Se reordena el PJ, ¿estalla el peronismo?

Tras la licencia de Fernández, no hubo acuerdo por quién lo sucederá al frente del partido y los cinco vices quedaron en pie de igualdad. Recrudeció la interna entre Axel Kicillof y Máximo Kirchner. El desafío de acercar a los que se fueron.

Escenificar un castigo a Alberto Fernández, contener a los sectores críticos, allanar el camino para ir a buscar a los peronistas que se alejaron. Los objetivos trazados para el congreso del PJ nacional, el primer encuentro partidario después de la derrota ante Javier Milei, quedaron cubiertos por la bruma de tensiones que hoy sobrevuela al peronismo, en medio de una crisis de liderazgo que marcará la vida interna del partido en el corto y mediano plazo. Se reordena el PJ, ¿estalla el peronismo?

Son dos historias que transcurren en simultáneo. La primera cuenta que el congreso del PJ cumplió este viernes con las formalidades de la ley, que exige la realización de reuniones anuales, comunicó la aceptación de la licencia de Alberto Fernández como presidente del consejo, el órgano ejecutivo del partido, y emitió un documento de consenso con fuertes críticas al gobierno de Javier Milei. “Es necesario prepararnos para recuperar la conducción del Estado nacional”, dice ese texto de siete páginas, que califica la situación del país como “dramática” y sostiene que “un peronismo fuerte, unido, amplio y renovado es condición imprescindible para volver a tener esperanza”.

Esa primera historia dice también que se conformó una comisión de acción política, bautizada “comisión para el modelo argentino”, que tendrá la tarea de convocar a los sectores que se alejaron de la estructura partidaria. En esa lista imaginaria figuran el gobernador de Córdoba, Martín Llaryora; el diputado Miguel Pichetto; el exsecretario de Comercio Guillermo Moreno; el exgobernador de Salta Juan Manuel Urtubey; el exministro de Transporte Florencio Randazzo, y referentes de provincias en las que el peronismo está dividido, como Salta y Santa Cruz. Hay tiempo hasta marzo del año que viene, cuando vencen los mandatos actuales y el partido debe renovar sus autoridades.

La segunda historia pone en duda todos esos objetivos. Es la trama de una serie de pulseadas encadenadas que amenaza con quebrar la unidad del frente que cayó derrotado en las elecciones presidenciales del año pasado. De extremarse, las tensiones podrían incluso abrir una grieta dentro del espacio del peronismo que, pese a las fugas, se mostró más cohesionado en las últimas dos décadas: el kirchnerismo. A la batalla cíclica, que dan aquellos que se oponen a la conducción de Cristina Kirchner y buscan nuevas referencias, se agregó, con más intensidad en las últimas semanas, la disputa entre dos sectores que se ubicaron siempre debajo del paraguas de la expresidenta, los que reconocen el mando intermedio de Máximo Kirchner y los que reivindican la jefatura naciente de Axel Kicillof.

Esa pelea sobrepasó los límites de la provincia de Buenos Aires y derramó sobre un aparato partidario que no termina de digerir la derrota del año pasado. La consigna, repetida como un mantra por casi todos los dirigentes con influencia, de ampliar para ir a buscar a los que se fueron, quedó enmarañada en las tensiones que se expusieron antes y durante el congreso. La comisión de acción política se conformó a medias: no se designaron sus integrantes porque no hubo acuerdo sobre la cantidad ni sobre los nombres.

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Se delegó esa tarea al comité directivo del consejo partidario, acéfalo por la licencia que se le dio al expresidente Fernández. Como tampoco hubo acuerdo sobre quién ocupará su lugar en esta transición, se decidió que quedarán en pie de igualdad los cinco vicepresidentes, Kicillof; su jefa de asesores, Cristina Álvarez Rodríguez; el exgobernador de Tucumán Juan Manzur; la exgobernadora de Catamarca Lucía Corpacci, y la exvicegobernadora de Chaco Analía Rach Quiroga, cercana a Jorge Capitanich. Esa decisión no estuvo exenta de peleas. En lo formal, el lugar le correspondía a Álvarez Rodríguez, vicepresidenta primera, jefa de asesores de Kicillof. Pero en la previa del encuentro Máximo Kirchner pulseó para que ese lugar quedara para Corpacci.

“Hay tensiones porque hay un nuevo polo de acumulación que es Axel”, dice un integrante de la mesa chica del partido. Los intendentes enfrentados con el diputado Kirchner miran con gran expectativa los movimientos del gobernador bonaerense: le ofrecen una plataforma para que convierta las tensiones con el presidente del PJ bonaerense en el inicio de un proceso de autonomización, todavía incierto. “Hasta ahora, lo de Axel es resistencia en braille. Hay que ver si se anima a romper el cordón umbilical con Cristina”, grafica un dirigente de la Primera Sección. “No hay kirchnerismo sin Cristina y no hay Cristina sin Máximo. Y por más que tensione, Kicillof es un dirigente kirchnerista”, dice un dirigente que responde al presidente del PJ bonaerense.

El gobernador, también en tensión con Sergio Massa, le resta importancia a los cortocircuitos con Máximo Kirchner y niega un distanciamiento con Cristina Kirchner, con quien habla casi todos los días. Dirigentes que visitaron a la expresidenta en el Instituto Patria pudieron oír, sin embargo, cuestionamientos al modo de hacer política del mandatario provincial: ella deja trascender que al menos hoy le falta habilidad para la conducción del conjunto. El delegado de Cristina Kirchner y Máximo Kirchner en las negociaciones con el resto de los actores del peronismo no es Kicillof, sino el exministro del Interior “Wado” De Pedro.

Pero lejos de correrse del armado nacional, el gobernador pelea por los espacios, como un actor sin terminal. Trabajan para fortalecer ese nuevo polo de acumulación política el ministro de Obras Públicas bonaerense, Gabriel Katopodis; el ministro de Desarrollo Comunitario de la provincia, el excámpora Andrés Larroque, e intendentes como Mario Secco (Ensenada) y Jorge Ferraresi (Avellaneda). En el último plenario de su agrupación, La Eva Perón, Ferraresi blanqueó que trabaja para una candidatura de Kicillof en 2027 y planteó la necesidad de romper con La Cámpora. “Se peleó con Cristina y lo quiere hacer pelear a Axel”, desliza un integrante del gabinete bonaerense.

Esa zaga de chispazos es seguida desde más lejos por los gobernadores, que intentan acomodarse a la nueva realidad de ser oposición. “La mayoría solo piensa en sobrevivir. Pero ya no se nos fue Jaldo (Tucumán) y Jalil (Catamarca) está tentado”, describe un histórico del PJ. El único gobernador del PJ que muestra aspiraciones nacionales es Ricardo Quintela (La Rioja).

Los dirigentes bonaerenses viven la pulseada interna con otros intereses. Sobre todo, los que cuestionan la jefatura de Cristina Kirchner y la influencia de La Cámpora en el partido. Ese grupo todavía disperso lo visibilizan tres movedizos: el intendente de Esteban Echeverría, Fernando Gray; el exintendente de Hurlingham Juan Zabaleta y el sindicalista Facundo Moyano. Los tres se fotografiaron juntos a principios de este mes en el centro de monitoreo de Aubasa, en Hudson, y encadenaron una serie de encuentros con disidentes. Esta misma semana, Zabaleta se reunió con Ferraresi y Moyano estuvo con el gobernador de Santa Cruz, Claudio Vidal, un peronista que corrió por afuera. El exintendente de Hurlingham también estuvo hace un par de semanas en un mitin sin foto que reunió a Pichetto con jefes territoriales históricos de la provincia, Alberto Descalzo (Ituzaingó), Julio Pereyra (Florencio Varela) y Juan José Mussi (Berazategui).

Mientras esperan por Kicillof, esos dirigentes también aceitaron el vínculo con Llaryora, que viaja todas las semanas a Buenos Aires y que avisó, vía el diputado Carlos Gutiérrez, que solo volverían al PJ nacional cuando pierda influencia el kirchnerismo.

Ante esa catarata de demandas, en el Instituto Patria se muestran tranquilos. “Se abre un proceso que va a llevar su tiempo, y hay que buscar la síntesis. En definitiva, será como siempre, unidad o interna”, dice un diligente de confianza de Cristina Kirchner, para apaciguar los ánimos. En la hoja de ruta de los delegados políticos de la expresidenta es prioritario evitar un escenario como el del 2015, cuando el peronismo fue dividido y permitió el triunfo de Mauricio Macri. Por extraño que parezca, en el búnker político de Cristina empezó a circular una reversión de una frase que hizo famosa Daniel Scioli: “El tiempo y el gobierno de Milei son grandes ordenadores”.

Es periodista y politólogo. Conduce el noticiero central del canal IP y el programa ¿Cómo la ves?, en Futurock. Es autor de Los secretos del Congreso (Ediciones B, 2019).