Los penales, anatomía de un instante

¿Qué estudia un entrenador de arqueros? De Fernando Gayoso, el de Boca, a Martín Tocalli, el de la selección. Secretos entre los tres palos.

En la sala de videoanálisis del predio de Boca en Ezeiza, Fernando Gayoso visualiza con minuciosidad los movimientos y las ejecuciones de los posibles pateadores rivales. Detalles: el arranque, la cantidad de pasos, cómo se para cuando va a patear, los gestos. Por ejemplo: un jugador sale afuera del área para patear, entonces abre el pie; cuando se queda adentro, le pega fuerte al medio. Volvió a ser el entrenador de arquero de Boca en 2020. Había estado entre 2014 y 2016. Gayoso escribe un resumen en un papel (el que después guardará para sacar en caso de emergencia). En el vestuario, lo comparte con los arqueros del plantel, abre el juego, sacan una conclusión. “Y vamos a muerte con lo que vimos”, dice. Sergio “Chiquito” Romero definió a los penales después del cruce ante Talleres en Mendoza que llevaron a Boca a la semifinal de la Copa Argentina como “un juego mental”. No había atajado ninguno: dos futbolistas de Talleres, acaso intimidados por su presencia y sus antecedentes, la habían tirado por encima del travesaño. Con Gayoso en el cuerpo técnico, Boca ganó 13 de 17 series de penales (cuatro por Libertadores, una por Sudamericana y ocho por copas nacionales). A la par de un atajapenales puede haber un entrenador de arqueros laborioso. Gayoso es un estudioso de los secretos entre los tres palos.

En el partido ante Tigre en la Bombonera, cuatro días después de que Boca pasase por penales los cuartos de la Libertadores ante Racing, Gayoso recibió un pequeño reconocimiento de los hinchas mientras hacían la entrada en calor con Romero, que había atajado dos penales en la tanda (Boca había metido los cuatro). Entre 2016 y 2019, Gayoso trabajó en Racing. Lo conocía de cerca a Gabriel Arias, arquero de Racing, no sólo por videos. Los cuatro penales de Boca fueron a la izquierda de Arias, quien había atajado seis de sus ocho en Racing tirándose a la derecha (le patearon, en total, 39) y quien sólo había detenido uno a la izquierda de los 33 en series de definiciones. La tarea de un entrenador de arqueros es potenciarlos. Los penales no quedan exentos: cada vez más se comprueba que no son ni “suerte” ni “lotería”.

Jorge De Olivera es hoy el director deportivo de Platense. A los 14 llegó desde Posadas, Misiones, a las inferiores de Vélez. Tuvo como entrenador de arqueros a Julio César Falcioni y a Carlos Kisluk. Y a Fernando Gayoso, entre Sexta y Quinta. En Argentina, De Olivera atajó en Nueva Chicago, Colón, Aldosivi, Racing, Guaraní Antonio Franco, Platense e Independiente Rivadavia. Recuerda que sólo en Colón, con Alfio Basile como DT, no tuvo entrenador de arqueros. “Hoy -me dice- es una función que la vas a encontrar. Los clubes ya trabajan con un entrenador institucional”. De Olivera fue héroe en el ascenso de Platense a Primera tras 22 años. En la tercera instancia de la Primera Nacional 2020, ante Riestra, y en la final, ante Estudiantes de Río Cuarto, Platense ganó por penales. “Dida” tapó uno en cada serie. El definitorio.

-¿Quién es Gayoso?

-Es uno de los mejores entrenadores de arqueros de Argentina por una cuestión de trabajos específicos y técnicos para la mejora nuestra. Boca te demanda estar en constante exigencia, crecimiento y aprendizaje, y tenés estructura para trabajar con software, que por ahí en otros equipos no tenés. Él se adaptó a la altura de un club como Boca.

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-¿Cómo estudiabas los penales?

-Hay plataformas que te permiten analizar para que cada vez sea menos “azar”. Tal vez un jugador tiene la estadística y la predisposición a patear a un lado, marca una tendencia. Lo tenía en cuenta. Pero analizaba el momento del partido. No es lo mismo si vas ganando 3–0 que si vas perdiendo, el contexto. Un tenista me decía que ellos también hacían estudio del rival. Analizaba los primeros servicios, algo parecido a los penales. John Isner, que saca a 250 km/h, tiene una tendencia a sacar a la “T” o abierto. Cuando está abajo en el marcador, saca cruzado. Cuando está cómodo, a la “T”. Es la lectura que hacía en los penales.

-¿Qué mirabas?

-Estudiás, en el hotel, la estadística de los cinco posibles pateadores, pero hay partidos en los que si hay penales pueden no estar todos. Miro los ojos del pateador, observo para ver si puedo tener una lectura corporal de la postura o un indicio del lugar al que va a patear. Los pies. El diestro por ahí tiene tendencia de buscar un lugar y el zurdo, la de patear cruzado. Todo lo ves en el momento del partido. Es poner la experiencia y la intuición en un minuto. Pero antes, se estudian.

-¿Qué pasó en la definición ante Riestra (8–7)?

-Iban todos para el otro lado. “Qué raro que nadie haga lo que siente cómodo”. Con el tiempo, me enteré que habían estudiado, que estaba todo pensado cómo tenían que patear. Así como los arqueros planificamos una estrategia, ellos también. Habían practicado en contra de la tendencia, de lo que en teoría iba a estar esperando el arquero. Hoy, más que nunca, los penales son una estrategia. Todos te ven.

Hasta antes de que los penales como los conocemos hoy fueran autorizados por la FIFA en 1970 -y se instalaran progresivamente en el mundo y en la Argentina-, los empates se llegaron a definir por cantidad de córners, por sorteos (bolilleros, monedas al aire, un niño con ojos vendados tomando un sobre), por tandas de penales pero sin una cantidad establecida y en ocasiones con un único pateador, y hasta por repeticiones en loop del partido (Oxford City-Alvechurch, por la FA Cup 1971, se definió al sexto partido después de que igualaran cinco seguidos). Lo cuenta Andrés Burgo en esta disección de la historia de los penales, cuyo origen se remonta a la Copa de Yugoslavia 1952, por los dieciseisavos de final, entre Kvarner de Rijeka y Proleter de Osijek, equipos de la actual Croacia (4–3 después del 0–0 en los 90 minutos).

Gayoso (53 años) nació en 1970, el año en que se formalizó la definición desde el punto penal. A los siete años vio cómo Hugo Orlando Gatti le atajaba el penal a Vanderlei, ante Cruzeiro en el Estadio Centenario de Montevideo, con el que Boca ganó su primera Libertadores. Flaco y de brazos largos, le copió el look, que todavía conserva con su melena gris. Ubaldo Matildo Fillol y Gatti -el Pato y el Loco, la sobriedad a toda prueba y los reflejos felinos versus el juego escénico y las voladas espectaculares- son los arqueros con más penales atajados en el fútbol argentino: 26 y 22. Gayoso debutó en Vélez en 1987, pero hizo carrera en el ascenso: All Boys, Armenio, Almirante Brown, Lamadrid y Tristán Suárez. Como entrenador de arqueros, integró su primer cuerpo técnico con Miguel Ángel Russo en el Vélez campeón del Clausura 2005. Fue Russo quien lo repatrió a Boca en 2020. Gayoso, dijo, moldea arqueros fornidos, potentes y veloces. Fuerza y velocidad.

El papelito de Jens Lehmann en Alemania-Argentina por los cuartos de final del Mundial 2006 fue otro capítulo del estudio de los ejecutantes de penales. El papelito, que Lehmann tiró -y recuperó- en pleno vestuario del Olímpico de Berlín, descansa en la Casa de la Historia de Alemania en Bonn. Era una hoja de talonario del hotel Schlosshotel Berlin, donde se concentraba Alemania. El mundialista Andreas Köpke, entonces entrenador de arqueros, había anotado ocho apellidos. Antes de la definición, tachó tres: Riquelme, Crespo, Messi. Lehmann se lo guardó debajo de la rodilla derecha, ajustado por la media. “Habían sido estudiados todos los penales argentinos en los últimos tres años”, dijo años después Oliver Bierhoff, hasta 2022 mánager de Alemania. Lehmann se tiró en los cuatro penales hacia donde fue la pelota. Le atajó el segundo a Roberto Ayala. Y el cuarto y definitivo, a Esteban Cambiasso. “Cambiasso” no figuraba en el papelito.

Lo contó el martes Ángel Di María, en relación a su gol en la final ante Francia de Catar 2022, nuestro Mundial: “Muchos no me creen, pero definí así. Había hablado con Martín Tocalli, el preparador de arqueros. Siempre antes de los partidos me decía cómo era el arquero. Y me había dicho: ‘Mirá que Lloris sale muy rápido abajo, no aguanta, se tira rápido’. Y como venía la pelota media rápida, era imposible picarla porque también venía el defensor. Son cosas que salen natural: cuando me llegó, intenté pegarle de sobrepique para que pase por arriba”. Tocalli participó desde su rol, con un tip, del gol que integra el Hall de la Fama del contraataque.

Pizza post cancha (y antes de las elecciones)

  • “¿Me preguntan qué voy a hacer con el fútbol? Que vuelvan los visitantes voy a hacer”. Lo dijo esta semana Sergio Massa, candidato a presidente por Unión por la Patria. En 2004, Massa fue electo vocal titular de la Comisión Directiva de Tigre. En la temporada 2004/2005, el Matador de Victoria ascendió a la B Nacional después de haber ganado los dos torneos de la B Metropolitana. El equipo que dirigía Ricardo Caruso Lombardi volaba: sumó 93 puntos. Del Apertura 2004 salió campeón ganándole 2–0 a Platense, su clásico, en Saavedra. Caruso Lombardi se lo agradeció a Massa. Había hinchas de Tigre en la popular. A diez años de la prohibición de estar con otros “diferentes” en una cancha, nos preguntamos en un reciente PPP: “¿Y los hinchas visitantes?”.
  • Si hoy terminasen las Eliminatorias a Estados Unidos-México-Canadá 2030, Chile se quedaría sin Mundial (y clasifican seis, más un repechaje, entre diez selecciones): suma cuatro puntos en cuatro fechas, -3 de diferencia de gol. El fútbol de Chile está cooptado por las sociedades anónimas deportivas, el modelo privatista que promueve Javier Milei, el candidato por La Libertad Avanza. Los empresarios-representantes argentinos Fernando Felicevich (Deportes La Serena, Universidad de Chile, Palestino, Huachipato, Curicó Unido) y Christian Bragarnik (San Luis de Quillota, Unión La Calera, Fernández Vial, Audax Italiano) fueron denunciados como controladores ocultos de más de un club a la vez, prohibido por ley, como que un agente sea dueño de un equipo. En una entrevista con “Sacá del medio” (Radio Continental), Claudio “El Bichi” Borghi -crack, campeón del mundo con la selección en México 86, residente en el país trasandino- dijo: “A partir de la llegada de las sociedades anónimas en Chile, los dueños están invirtiendo muy poco en las divisiones inferiores. Una vez un dueño me dijo: ‘¿Para qué voy a invertir en un chico de 12 años si yo quiero estar dos o tres años?’. Quieren hacer negocios, claro, pero lo que no entienden es que no compran un club: compran una historia, un sentimiento, una pasión”.

Nos leemos en 15 días, cuando se juegue la final de la Copa Libertadores entre Boca y Fluminense en el Maracaná. Andaré por Río de Janeiro. Les prometo una crónica carioca niusletera. Gracias por la lectura, por respuestas como ésta, que reconfortan. Por acompañarnos mientras tomás los mates de los sábados a la mañana. Por incorporarlo a tu rutina. Para el final, les dejo una vieja columna, “Elogio del fútbol como droga”, del querido y admirado Énric González. “El fútbol tiene importancia, y una cierta trascendencia -escribe-, por lo que volcamos en él: desde lo colectivo, como la política y la historia, hasta asuntos estrictamente personales como la alienación, la soledad o la rabia”.

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Salú y abrazos,

Roberto Parrottino (Beto)

Es periodista especializado en deportes -si eso existiese- desde 2008. Lo supo antes de frustrarse como futbolista. Trabajó en diarios, revistas y webs, colaboró en libros y participó en documentales y series. Debutó en la redacción de El Gráfico y aún aprende como docente de periodismo. Pero, ante todo, escribe. No hay día en la vida en que no diga -aunque sea para adentro- la palabra “fútbol”.