Sequía y calor extremo: ¿es el cambio climático?

Novedades del IPCC: cada vez menos margen. Causas de la ola de altas temperaturas y la peor temporada sin lluvias en el campo. Implicancias sociales y económicas. Vivir en ciudades es sufrir el calor. Cómo adaptarnos.

Te prometí un newsletter sobre Neuquén y Vaca Muerta pero hubo un cambio de planes coyuntural y vamos a hablar sobre sequía, ola de calor, adaptación y las novedades del IPCC con tres especialistas. Si sufriste el calor como Rebord, sabrás comprender. Neuquén y Vaca Muerta llegarán dentro de dos semanas.

De todas formas, nuestra pregunta guía de este año es la transformación económica-social que nos exige la transición a la sostenibilidad, y esta cuestión de la sequía y la ola de calor resulta central en esa planificación de cómo funciona nuestra economía y cómo vivimos

Por si habías arrancado bien la mañana, vamos a explicitar el impacto de la sequía. Según la Bolsa de Comercio de Rosario, este año Argentina perderá cerca de 19.000 millones de dólares, unos 3 puntos del PBI. De acuerdo a algunas consultoras, esa caída podría ser todavía mayor (5%) debido a los parates que se darían en muchas industrias que necesitan de insumos importados para producir y que, por faltante de dólares, van a tener más complicada la importación.

Por si los números te dicen poco, le pregunté a Juanma Telechea, autor de #Rollover, el news sobre economía de Cenital, si me ayudaba a dimensionar estas cifras. Me dijo: “Para tener una dimensión del impacto que va a provocar la sequía, pensemos que todo el gasto que realiza el gobierno en términos de la Asignación Universal por Hije (AUH) y los distintos programas sociales asciende al 1,8% del PBI”. Es decir, estamos ahí nomás de perder dos veces la AUH y otros programas sociales. O más.

Pero no tenemos tiempo para deprimirnos. Vamos a entender el fenómeno yendo de lo macro a lo micro.

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El dinero no es todo, pero como ayuda

La semana pasada se presentó la síntesis del nuevo informe del IPCC (el panel internacional de especialistas en cambio climático). Para entender sus principales mensajes y qué significa para el futuro de nuestro país, hablé con Azul Schvartzman, licenciada en Ciencias Ambientales, exdirectora de Cambio Climático de la provincia de Buenos Aires y actual coordinadora de operaciones en América Latina y el Caribe para Climate Tracker.

¿Cuáles son los principales resultados del nuevo informe del IPCC?

Más que nunca es muy contundente respecto de la situación crítica en la cual nos encontramos y a la cual vamos si sostenemos la trayectoria de emisiones. Si se cumplen todas las promesas y las políticas climáticas que están sobre la mesa en todos los países, vamos hacia un calentamiento de más de 3 grados. Es más, si ves el gráfico que ellos presentan mostrando las diferentes trayectorias de emisiones posibles, en realidad el camino actual se abre a un cono muy grande porque no está claro por un lado cómo vamos a implementar estas reducciones ni por el otro cuántos puntos de no retorno (como la destrucción del Amazonas o el derretimiento del permafrost) se pueden activar generando efectos sinérgicos que aumenten todavía más las emisiones y el calentamiento.

Sin embargo, lo que recomienda el IPCC como límite seguro es 1.5°C, ¿qué hace falta para alcanzarlo?

Según el reporte, todos los sectores económicos tienen que reducir a la mitad sus emisiones para 2030 para lo cual hay que tener en cuenta 3 puntos.

Finanzas: en la conferencia de prensa usaron una frase tipo “el dinero no es todo, pero como ayuda”. Dicen que se necesita entre 3 y 6 veces más financiamiento que el actual para afrontar las medidas de mitigación, adaptación y pérdidas y daños que son necesarias.

Equidad: lo ven como un eje central para abordar las soluciones al cambio climático y que hoy quienes más están sufriéndolo son los que menos aportaron a su generación. Un dato que me mortificó: una persona que vive en las regiones vulnerables tiene 15 veces más chances de morir en inundaciones o sequías que otra persona que vive en una zona no vulnerable.

Soluciones disponibles: el informe hace mucho énfasis en las soluciones necesarias y ya disponibles para reducir emisiones. El mensaje es “no tenemos que esperar a un unicornio tecnológico, tenemos las herramientas para abordarlo, pero esas herramientas tienen de trasfondo transformaciones muy profundas para las sociedades”.

Otra cosa que dice el informe es que ya alcanzamos un calentamiento de 1.1°C y para 2035 llegaríamos a 1.5°C. Entonces la pregunta es, si este es el panorama global, ¿explica lo que estuvo pasando en nuestro país este verano?

¿El cambio climático tiene la culpa de todo?

Le pregunté si la sequía y la ola de calor eran responsabilidad exclusiva del cambio climático a Leandro Díaz, climatólogo, licenciado y doctor en Ciencias de la Atmósfera por la UBA, actual investigador del CONICET sobre la variabilidad y atribución del cambio climático sobre Sudamérica.

¿Qué causó el fenómeno de sequía que vivimos este verano en Argentina?

Las condiciones climáticas de este verano respondieron a distintos factores, que actuando en conjunto, pueden activar sinergias para generar estas situaciones más extremas.

En primer lugar, el fenómeno de La Niña, que se dio por tercer año consecutivo (lo cual ya ha sucedido, pero no es lo más frecuente), fue el principal contribuyente a generar condiciones de muy bajas precipitaciones en gran parte del país, provocando una de las sequías más intensas de las últimas décadas. Esta situación se puede ver agravada según cambios en la cobertura del suelo o en su manejo, que pueden generar mayor exposición de los suelos ante el déficit hídrico.

Si bien, no es clara la señal del cambio climático para explicar la sequía, sus consecuencias se ven agravadas por el fuerte aumento del calor extremo, que si puede ser atribuido al calentamiento antropogénico (N. de la R.: producido por el hombre).

¿Y el calor?

Existe una tendencia en nuestro país, y en el mundo, a mayores temperaturas en promedio y, en particular, a que se den eventos de calor más intensos. Estas tendencias podemos asociarlas principalmente al calentamiento global. Por ejemplo, en un estudio reciente se encontró que la ola de calor de principios de noviembre fue 60 veces más probable (y casi 1.5°C más intenso) de lo que hubiera sucedido en un mundo sin cambio climático.

Si bien estas son las tendencias que explican estos cambios, sabemos que no ocurre lo mismo todos los años y eso tiene que ver también con la variabilidad natural en distintas escalas. Por ejemplo, las anomalías de circulación asociadas al fenómeno de La Niña contribuyen con olas de calor en nuestro país. Asimismo, para el fenómeno ocurrido en las últimas semanas, la Oscilación de Madden-Julian, un fenómeno de escalas semanales, tuvo una actividad muy intensa y persistente en la fase que favorece el predominio de condiciones muy cálidas para nuestra región.

Es decir que fue una combinación de cambio climático, la Niña, manejo de ecosistemas y este fenómeno semanal que mencionás. Uno asumiría que no se da esta combinación fatídica todos los años, ¿qué podemos esperar para los próximos veranos?

Debido al calentamiento global esperamos una tendencia al aumento de las temperaturas en nuestro país y, también, al de los fenómenos extremos de calor más intensos, duraderos y persistentes. Sin embargo, no tenemos mucha certeza de qué va a pasar en cada verano en particular, ya que ahí entra en juego el comportamiento de la variabilidad natural. Por ejemplo, en este momento el fenómeno de La Niña se está apagando. Con respecto a la precipitación, es todavía más incierto prever lo que pueda suceder en el futuro y depende en mayor medida de la región del país que se considere.

El calor y la vida en las ciudades

Al impacto económico y ambiental se suma que una enorme mayoría de argentinos y argentinas (¡más del 90%!) vivimos en ciudades y allí la ola de calor se sufrió muchísimo.

Para saber un poco más, hablé con Nicolás Gallardo, abogado, maestrando en Gestión Ambiental y especialista en ciudades, sobre particularidades que hacen los veranos tan insufribles en la Ciudad de Buenos Aires.

¿Sufrimos más el calor en las urbes o es una sensación?

Un estudio reciente midió que la temperatura promedio de las ciudades argentinas es superior a la de las zonas no urbanizadas del país, tanto durante el día como durante la noche. Esto sucede por varios factores. Veamos.

La urbanización es una de las formas más extremas de cambios en el uso de la tierra. La remoción de cobertura vegetal y de cuerpos de agua y su reemplazo por nuevas superficies, impermeables en su mayoría, alteran el funcionamiento de los ecosistemas que antes contribuían a reducir las temperaturas.

Luego, la construcción necesaria para albergar tantas personas significa muchos edificios, pavimento e infraestructura construidos con materiales como el hormigón, la piedra y el cemento que retienen el calor. Además, estas superficies son impermeables, lo que significa que no absorben el agua ni permiten que pase perdiendo así parte de su aire acondicionado natural. Asimismo, la altura de los edificios (necesarios para aumentar la densidad y hacer un uso más eficiente y sustentable de la tierra) bloquea el viento y atrapa el calor, impidiendo que este circule.

Todas estas características de las ciudades contribuyen a generar lo que conocemos como “isla de calor”. Las ciudades no sólo se sienten más calurosas, lo son. Retienen el calor durante el día, y lo liberan por la noche.

Más allá de tomar mucha agua y buscar amigos con pileta

Entonces, ¿qué podemos hacer? Nicolás me cuenta qué necesitamos hacer a nivel estructural para tener ciudades “más vivibles”.

En primer lugar, aumentar el verde en las ciudades en todas sus versiones. Por un lado, los espacios verdes tienen múltiples beneficios, entre los que se encuentra la reducción de la temperatura. Además, son espacios de encuentro, lo que fomenta la socialización y aumenta la felicidad. También el arbolado urbano lineal es crucial para producir sombra y reducir la temperatura en las calles y avenidas. También la creación de cuerpos de agua artificiales (como el del Parque Centenario) puede ayudar a refrescar la temperatura debido a la brisa y la humedad que emana de estos. (N. de la R.: Justo fui el finde al parque y además de fresquito es precioso).

Luego, las fachadas y techos verdes, así como la construcción con materiales fríos como la madera que actúan como aislante y reflejan el calor evitando que este penetre, permitirían reducir la temperatura de los edificios. Esto, a su vez, contribuiría a disminuir y hacer más eficiente el consumo energético para enfriar nuestros hogares. En la misma línea, la construcción de nuevos edificios debería seguir un criterio de orientación y ventilación que priorice la sombra y la circulación del aire y, en la medida de lo posible, incorporar la energía distribuida mediante fuentes renovables con la instalación de paneles y termotanques solares, para reducir la presión sobre la red eléctrica, previniendo cortes de luz.

Por último, me dijo que las ciudades deben generar sistemas de atención de emergencias para cuidar la calidad de vida de la población frente a las olas de calor, los problemas de salud derivados y los eventuales cortes de luz. Para eso, es fundamental diseñar protocolos de atención de emergencia. Me mencionó el caso de Barcelona que diseñó una red de refugios climáticos: espacios (públicos y privados) abiertos a toda la ciudadanía en caso de emergencia. Allí se provee de áreas de descanso, sombra, puntos de recarga de agua y atención médica, y de conexión a electricidad e internet.

Pensar en el futuro

Todo esto nos vuelve a traer al inicio: la urgencia de pensar la transformación argentina para reducir la vulnerabilidad económica y social frente a estos eventos que van a profundizarse inevitablemente.

Nobleza obliga, estas cosas se están pensando en el gobierno y otros espacios. Sin ir más lejos, ayer se presentó el Plan Argentina Productiva 2030

que tiene un capítulo completo dedicado al desafío de adaptar el agro a los desafíos del siglo XXI, entre ellos, el cambio climático. La biotecnología -por ejemplo, a partir de semillas más tolerantes a sequías-, el riego (todavía muy bajo en Argentina) y una mayor fertilización de suelos son algunos de los puntos que se plantean como necesarios para incrementar la resiliencia de nuestro agro ante la nueva normalidad climática.

Como diría el Indio, el futuro ya llegó (hace rato).

Para la próxima entonces vamos a seguir con el hilo que veníamos armando de la estructura productiva y la transición enfocándonos en la provincia de Neuquén y el desafío post petróleo.

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Te mando un abrazo, nos leemos la próxima.

Eli

Soy licenciada en Ciencias Ambientales, magíster en Políticas Públicas y becaria doctoral en Ciencia Política en la UNSAM. En todos los ámbitos que puedo me dedico a sumergirme en los dilemas que nos presenta el desarrollo sustentable, uno de los mayores desafíos que enfrentamos en este siglo.