Rugby para todos

Sin Los Pumas, sigamos disfrutando del Mundial y especialmente de los All Blacks, una selección única, no solo por su juego.

Que sienten el himno como nadie. Que son nenes bien. Que juegan un deporte cada vez más dinámico y cambiante, pero también más peligroso. Que la vieja guarda amateur teme que tanto profesionalismo arrase con los «valores» que ayudan a formar jóvenes en escuelas y clubes y también en las cárceles. Que es un deporte de élites. Pero también el que sufrió más desaparecidos. Que el Che Guevara jugó en el SIC y Alejandro Puccio en CASI, clubes bandera de San Isidro, Patria Grande de la pelota ovalada. Y que, ahora en pleno Mundial de Japón, con Los Pumas rápidamente eliminados y un tifón que cancela partidos, podemos ser testigos de la selección más poderosa en la historia del deporte mundial. Son los All Blacks. Nueva Zelanda tiene menos de 5 millones de habitantes. Es apenas el diez por ciento de la población del otro finalista posible. Hablamos de Inglaterra, el país donde se creó el rugby, un juego de caras diversas. Es «el espíritu del rugby». Trasmitido por ESPN.

Inglaterra, claro vencedor de Los Pumas, impuso que, una tarde de 1823, en pleno partido de fútbol, William Webb Ellis tomó la pelota con la mano y corrió con ella. Sucedió en la escuela elitista de Rugby, centro de Inglaterra. El gesto, añade la leyenda, marcó el nacimiento del nuevo deporte. Ellis, luego jugador profesional de cricket y obispo anglicano, murió sin siquiera saber su condición de padre fundador. Pero el mito, eso sí, ayudó a alimentar el modelo victoriano. El deporte que forma caballeros (gentlemen). El deporte como herramienta de las élites para educar a las clases trabajadoras. Sin embargo, los mineros del norte más proletario, pidieron hablar de dinero antes que de los «valores» de «fair play» (juego limpio). Solo así podían seguir jugando el deporte que también ellos amaban. En 1895 fundaron su propia liga profesional. En Argentina, elites inglesas comenzaron a jugar al rugby en 1874 (en Flores se enfrentaron el equipo del «Señor Trench» versus el equipo del «Señor Hoggs»). En 1908, la River Plate Rugby Union por fin aprobó actas y reglamentos en español. Fue iniciativa del jugador Bernardo Houssay, del equipo de Facultad de Medicina, Premio Nobel en 1947.

El fútbol argentino abandonó rápido la cuna inglesa, se masificó en los potreros y celebró a Racing como primer campeón criollo. El rugby no. Suspendió su campeonato cuando estalló la Primera Guerra Mundial porque los jugadores británicos retornaron a su patria para sumarse al combate. Para la Segunda Guerra, el club Old Georgian pidió nueva suspensión. Le dijeron que no. Que ya había mayoría de jugadores argentinos. San Isidro se establecía como la «capital del rugby» por el Club Atlético San Isidro (CASI), campeón trece años seguidos (de 1917 a 1930). Pero en 1935, el CASI sancionó a sus jugadores porque comieron semidesnudos. Se fueron y crearon el San Isidro Club (SIC). Entre los socios fundadores estaba Ernesto Guevara Lynch. Su hijo, el «Che», jugó en el SIC en 1947, hasta que su padre le prohibió seguir porque el asma, dijeron los médicos, podía matarlo en una cancha. Tres años después, el Che comenzaba a viajar.

La gira de 1965 a Sudáfrica fue el «bautismo» de Los Pumas. Incluyó el triunfo histórico 11-6 ante los Juniors Springboks. Cinco meses de entrenamiento. Preparación inédita. Casi profesional. Fue «voluntad propia», aclararon los jugadores amateurs, casi todos ellos favorecidos por su posición acomodada. Los Pumas amateurs empataron 13-13 contra Inglaterra en Twickenham (1978), vencieron 21-12 a los Springboks en Sudáfrica (1982) y en 1985 empataron 21-21 con los All Blacks con 21 puntos de Hugo Porta, primera figura popular de un deporte que exige cuerpos comprometidos, unidos y solidarios y que, a diferencia del fútbol, suele despreciar al héroe individual porque privilegia siempre lo colectivo. La tradicional garra Puma, sin embargo, fue insuficiente cuando nacieron los Mundiales (1987). Argentina cayó en primera rueda en las tres primeras Copas. Los Pumas ya profesionales asombraron con el quinto puesto en el Mundial 99. Y más aún con el tercero en 2007. Fue cuando la revista Noticias imaginó en portada a la entrega Puma, su canto del himno que juraba con gloria morir, como modelo de país.

Una década después, Cardenal Newman llegó a la Casa Rosada, aunque el alumno Mauricio Macri, más futbolero él, lo hizo valiéndose de la popularidad de Boca. Un seguidor de Macri convocó a los rugbiers a cuidar las urnas para fiscalizar la difícil elección del 27 próximo. Se suma en las redes la parodia de «Dicky del Solar», el rugbier que cuida «las dos vidas». Difícil advertir en este contexto a jugadores como Francisco Ferronato, capitán del poderoso Belgrano Athletic, médico de hospital público porque quiere «ayudar a las personas que no tienen obra social ni prepaga». En tiempos amateurs, los rugbiers cruzaban trompadas en la cancha y luego se abrazaban casi borrachos en el tercer tiempo (el momento de confraternidad pospartido). Otros consideraban que el dinero era algo así como Satanás y podía arruinar el noble juego, pero de lunes a viernes contaban billetes en bancos o cuevas financieras.

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Hoy, el rugby, que es proyecto social en la Villa 31 y en las prisiones, tiene centros para formar jugadores profesionales repartidos en todo el país. No es fácil la tensión entre los guardianes del amateurismo y las exigencias del profesionalismo. Y tampoco es fácil la tensión dentro del propio profesionalismo. Los mismos jugadores que fueron finalistas del Super Rugby con Jaguares, terminaron despedidos en primera rueda del Mundial.

Sin Los Pumas, y si los tifones lo permiten, nos queda disfrutar del juego. Obligado por la TV, el rugby es hoy mucho más veloz y dinámico. Y también más peligroso. Profesionales de tiempo completo, los rugbiers son más rápidos, potentes y pesados. Los choques acumulan conmociones cerebrales. Ya hay familias que han iniciado juicios. En Gran Bretaña y en Francia. El rugby aprendió la lección del fútbol americano, obligado a pagar hoy una indemnización de mil millones de dólares a los jugadores que dañó durante décadas por ocultar las consecuencias del juego tan duro y por no atenuar su violencia. Por eso, el rugby decidió que un tackle alto puede significar expulsión, como le sucedió a Tomás Lavanini en la pesada derrota ante Inglaterra.

No hay selección más dura que los All Blacks. Tiene casi un ochenta por ciento de eficacia en un siglo. Noventa ya en la era profesional. Son una marca comercial en el mundo, como se ve en Japón, de la mano de Adidas y AIG. Negocio y tradición, porque también está el «haka» que conecta con los ancestros. «¿Qué podés ofrecerle al equipo? ¿Qué vas a sacrificar?», preguntan los All Blacks en «Legado», su libro mítico. «Jugarás por aquellos que usaron esta camiseta antes y la dejaron en un lugar mejor». Los All Blacks no sabían que por lo menos 152 jugadores federados de rugby argentinos desaparecieron en plena dictadura. No obstante, en su última visita a Buenos Aires, en julio pasado, y aunque el acto fue privado, se convirtieron en la primera selección deportiva que visita la ESMA para conocer el horror de nuestra historia moderna. La filosofía All Black que implantó el coach de Aptitudes Mentales Gilbert Enoka tiene una base: «Mejor persona, mejor jugador».

El rugby suele ser deporte de élites no solo en Argentina. Con excepciones en todos los casos, los Wallabies australianos tienen mayoría histórica de estudiantes surgidos de las escuelas más selectas del país. Igual que los Springboks sudafricanos, símbolo afrikaan del poder blanco en tiempos del apartheid, herramienta política utilizada en democracia por Nelson Mandela para unir al país en el Mundial de 1995. Uruguay recuerda hoy en plena Copa de Japón «el milagro de los Andes», sus rugbiers de escuela acomodada y voluntad descomunal que sobrevivieron 72 días en plena cordillera. Japón, anfitrión y revelación del torneo, celebra como acontecimiento social el enfrentamiento anual entre las universidades de Waseda y Keio, las dos privadas más importantes del país. Ni qué hablar de las islas británicas, allí donde nació todo.

Gales se conmueve en estos días con Gareth Edwards, ex capitán mítico de su selección, de abuelo minero y primer jugador que habla por la TV de su homosexualidad, del VIH y de su esposo, difícil para ese mundo rugby de machos alfa. Pero el treinta y cinco por ciento de jugadores galeses son de escuelas privadas. Parecido en Escocia e Irlanda. El doble en Inglaterra, donde el rugby muchas veces parece una convención de los toris, el Partido Conservador liderado hoy por Boris Johnson, Mr Brexit.

Por eso acaso los All Blacks siguen siendo algo único. No solo porque dominan el juego siempre cambiando y asumiendo riesgos, dando espectáculo y privilegiando excelencia. Sino también por un origen más diverso. Porque, aún jugando enfocados en el momento, jamás olvidan el origen. Y, mejor aún, juegan siempre para el futuro.

Soy periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribí columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajé en radios, TV, escribí libros, recibí algunos premios y cubrí nueve Mundiales. Pero mi mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobré siempre por informar.