Protestas universitarias en Estados Unidos: el cambio de paradigma

Las manifestaciones estudiantiles en apoyo a Palestina y contra la ofensiva de Israel en Gaza desafían las tradiciones políticas estadounidenses y marcan un nuevo frente en la batalla cultural del país en un año electoral clave.

Más de 2,800 personas, incluyendo muchos jóvenes estudiantes, fueron detenidas durante el desalojo de las crecientes protestas en universidades estadounidenses en apoyo a Palestina, exigiendo un cese al fuego en Gaza y la desinversión en Israel. La presencia de campamentos en universidades, la represión policial, las críticas del establishment político y las maniobras en un año electoral crean un panorama que subraya el conflicto generado por este cambio de paradigma en un país donde el apoyo a Israel ha sido tradicionalmente transversal a las ideologías partidistas.

Los campamentos

En más de 60 universidades estadounidenses, incluyendo algunas de las más prestigiosas del país, se llevaron a cabo protestas, siendo la gran mayoría de estas pacíficas. Sin embargo, el 17 de abril, en un campamento ubicado en el campus de Columbia University en Nueva York, la situación cambió. Las autoridades universitarias desalojaron a los manifestantes con la ayuda de la policía, que arrestó a 108 estudiantes. Posteriormente, algunos de los que protestaban ocuparon un edificio emblemático de la universidad, pero fueron nuevamente desalojados por la fuerza policial. Durante estos incidentes, se produjeron forcejeos y un policía llegó a disparar su arma, aunque afortunadamente no se reportaron heridos.

Las tensiones se propagan por universidades en todo el país, y son recurrentes las escenas de policías desalojando a manifestantes. En otros casos, como en la Universidad de California Los Angeles, se registraron ataques de contra-manifestantes pro-Israel hacia militantes pro-Palestina, en los que se utilizaron palos, aerosoles químicos y fuegos artificiales. A lo largo de cinco horas de conflicto violento entre ambos grupos, la policía se abstuvo de intervenir.

Las protestas expresan un profundo rechazo a la ofensiva israelí en Gaza, por la que murieron más de 34,700 personas -en respuesta a los cruentos ataques terroristas de Hamas del 7 de octubre, en los que masacraron a más de 1,200 civiles, la peor matanza de judíos desde el Holocausto-. Muchos de los manifestantes consideran que se está llevando a cabo un genocidio contra la población palestina. Además de abogar por un cese al fuego, piden concretamente a sus universidades que desinviertan en Israel.

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El movimiento sitúa a las universidades en la vanguardia de un cambio de paradigma en la opinión pública de Estados Unidos, que históricamente mostró un sólido apoyo hacia Israel, y abre un nuevo frente en las batallas culturales que polarizan la política allí (y en todo el mundo). Es importante destacar que Israel es el principal receptor de ayuda financiera de Estados Unidos, incluyendo asistencia militar.

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La nueva oposición a Israel, que comenzó antes del 7 de octubre, se vio potenciada exponencialmente debido a la devastación en Gaza y tiene un fuerte sesgo generacional: los menores de 30 años están mucho más inclinados a simpatizar con Palestina que los mayores. Y en los círculos progresistas de élite, como son estas universidades, la causa de Palestina se está convirtiendo en un eje central, cuando antes era como mucho tangencial. Los estudiantes están teniendo un impacto significativo: esta semana, un grupo de profesores de la New School, en Nueva York, hizo un campamento pro-Palestina en apoyo a sus alumnos que fueron desalojados y detenidos la semana pasada. En Europa grupos de estudiantes también están haciendo manifestaciones con acampes en sus universidades, y también se encuentran con represión policial. Incluso en Israel hay protestas pidiendo el cese al fuego.

Aunque en la mayoría de los casos los manifestantes no lograron avances concretos sobre sus demandas, que se esté hablando de la desinversión y oposición a Israel representa un cambio sustancial.

Los administradores de las universidades en Estados Unidos se vieron forzados a maniobrar entre las demandas del establishment político, fuertemente pro-Israel, y sus alumnos, que cuestionan el apoyo sin límites al gobierno de Benjamín Netanyahu. En el caso de Columbia, las protestas estallaron en simultáneo con la aparición de la presidenta de la universidad, Nemat Shafik, ante una comisión del Congreso nacional, donde prometió disciplinar a profesores y alumnos que, en su apoyo a Palestina, podrían considerarse antisemitas.

“En esa audiencia, que vimos todos, ella trata de complacer a los republicanos que vienen acusando a todas las universidades de antisemitismo. Ya de por sí en el campus no cayó bien”, le cuenta a Cenital María Victoria Murillo, profesora de ciencias políticas y asuntos internacionales en Columbia University. En simultáneo con la audiencia, los estudiantes avanzaron con un plan de protestas pacíficas, que desde Washington Shafik decidió desalojar con policías, en contra del reglamento universitario. “La represión policial fue el principio de todo. Ella no negoció; en su lugar, mandó a la policía, y al día siguiente, los manifestantes habían establecido un nuevo campamento en solidaridad con Gaza. Como respuesta a las detenciones, empezaron a surgir campamentos en universidades de todo el país, y luego se extendieron a instituciones educativas en otros países”. En algunos casos, como en Brown y Vassar, las universidades lograron desmantelar pacíficamente los campamentos mediante negociaciones con los estudiantes. Sin embargo, “en la mayoría de los casos, la intervención policial solo llevó a una escalada en la protesta”.

Las elecciones

Las divisiones en la sociedad estadounidense debido a las protestas se profundizaron ante la represión policial. El nivel de conflicto invita a comparaciones con las protestas contra Vietnam y adquiere una importancia particular en un año electoral.

En seis meses se llevarán a cabo elecciones presidenciales. Es muy probable que la contienda sea entre el actual mandatario, Joe Biden, y el expresidente Donald Trump, ambos fervientes defensores de Israel. Sin embargo, los manifestantes presentan un desafío importante: mientras que los votantes de derecha que apoyarían a Trump respaldan totalmente a Israel, los votantes demócratas están divididos. Muchos, en particular los jóvenes, rechazan el apoyo sin condiciones que la Casa Blanca le brindó al gobierno derechista de Israel. Esto pone en jaque a Biden, ya que enfrenta una división interna que se centra en este tema. Cada vez más votantes del partido oficialista desaprueban la guerra de Israel en Gaza.

El ala dura del Partido Republicano busca exacerbar estas tensiones dentro del oficialismo al retratar las protestas como un respaldo antisemita al terrorismo, y logran ganar adherentes dentro del Partido Demócrata. También utiliza la situación para impulsar una agenda preexistente en contra de las universidades progresistas y la inmigración.

Los ojos están puestos sobre la convención del Partido Demócrata, que se celebra en agosto en Chicago. Allí se oficializará la candidatura (probablemente del actual presidente, pero todavía no está definida). Fuera del lugar, las protestas podrían intentar influir en el establishment político –tal como ocurrió en la misma ocasión, en la misma ciudad, en el álgido verano de 1968, cuando la policía batalló contra manifestantes anti-guerra de Vietnam-.

Sin embargo, también es posible que la situación se calme antes de las elecciones, especialmente si se logra un cese al fuego y un acuerdo para liberar a los rehenes. La política exterior pocas veces es determinante en las elecciones. Según una nueva encuesta, solo una minoría de los estudiantes universitarios considera que Gaza es un tema de máxima importancia.

Antisemitismo: es complicado

La historia de las protestas estudiantiles se construye sobre una tradición estadounidense de activismo. El llamado a la desinversión copia el modelo de la presión contra el régimen apartheid en Sudáfrica hace 40 años, cuando las luchas universitarias desempeñaron un papel crucial. Además, las protestas hacen eco de las masivas manifestaciones contra la guerra en Vietnam y el reclutamiento al servicio militar obligatorio. También se inspiran en experiencias más recientes, como Occupy Wall Street y Black Lives Matter.

Pero la temática es particularmente complicada. Muchos de los defensores de Israel dicen que hubo falta de empatía, dada la profundidad del trauma y dolor que generaron los ataques de Hamas del año pasado. Algunas personas defensoras de Palestina hasta llegaron a celebrar la violencia de este grupo como respuesta al colonialismo israelí. Es una visión que deja de lado complejidades históricas y genera rechazo al movimiento. Los críticos más moderados de la ofensiva israelí se preocupan por el uso de símbolos antisemitas, el apoyo acrítico hacia Hamas y sus metodologías violentas. Y episodios de odio hacia personas judías empañan irremediablemente el pedido de cese al fuego de los manifestantes.

Muchos de los símbolos y consignas adoptados por los manifestantes, especialmente aquellos que celebran las luchas violentas palestinas como la Intifada, son percibidos como agresivos por parte de la comunidad judía. Se registraron casos documentados de personas que portaban símbolos judíos, como la kipá o la estrella de David, y sufrieron agresiones verbales o físicas por parte de los manifestantes. Estudiantes judíos en varias universidades afirmaron que se les negó el acceso por parte de los manifestantes, aunque otros cuestionan estas narrativas. La situación se complica aún más debido a la gran cantidad de rumores que circulan en las redes sociales.

“Hay comentarios desubicados que antes no había, o antes la gente se cuidaba y no los decía. Pero también hubo mensajes islamofóbicos, y se atacaron estudiantes usando la kufiya”, cuenta Murillo.

Muchos líderes de las protestas, incluyendo la organización Jewish Voices for Peace, insisten que estas expresiones antisemitas no representan a la mayoría. Y que el enfoque sobre el antisemitismo distrae de la cuestión central: la matanza de civiles palestinos.

Los manifestantes, entre los cuales hay muchos judíos, argumentan que es fundamental diferenciar entre el antisionismo y el antisemitismo. Mientras rechazan las políticas de Israel hacia los palestinos, enfatizan que esto no implica ser anti-judío. De hecho, en muchos de los campamentos se celebraron las cenas de Pesaj, la festividad judía que coincidió con esas fechas, así como el Shabbat, el día de descanso semanal judío. Para muchos judíos que participan en las protestas, esto es una cuestión de fe.

Una de estas es Katja Stroke-Adolphe, una estudiante de abogacía que participó en el acampe de la Universidad de Chicago y fue desalojada por policías esta semana: “Como judía, nada podría estar más acorde con mis valores que oponerme al genocidio y a todas las formas de opresión”, le contó a Cenital y agregó: “Para mí, es una obligación de todos los seres humanos, pero también es algo que se basa en las experiencias de mi familia y en mis creencias y compromisos religiosos”.

“Las protestas pro-Palestina se oponen al genocidio en curso, a la colonización y la ocupación. Protestan por las universidades y hospitales que fueron bombardeados y por los hombres, mujeres y niños que fueron asesinados. No se trata de antisemitismo”, dijo Stroke-Adolphe, hablando conmovida a horas de confrontar a la policía.

Acá también las protestas muestran otro quiebre generacional: un cambio dentro de la comunidad judía estadounidense, donde los más jóvenes se encuentran alejados del apoyo hacia Israel y cuestionan sus políticas de seguridad, expansión territorial a través de asentamientos y manejo de la población palestina. Esto también indica un cambio que ocurrió en los últimos 15 años, desde que fracasaron las últimas negociaciones de paz y los gobiernos de derecha en Israel intensificaron sus políticas de asentamientos en territorios palestinos. El impacto a largo plazo en el apoyo internacional a Israel podría ser considerable.

La profunda incomodidad y el temor que muchos judíos experimentan frente a estas manifestaciones deben entenderse en el contexto de décadas de conflación histórica del sionismo con la identidad judía, especialmente en Estados Unidos. La asociación del sionismo, el movimiento que estableció el Estado moderno de Israel y defiende sus políticas, con el judaísmo dio lugar a expresiones de odio inaceptables. Para algunos pensadores, como el exnegociador de paz israelí Daniel Levy, desvincular esto es parte clave para salir de esta encrucijada.

¿Salida?

Para el periodista Thomas Friedman, las protestas no son en general antisemitas, pero tampoco son productivas. “Es un momento para el pensamiento complejo y el pensamiento pragmático: ¿cómo llegamos a dos Estados-nación para dos pueblos indígenas?”

Columbia y las otras universidades de élite se encuentran en el medio de una fuerte presión por parte de sus donantes –muchos de ellos judíos– quienes rechazan vehementemente la supuesta tolerancia al antisemitismo, y los estudiantes que buscan expresar una visión de justicia social que no es compatible con la política de seguridad de Israel.

Es una versión del difícil equilibrio que Biden debe mantener frente a la división dentro de su partido: esta semana, expresó su preocupación por el antisemitismo en el día de conmemoración del Holocausto. Sin embargo, también suspendió la entrega de 3500 bombas a Israel para evitar que se utilicen en una posible invasión en Rafah, Gaza. Esta decisión fue celebrada como un éxito por el ala progresista del Partido Demócrata, incluyendo “the Squad”, y fue resultado de la presión ejercida por las manifestaciones.

Las formas de protesta, especialmente su falta de consideración hacia las sensibilidades judías y el derecho de Israel a existir, son rechazadas incluso dentro de gran parte del espectro progresista. Sin embargo, generaron una serie de debates que prometen tener un impacto duradero en la política exterior de Estados Unidos. Estas protestas son una clara señal de la brecha que se amplió entre la política israelí, dominada por la extrema derecha, y el progresismo internacional, en particular el estadounidense, que incluye a muchos jóvenes judíos. Esta brecha amenaza con aumentar a medida que continúa la ofensiva israelí en Gaza.

Periodista especializada en América Latina. Editora del Latin America Daily Briefing.