no funcionaban, los probaba con gente y les mandaba resultados erróneos (algo obviamente gravísimo). Aunque no tenían realmente un producto, hizo un acuerdo con Walgreens, una cadena farmacéutica en Estados Unidos, para proveer sus tests, que en realidad mandaban a hacer a otro lado.

WeWork 

Este caso también es fascinante. Una empresa que provee un espacio de trabajo físico para que organizaciones, instituciones y personas lo alquilen dice que forma parte de la revolución tecnológica, y le creen. 

WeWork fue fundada por Adam Neumann en New York en 2010. ¿Cuál era el servicio que proveía? Espacios físicos compartidos para trabajar. ¿Qué es lo distinto? Que los espacios son compartidos, son modernos y son bellos. Hay más: los espacios son más chicos que los tradicionalmente dedicados a una oficina. Entonces WeWork puede hacer más plata con menos lugar. Ahora que lo pienso sí hay una cosa que comparte con las empresas tecnológicas: que no tiene propiedades, o sea casi no tiene infraestructura propia. WeWork no era dueña de esos espacios de trabajo, los alquilaba y luego realquilaba más caro. El crecimiento fue meteórico.  

Pero así como creció, se desvaneció. A diferencia de Theranos, que sostenía una mentira y requirió una investigación para caerse, en el caso de WeWork estaba todo al descubierto. No había producto innovador, el fundador y CEO era un loco de atar y muy visible, y las pérdidas (año tras año) estaban claras. Aclaración, la locura de Neumann era una muy conveniente dado que jamás dejó de hacer plata estafando a su empresa. Dos ejemplos: Neumann compró propiedades que luego alquiló a WeWork (meme del hombre araña) y Neumann reservó el nombre We por lo cual WeWork tenía luego que pagarle para usarlo (no hay memes para semejante delirio). Como siempre en estas cosas, creo que el problema no es la persona, sino el contexto que lo deja ser. Nótese que Neumann combinaba esto con una especie de hippismo y filosofía new age que ya hace que toda la mezcla sea bastante desagradable.

Tres factores que explican el castillo de naipes 

Creo que hay tres factores cruciales que permitieron la venta de humo por parte de Elizabeth Holmes y Adam Neumann: la abundancia de inversores y capital, las conexiones políticas, y el enamoramiento cultural por la innovación. 

Respecto a la abundancia de capital para los proyectos de tecnología, hubo distintas personas en cada caso, pero en ambos hubo muchísimo dinero a pesar de la escasez de resultados. En el de Theranos se trató de Robert Kraft, Betsy DeVos y Carlos Slim, entre otros, que pusieron 900 millones de dólares. ¿Es mucha plata? Es muchísima considerando que no existía el producto. En el caso de WeWork fue SoftBank, que puso 4.400 millones de dólares para un señor que alquila sitios, los remodela y los vuelve a alquilar. 

En Theranos a la existencia de capital se sumaron las conexiones políticas. El padre de Holmes era un hombre de Washington DC, y entre los consejeros de Holmes, con puestos en la empresa, estaban George Shultz (ministro de varias administraciones republicanas) y Henry Kissinger. Holmes fue entrevistada por el expresidente Bill Clinton que sólo decía cosas buenas de ella. La empresa fue visitada por el entonces vicepresidente y ahora presidente Joe Biden. La pregunta es si alguien con menos conexiones podía engañar a tanta gente por tanto tiempo. En el caso de WeWork están por un lado el involucramiento de SoftBank, que no es un simple inversor y se merece su propio newsletter, y del gobierno saudita. 

El enamoramiento cultural por la innovación es quizás el factor menos material y más gaseoso de los tres, pero la idea de que la tecnología va a resolver todos los problemas es muy real y tiene efectos reales. Escuchar a Holmes decir que “nadie tiene que perder a un ser querido antes de tiempo” te hace darte cuenta de que las fantasías tecnológicas son intensas, y que nosotras las compramos contentas.  

El final 

Theranos cayó gracias a las investigaciones de John Carreyrou, un periodista del Wall Street Journal que contó con las revelaciones de un empleado de Theranos, Tyler Shultz. En el documental de HBO conmueve el testimonio de otro viejo periodista que fue totalmente engañado por Holmes, y un poco no lo puede creer. A partir del artículo que Carreyrou publica, se cae el castillo de naipes y comienzan los juicios. El caso y las responsabilidades de Holmes todavía no están del todo resueltas, dado que hay un juicio pendiente. La pena podría ser de hasta 20 años.

WeWork cayó en 2018-2019 cuando tuvo que poner todo por escrito para su salida a la bolsa. En aquél momento tenía una valuación de 47.000 millones de dólares. Cuando las empresas salen a bolsa inician todo un proceso burocrático y formal que implica poner a disposición pública muchísima información. Ahí, cuando estuvo todo junto y por escrito, el desastre quedó claro. Hacía tres años WeWork no sólo iba a pérdida, sino que esas pérdidas eran crecientes y enormes. En 2018 había perdido 1.600 de los 1.800 millones de dólares que habían entrado. Lo que siguió fue que la empresa perdió millones de dólares de valor en pocos días -evidenciando que esa valuación tenía unas bases algo endebles-, Neuman se retiró como CEO y empezó otra etapa de la empresa. 

Una idea

Más allá de estas muy jugosas historias, el punto más interesante es cómo el sistema habilita a estos tech entrepreneurs a hacer casi cualquier cosa. Esto es: ¿por qué mentían Holmes y Neumann? Porque podían. La habilitación es material, por el lado del capital, y cultural, por el fanatismo que hay con la innovación y futuro. Estos son casos extremos, claro, pero se reproducen a un nivel más bajo en casi todas las empresas tecnológicas que conocemos y en las que confiamos, como consumidores y -peor- como reguladores, casi ciegamente. 

El del estribo

Para saber más de Theranos:

Para saber más sobre WeWork: 

  • Nota en el New Yorker

Cosas que pasan

Gracias por llegar hasta acá.

Un abrazo,

Jimena

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Soy economista (UBA) y Doctora en Ciencia Política (Cornell University). Me interesan las diferentes formas de organización de las economías, la articulación entre lo público y lo privado y la relación entre el capital y el trabajo, entre otros temas. Nací en Perú, crecí en Buenos Aires, estudié en Estados Unidos, y vivo en Londres. La pandemia me llevó a descubrir el amor por las plantas y ahora estoy rodeada de ellas.