River es más que una Libertadores

La caída de Lima, inesperada por cómo se produjo, no tapa un ciclo notable.

Flamengo, «la Nación Rojinegra» de 42 millones de hinchas, cuenta que su mística arrancó en 1895, pero no por el fútbol, que ni siquiera lo practicaba, sino por el remo, su deporte fundacional. Siete remeros noveles partieron en viaje inaugural con Pherusa, embarcación modesta, desde Caju a la playa de Flamengo. La tormenta, tremenda, los sorprendió a la altura de la playa de Bom Jesus. Los remeros cayeron al agua y siguieron aferrados al bote. Joaquim Bahia se lanzó a nadar, apenas iluminado por los faros de la iglesia de Penha. La prensa los dio por muertos. Sobrevivieron. Igual que sobrevivió Flamengo el sábado, cuando el naufragio en Lima era inminente. Perdía 1-0, faltaban dos minutos y terminó ganándole 2-1 a River en una final inexplicable, pero que explica por qué el fútbol es lo que es. Tan impredecible, tan colectivo en su disciplina y a su vez tan individual para sus aciertos y también para sus errores. Tan humano.

River, pura intensidad, digno en el partido, más digno aún en la derrota, comenzó como los Stormtrooperes, las tropas de asalto del Imperio Galáctico de Star Wars que salieron a la cancha con los jugadores, idea comercial de la Conmebol, poco feliz para este momento tan convulsionado de Sudamérica. Porque esta final, recordemos, debía disputarse en Santiago. Chile ni siquiera pudo reabrir el sábado su campeonato, que sigue paralizado desde que estalló la protesta social. Iba a recomenzar el viernes. Pero el partido La Calera-Iquique, en La Florida, sector sur oriente de Santiago, tuvo que ser suspendido a los 67 minutos. «Por los que ya no están, seguimos en la lucha», decía un cartel de hinchas que no querían que se jugara el partido. Hubo coros contra el presidente Sebastián Piñera, Carabineros y prensa. Los equipos formaron con la leyenda «Por un Chile más justo». Los jugadores de La Calera posaron inclusive tapándose un ojo, por los manifestantes que perdieron los suyos en la represión. Desde afuera partían insultos y proyectiles. Hinchas de Colo Colo forzaron rejas. La Federación chilena (ANFP) debió suspender toda la programación. En la marcha del viernes pasado, las barras chilenas mostraron un cartel que decía: «Perdimos mucho tiempo peleando entre nosotros».

El presidente peruano Martín Vizcarra aceptó gustoso la propuesta de la Conmebol de mudar la final a Lima. Vizcarra disolvió el Congreso en octubre, con apoyo de Fuerzas Armadas y Policía Nacional. «Autogolpe», denunció la oposición parlamentaria liderada por Keiko Fujimori, que está presa acusada de lavado de dinero, por aportes en negro de su última campaña. Vizcarra era el vice. Asumió en 2018 tras la destitución de Pedro Pablo Kuczynski, que está bajo arresto domiciliario por el escándalo de coimas de Odebrecht. También aceptó gustoso la propuesta de la Conmebol la Federación Peruana de Fútbol. La FPF quedó sin presidente en 2015 por la caída de Manuel Burga, suspendido de por vida por el FIFAGate. Su sucesor, Edwin Oviedo, cayó preso, acusado de instigar el asesinato de dos sindicalistas. La Fiscalía ya pidió 26 años de cárcel. Y el presidente vigente, Agustín Lozano, está siendo investigado por reventa de entradas. La resolución del caso, cada vez más demorada, está en manos de la Conmebol. ¿Cómo negarse entonces a la propuesta de Domínguez de recibir la final de la Conmebol? Lozano precisa clemencia. Y Vizcarra, que convocó a nuevas elecciones, precisará votos.

Así llegó River a un estadio paradójicamente llamado «Monumental», casa del Universitario de Deportes, los «cremas», también apodados «gallinas». La derrota fue inesperada por cómo se produjo. Marcelo Gallardo, siempre un paso más adelante que todos, parecía con su mirada puesta en el futuro. Es el activo principal del River que sumó once títulos en cinco años. Lo sabe primero que nadie Rodolfo D’Onofrio. El presidente asumió en 2013 con el 56,3 por ciento de los votos, renovó en 2017 con el 74,70 y, de no mediar sorpresas, dejará el cargo en 2021 a su vicepresidente Jorge Brito, hijo de banquero poderoso (River se jacta del pluralismo político de su conducción). Todos saben en el oficialismo que River precisa conservar al Muñeco. Pero que también precisa achicar un rojo de cerca de 60 millones de dólares. ¿Qué otro jugador deberá ser vendido además del colombiano Juanfer Quintero? Vender jugadores al Primer Mundo es el remedio histórico para la supervivencia de nuestros clubes.

River, hay que decirlo, es mucho más fútbol. Hay que ir cualquier día en la semana al club para ver pibes con kimonos, raqueteros o lo que sea. River, enumera Federico Ferreyra, titular del Departamento Físico, tiene 20 actividades federadas y otras 20 recreativas. Cerca de 7.000 de sus 70.000 socios son deportistas federados. Otros 4.000 hacen iniciación deportiva. El vóley es campeón metropolitano luego de trece años y ahora lidera Liga Nacional, con semillero propio, que incluye a tres chicos de selección, más títulos en Sub 21 y Sub 19 y equipo femenino que definirá título metropolitano. El hockey sobre césped comandado por Cachito Vigil animador por quinto año de play off y cerca de medio millar de jugadoras, tres de ellas en selección nacional. El handbol que lidera Dady Gallardo, otro DT que pasó por selección nacional. Basquet que compite en inferiores ante los grandes, pero sin presupuesto para Liga Nacional (está en Tercera división). Campeón metropolitano en hockey sobre patines después de 49 años. Equipos competitivos en natación, gimnasia y tenis de mesa. Cuatrocientas chicas en patín artístico. Un quincho que será inaugurado el martes y que tendrá espacio para yoga, pilates y tai chi. Colonia de vacaciones para 1.200 niños. Instituto que incluye los cinco niveles educativos, desde los 45 días hasta Periodismo, además de jardín, primario y secundario. Fundación y Museo. Decenas de filiales en todo el mundo. Y hasta la vuelta del cine, tras las quejas de socios porque no había proyector. Actividades que, aún algunas aranceladas, consumen entre un 12 y 15 por ciento del presupuesto, sostenidas gracias a los recursos que produce y también consume el fútbol, que además cuenta ahora con un gran predio en Ezeiza y otro en Hurlingham, mientras el Monumental paralizó un proyecto de mudanza cercana pero requiere reparación urgente.

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«River es coherente con el modelo tradicional de club argentino», dice Rodrigo Daskal, director del Museo, sociólogo, con estudios profundos sobre la historia de nuestros clubes. El fútbol, que genera el ochenta por ciento de los ingresos, es el centro. Siempre lo fue. Pero un club, en la Argentina, es mucho más que eso. Un club es la resistencia al temporal macrista que presionó para convertirlos en Sociedades Anónimas. Es la vida social que convive con un barrio. Y que genera vínculos eternos. «Cada cual le dará a su equipo los significados que quiera, pero uno de los míos, acaso el principal, es que soy hincha como una forma de seguir estando con mi viejo y para que, más adelante, mi hijo continúe conmigo». Lo escribe el colega Andrés Burgo en su próximo libro «River para Félix». Félix es su hijo. Burgo ya escribió sobre pasión y dolor («Ser de River», año del descenso a la B) y sobre locura («La Final»). ¿Hace falta aclarar que la final es Madrid? El lunes se cumple justamente un año del triunfo ante Boca en el Bernabéu, la final que tuvo como héroe a Lucas Pratto, hoy señalado por un error que precipitó la caída cuando el bicampeonato estaba en la mano. Será un aniversario extraño.

La fiesta, claro, se mudó este domingo a Río, donde Flamengo puede celebrar además anticipadamente la conquista del Campeonato Brasileño. El Estado de Río quedó casi acéfalo el sábado. El gobernador Wilson Witzel viajó a Lima con su vice y con el presidente de la Asamblea Legislativa. Todos para ver la final, claro. Un juez tuvo que asumir interinamente el control en Río. Witzel, que se distanció estos meses de su aliado el presidente Jair Bolsonaro, ofreció una imagen poco feliz apenas terminada la final de Lima. Hincha de Corinthians, pero conciente del poder del nuevo campeón, el gobernador, vestido también él con camiseta y bufanda de Flamengo, se arrodilló en el campo y estiró su mano cuando vio que se le acercaba Gabigol, héroe inesperado por sus dos goles en los minutos finales. El atacante de Flamengo lo miró, apenas devolvió el saludo de mano y siguió de largo. Luego, el gobernador publicó en sus redes una foto en la que sí posa sonriente con el goleador que lo había ignorado. Fue una escena que impactó a muchos en las redes. «Mis respetos a Gabigol -escribió un hincha- no cualquiera hace tres goles en una final de Copa Libertadores».

 

 

Soy periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribí columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajé en radios, TV, escribí libros, recibí algunos premios y cubrí nueve Mundiales. Pero mi mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobré siempre por informar.