Por qué Ucrania es la primera guerra global de época

La invasión de Rusia cumple un año. El duelo de hoy no reconoce fronteras geográficas: es local y global, es entre gobiernos y entre empresas y es cara a cara, en territorio o en redes sociales. La artillería no es sólo militar.

“La guerra no es más que un duelo en una escala más amplia”, decía Karl von Clausewitz. ¿Cuál es la escala de la guerra en Ucrania? La pregunta me deja perplejo. Al hacer un seguimiento cotidiano, advierto que su escala se incrementa cada día o cada mes, involucra a cada vez más actores e impacta en muchas más dimensiones. El origen de esta guerra es resultante de una sensación de hostilidad ensanchada por errores de percepción y de cálculo: la OTAN no advirtió los riesgos de su geopolítica de expansión y Putin se lanzó a la invasión creyendo que no habría suficiente resistencia ucraniana. Sin embargo, su prolongación indefinida se explica por razones mucho más complejas: es una modalidad y escala de guerra muy distinta a las anteriores que hubo en el pasado.

La guerra no cumple un año. En realidad, el conflicto lleva casi una década. La invasión rusa de Ucrania es un episodio bélico en curso a gran escala que empezó el 24 de febrero de 2022. Pero el conflicto data de marzo de 2014 con la anexión rusa de Crimea. Lo que cambió es la esencia de lo que nombraba Clausewitz. El duelo de hoy no reconoce fronteras geográficas: es local y global, es entre gobiernos y entre empresas y es cara a cara, en territorio o en redes sociales. La artillería no es sólo militar. Hay muchas y diversas herramientas: políticas, tecnológicas, económicas, comerciales, financieras e individuales. Ucrania es una guerra global enraizada, multiactoral, multidimensional e híbrida. Lo que pasa en Ucrania no queda en Ucrania.

Las razones de por qué Ucrania es una guerra global de época deben rastrearse en las dinámicas sistémicas. Cuatro rasgos son muy característicos de la época actual y estos se manifiestan de modo particular en el conflicto: 1) un orden internacional inestable y en crisis, sin un país hegemónico y donde la disputa entre Estados Unidos y China arrastra al resto; 2) la tendencia a la geopolitización de la economía global (el uso de la economía como un arma más) que aumenta las percepciones de riesgo empresarial, lesiona las cadenas globales de valor y alienta el desacople entre países; 3) la entropía sistémica a raíz de una crisis planetaria que aumenta la inestabilidad, la incertidumbre y el caos; y 4) la fractura social generada por mayor agitación y polarización, cadenas de desinformación, avance de grupos y movimientos reaccionarios y recrudecimiento de la cultura de cancelación. Un mundo de rosas: por las espinas, no por el perfume.

Estos cuatro rasgos de época (crisis del orden global, geopolitización de la economía, entropía sistémica y fractura social) están al momento presentes para el caso de esta guerra global. El primero se manifiesta en una guerra indirecta entre Estados Unidos y Rusia. El inicio de esta guerra ocurre en abril de 2022, cuando Estados Unidos cambia su estrategia. Desde que Biden declaró que Putin no podía permanecer en el poder, lo que se busca no es salvar a Ucrania sino derrotar y debilitar a Moscú. Estados Unidos terceriza la guerra: dona ayuda militar y armas a Ucrania (hoy se habla de 26 mil millones aportados que no paran de crecer), mientras acusa a Moscú y Beijing de hacer causa común para crear un orden mundial “profundamente antiliberal”.

Europa concede préstamos para infraestructura y carga con el costo de refugiados. China, aunque se muestra ambiguo, edifica con Rusia una relación política y económica más sólida y se mantiene expectante para ser protagonista de la reconstrucción ucraniana. Beijing, así, es empujado a quedar involucrado sin importar su deseo.

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El segundo de los rasgos, la geopolitización de la economía, lo vemos en la guerra económica con sanciones por parte de Occidente de todo tipo: diplomáticas, económicas, comerciales, financieras, de turismo e individuales. También hay congelamiento de reservas, bloqueos, boicots, confiscaciones, guerra comercial y expulsión de bancos del SWIFT. El desacople de Rusia con Occidente no es solamente una decisión de los gobiernos. La salida de Mcdonald’s es todo un símbolo: más de mil empresas adoptaron sanciones o cerraron sus oficinas en Rusia. También es social: deportistas impedidos de participar de competencias internacionales, periodistas cancelados o viajes de turismo bloqueados. Un desacople multidimensional que parece irreversible.

El tercer rasgo, la entropía sistémica, es alimentado por una guerra del espanto con la amenaza de un holocausto nuclear, la crisis de los refugiados a raíz del mayor desplazamiento masivo tras la Segunda Guerra Mundial, los inquietantes efectos de la disrupción digital en el uso de tecnología sofisticada y de drones con fines militares, o los riesgos para el cambio climático derivados de la destrucción de infraestructura crítica como gasoductos y centrales nucleares o de una potencial guerra química. Las economías africanas y latinoamericanas sufren el aumento récord del precio de los alimentos y la escasez de fertilizantes, en una situación de estanflación y crisis alimentaria mundial. El alza en los precios del gas y el petróleo agrava la crisis energética mundial e impacta directamente en el costo de vida.

Finalmente, la fractura en las sociedades se intensifica con una guerra moral que se presenta entre el bien y el mal a través de campañas comunicacionales y de desinformación, en redes sociales y en medios oficiales. Hay un consenso belicista en Rusia y en Occidente que lleva a tomar partido. Una opinión pública indignada y belicosa que aporta a la polarización. Mientras se presenta en Occidente la derrota de Rusia como una meta real, se invisibiliza a los que apuestan por la paz negociada.

Estas cuatro claves son necesarias para entender por qué Ucrania es una guerra global tan característica de esta época. Ucrania es guerra indirecta, guerra económica, guerra del espanto y guerra moral en el tablero estratégico-militar, en el político-diplomático, en el económico, financiero y comercial y en las sociedades. Es la guerra y todas las guerras al mismo tiempo.

Lamentablemente, hasta ahora en el debate electoral de la Argentina son muy poco visibles las voces que intentan comprender el mundo y analizar cómo nos afecta esta guerra global. Un duelo subestimado que no deja de escalar.

Doctor en Ciencias Sociales. Investigador del CONICET. Profesor en Universidad Nacional de Quilmes y Universidad Torcuato Di Tella.