¿Quién es el dueño del fútbol en Italia?

Propietarios de los clubes italianos. Una disputa entre capitales nacionales y estadounidenses.

Hola, ¿cómo estás?

La semana pasada te mandé el primer envío sobre la propiedad de los clubes en la Premier League. Es un trabajo que, como te conté, comencé haciendo de Europa. Un lector aportó sobre los dueños en el fútbol mexicano, así que el proyecto ya se volvió hacer un Atlas mundial de capitales financieros en la pelota. Esta segunda entrega es sobre Italia y, luego, haré un parate para poder seguir conversando sobre estos temas. Te pido por favor que si se te ocurren ideas, aportes o datos para engrosar el material, me lo envíes. Si precisás más data, también, escribime.

No quería olvidarme de un detalle que me pareció sobresaliente esta semana. Luego de que los clubes argentinos sostuvieran una postura colectiva sobre la condena a la dictadura militar de 1976, ocurrió lo mismo con algunas instituciones brasileñas. El 31 de marzo de 1964 fue el golpe en Brasil que destituyó al presidente democrático Joao Goulart. Esta semana fue su aniversario y los clubes del país vecino copiaron nuestra postura. Flamengo, Vasco, Corinthians, Inter, Atlético Mineiro, Bahía y Fluminense publicaron contenidos en sus redes sociales con el hashtag #DitaduraNuncaMais.

No todo es Bolsonaro.

¿Quién es dueño del fútbol italiano?

Una cámara lo toma como si bajara desde el cielo. El helicóptero se posa sobre el césped del Giuseppe Meazza. Es el 20 de febrero de 1986 y el hombre que saluda tiene tres razones para jactarse. La primera, desde 1961, es uno de los popes de la industria de la construcción en Italia. La segunda, desde 1978, es propietario de Finnevest, una especie de Grupo Clarín que arranca con el diario Il Giornale para culminar con quince señales televisivas en Europa, seis radios, la productora cinematográfica Medusa Film y la editorial Mondadori. La tercera -la que lo trajo hasta acá- es que acaba de comprar el AC Milan. Silvio Berlusconi no espera ni un día para asumirse faraónico. Sonríe como si fuera Michael Jordan en Space Jam. Y todavía no sabe que en ocho años será el presidente del Consejo de Ministros de Italia.

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Totonero. Así denominó la prensa de la época al escándalo de 1980. La policía italiana descubrió un sistema de apuestas ilegales que incluía dirigentes, jugadores y entrenadores. Paolo Rossi, figura estelar del Mundial de 1982, llegó raspando a la convocatoria porque durante dos años estuvo inhabilitado por estar involucrado en la causa. Milan y Lazio fueron obligados a descender. Ese fue el comienzo de la debacle que terminó en el helicóptero. Un mal trajo otro mal, el equipo volvió a la Primera pero, grogui por las consecuencias económicas del escándalo, regresó a la B. Milanello, el predio de entrenamiento, se alquilaba para bodas para juntar unas monedas. Ascendió raspando. En esa crisis, llegó Berlusconi. Desde el cielo.

En la Quinta de Olivos, a comienzos de los noventa, Carlos Menem recibió a Franco Macri. Cuando finalizaba el ágape, emergió Fernando Galmarini, secretario de Deportes de Nación. El empresario tomó como excusa una conversación futbolera y comentó: “Mi hijo quiere ser el Berlusconi de Boca”. Milan se había vuelto un modelo de exportación: el magnate de los medios italianos ahora reinaba también en el fútbol tras obtener cuatro Ligas, tres Copa de Europa y dos Copa Intercontinental. Nadie imaginó que el espejo iba a funcionar tan perfecto como para que Mauricio Macri emulara a Berlusconi hasta en su ambición de gobernar un país.

En épocas donde las secretarías técnicas o el scouting no estaban en auge, las determinaciones futbolísticas las tomaba el empacho del dirigente de turno. Berlusconi no sólo tuvo una billetera infinita para incorporar estrellas como Roberto Donadoni, Ruud Gullit o Marco Van Basten. Le funcionó el olfato para elegir entrenadores. Para afianzar al equipo a Primera apostó por un joven Fabio Capello, exjugador de la institución. Cuando necesitó un escalón más, rumbeó por el verdugo de su equipo en las últimas ediciones de la Copa Italia. “Cuando entrenaba al Parma, jugamos tres veces con Milan. Les ganamos dos seguidas. La primera vez, Berlusconi me dijo que me seguiría. La segunda, que quería hablar conmigo. La tercera, me hizo una oferta”, recuerda Arrigo Sacchi, el director técnico que revolucionó no sólo la ciudad de la moda de Italia sino el fútbol mundial. El planeta terminó de incorporar el concepto de presión en el campo rival, cambió el paradigma y florecieron los Louis Van Gaal o los Marcelo Bielsa.  

Los clubes en Italia siempre fueron privados y estaban conducidos por grandes familias nacionales. Los Agnelli, en Juventus. Los Lotito, en Lazio. Los Moratti, en Inter. Su tradición invocaba más al país que a la globalización: aún hoy, sólo hay tres entrenadores extranjeros en la liga. Pero la crisis económica de 2008 le pegó coletazos hasta a la pelota y entraron a la cancha los capitales extranjeros.

El reinado duró 31 años. El Milan acompañó a Berlusconi en sus tres mandatos presidenciales de Italia y en las contiendas judiciales posteriores -desde malversación de fondos hasta la acusación por manejar una red de prostitución-. Tras 29 títulos en las vitrinas, ya con 81 años, Il Cavaliere, como adoraba que lo apodaran, vendió, en 2017, las riendas del club por 740 millones de euros a la corporación Shenzen Jie Ande, dedicada al mercado financiero de China.

Un año duraron. Manejar el chiche gigante de Berlusconi no era cualquier cosa. Yonghong Li, propietario, fue declarado insolvente por el Tribunal de Justicia de China. Condenado por deudas, se fugó. Se perdió su paradero y la policía sacó anuncios de búsqueda en los medios de transportes. Reapareció y, para levantar el muerto, recurrió a un fondo privado en busca de que le salvara las papas. Le pidió a Elliot Managment 300 millones de euros. Tiró la toalla ante la devolución de la primera cuota de 32 palos. Los prestamistas se quedaron con el club. Su líder es apodado como buitre en Argentina. Paul Singer además de asfixiar con deudas a nuestro país tomaba como berretín a la pelota. Los yanquis llegaban a Italia.

El principal activo de Elliot Management en Italia era Telecom. El único dato que se tenía sobre la relación de Singer con el fútbol consistía en que su hijo Gordon era hincha del Arsenal. El club londinense también es de propietarios estadounidenses. Su dueño es Stan Kroenke, mandamás de Los Angeles Rams de la NFL y de los Colorados Rapids de la MLS. A ese modelo le apuntaron: contrataron a Ivan Gazidis, exCEO del Arsenal, quien antes había resuelto que Arsene Wenger dejara el cargo de entrenador después de 22 años. La llegada del griego y de los estadounidenses desató una guerra contra los bronces de la institución: el croata Zvomirin Boban y Paolo Maldini, héroes de la época Berlusconi desde el césped, abandonaron el club, donde tejían los destinos futboleros del club.  

Volver a casa

Los registros aseguran que en las primeras décadas de 1900 más de dos millones de italianos emigraron a Estados Unidos. Desembarcaron en Nueva York, Nueva Jersey y Pensilvania. Los italoestadounidenses formaron una colonia para siempre en el nuevo continente. El Padrino, la saga que dirigió Francis Ford Coppola, narra esos movimientos. Little Italy es un barrio que se repite en algunas ciudades norteamericanas y que sostiene el lazo cultural. Entre todas las formas posibles de vínculo nunca había aparecido la relación vía la pelota.

Son cinco los equipos italianos cuyos dueños provienen de Estados Unidos. Milan no constituyó el primero. La capital inició la llegada de capitales. James Pallota nació en Boston, en una comunidad de inmigrantes. Pensaba que el fútbol era el peor de los deportes. De niño, se fanatizó con el básquet, iba a ver a los Celtics y se colaba por las salidas de emergencia porque no juntaba ni para pagar la entrada. En la década del 80, cuando brilló el gran Larry Bird (es indispensable el Informe Robinson, Palabra de Larry Bird, para entender la magnitud de este jugador o el libro Cuando éramos los mejores de Jackie MacMullan), tenía un amigo con una imprenta y falsificaba tickets. Dice que la primera vez que entró legalmente fue en 2002, cuando adquirió la franquicia. Tocó el cielo en 2008 cuando ganó la NBA, de la mano de Paul Pierce y Kevin Garnett (este documental muestra toda la campaña, que concluyó con tremenda final ganada a Los Lakers). En 2012, decidió probar suerte en otro deporte y compró la Roma. Más allá de su procedencia, la idea era establecer una nueva base de negocios en Europa. Su promesa y objetivo fue construir un estadio propio para el equipo, que toda la vida jugó de prestado en el Olímpico. Su mayor logro deportivo lo representó la semifinal de la Champions League, a la que accedió tras una remontada histórica frente a Barcelona. En su estructura deportiva, importó la tecnología del scouting del básquet, clave a la hora de mejorar inferiores y contrataciones.

La presentación del estadio sería en mayo de 2019, pero nunca obtuvo la habilitación del Estado. Cansado de la burocracia italiana, decidió sacar boleto a casa y venderle su parte al megaempresario Dan Friedkin, cuyo principal activo son las concesionarias de Toyota en los estados del Golfo y su fortuna está valuada, según Forbes, en 4.000 millones de dólares. El día en que se anunció la transacción la bolsa se disparó y aumentó 8% el valor de las acciones de la Roma. 

La página web del Krause Group enumera así sus áreas de negocios: “Comercio minorista, logística, cavas, hoteles, bienes raíces, agricultura y clubes de fútbol”. En 2015, el Parma fue desmantelado y debió recomenzar desde la última categoría de Italia. Ahora se llama Parma Calcio 1913 y regresó a la Serie A. En 202o, el grupo económico con sede en Iowa se convirtió en el mayor accionista de la institución y en el encargado de la gestión. El equipo en el que brillaron Hernán Crespo y Juan Sebastián Verón ahora pelea por la permanencia, pero acomodó su déficit económico.

A Rocco Comisso lo parieron en 1949 en Italia, pero a los doce años migró a Estados Unidos. Se formó en la Universidad de Negocios de Columbia y fundó Mediacom, la quinta empresa de cable de Estados Unidos. Por su origen, siempre sostuvo un fanatismo por el fútbol. En 2010, refundó el New York Cosmos. El mítico equipo donde se retiró en 1977 Pelé había dejado de funcionar en 1984. En una ceremonia con el astro brasileño presente, se relanzó el equipo. Al empresario no le bastó. En 2019, por 165 millones de euros, regresó a casa: la Fiorentina de Germán Pezzella y Lucas Martínez Quarta se volvió colonia yanqui.

El fondo MSD Capital se dedica a estrategias financieras. Su base está en California y en Nueva York. Robert Platek es el encargado de su despliegue en el fútbol. El Spezia Calcio se volvió suyo en febrero. Recién hace un año el equipo está afirmado en la Serie A. No se trata de un proyecto con forma de capricho: el grupo apostó en los últimos años por el Casa Pía de la segunda división de Portugal -liga en la que Gerard Piqué y Lionel Messi invierten en equipos- y por el Sonderjyske de Dinamarca.

La estrategia se repite en la Premier League y en la Serie A. Los yanquis no realizan inversiones aisladas. Apuestan por el deporte poniendo huevos en distintas canastas con formas de escudo. Joey Saputo es canadiense, pero el FC Montreal, su equipo, compite en la MLS de Estados Unidos. En 1992, fundaron el equipo de la ciudad donde juegan los argentinos Emanuel Maciel y Maximiliano Urruti. En la matriz de los capitales no hay que buscarlo demasiado: Saputo es el nombre de una de las compañía lácteas más grandes del continente. En Argentina, sus productos se firman bajo el nombre de La Paulina. En 2014, compró el Bolonia, al que devolvieron a la Primera División tras años deambulando por la segunda categoría.

La isla de los chinos      

El Inter de Mourinho fue la piedra en el zapato de Pep Guardiola. Los goles de Diego Milito en la final de la Champions League de 2010 le cumplieron el sueño a Massimo Moratti: su abuelo había obtenido el mismo título, presidiendo la institución, en 1964 y en 1965. Su padre también había dirigido la institución. Tras esa impactante actuación y una serie de malas planificaciones deportivas, decidió bajarse del barco en 2016. Le vendió el 70% de sus acciones al grupo Suning de China.

Suning brotó como una empresa minorista de electrodomésticos. Escaló hasta transformarse en una inversora de capitales en rubros múltiples. Como cara visible de la raíces del club, pusieron a Javier Zanetti como director deportivo. Comenzó invirtiendo 300 millones de euros, aunque le costó asentarse. Con la contratación de Antonio Conte como técnico y la llegada de figuras internacionales como el belga Romelu Lukaku, el chileno Alexis Sánchez o el croata Ivan Perišić, empezó a imponerse y ahora lidera el campeonato.

La tradición continúa

Italia acuna entre sus más tradiciones al amor por el fútbol. Cuatro Mundiales y haber parido ideologías de juego construyen un orgullo nacionalista por lo producido a lo largo de su historia de la pelota. Son trece los equipos cuyos propietarios son locales. Todavía no ingresaron a esta tierra los billetes de Medio Oriente o los de Rusia. Tampoco hay excursiones de millonarios del resto de Europa. 

Sólo aparece una corporación que invierte en la pelota más allá de su propio equipo. Udinese es uno de los dos equipos de la familia Pozzo. A Giampolo, empresario del mundo de la metalurgia y cerebro del clan, el fútbol se le metió en la cabeza y armó una corporación que también contiene al Watford de Inglaterra. Lo que le dio posibilidad de residencia en distintos países distintos, con reglamentos tributarios diferentes: eso lo ha llevado a una pila de allanamientos hasta en Cataluña. Hasta ahora, nunca le encontraron nada. 

Juventus es el club más popular de Italia. Sus dueños desde 1923 son la familia Agnelli, casi tan famosa como el equipo. Gianni Agnelli fue el más famoso del clan. Hasta HBO sacó un documental sobre su vida. Su principal marca no era la pelota sino las ruedas: son los dueños de Fiat. Aunque ahora la institución de Turín atraviesa un grave problema financiero después de un exceso en el gasto de salarios de la última década (incluso se rumorea que Cristiano Ronaldo se irá por lo difícil que está siendo sostener su sueldo).

Claudio Lotito es otro de los personajes fetiches del fútbol italiano. El dueño de Lazio no sólo encarna los dineros nacionales sino que históricamente defiende la peor de las ideologías. Un entrenador argentino al que quiso contratar cuenta que el escritorio de su oficina despliega un portaretratos de Benito Mussolini. Su última gran aparición en los medios fue por haber sido sancionado por siete meses a causa de violar el protocolo de Covid: ocultaron casos, salió a la luz y el presidente se quedará afuera de los partidos.

Los capitales de los clubes de Italia provienen de distintas actividades: 

  • Nápoles es, desde 2004, de Filmauro, la principal productora audiovisual del país y también principal accionista del Bari. 
  • Atalanta, cuyos dueños son la familia Percassi, capos de la industria de la moda y de los cosméticos. 
  • Sassuolo es de la constructora Mapei, que posee una sede en Argentina que vende desde cerámicas hasta cemento. 
  • Benevento es de IVPC, dedicada a la energía eólica. 
  • Hellas Verona es de Maurizio Setti, productor de insumos para spas. 
  • Sampdoria es de Massimo Ferrero, productor cinematográfico -una de sus películas es Ultra, dedicada a la vida de las barrabravas de Italia-.
  • Genoa es de la Fundación Preziosi, un nombre muy popular ya que su principal activo es Giochi Preziosi, una juguetería con sede en casi todas las ciudades italianas.
  • Torino es de Urbano Cairo, un multimedio que hace programas de televisión, libros y diarios. En los últimos años viró hacia el negocio de la publicidad. 
  • Cagliari es de Tomasso Giulini, un empresario de la industria química y farmacéutica. 
  • Crotone es de la familia Vrenna, renombrada en la comunidad de Calabria, acusada de mantener negocios con la mafia de la zona. A lo largo de la historia, los portadores del apellido fueron mutando en distintos rubros empresariales. 

Pizza post cancha

Esto fue todo.

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Abrazo grande,

Zequi

Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.