Supercampeones y vulnerables: el deporte en 2021

Un repaso por los deportistas del año y por las consecuencias que la presión del alto rendimiento genera en la salud mental de los hombres y mujeres que brillan en las diferentes disciplinas.

Unos siguieron siendo Superman. Tanto que podrían ser elegidos como los mejores deportistas de 2021. Desde el formidable boxeador mexicano Saúl “Canelo” Alvarez, campeón mundial en cuatro categorías diferentes, a la vigencia de Leo Messi y sus siete Balones de Oro. La lista podría incluir a Max Verstappen y su espectacular coronación como primer neerlandés campeón de la Fórmula Uno, a Tom Brady y su séptimo Super Bowl a los 44 años, a Novak Djokovic igualando los veinte Grand Slams de Roger Federer y Rafael Nadal y a la tenista británica Emma Raducanu, inesperada ganadora del US Open a los 18 años. Entre nosotros, imposible omitir a Marcelo Gallardo, un lujo ya no para River, sino para un fútbol que abrirá 2022 con la cifra ridícula de veintiocho equipos en Primera División.

¿Y qué hay de algunos de los héroes de los Juegos Olímpicos de Tokio, acaso principal acontecimiento deportivo del año que termina? Allí están, entre otras, la esgrimista rusa Marta Martyanova  (compitió con el tobillo lastimado y subió al podio en silla de ruedas con sus compañeras del florete) y la neerlandesa de origen etíope Sifan Hassan (primera medallista en 1500, 5000 y 10.000 metros en una misma edición olímpica, pese a una caída y a que compitió en seis carreras en ocho días bajo un calor extenuante). “En mi cabeza –dijo Hasan- no había espacio para la discusión. Sabía que tenía que levantarme y seguir, no quería rendirme”. Son atletas que en 2021 han respondido como nadie al ideal de esfuerzo y superación que modela desde siempre al deporte competitivo. Caer y volver a levantarse, que de eso se trata la vida. Inspirar a millones. Aunque duela. “No pain, no gain” (Sin dolor no hay ganancia), es una máxima de la alta competencia. “El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”, dice otra. Sin lugar para los débiles. Siempre recuerdo una que me dijo hace muchos años el ex jugador Roberto Perfumo: “Si en pleno partido me avisan que se viene el fin del mundo yo igual me quedo en la cancha hasta que no vea que salió el último jugador rival”. 

SIMONE BILES, DEPORTISTA DEL AÑO, DICE TIME

¿Pero qué pasa cuando esos atletas tan guerreros, admirados y expuestos renuncian a seguir siendo Superman? Como nunca antes eso fue lo que sucedió en 2021. El ejemplo más notable fue Simone Biles, la gimnasta más multipremiada en la historia de Estados Unidos y que acaba de ser elegida deportista del año por la revista Time. Su coraje fue decir basta. En plena definición contra Rusia en la prueba por equipos de los Juegos de Tokio, Biles renunció porque a sus 24 años eligió priorizar su “salud mental”. “Básicamente, un insulto al deporte”, escribió el periodista Tom Sanderson, furioso con la decisión de Time. “¿Una ganadora o una cobarde?”, abrieron el debate importantes medios de Estados Unidos. 

Aquí también sabemos de qué se trata. ¿No decíamos que Diego Maradona, al costo que fuere, nos sacó campeón y que Messi era en cambio un “pecho frío?” (hasta que Leo, persistente, conquistó la Copa América en Brasil y luego dejó a Barcelona y se fue a PSG). Ese triunfo en el Maracaná fue, seguramente, el principal acontecimiento del deporte argentino en 2021, pero este balance de fin de año apunta a un foco diferente: a quienes como Biles nos obligaron a recordar que, en medio de piernas y brazos que corren, saltan y chocan, también hay una cabeza que puede estar sufriendo en exceso. Que no son máquinas. 

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Si en 2020 campeones como LeBron James, Lewis Hamilton y Naomi Osaka salieron del molde y militaron contra el racismo y los abusos, en 2021, la nota, fue que los supercampeones rompieron el mito de Superman y se desnudaron vulnerables. Biles lo hizo en plena competencia y por eso provocó más ruido. Mostró de qué modo la pandemia que afectó a todos, tocó también su propia humanidad. El virus obligó a postergar de 2020 a 2021 los Juegos de Tokio, en los que Argentina ganó tres medallas (Leonas, Pumas 7 y vóleibol) y despidió a dos grandes (Luis Scola y Paula Pareto). Pero ese aplazamiento forzó a Biles a seguir vinculada con una Federación que había pasado largos años mirando hacia otro lado cuando ella misma y varias de sus compañeras sufrían abusos del médico Larry Nasar, hoy condenado a prisión eterna. 

Biles estalló en Tokio, en el momento más inesperado. Y, buena parte de la prensa de derecha de Estados Unidos, furiosa porque Biles ya había hablado de “Black Lives Matter”, de “#MeToo” y de la desigualdad, cuestionó que la gimnasta priorizara su salud mental a la medalla. Biles había testificado meses antes contra Nassar, en el juicio que cerró hace una semana con una indemnización de 380 millones de dólares para las gimnastas víctimas de abusos. La vulnerabilidad de Biles, agravada por su condición de atleta-estrella, con toda la prensa mirándola a ella, puso entonces a la salud mental de los deportistas en un primer plano inédito.   

LOS CAMPEONES DEPRIMIDOS 

Así fue que, en medio de la fiesta de los podios y los himnos, la TV de Estados Unidos tuvo que hacer lugar también para que otra de las más grandes estrellas de la historia del deporte de ese país, el ex nadador Michael Phelps, recordara sus problemas con la depresión y el suicidio. Lo mismo hizo Raven Saunders, subcampeona en el lanzamiento de bala en Tokio, mujer negra y lesbiana, que apenas bajó del podio contó a la TV que unos años antes había intentado matarse primero con píldoras, luego con un rifle y, finalmente, con su auto al vacío. Dedicó especialmente su medalla plateada: “Si eres negra LGBTQIA+ o tienes problemas mentales, esto es para ti”. 

Hace una semana, TrueSport, el programa de apoyo a los atletas de la agencia Antidoping de Estados Unidos (USADA) cerró el año con un debate sobre la salud mental de los deportistas. “La dificultad física se reconoce fácil, pero ahora estamos ante desafíos que nunca habíamos visto antes”, justificó Jennifer Rover, directora del programa. Noah Lyles, campeón mundial de 200 metros y bronce en Tokio, habló del alivio que sintió cuando en 2020 por fin se animó a contar que tomaba medicamentos antidepresivos. Lo difícil que le resultó competir en estadios vacíos por la pandemia y encerrado mientras veía las noticias del maltrato policial contra jóvenes negros. “Te pueden felicitar porque sos el más rápido del mundo, pero todo lo que escuchas es ‘nada, nada, nada’”. Los demás panelistas, también atletas consagrados, contaron experiencias similares, incluídos intentos de suicidio. Y con la presión del alto rendimiento deportivo siempre en escena.  

LA PRESION DE LAS REDES SOCIALES

Delfina Pignatiello

También aquí la salud mental de los atletas fue justamente el tema que abordó la nadadora Delfina Pignatiello en una reciente charla TED Río de la Plata. Pignatiello, que tiene apenas 21 años y lidia con fuerte expectativa desde que en 2017 fue campeona mundial junior, contó que lo que dirían de ella en las redes sociales fue lo primero en que pensó cuando anotó bajas marcas y se fue rápído de los Juegos de Tokio. “Lo que más me importaba era la mirada de un montón de gente que ni siquiera conocía”. ¿Saben lo que fue para mí escuchar a Simone Biles hablar de la presión de la competencia? Ella también estaba sola, como yo”. Tan sola como se sintió también la tenista Naomí Osaka cuando confesó que no podía lidiar con la prensa y la primera respuesta que recibió fue una multa de las autoridades.

¿Tenemos que recordar que nuestro fútbol abrió 2021 con el suicidio del Morro García, el goleador uruguayo que estaba bajo fuerte depresión y en medio de una crisis con su club? ¿Y que la madre del Morro, Claudia Correa, afirmó que José Mansur, presidente de Godoy Cruz de Mendoza, le había dicho a su hijo que “lo iba a hacer correr por el pasto durante seis meses”, hasta que terminara el contrato? Imposible no recordar también el ruego del psiquiatra Valentin Markser a Robert Enke antes de que el arquero alemán se quitara la vida en 2009. Que debía aceptar el error. Que un solo error no decidía un partido. Que un partido no decidía una temporada. Que una temporada no decidía una carrera. Y que una carrera no representaba una vida. “El futbolista –tuiteó Juan Herbella, ex jugador, médico y comentarista- está expuesto a niveles de presión que muchos no experimentarán en su vida. Pasar de ser Dios al olvido o, incluso peor, al vilipendio, es moneda corriente. Lo del Morro García es una muestra más y tremenda de la necesidad de acompañamiento”. Herbella escribió uno de los libros deportivos más valiosos de 2021: “No me corten el pie. Historias médicas de superación y dolor de futbolistas”. Son once historias. La primera recuerda a Mirko Saric, el mediocampista de San Lorenzo que se mató en el año 2000. Se colgó de una barra en su casa. ¿Y si algún día pudiéramos hablar más profundamente sobre Diego Armando Maradona? 

“TENGO SERIAS DUDAS SOBRE EL FUTURO DEL FUTBOL”

Marcelo Bielsa

El año que cierra (que marcó también, entre otros, los retiros del Kun Agüero, Carlos Tevez, Leo Ponzio, Licha López y Maxi Rodríguez) obligó además a los deportistas a compensar las pérdidas de 2020. Calendarios apretados. Superligas elitistas. ¿Mundiales o pseudo Mundiales cada dos años? Eurocopa con defibrilador. Copa Libertadores bajo las balas que reprimen protestas y Copa América bajo Covid. No importaba si ellos mismos o su familia sufrían contagio. Tenemos amigos que demoraron meses en recuperarse. A los jugadores les exigimos que cierren a tiempo, salten como siempre y resistan mejor que nunca. Si hasta Enzo Pérez jugó de arquero. El dislate reconvertido en épica. Porque hay que ganar. Puntos y plata. En 2022, las principales ligas europeas, furiosas con el Mundial de Qatar, que se trasladó a noviembre por el calor en el Golfo, cederán a sus jugadores apenas unos días antes de que terminen sus competencias. Llegarán los más aptos. “Tengo serias dudas sobre el futuro del fútbol profesional –alertó días atrás Marcelo Bielsa- porque se comercializa constamente y el producto cada vez es peor. Me da mucha tristeza cómo se está deteriorando”. El futuro inmediato, al menos, sigue incierto, con estadios otra vez sin público, equipos contaminados y partidos suspendidos. En Europa por el momento, acaso en nuestra región dentro de algunos meses.

¿Qué sentido tiene, en este contexto, que Time nos señale a Simone Biles como la deportista del año por su coraje a decir basta? ¿Qué sentido tiene si esa misma revista, unos días después, puso en esa misma portada como personaje del año al magnate tecnológico Elon Musk? Es la persona más rica del mundo, con una riqueza estimada en 271.000 millones de dólares, sobre la cual, según desnudó una investigación periodística, paga impuestos ridículamente bajos. La revelación llevó al presidente del Comité de Presupuesto del Senado de Estados Unidos, Bernie Sanders, a defender la necesidad de implantar un “impuesto multimillonario” que permita contrarrestar las maniobras de los ricos para eludir sus obligaciones fiscales. Musk, de 50 años, enemigo de los sindicatos y de los cuidados por el Covid, impulsor de colonizar Marte, 66 millones de seguidores en Twitter, le respondió a Sanders con una burla que grafica un mundo que excede al deporte. Sanders tiene 80 años y Musk le mandó el siguiente tuit: “Siempre se me olvida que todavía estás vivo”. 

Soy periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribí columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajé en radios, TV, escribí libros, recibí algunos premios y cubrí nueve Mundiales. Pero mi mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobré siempre por informar.