El peaje de Albino: qué exige Conin a cambio de dar alimentos a quienes los necesitan

La Fundación que distribuye las toneladas de leche a punto de vencer pone varios filtros antes de franquear el acceso al programa alimentario. Sus beneficiarias deben tomar cursos que rechazan los anticonceptivos y postulan la defensa de la vida desde la concepción.

La decisión del Gobierno de distribuir a través de la Fundación Cooperadora Nutrición Infantil (Conin) una pequeña parte de las seis mil toneladas de alimentos acopiados por la ministra Sandra Pettovello vuelve a poner en el centro de la escena a la ONG y a su titular, el médico Abel Albino, que en 2018 escandalizó a medio país cuando aseguró ante el Congreso que el preservativo no sirve para prevenir el SIDA, ya que el virus atraviesa la porcelana. Lejos de ser un episodio aislado, aquella declaración se vuelve central para explicar la elección del Gobierno, dado que seleccionar a la Fundación para el reparto de comida no parece estar relacionado más que con la ideología.

La elección de Conin es imposible de explicar al mirar el despliegue territorial de la Fundación, que apenas tiene 100 centros en 18 provincias. Conin no tiene representación en algunos de los distritos adonde la situación del hambre, según Cáritas, es crítica, como Formosa, Misiones y Jujuy. Como contracara, solamente por el gran despliegue de la Fundación en Mendoza, Pettovello decidió enviar a esa provincia gran parte de la leche por vencer. La propia organización admitió ayer a través de su director ejecutivo, Diego Álvarez Rivero, y su directora médico asistencial, Gabriela Sabio, que su actuación de apuro ante una necesidad del gobierno nacional los puso en una situación de tensión extrema y no tienen capacidad operativa de repartir la totalidad de la comida acopiada en los galpones de Villa Martelli y Tafí Viejo.

La decisión también va a contramano del discurso anti-intermediarios en el que insiste el presidente Javier Milei cada vez que habla del tema alimentos. Conin reemplazará a otros intermediarios, los movimientos sociales, que disgustan al Gobierno; pero al igual que ellos estará actuando, efectivamente, entre el Estado y los pobres; y también al igual que ellos reclama de esos asistidos un compromiso, una contraprestación, que en este caso no tiene que ver con la vida comunitaria (como puede entenderse el reclamo del Polo Obrero a que algunos de sus beneficiarios sostengan con su trabajo y su aporte económico los comedores en donde se reparte el alimento -excluyendo, si los hubiera habido, los casos de extorsión-) sino con decisiones morales que rigen la vida de las mujeres que se acercan a Conin.

Para comprender en profundidad cómo funciona Conin y de qué manera hace llegar los alimentos a quienes los necesitan, es reveladora la tesis de grado de la socióloga Camila Stimbaum. Ella trabajó en uno de los centros de la Fundación en La Plata y, con ese acceso privilegiado sumado a sus conocimientos científicos, pudo dar una perspectiva de las contraprestaciones exigidas a las beneficiarias de la asistencia. Corresponde la utilización del femenino al hablar de quienes son objeto de las políticas de Conin porque, según define Stimbaum, la Fundación es un dispositivo de intervención social, pero también es un “dispositivo de género” que, mediante un abordaje integral, busca reproducir un estilo de vida que recluye a la mujer en la casa, con la familia, cuidando a los hijos, y ubica al varón en el rol de un proveedor poco comunicativo que realiza trabajos de fuerza.

El modelo para esta intervención se da sobre los niños y sus madres, y sobre jóvenes embarazadas. Esas personas son recibidas en alguno de los centros de la Fundación y, tras una serie de entrevistas, admitidas en un programa llamado Nutrir, que dura entre uno y tres años y tiene actividades semanales que quienes quieren recibir la ayuda alimentaria deben cumplir.

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El programa está lejos de la simpleza que implica entregar un plato de comida caliente a quien se acerque. Las personas pueden ser rechazadas durante el proceso de admisión o desvinculadas si incumplen algunos de sus postulados o se resisten a algunos de los valores que Conin intenta inculcarles. En el trabajo de Stimbaum, una trabajadora social cuenta: “Cuando nosotros hacemos la entrevista de admisión, hay un contrato que explica en qué consiste y qué es lo que va hacer, y tiene que estar de acuerdo. Esto incluye la realización de ciertas tareas por parte de las mujeres, no robar, respetar al otro por su condición, respetar la vida humana desde la concepción, o sea tiene un montón de requisitos”.

Esa misma perspectiva es fomentada durante los “Talleres de salud” de los que tienen que participar las mujeres que ingresan al programa. El más importante es el de “Planificación familiar natural” que, como su nombre lo indica, “tiene como objetivo enseñarles a las mujeres a controlar su fertilidad a través de la enseñanza de un método acorde con el ideario religioso de Nutrir, el Método de Ovulación Billings”. Stimbaum relata en su tesis que participó en uno de esos talleres, en el que una obstetra explicó que “la relación sexual es pene y vagina” y que “si hay otra conducta sexual no es normal”; que “la familia está compuesta por la madre, el padre y los hijos” y que “las parejas se unen para toda la vida”; y que, otra vez, “la vida empieza desde la concepción”.

Para quienes cumplen hay gratificaciones, que tienen que ver con la frecuencia de entrega de ropa, calzado, ropa de cama o pañales. Las mujeres que demuestran compromiso suelen tener prioridad. Quienes no cumplen pueden recibir menos elementos y también menos alimentos en el bolsón semanal. Una nutricionista relata en el trabajo de Stimbaum: “Si hay una mamá que siempre llega a las 10:30, 11:00, se le hace un llamado de atención y por ahí no se les da todo el bolsón. Se les da solo la leche o se va viendo. O no puede ir al ropero. Se les va poniendo como pautas”.

El trabajo de Stimbaum, que en 2018 destacó Soledad Vallejos en Página/12, muestra otros aspectos del alineamiento ideológico entre Conin y los libertarios. La Fundación, por ejemplo, postula como su misión “lograr un país con igualdad de oportunidades donde los individuos puedan desplegar su potencial genético”. Esta comunión de miradas e intereses no logra suplir las falencias de gestión de un Ministerio que tardó más de seis meses en hacer llegar alimentos a sectores vulnerables. Sin embargo, explica por qué el gobierno de Javier Milei decide mantener a los intermediarios, aun cuando estos no alcanzan a cubrir todo el país.

Otras lecturas:

Es periodista, licenciada en Comunicación Social. Conduce el noticiero central del canal IP. Es docente titular de la cátedra Televisión en la Facultad de Ciencias Sociales de la UNLZ. Es autora de El Otro Yo, la biografía de Nicolás Caputo (Planeta, 2017).