¿Sirve la cuarentena?

Un análisis de los argumentos esgrimidos en contra del aislamiento social y obligatorio. ¿Qué pasará cuando se levante el confinamiento?

Si en algo coincidimos casi con certeza absolutamente todos es en desear que las cuarentenas sean lo más breves posibles, y los entretiempos entre cuarentenas lo más largos posibles.

También hay quienes directamente no quieren ninguna cuarentena. Sin embargo, con lo que nos está tocando en 2020, ya es tiempo de zanjar su carácter imprescindible y avanzar a reflexionar sobre su duración, pero también, sobre cómo será el después.

¿Son inevitables las cuarentenas?

Hay dos argumentos contra la cuarentena, que florecieron desde que China implementó la suya, y aunque tuvieron una edad de oro en febrero, la verdad es que no han envejecido bien.

Primero, la idea de «exageración». Que el coronavirus no es para tanto, que a fin de cuentas muchas más muertes cosechan otros males y nadie ha pedido parar el mundo. Si algo podemos sacar en limpio del desastre que han vivido Italia y España en las primeras semanas de marzo, luego de haber demorado tanto como pudieron la instalación de cuarentenas, es la importancia de tomar medidas antes de que la realidad nos estalle en la cara. Y para eso hay que tomarlas pensando en los escenarios que se vienen. No contando cuántas muertes ya nos ha provocado, sino previendo cuántas puede llegar a causar.

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Todavía hay quienes insisten que, aún visto lo visto, la cuarentena es una barbaridad. Recluir a millones de personas, suprimiendo el derecho a la circulación y al abrazo, no puede justificarse porque un país tenga 10 mil muertes en un mes. ¿No mueren acaso miles más por otras enfermedades? Cuidado con las comparaciones tramposas. Cuando recortamos el caso a una ciudad o país realmente afectado, y comparamos las muertes en el mismo tiempo, resulta dramático imaginar que se sostenga durante meses ese ritmo de destrucción de la vida. Y sin embargo, es peor, porque lo único que ha puesto techo en las cifras diarias ha sido, de hecho, la cuarentena que finalmente debieron implementar.

Lo cierto es que en ninguna parte del mundo hemos visto aún los estragos que puede causar el coronavirus. Todos los países donde la velocidad de contagio se disparó han tenido que implementar forzosamente algún tipo de confinamiento.

Otros consideran que la cuarentena es exagerada, no porque el problema sea pequeño sino porque hay otras medidas que podemos tomar. Aquellos que no tenemos las condiciones económicas, tecnológicas y políticas del único país que ha logrado eludir la cuarentena (Corea), lamentablemente no podemos lograr demasiado eludiéndola. Sin cuarentena(s) lo máximo que podemos lograr es que el ciclo ocurra, no en 100 días, sino en 200 o 250 (siendo optimistas). En ese caso no vamos a evitar el desastre. Sólo en Argentina, el ciclo completo de contagio (la famosa curva) implica cientos de miles de muertes, y puede implicar cientos de miles adicionales:

  • Dado que hoy no hay tratamiento efectivo, aunque el porcentaje de casos críticos sobre el total es bajo, aun con internación y asistencia respiratoria se mueren muchas personas. Si nos contagiáramos todos, la cantidad de muertes que no vamos a poder evitar, al menos mientras no aparezca un tratamiento eficaz, está entre 350 y 675 mil (considerando desde las estimaciones de mortalidad más optimistas hasta la de la OMS, dependiendo cómo estiman la población asintomática). Para poner en perspectiva, considerando todas las muertes por problemas de salud, en 2017 hubo 340 mil en total.
  • Si no ralentizamos mucho el ciclo, podemos lidiar con la necesidad de muchas más internaciones de las que el sistema va a poder garantizar. Aunque se aumenten las camas, los respiradores, los médicos, hablamos de números imposibles: de entre medio millón y tres millones de internaciones al mismo tiempo. Evidentemente, en ese caso se morirían muchas personas que podrían sobrevivir a la infección si tuviesen acceso a la hospitalización. Y entonces la cantidad de muertes se podría disparar. Incluso si se encuentra un tratamiento eficaz vamos a necesitar ralentizar el contagio para evitar una demanda hospitalaria excesiva (en muchos casos los síntomas aparecen hoy y mañana estás necesitando la internación, con lo cual no da tiempo a resolverlo a nivel domiciliario). Y también necesitaríamos tiempo para tener disponible ese tratamiento para todos.
  • Con un colapso del sistema sanitario a las muertes por COVID-19, incluyendo aquellas por encima de la letalidad de este virus, se van a añadir las de cientos de miles de personas cuyas vidas se salvan cada año porque reciben atención sanitaria, pero este año podrían no tenerla.

Un segundo argumento anti-cuarentena es el «económico». Y lo cierto es que no hace falta ‘anteponer el interés del capital a la vida y la salud’ para coincidir con que paralizar la producción puede tener efectos dramáticos. Sin embargo, se trata de una falsa dicotomía: cuando evitar la cuarentena nos lleva al desastre masivo, la sociedad no puede seguir funcionando como si no pasara nada. La economía tampoco. Esperar a tomar la decisión cuando ya no se puede hacer nada más, ha estado lejos de ahorrarle una crisis económica a nadie. Ni siquiera a los Estados Unidos, donde las personas sin empleo han aumentado por millones en sólo algunas semanas.

Ahora bien, si la economía va a resentirse en cualquier caso, el daño será mayor cuanto más larga sea la cuarentena. Por eso el objetivo ha de ser que la cuarentena sea tan corta como sea posible. No se trata de demorar su implementación, ni de salir «porque no damos más» teniendo que, previsiblemente, instalarla cuando el desastre nos bese los pies. Al contrario, las cuarentenas trasnochadas tienen que contener un desastre mayor y, por tanto, son inevitablemente más largas. Necesitamos entender entonces la clave para que poder implementar menos y más cortas cuarentenas. Y ahí es donde ‘exagerar’ y cuidarnos hasta el ridículo empieza a tener sentido.

Cómo salir de la cuarentena

Sin vacuna ni tratamiento, la lucha contra el coronavirus es hoy una pelea contra la velocidad con la que se contagia. Y para ello el punto de partida es la contención focalizada:

  1. Que cualquier persona con diagnóstico confirmado sea eficazmente aislada.
  2. Que entendamos que cualquier persona expuesta, con más probabilidad de estar infectada que alguien random, es potencial foco infeccioso. Y por tanto, con o sin síntomas, con o sin diagnóstico, tenga un aislamiento mayor al general.
  3. Que toda persona con síntomas compatibles, aunque no le hagan la prueba o le digan que es gripe común, tenga un aislamiento mayor al general.
  4. Que toda persona que haya estado en contacto con una persona expuesta o con síntomas compatibles, tenga un aislamiento mayor al general.

Si bien en un mundo ideal le haríamos pruebas a toda persona expuesta o con síntomas compatibles, en el mundo real eso no es viable. No entraremos en detalle sobre esa discusión aquí, pero pueden leer esta nota de Nora Bär al respecto. Entonces, el problema de estas medidas focalizadas es que no te garantizan la contención. Veamos un ejemplo:

Una persona expuesta tuvo contacto con 3 personas en los días de riesgo. Si 14 días después no tuvo síntomas, ello no implica automáticamente que no haya estado infectada, porque puede haber sido un caso asintomático. Es decir que esas 3 personas con las que interactuó podrían haberse infectado. Y supongamos que ninguna de las 3 manifestó síntomas en 14 días. Podrían ser infectadas asintomáticas también. Y así las personas con quienes tuvieron contacto en los días de riesgo, y quienes tuvieron contacto con ellas… Ahí es donde llegamos a la medida masiva: la cuarentena total.

En la cuarentena total el objetivo máximo es lograr reducir al mínimo los nuevos contagios y salir de la cuarentena con menos personas contagiando de las que había cuando entramos (idealmente ninguna). De lo contrario la cuarentena solo habría sido una pausa, o una ralentización, pero el desastre estará esperando a la salida.

Para lograr ese objetivo necesitamos que el ritmo de contagio sea menor a 1 (en esta nota está todo lo que necesitamos saber para entender cómo funciona el ritmo de contagios en la diseminación de la enfermedad). Mucho más rápido vamos a conseguir el objetivo si alcanzamos un ritmo de 0,5 que si logramos un 0,9. Cuanto más cerca del cero sea el ritmo de contagio, más rápido cumplimos la meta, y antes podemos levantar la cuarentena.

Lograr reducir el ritmo de contagio debajo de 1 es tan difícil que, con la cuarentena actual, parece que aún no lo hemos conseguido (según estos datos estamos en un R de 1,1).

El gráfico muestra la cantidad de nuevos infectados diarios, donde vemos duplicación cada tres días hasta el 26/03 y luego un aplanamiento. Los datos diarios están promediado en una ventana de tres días para suavizar el ruido.
El gráfico muestra cómo evoluciona la suma de fallecimientos, comparando cada país desde el día en que sumaron 10 muertes. La comparación por fallecimientos puede ser más útil que por número de infectados, donde parte de las diferencias se explicarían por las diferentes estrategias de testeo y la eficacia para registrar los casos.

Las claves para reducirlo están, por un lado y con énfasis, en contener los casos focalizados que vimos recién. Pero también, para contener los contagios entre las personas que no sabemos que están contagiando, es fundamental reducir la circulación y las interacciones de todo el mundo. Las micro imprudencias y las micro evasiones a la cuarentena nos alejan del objetivo de reducir el ritmo de contagio y, a fin de cuentas, hacen más largo el tiempo que necesitamos mantener la cuarentena.

Cuarentena y después

Una vez que logramos y levantamos la cuarentena ¿ya está? Para nada.

Cuando levantemos la cuarentena, con que una sola persona haya quedado infectada, el ciclo va a recomenzar (cuantas más sean esas personas, peor). Eventualmente vamos a necesitar volver a implementar cuarentenas.

Para que el tiempo sin aislamiento dure lo más posible, lo importante es que el ritmo de contagio post cuarentena sea lo más bajo posible. Entonces, cuando pase la cuarentena, no vamos a poder ponernos al día con lo que venimos postergando: los abrazos, los encuentros, las clases (en aulas hacinadas), la circulación (con amontonamientos en el transporte) y los asados con amigos.

Habrá quien pueda preguntarse para qué sirve salir de la cuarentena si deberá seguir privándose de casi todo aquello que extraña. Bueno, es que, aunque no sea evidente para muchos, lo que verdaderamente hace fundamental salir de la cuarentena es algo que adelantamos arriba. Esto es, sus catastróficas consecuencias económicas:

  • En las actuales condiciones el parate es muy duro para millones de personas cuyos ingresos se reducen o incluso desaparecen, y no tienen espalda para resistirlo (y para otros muchos que la tienen, pero para un par de semanas nada más).
  • Cuanto más se prolongue el parate, más van a ser las empresas que quiebren y menos los impuestos que se cobren, con lo que incluso las personas asalariadas podemos estar en problemas, sin importar cuánto se prohíban, por decreto o ley, los despidos y las reducciones salariales.
  • Cuanto más tiempo en casi parálisis, más vamos a salir de esto con una economía destrozada, plagada de empresas quebradas. Y si con mucho menos estábamos en crisis, sepamos que el pozo puede ser mucho más profundo.
  • Aún en el caso ‘ideal’ más extremo de redistribución de la riqueza y los medios de producción, hay bienes que es fundamental que sigamos produciendo. Si la producción se reduce, aunque se garantice el dinero en cada bolsillo, los stocks se van a terminar y vamos a tener escasez. Y sabemos que importar a divisa limpia la producción de otros países, sin que nos entre dinero, antes o después se corta, y puede que para entonces nos quede además más deuda o, como mínimo, una fuerte descapitalización. Además, es muy intuitivo: sin importar cuánto más justo se distribuya, va a ser mejor cuanto más haya para repartir.

En definitiva, es del interés social que nos cuidemos hasta el ‘ridículo’. Que la circulación se minimice a lo básico. Que si una empresa puede funcionar con teletrabajo, no le pida a sus trabajadores que vayan a la oficina porque puede. Que quienes estuvieron expuestos, o en contacto con alguien que lo estuvo, se aíslen todavía más. Que nos lavemos las manos, que no nos toquemos la cara cuando salimos de casa, ni tosamos para cualquier lado (e incluso hablemos lo menos posible afuera), que mantengamos la distancia aunque en la verdulería nos crucemos con el menor amigo. Que desterremos ideas como que cuidarse es de ‘boludo’. Que tengamos mucha paciencia, pero mucha, y nos banquemos muchas cosas, porque lo que se nos puede venir es con certeza mucho peor. Y que empecemos a hacer planes para reducir al máximo la necesidad de salir, incluso cuando la cuarentena se relaje.

De nada sirve patalear contra una realidad en la que ninguna opción es buena. Cuarentena vamos a tener. Crisis económica y social, ya tenemos. Y vamos a tener más. Va a ser necesaria mucha política para lidiar con los costos de todo esto. Pero cuanto mayores los costos, más difícil va a ser. Por eso es clave minimizar el tiempo necesario de cuarentena y maximizar el que podemos prescindir de ella.

Doctora en Ciencias Sociales e investigadora de Ciecs-Conicet.

Investigador CONICET y docente de la Universidad Nacional de Córdoba.