¿Por qué Alberto no aprieta el botón rojo?

El Presidente avisó que puede volver a apretar el gatillo de la cuarentena rígida si ve que los casos de coronavirus desbordan el país. Ocurre que los contagios redundan y la medida sigue cajoneada. ¿Por qué?

“Para mí lo más importante es que la gente tenga la posibilidad de ser atendida en un hospital, si es que se enferma. Y hay muchos lugares donde la utilización de las camas de terapia intensiva ha crecido significativamente y no voy a permitir que esa situación llegue a un punto de colapso”, dijo Alberto Fernández en TN. “El botón rojo siempre está a mano, porque la preservación de la salud es lo más importante. También entiendo que la gente tiene cierto hastío de estar encerrada tanto tiempo, pero el riesgo existe”, aseguró el mandatario en diálogo con Futurock.

El colapso al que refiere el Presidente es aquel que, al comenzar el año, se veía en países europeos cuyos sistemas de salud se descuenta que están más preparados que los de América Latina. Terapistas en la obligación de elegir a qué paciente darle un respirador es una de las postales que Fernández quiere prevenir. Sin embargo, aunque se trata de casos aislados, esto está ocurriendo en la Argentina. “Estamos pidiendo por un respirador para Luis. Nuestra gente se nos está muriendo y no tenemos nada”, indicó Fabio Huenchunao, presidente de la Asociación de Pastores de Río Negro, tras la internación del pastor Anastassi. Según el diario Río Negro, “desde el hospital de Cipolletti dijeron que no hay lugar y que le darán prioridad a otras personas”.

A partir de los últimos días de agosto, la ocupación de Unidades de Terapia Intensiva (UTI) en el país supera el 60 por ciento pero un relevamiento de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) arrojó que en 27 centros de salud porteños ya se alcanza el 90 por ciento, a la vez que Tucumán, Jujuy y Río Negro informaron que tienen cerca del 80 por ciento de sus camas ocupadas. Se agregaron UTI en todo el país, pero los médicos son los mismos, cada vez más desbordados, más estresados, más apabullados.

“Cuando empezó la pandemia, estábamos preocupados porque el sistema no iba a tener equipamiento. No pensábamos si iban a alcanzar los médicos. Quienes trabajamos en salud tenemos la soberbia de creer que no nos vamos a enfermar ni a morir. No se pensaba que el recurso humano podía colapsar. Y de a poco reaccionamos. Tal vez haya sido tarde”, advierte ante Cenital Alberto Maceira, director ejecutivo del Hospital Posadas, uno de los centros médicos más grandes de la Provincia de Buenos Aires.

La tensión porteña y bonaerense 

Desde el gobierno nacional temen que una cuarentena estricta de fase 1, como la que se implementó en todo el país el 20 de marzo, sea imposible de cumplir, lo cual dejaría desautorizado al Poder Ejecutivo. Por eso apuesta a que la gente se cuide, que reflexione sobre la importancia de los cuidados, al menos hasta que llegue alguna de las vacunas. “Tenemos que tratar de que la gente entienda que hay que circular lo indispensable”, dicen desde el Ministerio de Salud y renuevan la esperanza después de que se retomaran las pruebas sobre la vacuna, suspendida por un voluntario que tuvo efectos adversos y que aún no se sabe si fue por efecto de la aplicación. Si bien hay otras vacunas probándose en el país, la del laboratorio AstraZeneca se fabricaría en la Argentina y le daría prioridad en la distribución.

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A poco de cumplirse seis meses del comienzo de las medidas generales de prevención en la Argentina, la Ciudad de Buenos Aires habilitó las mesas de bares al aire libre para grupos de hasta cuatro personas y las reuniones sociales para diez en los parques; la Provincia, por otro lado, decidió permitir algunos deportes individuales pero es reticente a mayores aperturas.

En el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), es decir, en la Ciudad y el conurbano provincial, se concentra ese 30 por ciento del país que nunca tuvo autorización para reuniones sociales desde que empezó la pandemia. Es el tercio de la Argentina que, por su alto número de casos, siempre estuvo en etapa de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), sin excepciones, mientras que en el resto del país se alternó entre ASPO y DISPO (Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio), con fases más avanzadas, según la intensidad de los contagios.

“Es el único aglomerado urbano que se encuentra en ASPO desde el 20 de marzo. Esa situación genera tensión, no sólo en el personal de salud sino también en la población. Este cansancio requiere que reforcemos el consejo de cumplir con las recomendaciones”, dijo en el primer parte informativo de septiembre la secretaria de Acceso a la Salud de la Nación, Carla Vizzotti. Y en una nota al programa El Fin de la Metáfora, la funcionaria deslizó: «Lo del botón rojo no es algo tan simple después de tanto tiempo. La sociedad está transitando por diferentes momentos emocionales, económicos y sociales».

En esa sintonía, Enio García, jefe de asesores del Ministerio de Salud bonaerense, le dice a Cenital que “la posibilidad de tomar acciones que disminuyan la circulación de las personas siempre está, pero cada vez es más difícil por las cuestiones sociales y económicas”. Aunque García fantasea con “un gran consenso político donde las distintas fuerzas puedan hablar con los distintos sectores de la sociedad sobre la importancia de esta instancia”, reconoce que es difícil: “Parece que hay ciertos sectores que están mirando más los costos políticos de este tipo que decisiones que la importancia sobre la salud de la población. Esto dificulta el acatamiento de una cuarentena más fuerte”.

Para el funcionario bonaerense, no es menos importante que alguien quiera salir a pasear respecto del que necesita trabajar porque entiende que “las necesidades tienen un alto grado de subjetividad y nadie espera que sea distinto”, lo que pide es que se intente empatizar con aquellas personas que tienen necesidades que no pueden ser postergadas.

La importancia de un giro de timón

Si no está fácil retroceder a la cuarentena estricta pero son pocos los controles, es complicado pensar en una mejora del panorama actual. García reconoce: “No, no hay suficiente control y es muy difícil hacerlo. Por esto preferimos construir un discurso más restrictivo, para no generar la sensación de que ya está o que ya fue todo. Creo que este discurso genera, al menos, una presión moral y el que sale a juntarse o arma una fiesta en casa sabe que lo está haciendo contrariando la norma. Está bien que los que tomen esa decisión tengan la incomodidad de que les puedan hacer una multa o llevarlos a una comisaría para explicar lo que está pasando. Creo que eso pone un control simbólico, porque el control físico es muy difícil y puede generar situaciones de violencia. El remedio no puede ser peor que la enfermedad”.

Otro problema que surgió en la Provincia de Buenos Aires fue la acción separatista del Municipio de Tandil. El intendente Miguel Ángel Lunghi anunció que dejaría de cumplir con el sistema de fases nacional y tendría su propio criterio de medición, basado en los colores del semáforo. Desde el jueves, el distrito pasó a estar en rojo por una semana, sólo con autorización para tareas esenciales. O sea, Tandil volvió a fase 1 pero le puso otro nombre.

En su conferencia diaria en territorio porteño, el ministro de Salud Fernán Quirós buscó marcar distancias entre los panoramas de cada región: “Si el Presidente o los gobernadores creen que el botón rojo es conveniente, me parece absolutamente apropiado, mirando epidemiología por epidemiología, situación por situación. Me parece que es correcto”. A pesar de que los números de contagios diarios no acompañan su teoría de que el territorio porteño se encuentra en una meseta con tendencia a la baja, en la cartera sanitaria nacional reconocen que hay cierto control en el tiempo que demoran los casos en duplicarse en la capital del país.

Cada cual mirará el vaso como quiera, pero el problema persiste. Las autoridades de la Ciudad sólo reconocen en privado que creían que la curva estaría en marcado descenso a esta altura del año y que eso, por el momento, no ocurrió, pero de ninguna manera contemplan por ahora apretar el botón del retroceso en las medidas de aislamiento. Respecto de los controles, están bastante de acuerdo con la posición bonaerense: apenas 12 bares fueron sancionados el primer fin de semana de apertura por incumplir las medidas de distanciamiento y son muchos más los que no las respetaron.  

El Presidente no sólo define en función de lo que la población puede o no cumplir sino también de lo que le demandan los gobernadores y la presión que ejercen. Así fue como el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, no consiguió autorización para que los alumnos sin conectividad volvieran a las aulas pero sí para que algunos bares pudieran poner mesitas afuera, quizás para darles a porteños y porteñas cierta sensación de que hay un futuro posible y que no falta tanto. La pregunta sería por qué se mostró bebiendo un café en uno de esos bares, alentando a que los vecinos hicieran lo mismo. “Ahí les habla a los que lo votaron”, susurran desde el oficialismo de la Ciudad. La versión oficial es que, de ese modo, llaman a que se abandonen las reuniones clandestinas puertas adentro, así se pueden controlar.

La situación por fuera del AMBA

«Argentina es un país federal y el Estado puede generar una normativa nacional, pero quien la tiene que implementar, ejecutar y controlar es cada una de las jurisdicciones. El Presidente y el Ministro de Salud tienen contacto y conversaciones con todos los gobernadores», dijo Vizzotti. Y, en uno de los últimos partes, amplió: “Hay provincias como San Juan, Santiago del Estero y Tierra del Fuego que cursaron brotes y, diez días después de las medidas de restricción intensa y transitoria de la circulación de personas, esto ha tenido un impacto positivo en la disminución de casos”.

San Luis, Córdoba y Santa Fe son otras provincias que debieron aplicar un retroceso de fase en esta segunda mitad del año, a partir de la gran circulación comunitaria, es decir, del alto número de contagiados que no identifica cómo contrajo el virus. Santa Fe se convirtió en la única provincia en superar los mil casos diarios por fuera del AMBA.

La provincia de Chaco, en cambio, ahora está en fase 3. Empezó la pandemia en el tercer puesto en número de casos y hace semanas que salió del podio hacia el puesto número 9, saliendo por encima del laberinto de una gran cantidad de contagios entre trabajadores de salud y complicaciones en su sistema sanitario. Nicolás Ivancovich, director de Emergencias Médicas de la provincia, le dice a este medio: “Fuimos la primera provincia en cerrar las aulas y dictar la cuarentena, una semana antes que la Nación. Chaco fue la que le dijo al país que había que parar porque esto era grave. Hoy tenemos un hospital modular con más de 60 camas y 150 respiradores que antes no teníamos. Fortalecimos el sistema de salud de Chaco pero esto no hubiera pasado sin pandemia”. Para Ivancovich, “una de las cosas buenas que deja este virus es que los barbijos no se usan sólo en quirófano. Por cuidarse del coronavirus, no surgieron otras enfermedades. Hay costumbres que se tienen que quedar porque así vamos a prevenir de todo”.

Es muy dispar la realidad entre provincias. Chaco hizo más de 40 mil testeos en una población de 1,2 millones de habitantes y llegó a más de 6mil casos confirmados. Su vecina Corrientes tiene una población parecida y allí los testeos no llegaron a 7mil pero registró sólo 400 casos. Algunas autoridades sanitarias de las provincias con más casos sostienen que en el norte del país hay zonas que tienen subregistro de casos, a lo mejor porque juzgan tanto a los contagiados que hay quienes temen testearse. A algunos, incluso, les hicieron denuncias penales. “El que vive en la Ciudad de Buenos Aires, llama para ser hisopado y listo. Si estás en Formosa y llamás, corrés riesgo de multas o de que señalen a toda tu familia”, advierte un funcionario del área sanitaria del norte del país. Justifica el gobernador de Catamarca, Raúl Jalil: “Hemos tenido muchos arrestados en los primeros momentos, cerca de 600 personas. Es que, en una parte de la sociedad, vemos una irresponsabilidad muy grande”.

Si no hay botón rojo, ¿qué?

Apretar el botón rojo no está en los planes. Ya no volverá a haber una medida única de acción para todo el territorio nacional. Lo que sí se repite en distintos puntos del país es el reclamo de los trabajadores de la salud, que se quedaron sin vacaciones, licencia y francos a partir de esta pandemia, pero que además les toca ver cómo mueren compañeros a manos de un virus ingobernable.

Christian Acosta, enfermero de terapia intensiva del hospital porteño Ramos Mejía, tuvo que despedir a un compañero, Víctor Galván, el primer jefe de enfermería de ese centro de salud. Meses antes, Christian se había contagiado junto a su esposa, también trabajadora de la salud. Ambos estuvieron internados. Debieron dejar a sus tres hijos al cuidado de terceros, lo cual les resultó más desgarrador que los dolores de pecho en la internación. A partir de ese padecimiento, con el reclamo al gobierno de la Ciudad por mejoras en las condiciones laborales, hace un llamado a la población: “Pensar en nosotros es seguir cuidándose”.

Se siente periodista desde antes de terminar la escuela, cuando colaboraba en programas de Rock & Pop y Supernova. Trabajó en Información General; salud y educación son sus temas preferidos. Hizo tele de chica y madrugó siete años para el aire de Metro. Hoy es conductora de Ahora Dicen en Futurock. Trata de no ser tan porteñocéntrica.