«Te sacan hasta el banquito»

Macri sigue aferrado al deporte. Pero la prensa, resultadista, ya no le celebra ninguna de sus jugadas.

«Tanto o más dañino que el periodismo amarillo -escribió una vez el colega Walter Vargas- es el periodismo blanco». ¿Y qué es el periodismo blanco? Es el periodismo deportivo que ve el costado bueno «así se haya caído un avión con setecientas personas». Es el periodismo deportivo que «acompaña y acompasa la felicidad del feliz» y que «ahonda en temáticas tan espinosas como lo mojada que está el agua». Hasta que un día -avisa Vargas- ese mismo periodista deportivo saca «el cuchillo del justiciero». Vargas, claro, se refería al periodismo deportivo. Su libro en Ediciones Al Arco tiene título irónico: «Periodistas depordivos». ¿Solo depordivos?

Acusada de hablar «con el diario del lunes», siempre «invicta» y «resultadista», la prensa deportiva agravó el cuadro cuando la TV potenció su misión de «entretener». Chistes, canto, baile, disfraz y paneles de griteríos impostados. Sin chances de informar sobre el negocio (que muchas veces lo incluye), buena parte de la prensa privilegió la fiesta. Años atrás me tocó describir ese show en un congreso en Bogotá de periodistas «serios», investigadores en temas de corrupción gubernamental. Algunas de sus ponencias fueron realmente interesantes. Pero todas, o casi todas, atravesadas por un claro cuestionamiento ideológico al «populismo» de los gobiernos que dominaban entonces en la región. Eran colegas de medios que, décadas antes, habían acompañado dictaduras y que, ya en años recientes, tiempos de gobiernos más afines, dejaron de investigar con el mismo celo.

‘El periodismo político pasó a copiar el show deportivo. Paneles conducidos por animadores del rating. Y Alfredo Casero en lugar de Caruso Lombardi. La palabra de un cómico abriendo página como si fuera Winston Churchill. Se sumaron Comodoro Py, la cloaca de los servicios y el veneno de las redes sociales («si querés que algo sea verdad, convertilo en trending topic»). Es cierto, al análisis superficial ayudó un presidente que equiparó a Boca con el país. Y que siguió usando al deporte aún en los tiempos ya últimos de una campaña difícil, porque los números de la economía (siempre números, jamás personas) agravaron el rojo. «Los ricos -escribió a fines del siglo 19 William Booth, fundador del Ejército de Salvación- han dejado caer una cortina sobre la pobreza y sobre esa cortina han dibujado unos monstruos». Hasta que los «monstruos» votaron. Y no hubo blindaje que alcanzara. De prensa, encuestadoras o FMI. Las PASO, que debían ser un partido de pretemporada, terminaron por evidenciar una protesta social que, en rigor, había sido anticipada desde mucho antes en las canchas. Era «el mejor equipo de los últimos cincuenta años». Pero «el Rey quedó desnudo».

Ya en campaña, la FIFA lisonjeó primero a Macri con un premio insólito. Luego, en un acto en Las Flores, Macri se abrazó al éxito de los rugbiers de Jaguares. «Esto que hicieron ellos lo vamos a hacer en cada rincón del país». Y, tras la derrota en las PASO, el Estado pagó pasajes para que decenas de los atletas medallistas en los recientes Juegos Panamericanos de Lima llegaran puntuales a la Casa Rosada. Llamativamente, su amigo, el presidente del Comité Olímpico Argentino (COA), Gerardo Werthein, otra vez elogiado por la buena cosecha panamericana, dio ausente a la hora de la foto oficial. Años atrás, la queja de un atleta por un bote que no llegaba en Juegos Panamericanos u Olímpicos era tapa de diario. Estos años, el deporte perdió presupuesto, la Secretaría bajó al rango de Agencia y acaso el Cenard será demolido en nombre de un negocio inmobiliario. Silencio de radio.

El mismo martes pasado que recibió a los atletas, Macri avisó que por la noche estaría atento al debut en su querido Boca de la veterana estrella italiana Daniele De Rossi. «Estamos todos curiosos por ver lo que hace», dijo Macri a Télam. Ya no es como antes. «En plena turbulencia política -lo cuestionó Clarín-, el primer mandatario avisó que verá el partido». En realidad, hasta Forbes y el Financial Times, otrora elogiosos, publicaron artículos lapidarios tras las PASO. Lo mejor sucedió en la tele. «Pido perdón», dijo uno. Otros, como había escrito Walter Vargas en «Periodistas depordivos», desenfundaron «el cuchillo del justiciero». El famoso diario del lunes. La prensa siempre invicta. Los paneles cambiaron periodistas M por K. Ya nadie se burla de Brancatelli. Y hasta los invitados reciben un trato distinto. Inédito silencio respetuoso para escuchar al K. Impiadosos con el invitado M. En Alemania dirían «zeltgeist» («el espíritu de los tiempos»). En la cancha dicen «panqueques».

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«La función del periodista es destruir la verdad, mentir radicalmente, pervertir, vilipendiar, arrastrarse a los pies de la élite y venderse, vender su país y su raza por su pan de cada día…Somos títeres (del poder económico), tiran de las cuerdas y bailamos a su ritmo. Nuestros talentos, nuestro potencial y nuestras vidas son propiedad de estos hombres. Somos prostitutas intelectuales». El discurso lo pronunció John Swinton, ex editor del New York Times, en un banquete de 1883 en el que consideró una «estupidez» brindar por la «prensa independiente». La cita fue reproducida en un libro de Salim Lamrani, el fino traductor de Marcelo Bielsa en Lille y en el Leeds de Inglaterra. Así como los políticos necesitan de la TV, la TV necesita del fútbol. Algunos de sus protagonistas, entonces, confrontan más fácilmente con la industria de la información. «El procedimiento más poderoso que tiene la sociedad para educar -dijo el propio Bielsa años atrás en Brasil- ya no son más las escuelas, elementos genuinos de formación, sino los medios de comunicación», que «se especializan en pervertir al ser humano según victoria o derrota». A cargo de la réplica: Fernando Niembro. ¿Dónde?: Clarín. «Usted -había dicho años antes Bielsa a un periodista del mismo grupo- es el enemigo que me enaltece». Otro DT brillante, el alemán Jurgen Klopp, dijo tras ganar la última Champions con Liverpool que «muchos políticos trabajan para que la gente le tenga miedo al futuro».

De Rossi, finalmente, tuvo un buen debut el martes, aunque el Boca millonario de su delfín Daniel Angelici completó la semana fatal y sufrió una derrota humillante contra el modesto Almagro. Las burlas, inevitable, fueron en tono electoral. «Que por culpa de Almagro el dólar saltará a 80». «Que Almagro haga autocrítica y se haga responsable de lo que generó». Otro, más impiadoso, recordó que en diciembre hay elecciones en el club y afirmo que «ni siquiera Boca le quedará al macrismo». El deporte, ya está claro, acompañará siempre a Macri. Lo confirma el nuevo video motivacional, posPASO, de Juntos por el Cambio. El video muestra los minutos finales de una de las peleas más dramáticas en la historia del boxeo, ganada por Muhammad Alí en 1975 en Manila porque Joe Frazier, destrozado como él, ni siquiera pudo ponerse de pie para salir al último round. «El combate es tremendo», dice el video. «Se pegaron más de 450 golpes». Alí dice que no puede más y quiere abandonar. Su entrenador lo convence a pelear «un round más». En ese último round «recibe más golpes y pega los que puede». «Ya está, tirá la toalla», implora otra vez Alí, que se desploma en el rincón. El entrenador le ruega que al menos se ponga otra vez de pie. «Alí se para con la fuerza que le queda y al sonar la campana, casi arrastrándose, llega al centro del ring. Y se produce el milagro. Su rival no es capaz de pararse y Alí es nuevamente campeón mundial». Cinco años antes, Alí había peleado con Bonavena. El Ringo de Parque Patricios que, entre otras cosas, se hizo eterno por una frase célebre: «Todos te alientan, pero cuando suena la campana, te sacan hasta el banquito».

 

Soy periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribí columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajé en radios, TV, escribí libros, recibí algunos premios y cubrí nueve Mundiales. Pero mi mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobré siempre por informar.