Morir en el ring

El boxeo es un deporte de riesgo. Sus organizadores lo hacen aún más peligroso. Así falleció Hugo "Dinamita" Santillán.

Apenas termina la pelea, Hugo «Dinamita» Santillán se sube a las cuerdas feliz. Su padre y entrenador, Hugo Alfredo Santillán, lo levanta y lo pasea por el ring. El locutor oficial comienza la lectura del fallo. Santillán ya tiene la cabeza baja. «Tarjeta del señor Daniel Cerdán», dice el locutor: 96 puntos para el uruguayo Eduardo Abreu, 94 para Santillán. El santafesino baja más su cabeza. Abreu lo mira fijo. «Tarjeta del señor Ramón Pereyra -sigue el locutor-: 93 Abreu-97 Santillán». «¡Vamos!», exclama Santillán padre. Su hijo apenas levanta el brazo derecho. Sigue con la cabeza baja. «Papi -dice- estoy mareado». El locutor lee la tercera y decisiva tarjeta del «señor Carlos Acimaro»: 95 Abreu-95 Santillán. «Fallo de la pelea: ¡Eeeeeempate!». El árbitro Gustavo Tomás levanta las manos de ambos boxeadores. Santillán tambalea. Su padre y el árbitro lo llevan al rincón. «Santillán se derrumba. Atención. Hay preocupación», avisa Marcelo González, relator de «Boxeo de Primera», de TyC Sports. Es el 20 de julio de 2019 en San Nicolás, a 240 kilómetros de Buenos Aires. La muerte de Santillán comienza a transmitirse a todo el país.

El médico sube al ring. Toma la cabeza de Santillán. Pide a la gente que se aleje. Los asistentes de Abreu ayudan quitándole las botas a Santillán para mejorar la circulación de la sangre. El médico aplica máscara de oxígeno. «¡Uruguayo de mierda!», le gritan a Abreu algunos aficionados. Abreu está envuelto en una bandera uruguaya. Con el empate, retiene su corona de campeón latino plata ligero del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), pero no celebra. Sigue mirando callado al rincón de Santillán. «Piden lugar para la camilla que, humildemente, creo, debería haber actuado antes», dice González. La TV muestra un primer plano dramático. Santillán en la lona. Brazos extendidos. Parece un Jesucristo en la cruz. «Esta escena -dice González- es la escena que jamás queremos ver». Retiran tubo de oxígeno. Colocan cuello ortopédico. A los siete minutos, demasiado tiempo, llega la camilla. Lo sacan del ring. «¡Vamos Huguito!», grita un hincha. Abreu, ya devastado, se suma al aplauso general. Santillán, 23 años, padre de tres hijos, jamás vuelve a recuperar el conocimiento. Muere cuatro días después. Es la muerte 31 de un boxeador argentino como consecuencia de los golpes en un ring.

«El boxeo no tiene la culpa». Santillán padre se lo dice por radio La Red a Carlos Irusta, periodista de mil batallas, biógrafo de Carlos Monzón. Cuenta que su hijo estaba bien entrenado y que terminó bien la pelea. Que no murió «por un golpe», sino porque, le dijo el médico, sufrió un coágulo y se le cortó «una venita. Pudo haberme pasado a mí, a usted, a cualquiera». Se enoja con los que «hablan pelotudeces» y «quieren ensuciar el boxeo». Recuerda que él mismo fue boxeador. Cuarenta peleas profesionales. Boxeador y albañil. Porque antes, dice, era más difícil. Y que él también combatió en categorías por encima de la suya, mal entrenado, y que jamás le pasó nada. «Tenía hambre y tenía que darle de comer a mis hijos». Irusta le pregunta si es verdad que la Federación alemana había suspendido a su hijo por 45 días por la paliza que había sufrido en su pelea anterior, el 15 de junio último en Hamburgo ante el armenio Arten Harutyunyan. «No sé Carlos, te dí la nota para aclarar. Lo otro es todo verso, todo mentira, a mí nadie me dijo nada». Santillán padre cuenta que su esposa, enojada, no quiere que siga hablando por radio. Unos minutos antes, le dice a Irusta que «yo, como papá, no voy a mandar a mi hijo a una guerra sin fusil».

Contra Harutyunyan, Santillán pelea treinta y cinco días antes y dando dos categorías de ventaja. Santillán fue campeón sudamericano superpluma (59 kilos) y el combate contra el armenio es en superligero (63,500). Ya en el ring, dicen especialistas, con 24 horas para rehidratarse y alimentarse, la diferencia puede aumentar algunos kilos más. No importa. «Voy a dejar mi vida. Peleo por mis hijos así que voy a matar o a que me maten», había escrito Santillán en sus redes sociales. El armenio expone su título de segundo orden (Continental de la Organización Internacional de Boxeo, IBO). Santillán cae en el segundo. Sufre cuenta de protección en el quinto. Pierde todos los rounds. Le pagan 6000 euros, una fortuna, además de los 2000 que le da al tucumano Orlando Farías, su entrenador para esa pelea que fue paliza. La Federación alemana lo suspende por 45 días «por la cantidad de golpes recibidos, con descanso obligatorio hasta el 30 de julio». La sanción llega al sitio web BoxRec, por el cual la Federación Argentina de Box (FAB) rige los récords de sus federados. Pero la FAB no recibe comunicación formal. Santillán está habilitado para pelear nuevamente.

El santafesino vuelve el 20 de junio a Villa Constitución. Se reencuentra con su esposa Elizabeth Juares, 21 años, dos menos que él. Se habían conocido en el gimnasio (fue boxeadora aficionada). Matrimonio joven. Tres hijos, de entre 6 años a cinco meses. Administran «Dinamita», el kiosco-despensa en su casa de ladrillos, zona inundable en el barrio Ingeniero Acevedo (los vecinos lo conocen como Primucci). Llega el frío. Santillán, que fue segundo candidato a concejal en la lista del peronista Jorge «Cuca» Silva, y que recibe una mensualidad del municipio, reparte comida a los más pobres. Es parte de la campaña «Un plato caliente» de la agrupación «Cadena de favores». El santafesino alienta y acompaña a los pibes de la escuela «Santiago Box Santillán». Ex campeón sudamericano y latino superpluma de la Organización Mundial de Boxeo (OMB), segundo ligero del país, y con un récord de 19 victorias (8 antes del límite), 6 derrotas y 2 empates.

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Santillán, disciplinado, retoma los entrenamientos apenas vuelve. No hubo nocaut en Alemania. No hay entonces obligatoriedad de encefalograma u otros controles. Corre a la mañana, gimnasio de tarde, fierros de noche. El 13 de julio, con apenas una semana de anticipación, recibe la propuesta para pelear contra Abreu. En reemplazo del puntano Fabricio Bea, lesionado, y que le había quebrado la mandíbula en diciembre pasado, en categoría superpluma (58,900kg). La nueva pelea es por la categoría ligero (una encima de la suya). Televisación a todo el país y bolsa de 55.000 pesos. «Santillán -escribió Daniel Guiñazú en Página 12- no subía a los cuadriláteros por la fama, la gloria y la fortuna. Lo hacía porque tenía que comer, vestirse y pagar las cuentas».

El escenario elegido, el Club Atlético San Nicolás, según el ex funcionario de la Dirección de Deportes Rodolfo Secchi, carece de habilitaciones porque es precario. Dos días antes de la pelea, la Comisión Municipal de Box de San Nicolás renuncia a sus cargos. Su titular, Ricardo Vera, denuncia al diario El Norte «manoseo» por parte del presidente de la FAB (Luis Romio), del promotor Osvaldo Rivero y de TyC Sports, porque establecen que la pelea debe ser fiscalizada por la Asociación Santafesina de Boxeo. El histórico canal de cable, propiedad de Torneos y del Grupo Clarín, vende un paquete armado. Los organizadores locales pagan entre 150.000 y 250.000 pesos y pueden quedarse con recaudación, cantina y poner algún boxeador local para que lo vean en todo el país. El encargado por Torneos es Pedro Freire. La organización general, habilitada por la FAB, es de Osvaldo Rivero, promotor histórico, al frente de O.R. Promotions. La organización en San Nicolás es de Roberto Carnevale, conductor de programas radiales. Para el promotor local el negocio es conseguir apoyo de municipios o gremios, que llegan a pagar medio millón de pesos por velada (son dos horas de pantalla a toda América). «¡Mañana -dice Santillán tras la ceremonia del pesaje- hay guerra y título latino en juego! Mañana somos campeones».

La pelea es pareja en la primera mitad. Pero a partir del quinto round, y no por un golpe, Santillán comienza a sangrar por la boca. Pega y recibe. Para qué seguir. Santillán ingresa en coma y con traumatismo de cráneo al Hospital Interzonal General de Agudos de San Felipe. Asistencia ventilatoria y medicación inotrópica, informa Graciela Olocco, directora del establecimiento. Se le realiza una craneotomía para hacer una descompresión por el edema cerebral. Se repone a dos infartos, pero comienzan los problemas renales. Paro cardíaco. Muere el jueves 25 de julio a las 00.15. La prensa internacional habla de «semana fatal para el boxeo». Dos días antes había muerto el ruso Maxim «Mad Max» Dadashev, invicto de 28 años, casado, un hijo, por lesiones cerebrales tras su pelea del viernes 19 en Maryland ante el puertorriqueño Subriel Matías. Dadashev llega mal al rincón tras el undécimo round pero rechaza suspender la pelea. «Please Max», le ruega su entrenador, que igualmente tira la toalla. La camilla llega recién a metros del ring. Dadashev vomita y se desmaya. Muere tres días después. El boxeo mundial homenajea a Dadashev y a Santillán, «muertos en su ley», dicen algunos que ni siquiera debaten si acaso hubo fallas en los controles. Otros recuerdan que hay deportes con más muertos. Y que el boxeo salva más vidas de las que mata.

«El boxeo -describe por TV Jorge Franchella, médico deportólogo- se define poniendo en coma al otro diez segundos. Eso es el nocaut. Intento golpear preferentemente en la cabeza para lograr conmoción. Golpeo un cráneo, que es un recipiente rígido y adentro tiene un flan que es el cerebro, con arterias y venas que irrigan y rodean a ese flan y que pueden romperse». El flan incluye ausencia de sindicato que proteja, hambre del boxeador monotributista y el negocio que privilegia el espectáculo y no la salud. Franchella no pide prohibir. Pide revisar. Estadísticas que se remontan a 1725 cuentan cerca de dos mil boxeadores muertos en el mundo. Lesiones neurológicas. Domina la categoría ligero (57-60kg). «En Argentina -dice al diario Tiempo el ex campeón mundial Marcelo Domínguez- los boxeadores son cada vez más pobres y los promotores cada vez más ricos». Un Luna Park lleno en los años ’70 equivalía a una casa. Un fondista de velada televisada cobra hoy apenas un sueldo. «Dinamita» Santillán fue enterrado el viernes 26. Cochería Santa Fe. Su padre agradeció a los promotores porque pagaron el sepelio. 45.000 pesos. Casi lo mismo que la bolsa que su hijo cobró por su último combate. El combate final.

Es periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribió columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajó en radios, TV, escribió libros, recibió algunos premios y cubró nueve Mundiales. Pero su mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobró siempre por informar.