Marruecos, selección de los pueblos

El equipo que hizo historia.

En el Mundial más mundial de los Mundiales, con selecciones de los cinco continentes por primera vez en los octavos de final, Marruecos fue la gran revelación, no sólo por haberse convertido en la primera africana en meterse en las semifinales de una Copa del Mundo (Croacia le ganó 2-1 el partido por el tercer puesto): Marruecos fue la tercera selección que rompió el duopolio Europa-Sudamérica entre los cuatro mejores de un Mundial, después de Corea del Sur en 2002 y Estados Unidos en 1930. En su sexta participación, ganó más partidos (3) que en sus cinco anteriores (2). En Catar 2022, sacó en su grupo a Bélgica, en octavos a España y en cuartos a Portugal. No pudo en semi con Francia, aunque puso en aprietos al campeón de Rusia 2018. Marruecos, de cualquier modo, marcó un camino posible para las selecciones de África y del mundo árabe. Cuarta en el Mundial, pero primera para millones.

“Todo engloba al fútbol, saber defender y atacar”, dijo Lionel Scaloni en una conferencia de prensa. Walid Regragui, que había asumido como DT de Marruecos tres meses antes del Mundial, lo tomó al pie de la letra. Compañero como futbolista de Scaloni en el Racing de Santander de España, Regragui le añadió una oratoria de lucha. Había pedido que acudiesen a Catar madres y padres para que le recordaran a los hijos futbolistas sus orígenes. Los abrazaron y besaron en las canchas. Regragui, nacido él también fuera del país, en Francia, confrontó el sentido común: “No nos importa la posesión, ni la estadística de los goles esperados. Guardiola era mi héroe. Quería quedarme con la pelota, algo que podés hacer con Bernardo Silva y Kevin De Bruyne. Me dan igual los periodistas europeos que nos critican”. Si el fútbol es de los jugadores, Marruecos fue el equipo de Hakim Ziyech (Chelsea), Noussair Mazraoui (Bayern Munich), Achraf Hakimi (PSG) y Youssef En-Nesyri (Sevilla). Pero también el de la exploción de los de menos cartel, que ya son pretendidos por los equipos de élite, como Azzedine Ounahi, 22 años, quien juega en el Angers, hoy último en la Ligue 1.

El éxito marroquí, es cierto, se debe en parte a Europa, a la formación de 14 de los 26 jugadores, nacidos fuera del país, hijos de la diáspora (en la Copa África 2008, el número se invertía: eran 17 de los 23 nacidos en el país). Pero la mirada europeísta reduce. Trece años atrás, la federación y el rey Mohamed VI inauguraron una academia en Rabat con el objetivo de desarrollar el fútbol local. Marruecos apenas ganó una Copa África, en 1976. En la academia entrenan hoy casi un centenar de juveniles de entre 13 y 18 años, detectados por scouts que no sólo rastrean en el país, sino en España, Bélgica y Francia. En-Nesyri, el delantero que se elevó en el cielo de Catar y cabeceó para el 1-0 ante Portugal, un gol icónico, el pase histórico a la semifinal, no nació en Europa: lo hizo en Fez y se formó en la Academia Mohamed VI. En 2015, se abrieron otras academias en otras ciudades, como Agadir y Tánger.

En el Mundial, Marruecos representó a la causa Palestina. Banderas en las tribunas. Y entre los jugadores. “Free Palestina”. Los hinchas marroquíes transformaron estadios vips en calderas, siempre mayoría en las tribunas. “Olé, olé, olé, Maghreb, Maghreb”. En el primer Mundial árabe, fue la selección que apoyó ese mundo árabe y musulmán, una “hinchada” de 420 millones de personas. En las capitales de Europa, después de cada partido de Marruecos, se repitió una secuencia: festejos en las calles, represión policial, cientos de detenciones. En Madrid, en París, en Bruselas. Luego de la semifinal, murió Aymen, atropellado en Montpellier, sur de Francia. Tenía 14 años. Era de familia marroquí, inmigrante. Jugaba al fútbol en el club francés ASC Paillade Mercure.

El fútbol de la FIFA seguirá en Marruecos a principios de febrero, con el Mundial de Clubes 2023, adjudicado en la semana por Gianni Infantino, acaso como un guiño a la respuesta en Catar 2022 de un país “nuevo” en el poder del fútbol. Había sido sede en 2013 y 2014. La final del Mundial de Clubes 2014 enfrentó a San Lorenzo con Real Madrid, que le ganó 2-0 en Marrakech. “Los locales estaban chochos, son muy futboleros. Les encantan los murales de hinchas. En Fez, también, no paraban de mostrarme murales. ‘Esta es la mejor hinchada de Alemania’, te decían y te mostraban un mural. Son muy hinchas de las hinchadas de todo el mundo”, me cuenta Julián Martínez, periodista, hincha de San Lorenzo, que pasó aquellos días en Marruecos. Wydad Casablanca, último campeón de la Champions africana, con Regragui como DT, jugará el Mundial de Clubes 2023. Y su hinchada. “En Marrakech, muchos iban a la cancha en motos -recuerda Martínez, el cuervo-. Y la mayoría hinchaba por el Real Madrid. No sé qué hubiera pasado si jugaba otro equipo, pero eran mayoría con el Madrid. ‘¡Olelele, olalala, te gusta España pero no podés entrar!’, le cantaba la Gloriosa Butteler”.

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En paralelo al Mundial, se desataron denuncias de corrupción en el Parlamento de la Unión Europea: sobornos a eurodiputados de Catar (y Marruecos) a cambio de influenciar decisiones políticas. Cualquier similitud con la adjudicación de la sede a Catar no es pura coincidencia. Pero el Mundial que se va fue el de la selección marroquí, la que superó a España, país que expulsa a sus conciudadanos, y la que le peleó a Francia, antiguo protectorado de la mitad de Marruecos. “Ahora nos enfocaremos en ganar la Copa África 2024. Les dije a mis jugadores que no podemos ser reyes del mundo sin antes ser reyes de nuestro continente. ¿Soñar con ganar el próximo Mundial? Transmitiremos esta idea a la generación futura y creeremos en ella”, dijo el entrenador Regragui. Marruecos se presentó cinco veces como candidata a organizar un Mundial. El de 2022 no fue su Mundial, pero lo fue. Porque no hay Mundial sin sorpresas. Y esa fue Marruecos, voz de los pueblos trabajadores.

Es periodista especializado en deportes -si eso existiese- desde 2008. Lo supo antes de frustrarse como futbolista. Trabajó en diarios, revistas y webs, colaboró en libros y participó en documentales y series. Debutó en la redacción de El Gráfico y aún aprende como docente de periodismo. Pero, ante todo, escribe. No hay día en la vida en que no diga -aunque sea para adentro- la palabra “fútbol”.