«No es bueno disfrazar las derrotas de victorias»

A días de concluir el mandato de Macri, el titular de la bancada PRO en Diputados habla de todo en este extenso reportaje con Cenital.

Nicolás María Massot tenía previsto volver a la Argentina después del 10 de diciembre cuando concluyera su participación en el Yale World Fellows, un programa especial de la facultad de asuntos globales de la Universidad de Yale que contrata a 16 personas de todo el mundo para dar clases en la institución y asistir a un curso de posgrado en asuntos globales y liderazgo. Luego de medio año en el que eligió el silencio, el presidente del bloque PRO en Diputados critica la lectura de la Casa Rosada sobre los resultados de octubre, anticipa que su intención es continuar en Cambiemos, sostiene que no está garantizado que sea Mauricio Macri quien conduzca la coalición en el futuro inmediato y asegura que el reconocimiento a Emilio Monzó fue «muy importante para la etapa que viene».

-Muchos te esperaban después en Argentina, ¿qué pasó?

Sí, varios y yo también. Había tomado un compromiso, que era que si llegaba haber una sesión durante la duración del programa que estaba haciendo que era bastante coincidente con el final de mi mandato iba a volver así que me parecía importante cumplir con eso. Ahora vuelvo una semana más en diciembre a cumplir con el programa y me instalo definitivamente acá otra vez.

-El miércoles pasó algo muy sintomático de lo que han sido estos años en la Cámara de Diputados que es un reconocimiento a una persona con la que venís trabajando hace muchísimo tiempo que es Emilio Monzó. ¿Producen algo este tipo de legitimaciones o son parte del paisaje?

Sí, y yo creo que produce en todos. La verdad es que fue totalmente espontáneo e inesperado. Creo que fue Cecilia Moreau la que lo dijo al pasar o se lo dijo a Graciela Camaño y Graciela tuvo esas palabras tan sentidas que generaron una reacción en cadena muy espontánea. Me parece que el aplauso, si bien innegablemente fue para Emilio -que es probablemente la personificación de la reivindicación política- creo que fue un sentimiento casi unánime de esta casa y de muchos dirigentes políticos que no están en este momento o están en el senado, en la oposición, en otros partidos, muchos en el oficialismo y, tal vez silenciosamente, pensaban lo mismo. Más allá de que a Emilio le haya tocado personificarlo, y lo bien que hace, creo que ese aplauso fue un reconocimiento cruzado de algo muy importante para esta etapa que viene. Esta Cámara fue una muestra de cómo se pueden tomar posiciones políticas contundentes, antagónicas, y aún así superar la grieta fácil, la marketinera, la utilitaria, la de impacto, la que en realidad busca no reflejar una diferencia genuina en un momento pasional sino simplemente explotar electoralmente una diferencia que existe en la sociedad argentina.

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-¿Hubo algún mensaje opositor que te haya interpelado particularmente?

Me quedo con las palabras de todos pero fundamentalmente con las de Agustín Rossi porque es auspicioso que el oficialismo que viene tenga esa concepción y esa mirada. Y que la oposición que nos va a tocar hacer a nosotros se distinga de algo que criticamos y fue aquel lema de «cuanto peor le vaya al gobierno mejor le va a ir al país». A nosotros como oposición se nos van a achacar muchas cosas como oficialismo pasado, pero no hay mala fe y unánimemente existe una sensación de que cuanto mejor le vaya a este gobierno que viene mejor le va a ir al país.

-Sugeriste que «algunos silenciosamente» tenían diferencias con la Casa Rosada.

A veces funcionarios que a uno le consta que piensa de una manera parecida o que tienen algún nivel de crítica o de autocrítica -lo cual es muy sano- no tuvieron la libertad de expresarlo de la misma manera que los legisladores.

-¿Por qué Sergio Massa dice que quiere incorporar a la coalición del Frente de Todos «a los Monzó y a los Massot»? ¿Qué posibilidades hay, además del deseo del presidente de esta Cámara a partir del 10 de diciembre, que ocurra algo así?

Con Emilio sabemos que asumimos un costo que es que la moderación que siempre tratamos de conservar, el diálogo permanente aún cuando parece que sus frutos parecen inalcanzables y hasta un estilo de hacer política que nos lleva a trascender el rol de cada uno y a querer calar en la amistad, en los vínculos, hace que en esta Argentina tan polarizada, tan bipolar, a uno lo confundan de moderado con traidor o de dialoguista con prebendario. Tenemos clarísimo que más allá de los errores cometidos por nuestro gobierno, no solamente en materia de gestión sino también en materia de política o diseño electoral, es muy importante lo que ha ocurrido en términos de equilibrio de poder. Valoramos muchísimo esa situación y creemos que nuestros rol más importante es desde la oposición ayudando a que sea moderna, constructiva, propositiva y que desde allí entendamos los errores que cometimos como oficialismo y no supimos ver para entonces poder volver a ser una alternativa real de poder.

-Los signos que se ven muestran que quienes conducen Cambiemos no se detuvieron tanto en los errores sino que se advierte cierta efusividad por los resultados de las generales en relación a las PASO. ¿Qué ocurre puertas para adentro?

El proceso que le tocó hacer al kirchnerismo en 2015 tampoco fue inmediato así que también le atribuyo a ello la naturaleza humana. Es razonable que los recorridos de autocrítica lleven tiempo. Todavía no termina el mandato del presidente Macri, es razonable que no vaya a venir de manera inmediata y tal vez tampoco sea tan público como uno esperaría, pero sin dudas debe ocurrir. Es muy digno y muy grato darse cuenta que hay en el comportamiento electoral algo que no todos teníamos tan claro que es una matriz de respeto institucional y del imperio de la ley que a veces trasciende las cuestiones económicas que sin duda no han sido fáciles. Uno no podría pensar que el 41% que votó a Cambiemos es un 41% del país que le fue mejor económicamente simplemente mirando estos cuatro años. Uno tiene que interpretar que es un electorado que a pesar de esas cuestiones valora otras y eso es digno independientemente que hayan votado a Cambiemos porque lo mismo valdría para otras expresiones políticas. Es decir, no todo es la economía, no todo es el bolsillo que es una reducción que solemos hacer bastante seguido y no es justa con el electorado. Por otro lado, a pesar de destacar eso, no hay que perder de vista que la elección se perdió y no es bueno disfrazar las derrotas de victorias porque impide la autocrítica. Entonces así como te digo que nosotros tenemos la misión y la vocación de permanecer en Cambiemos porque fuimos armadores, partícipes fundadores de esta idea que compartimos, me parece la forma más sincera de encararlos es no esconder las críticas.

-¿Les costó mucho internamente?

Sí, es posible que haya costado.

-¿Te arrepentís?

No, cuando hace nueve años empecé en política tuve claro que uno tiene que luchar para no creérsela y no confundirse uno mismo con el cargo, para no pensar que es uno el verdadero depositario de lo que en realidad representa. Siempre tuve claro que la única forma de hacer esto -y que valga- es ser genuino y estar dispuesto a irte. Siempre tenés que sentir que hay vida afuera, que tenés independencia y que hay veces que tenés que buscar los intervalos para no transformarte en un factor dependiente de un sistema que, generalmente como cualquier sistema, tiende al statu quo. Entonces no me arrepiento para nada, porque lo que dijimos fue convencidos de que era el mejor camino. Algo así expresé en un nota en donde cometí la torpeza de no darme cuenta que estábamos en un corte y fui más sincero de lo normal, pero expresé lo que hubiera dicho, posiblemente, con otras palabras.

-Terminó ocurriendo.

Está bien, pero yo no quería ser Horangel, lo que quería decir es que lo mejor que puede hacer un oficialismo es lo que ocasiona en la oposición. Es decir, los triunfos de un oficialismo solamente son triunfos cuando logran penetrar en la oposición que los va a suceder; entonces esos triunfos son intocables. Hay ejemplos en Argentina pero lamentablemente son pocos, tenemos que hacer de ellos muchos más pero para eso tiene que crearse un clima distinto, de más cooperación. Hay algunos que están celebrando por estos días esta especie de bifrentismo naciente en la Argentina como si recuperar el bipartidismo en forma de bifrentismo fuera una bondad en sí misma. Cuidado, es una bondad en la medida que haya colaboración en el sistema político. Los bipartidismos de Inglaterra o de Estados Unidos funcionan -y doy dos ejemplos que hoy están en cuestionamiento pero han funcionado históricamente- porque tienen partidos fuertes, instituciones fuertes y la lógica de que debe existir una coalición política antecede a las elecciones.

-¿Cambiemos se va a mantener así como está o se van a generar nuevas discusiones sobre los liderazgos de cara a los próximos años?

Acá diferencio dos planos claramente. El del electorado que es el que en definitiva nos debemos directamente y el de la dirigencia política. Respecto al del electorado, tenemos la obligación y el deber de mantener el frente político pero no tal como está con las mismas caras, los mismos nombres, los mismos partidos que son al final de cuenta accidentes o formalidades: nos debemos a lo que la gente votó. Vemos ahí una serie de pilares que trascienden lo económico y será cuestión de interpretar el voto con el tiempo. Tenemos que mantener ese 41%, lo cual no significa que deba ser inmutable la composición política y los dirigentes de ese porcentaje. Ahí sí nos debemos la autocrítica, porque si no terminamos disfrazando una derrota de triunfo y perdemos una oportunidad histórica. Le llevó 12 años a la oposición construir Cambiemos; al peronismo menos de un año y medio o, en el peor de los casos, cuatro volver a cicatrizar las heridas de los últimos años. Entonces tenemos que dar un salto cualitativo y eso necesariamente implica que reconozcamos algunos liderazgos que pueden cambiar, que pueden mutar, que se puede complementar o que pueden emerger con más fuerza o inclusive abrirnos al interior del país, que es algo que nos costó durante estos cuatro años.

-¿En qué sentido?

De la toma de decisiones, de la contemplación de los liderazgos locales. El PRO y la Coalición Cívica, no tanto el radicalismo, tienen un sesgo capitalino-bonaerense en estos últimos cuatro años. Es razonable, pero no quiere decir que no sea una aspiración sana querer modificarlo. Estas son oportunidades buenas para que las voces de las provincias y de los liderazgos provinciales -que Cambiemos los tiene y son muchos- se hagan escuchar un poco más y calen un poco más hondo en la toma de decisiones.

– ¿Es un hecho que la próxima etapa de Cambiemos la va a conducir Mauricio Macri?

Mauricio Macri va a estar; es actualmente presidente y uno puede hacer interpretaciones cruzadas de las razones del voto, pero es la persona que fue depositaria de ese 41%.

-No es lo mismo estar que conducir.

Sin duda que va a arrancar con la inercia del resultado electoral y de haber terminado cuatro años al frente de la presidencia de la Nación como conductor del espacio. Con el paso del tiempo lo que tendríamos que empezar a ver es la emergencia de otro tipo de liderazgos, no necesariamente de su propia fuerza, que muestre una diversidad que muchos reclamamos y nunca llegó.

-¿Es posible eso?

Es posible y debe ocurrir.

-Cristina recién resolvió esa interna en 2017 cuando se enfrentó a Sergio Massa y Florencio Randazzo. Ahí demostró que era accionista mayoritaria del peronismo. Si Macri se mirara en ese espejo no sé si estaría muy dispuesto a horizontalizar la conducción o abrir la discusión en el corto plazo.

Si se viera en el espejo de Cristina, la conclusión sería que debería horizontalizar porque es lo que hizo ella. Horizontalizar no significa que todos tienen la misma cuotaparte para seguir con la alegoría empresarial. Ser accionista mayoritario no es lo mismo que ser dueño. No significa esto que Macri no vaya a ser el accionista mayoritario, él va a seguir siendo el conductor del PRO y posiblemente de Cambiemos. Y va a seguir siéndolo en la medida que se amplíe el espacio, que se acepte la diversidad interna que durante años postergamos.

-¿Resiste Cambiemos como frente político con un dirigente que no sea Mauricio Macri conduciendo?

Sí, yo creo que sí, pero para mí no se trata de Mauricio Macri sí o Mauricio Macri no. Él va a estar, eso lo descuento, y con un rol absolutamente preponderante y de conducción, lo cual no quiere decir que vaya a ser idéntico a como fue hasta ahora; no debe ser idéntico. Es difícil que nosotros esperemos que los resultados vayan a ser distintos en el futuro si no producimos ningún cambio. Sólo hay una posibilidad de volver al poder sin cambiar nada: el fracaso del gobierno peronista y eso no lo tiene que querer nadie.

-Vos planteás un escenario que no logro advertir y es creer que la coalición que se va sabe que un conjunto de malas decisiones la llevaron a la derrota. Lo que he podido reconstruir de la órbita del Presidente Macri es «mirá lo bien que nos fue con la economía como estaba». Entonces si partís de un diagnóstico distinto, la solución y los recorridos pueden ser muy diferentes.

Está bien, puede ser. No sé a quiénes te referís por más que no desconozco que ese pensamiento existe. Sin embargo, también te podría nombrar dirigentes como Emilio Monzó, Martín Lousteau, Alfredo Cornejo, Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, que han expresado hasta públicamente reparos o críticas y no creo que tengan esa mirada. Y también son parte fundamental de Juntos por el Cambio.

-Parece no haber nadie más importante que el jefe de Gabinete.

No comparto. Sin dudas que no hubo nadie más importante en la gestión de gobierno, pero no comparto esa afirmación en lo que viene en la oposición.

-Has expresado en varias ocasiones que hubo oportunidades desaprovechadas, ¿a qué te referías?

En 2014, los que seguimos a Emilio Monzó, también tuvimos una discusión interna que se replicó en la UCR -con Ernesto Sanz, que era el análogo de Monzó, Walter Ceballos o Facundo Suárez Lastra- que combatíamos el purismo. Fue realmente una discusión larga que requirió de muchos pequeños triunfos en el interior del país. Sin Mendoza o Marcos Juárez hubiese sido difícil que Cambiemos existiera. Una vez que se ganó la elección esos distintos pensamientos persistieron, porque en aquel momento el choque era respecto de una coalición meramente electoral. Cambiemos nació como un pedido de una parte de la Argentina que quería ponerle un límite a tres gobiernos sucesivos del kirchnerismo que mucha gente interpretaba que estaba abusando del poder. El principal desafío posterior de Cambiemos fue intentar constituirse como algo más que eso. Entonces, creo que otra de las razones de la derrota fue que siempre nos costó mucho definirnos por la positiva. Cuando lo estábamos empezando a hacer, con mucho esfuerzo, hubo algún atajo electoral cuando los resultados del segundo semestre demoraban, que volvió a poner a Cambiemos desde una visión negativa como el antikirchnerismo.

-¿Cuál era ese atajo?

Hubo un envalentonamiento de nuestra dirigencia que vio en la polarización, en la grieta, en volver a la definición de Cambiemos como la única solución al kirchnerismo, una oportunidad de ganar la elección. Y la verdad es que mucho dirán «bueno, ganaron la elección»; el problema es que después nos gustó demasiado y en algún momento nos transformamos de antikirchneristas, que era lo que la gente siempre nos pidió que fuéramos -pero no antikirchneristas eternos sino antikirchneristas del kirchnerismo de 2015- a antiperonistas en un abrir y cerrar de ojos que nadie sabe definir bien cuándo. Creo que luego de la victoria de 2017 hubo una oportunidad histórica de apoyarse en muchos sectores -gobernadores o dirigentes identificados con el peronismo o abiertamente peronistas- que entendían que en este sistema la mayoría es el combustible. El sistema democrático republicano fue diseñado para que los gobernantes busquen la moderación que viene con la búsquedas de las mayorías y en esto los sistemas parlamentaristas son un fiel reflejo. En Argentina parece que hace tiempo que no entendemos que eso funciona así y creemos que podemos reinventar el sistema republicano democrático extremando los gobierno de minorías.

-Dejame defender a los presidentes en general: Macri, Cristina o Néstor Kirchner. Hay, desde los principios de los 2000 para acá, una idea que es el mandato de la moderación para los titulares del Poder Ejecutivo. Pero ningún presidente se modera. Es decir: no es que los presidentes no se moderan porque tienen un problema de carácter sino que las condiciones regionales, globales e incluso locales los llevan a tener que tomar una posición. Entonces, tal vez, esa voluntad de moderación, esa demanda que tiene fundamentalmente el círculo rojo -porque la sociedad termina votando a opciones muy definidas- es una mirada un poco estética.

Es posible que la sociedad esté tan polarizada dérmicamente como la dirigencia política, ese es el problema de encuestología, que sigue permanentemente los vaivenes de la sociedad. El estadismo es otra cosa, es ponerte por delante de las encuestas, tratar de moldearlas con el riesgo de fracasar, pero lo otro es seguidismo.

-¿A ustedes les pasó?

Yo creo que nos pasó. Nos faltó un poco de estadismo. Creo que lo que se le reconoció a Emilio en la sesión fue estadismo.

-¿Por qué no hubo recepción de la Casa Rosada para escuchar los llamadas de atención que hicieron ustedes?

No tengo respuesta. A mí me hubiera encantado que hubiera existido.

-Pero lo habrás conversado alguna vez.

¿Con quién?

-Con algunos de los tomadores de decisiones de Cambiemos.

Lo hemos hablado, sí. Tal vez lo costoso fue que cuando más lo hablamos fue en la época donde menos evidente parecía: 2016, 2017 y en los meses posteriores al triunfo de medio término cuando hicimos un segundo intento fuerte por tratar de armar una coalición que fuera no solamente parlamentaria sino también política y electoral para que fuera duradera y consistente. Ese momento significa un punto de inflexión en nuestro gobierno, que fue cuando perdimos la agenda política el 23 de diciembre de 2017.

-¿Y el discurso del Presidente en el CCK luego del triunfo en las elecciones de medio término?

El CCK fue el inicio, porque podría haber sido el comienzo de una cooperación interpoderes e interpartidos con un llamado a la unidad nacional y lamentablemente fue más una búsqueda de culpables del pasado y tal vez una ofensiva para la cual el gobierno no tenía fuerza política. Abrimos demasiados frentes al mismo tiempo, no que no estuvieran bien. No es simpático decirlo ahora y sin embargo lo hago y lo he demostrado, he defendido en primera persona muchísimas de las políticas de este gobierno y por eso a veces uno siente cierta paranoia cuando se lo tilda de poco comprometido o de especulador porque siento que no le he sido nunca, que no es lo mismo que ser un obsecuente. El CCK fue el cuando empezamos a entender que ese pedido de ampliación política no era la decisión que había tomado el Presidente. Lo hablamos muchas veces antes de hacerlo público, lo planteamos durante meses en privado como corresponde, pero en ese momento que la economía crecía, la inflación bajaba y que fue un año con casi 20 puntos sobre el Producto de inversión externa, parecía que realmente no hacía falta lo que nosotros decíamos y hasta nosotros mismos empezamos a pensar que por ahí estábamos equivocados.

-¿Entonces no tenés una hipótesis de por qué no se dio ese pedido de ampliación de la coalición?

No ocurrió porque el Presidente entendió que no era el camino. No estoy en la cabeza del Presidente, no lo puedo saber.

-Ustedes tienen una consideración positiva en la clase política, incluido el peronismo, pero también se podrían mirar estos cuatro años y, si bien plantearon esas críticas, también fueron parte fundamental para la aprobación de leyes y funcionaron como un bloque con la Casa Rosada en ese sentido.

Nos sentimos partícipes fundadores de esta idea, le pusimos mucha cabeza, muchos kilómetros, mucho diálogo y no era para nosotros una cuestión electoralista. Sí interpretamos una demanda de vencer a un gobierno que había perdido un poco de apoyo, pero era una construcción de largo plazo y lo sigue siendo entonces por qué nos vamos a ir de algo que ayudamos a formar y en lo cual creemos. Sólo entendemos que hay algunos errores no forzados que eran evitables, que uno se equivoca y no tiene nada de malo reconocerlo, que no tiene nada de malo entender que hay veces que a uno con lo propio no le alcanza y que tiene que mirar afuera y lo diferente porque eso es la política también. Cuando uno dice «vamos a unir a los argentinos y vamos a gobernar para todos» es gobernar para los tipos que votaron a otra oferta política, para la gente que o no entiende o no comparte lo que vos proponés y eso requiere de mucha apertura y mucho diálogo. Requiere entender que el poder no está para llevárselo a su casa sino para ser compartido.

-¿Qué pasó con Elisa Carrió? Más allá de tu cruce personal.

No fue un cruce personal.

-Los insultos que te dedicó parecieron bastante personales

Es cierto, pero sobre ella tengo una valoración positiva de lo que le representó para la Argentina durante muchísimos años y del rol que tuvo sobre todo cuando le tocó ser oposición. A veces me da la impresión de que no supo encontrar su lugar adecuado como oficialista, pero sin dudas que, si es cierto que se retira, no lo está haciendo en los últimos años en su mejor versión. En la semana fui testigo de otro altercado con Brenda Austin, colega nuestra; no pareciera ser que Carrió esté en su mejor estado de ánimo o en su mejor momento pero no lo personalizo para nada. Espero realmente que todo esto pase para poder juntarme, conversar y acercar posiciones porque le tengo afecto personal y respeto. No fueron cruces personales sino políticos.

-Ella te acusó de tener responsabilidad por lo ocurrido en Córdoba.

Me desentiendo totalmente de eso y creo que los resultados en Córdoba demostraron que Rodrigo De Loredo era el candidato adecuado y es el miembro de Juntos por el cambio con más trayectoria y más futuro político de todos los que hay. Y, posteriormente, nos acusó a Emilio, Rogelio y a mí de negociar con el Frente de Todos anticipadamente, de buscar atajos, cuando la verdad siento que ella no se da cuenta pero muchas de las veces que levantaba su bloque en votaciones críticas para el Presidente o en momentos de debilidad estructural o tomaba posiciones enfrentadas éramos justamente en muchos casos Emilio y yo los que encabezábamos la defensa.

-Esta semana fue noticia el protocolo que reglamentó Adolfo Rubinstein, la marcha atrás del gobierno y la posterior renuncia del ahora ex secretario. Vos tomaste un actitud muy activa para el rechazo del proyecto cuando se dio la discusión. En caso que se vuelva a presentar como lo anticipó el presidente electo, ¿harías lo mismo?

Sí, sin dudas. Lo volvería a hacer, por supuesto que desde otro lugar, con mucha menos potencia porque no podría ejercer el voto, no tendría esa autoridad y porque tampoco podría contribuir en el debate en comisiones o en recinto. Desde el lugar que me toque por supuesto que lo voy a hacer, constituye una convicción muy honda para mí.

-¿Qué pasó en Bolivia?

Hay que tratar de evitar la simplificación porque si lo que uno busca es un título y acorralás en la pregunta si fue fraude o fue golpe evitás la respuesta más acertada que son las dos cosas en un orden distinto. Pareciera que la respuesta es incompleta si uno dice que fue simplemente un golpe de Estado como cualquier otro y por supuesto es incompleta y muy osada si uno piensa que por la existencia innegable de un fraude hay siquiera un principio de justificación de lo que pasó después. Ninguna es cierta. Si toda esta cuestión hubiera terminado con el nuevo llamado a elecciones de parte del presidente creo que todos hubiéramos encontrado una posición, lo que pasó después ni hablar que tiene todos los elementos de un golpe de Estado.

-¿Qué esperás del gobierno de Alberto Fernández?

Espero que materialice el espíritu que vimos en el Congreso en la semana. Antes me preguntabas si la experiencia en el mundo no nos demuestra que es más redituable electoralmente tomar posiciones. Si bien es cierto, lo contrario no es no tomar posiciones sino consensuarlas. Vos tenés que entender que tu posición, que la querés al 100%, tal vez el éxito sea implementarla al 80 para que en cuatro años no vuelva al 0. Así es como los países crecen y así es cómo las minorías se sienten incluidas. Espero eso del gobierno de Alberto. Sobre todo espero que aproveche lo que es una cualidad casi única o que se ha encontrado pocas veces en la política argentina que es que se va a encontrar con una oposición, que es lo que espero y para lo que voy a trabajar, que va a anteponer la buena fe y la construcción de un país por cualquier interés electoral o reivindicatorio de lo que se hizo en estos últimos cuatro años.

-Permitime ser escéptico con que la oposición vaya a tomar ese perfil en virtud de las listas y la lectura de la elección que ha tenido el Presidente. ¿Ves votando a los diputados de Monzó alguna ley distinto a cómo vote el bloque de Cambiemos y más parecido al Frente de Todos?

Dejame combatir tu escepticismo, puede ser que haya excepciones pero en todo caso yo seré uno y me consta de muchos otros que en serio pensamos que cuanto mejor, mejor. En la Argentina se tiene que acabar esta idea o esta variable de entender como algo positivo que al otro le vaya mal. Respecto a las votaciones, sí, lo veo. Pero no debería representar una novedad porque si vos te ponés a ver el comportamiento parlamentario de Cambiemos en estos cuatro años de oficialismo fueron muchos los casos donde hubo votaciones dispares dentro del interbloque y eso expresa en gran parte la diversidad que tiene y que a veces se quiere esconder y tapar.

Soy director de un medio que pensé para leer a los periodistas que escriben en él. Mis momentos preferidos son los cierres de listas, el día de las elecciones y las finales en Madrid. Además de River, podría tener un tatuaje de Messi y el Indio, pero no me gustan los tatuajes. Me hubiera encantado ser diplomático. Los de Internacionales dicen que soy un conservador popular.