Pizza, repartidores y justicia

Las empresas de delivery, cómo funcionan, cuál es el modelo de relaciones laborales y qué está pasando al respecto.

Hola, ¿cómo va? 

El otro día vi esto y me pareció una buena manera de empezar Burofax: 

Es difícil saber qué decir sobre lo que está pasando, cómo nos sentimos y qué le deseamos a otros. De modo que solo diré que espero que estés como Laura: con ánimos positivos y tests negativos. 

El otro día estaba cenando con amigues y estábamos esperando que llegara la pizza. El dueño de casa la había pedido a través de una app. En un momento llegan cuatro pizzas y empezamos a comer, pero el dueño de casa está pegado a su celular (ya sé que no es tan raro en estos tiempos, pero era un poco raro). Finalmente explica que faltan dos pizzas y se está peleando con la app. Su enojo se incrementa mientras el resto de los invitados hacemos chistes. El discute con los de la plataforma que oscilan entre ignorarlo y decirle cualquier cosa. El dueño del restaurante está avergonzado. Él quiere sus dos pizzas. Finalmente llegan las dos pizzas con unos chocolates de regalo, todo a través del dueño del restaurante.

Hoy voy a hablar de las empresas de delivery de comida. Vez pasada (así decía mi abuela Nilda, sin “la”) enlacé algunas noticias sobre el fallo del Tribunal Supremo español sobre los trabajadores de Glovo. Hoy quisiera hablar un poco más de todo esto haciendo un salteadito sobre Glovo y este tipo de empresas, su modelo de negocios, el tipo de relaciones laborales que generan, y el fallo español.

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Glovo

Glovo es una empresa española fundada en 2014. Arrancó de la mano de un jovencísimo Oscar Pierre Miquel con una inversión inicial de 120.000 euros, y pronto se incorporó un nuevo socio con más experiencia: Sacha Michaud. Desde ese momento comenzaron una meteórica expansión basada en sucesivas rondas de financiamiento donde consiguieron inversores, sobre todo de capital de riesgo (que suelen brindar mucha plata con pocos compromisos). En 2019, en su última ronda, recaudaron 150 millones de euros.

Para ese entonces, la empresa ya se había expandido a 26 países. En septiembre de este año vendieron por 230 millones de euros toda su operación en América Latina a la empresa alemana Delivery Hero, que es dueña de la mayor parte de otra empresa que seguramente conocés: Pedidos Ya. 

Un éxito. Y sin embargo, al igual que varias otras de las empresas del rubro, no dan ganancias. Se mantienen solamente gracias a inyecciones de capital. 

¿Qué es Glovo? Depende a quién le preguntes. Sus fundadores y CEO dirán que es una plataforma de delivery on-demand que conecta consumidores con repartidores locales, que compran y reparten bienes de cualquier restaurante o tienda. Lo cierto es que esta es una empresa típica entre las llamadas plataformas “austeras”. Básicamente sus dueños tienen una plataforma de software y capacidades de análisis de datos. Todo lo demás es tercerizado y/o subcontratado –incluidos los trabajadores–. El modelo es mucho capital, bajos costos y bajos salarios.

Modelo de negocios

Básicamente Glovo se plantea como un intermediario entre dos clientes: un consumidor que está en su casa y desea algo (comida, pero no solo), y un vendedor (restaurantes, pero no solo). Al principio Glovo solo le cobraba al consumidor, pero luego se dio cuenta de que para que su modelo “funcionara” (lo pongo entre comillas porque, como dije, no da ganancia y hay muchos que dicen que este modelo simplemente no funciona) tenía que cobrarle –y comprometer– también a la otra parte.

Quizás hayas leído este texto que en su momento tuvo cierta repercusión donde se describe una situación sólo en apariencia paradójica. El texto es jugoso no solo porque habla de pizza (“NY style” dicen que es la que va, aunque yo soy parcial al porteño Cuartito), sino porque menciona varios otros actores en esta historia de las empresas tech, entre ellos WeWork, una start-up que fue un fracaso estrepitoso y que era desde siempre un fraude, sostenido solamente por el generoso fondo SoftBank, que ha sido clave para muchas de estas empresas –las exitosas y las que no–. Pero no quiero irme por las ramas (aunque qué lindo es irse por las ramas). 

Vuelvo. Básicamente, el texto cuenta que un señor con una pizzería que no tiene delivery descubre un día que según Google sí tiene delivery vía una empresa que se llama Doordash (en esencia, un Glovo) y en efecto hay clientes recibiendo pizza de su propio restaurante –fría o en malas condiciones, lo cual lleva a que se quejen–. Esto lo sorprende, pero más lo sorprende lo siguiente: la pizza que él vende a 24 dólares, los clientes la compran a 16. O sea, se puede hacer arbitraje con pizzas (por cierto, yo conocí la palabra “arbitrage” gracias a la película Secretaria Ejecutiva que si no la viste, te la recomiendo).

Arbitraje es, en este contexto, vender y comprar títulos o moneda en diferentes mercados o en distintas formas para aprovecharse de precios distintos por lo mismo. Entonces el dueño de la pizzería puede hacer su pizza, pedirla vía Doordash y pagar 16 dólares, y luego en la pizzería recibir 24 dólares de la mano del repartidor/a de Doordash. Es más, si la hace más barata (con menos ingredientes en la pizza), saca más diferencia. El que escribe el post y su amigo pizzero hicieron esto un par de veces. Doordash no se dio cuenta. 

Algunas aclaraciones para entender mejor la situación. Doordash utiliza esto como estrategia: mete restaurantes que no la han contactado, vende por debajo del precio de lista y luego va al restaurante a mostrarle los buenos resultados y convencer al dueño de que trabaje con ellos.

A continuación el autor del post, Ranjan, lista cómo les está yendo a estas empresas (Doordash, Grubhub y UberEats en Estados Unidos, pero vale para cualquiera en cualquier lado): todas van a (enorme) pérdida. Luego agrega que no se trata solo de la pérdida de plata: todos están descontentos en esta cadena alimenticia. Las plataformas pierden plata, los restaurantes se quejan por las comisiones (¡y porque te ponen en la lista sin pedirte permiso!), los trabajadores del delivery la pasan mal, los consumidores se quejan por costos y condiciones. Ranjan se pregunta a dónde va esto. Posiblemente, concentración de mercado y suba de precios (y volvemos a tema Delivery Hero absorbiendo Glovo), pero cree que en realidad no es un buen modelo, y que solo funciona porque hay muchísimo capital disponible para subsidiar cualquier idea –buena, o mala–.

Si esto te parece deprimente, vayamos a lo siguiente: los trabajadores de estas empresas. 

Trabajadores de delivery

El fundador de Glovo dice que de vez en cuando sale a repartir, “para estar en contacto con los glovers” (así llaman en la empresa a los trabajadores). Primero la verdad es que no le creí. Después chequeé que lo dice en muchas entrevistas y también lo discutí con un amigo que por cuestiones laborales se cruza bastante con CEOs de estas empresas. Parece que es así: de vez en cuando sale a repartir.

¿Por qué no le creí? Porque he entrevistado gente que hace este trabajo de modo cotidiano y he leído sobre ese trabajo (artículos periodísticos y crónicas en primera persona de varios lugares del mundo) y es sencillamente un trabajo agotador física y mentalmente que rinde muy poco dinero. Pero después de pensar un poco me di cuenta de que la frase del CEO no solo es un intento de quedar bien, sino que expresa dos ideas clave del modelo de relaciones laborales de las empresas de plataforma: una, que es un trabajo absolutamente “opcional”; dos, que no es un trabajo precario, de mala calidad o de bajos salarios (si un CEO millonario elige hacerlo, no puede tener nada de malo).

En efecto, en esa misma entrevista, cuestionado sobre el modelo de relaciones laborales, el CEO dice que los repartidores “están de acuerdo, porque si no lo estuvieran no querrían trabajar con nosotros”. No me quiero enojar, pero ya estamos todos un poco grandes para pensar que las personas comparan la satisfacción de un salario con la satisfacción del ocio, y si lo primero le da más utilidad que lo segundo, decide ofertar sus horas de trabajo (esto lo aprendés cuando estudiás economía, o la versión neoclásica de la economía que al menos en la carrera de licenciatura de la UBA se parecen mucho). La realidad es un poco más compleja, y bastante más dura, y las personas trabajamos de lo que hay porque el ocio no da de comer y un salario sí.* Entonces, no todos los trabajos son opcionales y este no es excepción. 

La segunda idea que el CEO expresa es que este es un trabajo como cualquier otro, y no un trabajo que no solo es mal pago, sino que además te expone en este momento particular al coronavirus, pero en general a la calle (son múltiples los accidentes en la vía pública de estos trabajadores), los problemas en los restaurantes (demoras, fallas, confusiones), el ánimo de los consumidores (que no solo no siempre dejan propina, sino que pueden enojarse por tardanzas o problemas), y un jefe que tiene el formato de chat en el teléfono.

Atado a esto viene algo que todos los CEOs de estas empresas repiten: los repartidores son fanáticos de la flexibilidad que ofrecemos.** Agrego otra cita de la entrevista al CEO de Glovo en la que expresa exactamente esto: “Estoy seguro de que cada vez habrá más gente que dirá que no quiere tener jefes, no querrá tener horarios, y tendrá diferentes vías de ingresos”. La seguridad sin datos es más bien una opinión, pero además sucede que los glovers tienen jefes y tienen horarios. O al menos eso falló el Tribunal Supremo de España. 

* Por supuesto hay diferencias entre las personas, entre los trabajos, y entre los ocios, y es posible que esta teoría aplique para casos puntuales, ejemplo tenés tu vida resuelta y te ofrecen un trabajo extra y decís “la verdad la verdad, por esa plata mejor me quedo en casa mirando Cobra Kai”, pero los datos indican que esto no aplica a la mayoría de los casos. 

** Algunos ya están refinando sus discursos y admitiendo que hay situaciones distintas entre los trabajadores.

Fallo de la Justicia en España

El Tribunal Supremo de España falló que entre Glovo y sus repartidores existe una relación laboral –o sea, no son dos partes que se asocian–. El fallo incluye estas otras definiciones: “Glovo no es una mera intermediaria en la contratación de servicios entre comercios y repartidores. Es una empresa que presta servicios de recadería y mensajería fijando condiciones esenciales para la prestación de dicho servicio”. Esto va al corazón de estas empresas que siempre se declaran simples intermediarias entre partes interesadas en intercambiar un bien o servicio. Sucede que el Tribunal considera que la empresa “es titular de los activos esenciales para la realización de la actividad”. ¿Cuáles son esos activos según el Tribunal? Fundamentalmente, la aplicación, que es la principal herramienta de trabajo. Otra flecha al corazón porque por supuesto que estas plataformas se reconocen dueñas de la aplicación, pero no consideran que sea una herramienta de trabajo. 

Aún más, la aplicación le indica al repartidor cuándo debe conectarse, qué viajes debe aceptar, qué dinero se lleva, etc. Todos los que hemos usado estas aplicaciones sabemos que hay un sistema de premios y castigos para el trabajador –y a veces también para los usuarios–. Entonces no es cierto que el trabajador elige sus horarios, elige su sueldo, elige sus condiciones. Todo eso lo decide la aplicación. En el 2020, tu jefe puede ser una app.

Aquí se puede conocer más sobre el fallo.

Una idea

Esta es la pelea que viene: eso que parece un trabajo y funciona como un trabajo, ¿es un trabajo? Lo están discutiendo y decidiendo tribunales de justicia en fallos y gobiernos con sus leyes (de hecho el gobierno de España está planeando una nueva legislación al respecto). El tema da para mucho y volveré a hablar de esto. Me despido con una súplica: no observar este fenómeno con la resignación y/o respuesta de que “es lo que hay” o “es el trabajo que x pudo conseguir”. Si creemos que esto es lo único que el sistema tiene para ofrecernos a nosotros y a otros, tenemos que apagar todo e irnos a otro planeta, porque en este así las cosas solo pueden ir para peor.

El del estribo

Gracias por llegar hasta acá.

Un abrazo

Jimena

PD: Desde hace meses recibo en mi casilla varios de los newsletters de Cenital, y ahora estoy (también) del otro lado. Si tenés ganas, podés colaborar con nuestro periodismo acá.

Soy economista (UBA) y Doctora en Ciencia Política (Cornell University). Me interesan las diferentes formas de organización de las economías, la articulación entre lo público y lo privado y la relación entre el capital y el trabajo, entre otros temas. Nací en Perú, crecí en Buenos Aires, estudié en Estados Unidos, y vivo en Londres. La pandemia me llevó a descubrir el amor por las plantas y ahora estoy rodeada de ellas.