Salarios y precios que vuelan: contra el sentido común

Los ingresos suben y bajan, ¿parecen ascensor? Ganadores, empatados y perdedores en un régimen de alta inflación.

Suele decirse que la aceleración inflacionaria es un fenómeno que daña los ingresos de los trabajadores sin distinción. Si bien hay algo de verdad en esa afirmación, se esconde que no todos los colectivos de trabajadores son igualmente alcanzados. En esto influyen tanto las diversas capacidades institucionales (por ejemplo, sindicatos) y estrategias para proteger el poder adquisitivo, como las características de las coaliciones políticas de gobierno.

En ese sentido, durante el gobierno de Mauricio Macri el poder adquisitivo de todos los trabajadores cayó y particularmente el de los asalariados registrados del sector privado lo hizo un 12%. Sin embargo, en la pospandemia, a pesar de la aceleración inflacionaria, este último colectivo de trabajadores vio estancado su poder adquisitivo. Con el fin de observar más claramente este fenómeno elaboramos un documento en el que analizamos la evolución de los ingresos populares en la pospandemia y sus heterogeneidades para determinar quiénes le ganaron, quiénes le empataron y quiénes perdieron contra la inflación. Spoiler alert: ninguno gana de manera sostenida en un contexto de alta inflación.

Escaleras que se empinan, zapatillas y runners

Para graficar la interacción entre ingresos e inflación, nos gusta la metáfora del ascensor y la escalera. Podríamos decir que las desigualdades frente a la aceleración inflacionaria (el empinamiento de la escalera) se explican por quienes pueden correr en zapatillas –tienen instrumentos institucionalizados de negociación como las paritarias– y están entrenados. Son runners. Pueden adaptar la dinámica de sus ingresos mediante el acortamiento de contratos o mayor frecuencia de aumentos. Si no tenés zapatillas o no estás entrenado, te quedás atrás.

En los últimos 20 años, el poder adquisitivo sólo subió cuando desaceleró la inflación. Asimismo, si analizamos los procesos inflacionarios podríamos concluir que el poder adquisitivo de los salarios tiende a caer en los momentos en que la inflación se acelera y viceversa. Esto lo podemos constatar en el desenvolvimiento del promedio salarial de los trabajadores registrados del sector privado (SIPA) en los últimos 10 años.

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Exactamente eso se ve en el gráfico. Los años en el que la inflación se desaceleró el poder adquisitivo del salario creció (Cuadrante IV) y cuando la inflación se aceleró el poder adquisitivo cayó (Cuadrante I). Sin embargo, vemos una excepción a este comportamiento en tan solo tres años: 2020, 2021 y 2022 (tal como se ve están dispersas en otros dos cuadrantes -II y III-). Por lo tanto, más que centrarse en subir más rápido una escalera que se empina, la política más efectiva para subir los salarios reales es bajar la inflación. En un contexto de aceleración inflacionaria que se dirige a un cambio de régimen, solo la estabilización puede sacarnos de donde estamos.

Instituciones y alta inflación. La política importa

En el trabajo nos proponemos abarcar a todos los trabajadores y sus ingresos. Para eso analizamos el desempeño de los asalariados registrados del sector privado (tanto en sus salarios efectivos como por convenio colectivo), los registrados del sector público (con foco en la administración pública nacional y el salario mínimo docente), los asalariados no registrados, los no asalariados (cuentapropistas), el Salario Mínimo Vital y Móvil, la AUH y las jubilaciones.

Una de las conclusiones es que pese al bajo nivel de desempleo (6,3% -al 4° trimestre 2022-) los ingresos no crecen y en muchos casos caen. Esta situación, que parece paradojal, dado que un bajo desempleo da fuerza a los trabajadores en su negociación paritaria, en realidad no lo es. En un régimen de alta inflación los salarios reales no crecen. Si logran hacerlo es por muy poco tiempo. Y quienes no logran adaptarse al nuevo régimen (defenderse a través de negociaciones cada vez más cortas y aumentos todos los meses), pierden.

Este comportamiento de reacción frente a una inflación más alta es lo que explica lo que ocurre con los ingresos. Existe una disparidad muy alta entre distintos colectivos de trabajadores e incluso hacia adentro de cada uno. Esto da cuenta de una enorme heterogeneidad donde los más afectados fueron los ingresos de los no asalariados (cuentapropistas, vendedores ambulantes, entre otros) y los ingresos de los sectores más vulnerables (AUH, Tarjeta Alimentar, Potenciar Trabajo). Mientras que los asalariados registrados mostraron una importante capacidad protectora frente a los ingresos, con importantes diferencias y heterogeneidades hacia adentro de cada sector.

Una parte no menor de los trabajadores, que tienen negociaciones paritarias entre sindicatos y cámaras empresariales, logró en buena medida hacerle frente a los precios. Como se ve en el gráfico, durante 2020 la inflación se desaceleró y, contrariamente a la tendencia, los salarios reales cayeron (es decir, la relación del salario en comparación con el índice de precios). Mientras que en 2021 y 2022 la inflación se aceleró fuertemente (llegando a duplicarse en 2022) pero los salarios no cayeron, prácticamente se mantuvieron estancados.

El estancamiento se dio a un nivel muy bajo. Es decir, los salarios de los trabajadores registrados del sector privado se ubicaron en este período al mismo nivel que en 2010, siendo el piso mínimo de los últimos doce años. Sin embargo, en términos agregados no continuaron el sendero de deterioro pese a la dinámica inflacionaria. La pregunta es: ¿por qué?

La respuesta, como ya adelantamos, es porque la política importa. Por un lado, la institucionalidad laboral, es decir, el sistema de representación sindical argentino con las herramientas e instancias de negociación, que permitió que la dinámica de determinación de salarios se adapte en buena medida al proceso inflacionario. Esto sucedió a partir de estrategias tendientes a la indexación como el acortamiento de contratos y ruptura del año paritario. Es decir, se juntaban a negociar antes de lo previsto. Pero también la adopción de sumas fijas; una mayor frecuencia de aumentos (en vez de un aumento grande al principio, varios aumentos distribuidos), entre otras razones que fueron asumidas más temprano o más tarde dependiendo del sindicato. Los sindicatos con mejores zapatillas y estado físico pudieron reaccionar más rápido.

En este sentido, en un régimen de alta inflación, la institucionalidad importa por la posibilidad de adaptar los ingresos al cambio de régimen. Asimismo, esta institucionalidad no se da “en el aire” sino en el marco de una acción estatal concreta. La actitud del gobierno promoviendo renegociaciones y aperturas fue muy diferente a lo que había ocurrido en el gobierno anterior de Mauricio Macri donde en el marco de la aceleración inflacionaria (2018–2019) se habían frenado las paritarias y no se validaban rápidamente las negociaciones obtenidas.

En ese sentido, es importante reconocer el rol que jugó la coalición de gobierno del Frente de Todos, integrada por representantes del mundo sindical, para que la política laboral adopte estas características. Lo dijimos en el documento “Los ingresos populares en un régimen de alta inflación”, elaborado por Fundar: “En gran medida debido a los diferentes tipos de política salarial nacional y a la dinámica de las paritarias […] al final del gobierno de Macri (2015–2019), los ingresos de los asalariados privados registrados perdieron 12% en promedio, mientras que en la pospandemia, durante el gobierno del Frente de Todos, no perdieron valor real (aunque permanecen estancados)”.

Ahora bien, el mundo cubierto por las negociaciones colectivas, si bien es muy importante, no es el total. Existen diferencias importantes entre los colectivos de trabajadores y hacia adentro de cada uno. Si ponemos la lupa y miramos hacia adentro del colectivo de trabajadores registrados del sector privado –cubierto por las paritarias– vemos que el desempeño fue muy dispar.

Por un lado, los trabajadores de laboratorios (+6,7%) lograron ganar poder adquisitivo junto con los metalúrgicos (+3,6%), mientras que los trabajadores de la construcción (-4,9%) o de entidades deportivas (-5,1%) perdieron fuertemente. En algunos de estos segmentos esta pérdida se agrava aún más debido a que el nivel salarial ya es muy bajo y, por ende, una pérdida en el poder adquisitivo puede implicar un salario que no llega a cubrir por ejemplo una canasta básica.

Heterogeneidad en alta inflación. La necesidad de una política de ingresos

Ahora bien, si el análisis lo focalizamos en las divergencias entre los colectivos de trabajadores vemos que esa heterogeneidad es mucho mayor. Si por un lado veíamos algunos trabajadores registrados cuyas actualizaciones salariales corrieron muy por detrás a los precios, también tenemos otros que ni siquiera poseen sindicatos o representaciones institucionales que intenten defender sus ingresos. Entre estos podemos destacar a los asalariados no registrados, a trabajadores pasivos (jubilados) o a los no asalariados, en su mayoría cuentapropistas y no profesionales.

A pesar de no tener una representación directa, los asalariados no registrados vieron traccionada la actualización de sus ingresos por aquellos asalariados que sí la tienen. Es decir, en un contexto de bajo desempleo y de un mercado interno resiliente, la brecha de salarios entre trabajadores registrados y no registrados fue estable y por lo tanto, si uno sube, el otro acompaña relativamente ese aumento. Por eso, en términos agregados los salarios de los trabajadores no registrados también se mantuvieron estancados en la pospandemia. A diferencia de lo que indica el sentido común, lo negociado en las paritarias también impacta sobre los asalariados no registrados. Las paritarias parecieran servir de “faro” o referencia para los aumentos logrados por los asalariados sin registro, en un contexto de bajo desempleo.

El caso de los jubilados fue distinto. Tampoco poseen una institucionalidad que los represente, pero en parte la actualización de sus haberes estuvo vinculada a la política previsional. Esto se debe a que, si bien los aumentos en las jubilaciones se dan de manera masiva a partir de la fórmula de movilidad establecida por ley, el Gobierno implementó a través de la ANSES una serie de bonos compensatorios para las jubilaciones mínimas que derivó en dos comportamientos diferenciados dentro del universo de jubilados. Por un lado, los jubilados de la mínima prácticamente mantuvieron su poder adquisitivo en 2022 a partir de la implementación de los bonos, mientras que el resto de los jubilados afectados únicamente por la fórmula de movilidad perdieron casi 5% en el mismo año.

Finalmente, entre los trabajadores no asalariados (alrededor de 5,4 millones) dentro de los que podríamos ubicar desde un peluquero hasta un vendedor ambulante, vemos uno de los mayores deterioros en el marco de la aceleración inflacionaria. En 2022 este segmento de trabajadores perdió casi 10% de su poder adquisitivo, lo que podría explicarse por la imposibilidad y/o demora en la actualización de sus precios. Recordemos que, al no haber relación de dependencia, este colectivo se encuentra más expuesto al mercado y no tiene una referencia tan cercana con los asalariados registrados.

En síntesis, la alta inflación es un proceso que erosiona la moneda nacional y amplía las heterogeneidades. Aún en un mundo laboral con elevada informalidad, existe un conjunto de trabajadores que pudieron defenderse gracias a la adaptación de las negociaciones colectivas y una política laboral que lo permitió. Al mismo tiempo, hay un conjunto de trabajadores que, más allá de cierta voluntad política en defender sus ingresos, no cuentan con los mecanismos y la institucionalidad necesaria, por lo que vieron caer su poder adquisitivo, en el marco de una aceleración inflacionaria cada vez más importante.

La agenda de la desinflación es imperativa a la hora de pensar la recuperación del poder adquisitivo. La etapa que viene tendrá como imperativo la estabilización para quien gane las elecciones. Es necesario contar con una clara política de ingresos, que explicite senderos hacia adelante y tenga una política de compensación voluminosa. El grado de éxito será mayor si cuenta con una coordinación efectiva de actores y acuerdos sociales amplios y no se da de manera unilateral por parte del Estado.


Esta nota forma parte del especial de Cenital-Fundar, ¿Trabajando duro o durando en el trabajo? Podés leer todos sus artículos acá.

Economía (UBA), profesor de macroeconomía y asesor económico en temáticas macrofinancieras y laborales. Es profesor adjunto de Dinero, Crédito y Bancos (UNDAV) y Tópicos de Macrofinanzas (UNSAM).

Licenciado en Ciencias Políticas (UBA), docente (UNLAM), analista de Trabajo e Ingresos de Fundar.